Luego del estreno de la película de animación “Whisper of the Heart” (1995) del director Yoshifumi Kondo, la cual estaba basada en el manga del mismo nombre de Aoi Hiiragi y que contaba la historia de una adolescente que entre otras cosas, está escribiendo una novela fantástica protagonizada por un gato llamado Barón, el equipo creativo de los Estudios Ghibli se mostró sorprendido por el marcado interés que había despertado en el público el contenido de la novela que escribía  la protagonista. Un par de años más tarde, específicamente en 1999, el Estudio Ghibli se embarcó en un proyecto titulado “Cat Project”, el cual era un cortometraje de 20 minutos de duración protagonizado por gatos, el cual comenzó a ser desarrollado a petición de un parque temático japonés. Hayao Miyazaki quería que el cortometraje incluyera tres elementos clave: el gato Barón, otro gato llamado Muta, y una misteriosa tienda de antigüedades. De manera paralela, se le pediría a Aoi Hiiragi que hiciera una adaptación al manga del corto, el cual llevaría por título “Baron: The Cat Returns”. Lamentablemente, pese a todos estos preparativos y al trabajo realizado el parque temático terminaría cancelando el proyecto. Poco tiempo después, Miyazaki tomaría todo lo que se había desarrollado para “Cat Project”, y lo transformaría en un nuevo proyecto que funcionaría como una suerte de examen para algunas de las nuevas promesas del estudio. La dirección de este proyecto recaería en las manos de Hiroyuki Morita, quien llevaba trabajando un poco más de una década en la industria principalmente como animador. A Morita le tomaría alrededor de nueve meses trasladar la historia escrita por Hiiragi a las cerca de 525 páginas que conformarían storyboard que eventualmente se convertiría en “The Cat Returns” (2002).

La protagonista de la película es una tímida estudiante de bachillerato de 17 años llamada Haru Yoshioka (Chizuru Ikewaki), quien a diario debe lidiar con los problemas típicos de una adolescente. A su lucha constante con el despertador, que habitualmente la lleva a meterse en problemas con sus profesores y a convertirse en el objeto de burla de sus compañeros de curso, debe aceptar que su madre (Kumiko Okae) suele estar demasiado ocupada como para pasar tiempo con ella, y que su mejor amiga Hiromi (Hitomi Satō) tiene más éxito con los chicos. Cierta mañana, mientras Haru y Hiromi caminan de vuelta a casa, ven a un extraño gato que está a punto de cruzar la calle cargando una pequeña caja con su boca. Cuando Haru ve que el gato deja caer la caja en medio de la calle, al mismo tiempo que un camión se acerca a él a toda velocidad, de inmediato se abalanza hacia el pequeño animal y se las arregla para salvarlo de una muerte segura. Para su sorpresa, tras sacudirse el polvo de la ropa, el gato se para en sus patas traseras y cortésmente le agradece por salvarle la vida. Aunque Haru asume que lo que acaba de ver es producto del golpe que recibió, poco tiempo después descubre que el gato que salvó es nada menos que Lune (Takayuki Yamada), el joven príncipe del Reino de los Gatos. Ahora como muestra de su agradecimiento, los súbditos del reino e incluso el mismísimo Rey de los Gatos (Tetsurō Tanba), harán todo lo que esté a su alcance para que Haru sea feliz, lo que eventualmente le traerá más problemas que beneficios y la embarcará en una aventura inolvidable. 



Tras una serie de incómodas situaciones, Haru es enviada por una misteriosa voz a la Oficina de Asuntos de los Gatos, donde posiblemente pueden ayudarla a solucionar su particular problema. Es en ese lugar donde conoce a tres coloridos personajes: una estatua con forma de gato que cobra vida cada atardecer, cuyo nombre es Barón Humbert von Gikkingen (Yoshihiko Hakamada); un gato gordo y malhumorado llamado Muta (Tetsu Watanabe); y Toto (Yosuke Saito), una estatua de piedra de un cuervo quien también cobra vida al atardecer. Pese a que el peculiar trío de personajes promete protegerla de los súbditos del Rey, de todas formas Haru termina siendo llevada en contra de su voluntad al Reino de los Gatos, donde lentamente comienza a convertirse en uno de ellos. Esta es básicamente la trama de la película la cual se desarrolla durante un lapso de aproximadamente 75 minutos, la cual podría ser dividida en dos segmentos claramente distinguibles. Mientras que durante la primera mitad de la cinta se exploran algunos de los problemas y las inquietudes con las que Haru tiene que lidiar a diario, la segunda mitad se mete de lleno en el mundo de la fantasía, la comedia y la acción, desde el preciso momento en el que la protagonista se entera que existe un mundo mágico habitado por gatos parlantes y humanizados. Por otro lado, como suele suceder con las producciones de los Estudios Ghibli, “The Cat Returns” se ve favorecida por la presencia de un grupo de protagonistas encantadores poseedores de personalidades bastante distintivas, un puñado de personajes secundarios interesantes, un escenario vibrante y creativo, y un colorido villano.

La gran diferencia que presenta “The Cat Returns” con respecto a otras producciones del estudio, está otorgada por la juventud su director. A diferencia de los fundadores de Ghibli, Hayao Miyazaki e Isao Takahata, Hiroyuki Morita pertenece a una generación que solo ha experimentado la realidad del Japón post guerra, lo que inevitablemente se traslada al tono y al mensaje de la película. Por ejemplo, gran parte de las obras clásicas de Miyazaki desafían y rechazan una de las presunciones más fundamentales de la modernidad, que es la creencia que el ser humano es la especie más importante del universo, lo cual le da derecho a explotar los recursos naturales a su antojo y a subyugar al resto de las formas de vida a quienes considera “inferiores”. Muy por el contrario, para Miyazaki toda forma de vida es hermosa y única por derecho propio, y por lo tanto, aun cuando el ser humano es capaz de crear cosas, estas deben ser utilizadas bajo un prisma de amor, respeto y humildad con su entorno. Takahata por su parte, plantea que no existe motivo alguno por el cual los protagonistas de sus obras deban adoptar el materialismo brutal y el consumismo sin sentido que domina a la sociedad moderna. Por lo tanto, él no solo llama a rechazar este tipo de conductas, sino que además busca transmitirle al espectador la necesidad de identificar la belleza poética que alberga la cotidianidad de la gente común y corriente, ya que desde su punto de vista es la única manera de recobrar la humanidad que alguna vez caracterizó a las comunidades que habitaban en una sociedad mucho más tranquila. Los directores jóvenes como Morita en cambio, fueron criados bajo una doctrina capitalista por lo que les resulta difícil desarrollar ideas demasiado profundas con respecto a lo que está mal en la sociedad moderna. Es así como básicamente se limitan a señalar que para sobrevivir en el Japón moderno, es necesario conocerse a sí mismo para así redescubrir las maravillas de la vida y crecer como persona. En el caso particular de Haru, ella descubre que es capaz de conectarse con los gatos, de la misma forma que creía haberlo hecho cuando era pequeña, lo que le permite reclamar la magia de la infancia que creía perdida mientras se embarca en un viaje que finalmente la convertirá en una adulta feliz y responsable dentro de la sociedad japonesa moderna. 



Otra cosa que es evidentemente diferente con respecto a las obras más clásicas del Estudio Ghibli es el diseño de los personajes, cuya apariencia se acerca más a lo esperable de un anime moderno, lo que no es necesariamente algo malo. En general el aspecto visual de “The Cat Returns” es impecable, tanto a nivel de diseño como en términos de fluidez de la animación, en especial durante aquellas escenas que transcurren en el Reino de los Gatos, las cuales gozan de una particular preocupación por los detalles que da como resultado la creación de unas postales realmente hermosas. Por otro lado, si bien la banda sonora del compositor Yuuji Nomi no alcanza los ribetes épicos o emotivos que suelen caracterizar a las piezas musicales de Joe Hisahi, de todas formas cumple con realzar el tono ligero y juguetón que presenta la historia. Aun cuando no está exenta de algunos aspectos algo decepcionantes, como por ejemplo el enfrentamiento final entre Barón y el Rey de los Gatos, el mayor problema de “The Cat Returns” es que inevitablemente termina siendo comparada con otras producciones del Estudio Ghibli, lo que no solo es hasta cierto punto injusto considerando las obras maestras que han realizado tanto Miyazaki como Takahata, sino que además es el principal motivo por el cual ha quedado relegada a un segundo plano obteniendo menos reconocimiento del que realmente merece. Y es que la peculiar aventura felina que ayuda a una adolescente a conectarse nuevamente consigo misma es sumamente entretenida, goza de un vibrante ritmo narrativo, un estupendo apartado técnico, buenas actuaciones, momentos realmente cómicos, e incluso ciertos guiños en clave de homenaje a la obra de Miyazaki, lo que en su conjunto permitió que en su momento se convirtiera en todo éxito tanto a nivel de público como de crítica.

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