Tras
haber visto la cinta “El Topo” (1970) del director Alejandro Jodorowsky, John
Lennon y Yoko Ono convencieron al mánager Allen Klein de comprar los derechos
de la película y de financiar el próximo proyecto del cineasta chileno, el cual
llevaría por título “La Montaña Sagrada” (1973). Si bien la trama es sumamente difícil
de describir, la cinta se centra en un hombre físicamente parecido a Jesucristo
que es conocido únicamente como “El Ladrón” (Horacio Salinas), quien tras
despertarse en el desierto cubierto de su propio excremento, se une a un enano
sin pies ni manos con quien viaja a una ciudad cercana donde se ganan la vida
entreteniendo a lo turistas. Tras meterse en problemas con la Iglesia, es
manipulado para para intentar cometer un robo en el hogar de un sabio conocido
como “El Alquimista” (Alejandro Jodorowsky), quien vive en la cima de una
enorme torre desde donde envía bolsas repletas de oro las cuales son canjeadas
por comida. Una vez que el Ladrón se enfrenta al Alquimista, entre ellos se
entabla una relación pupilo/maestro que los lleva a recorrer el camino hacia la
iluminación. Eventualmente ambos hombres y la asistente del Alquimista (Zamira
Saunders) se unen a un grupo conformado por las siete personas más ricas y
poderosas del planeta, junto a quienes emprenden un viaje en búsqueda de la
Montaña Sagrada, lugar en el cual se dice que habitan seres inmortales a
quienes esperan poder desplazar para así convertirse en dioses y dominar el
mundo.
Con
el fin de comprender de mejor manera el contenido de la película, es importante
conocer en que se basó Jodorowsky al momento de escribir el guion. Para
comenzar, la elección de una montaña como la principal metáfora visual de la
historia responde a un fenómeno cultural. En casi todas las culturas la montaña
simboliza el lugar donde se une el cielo con la tierra, por lo que algunos la
identifican como el centro del mundo. A raíz de esto, son muchas las religiones
que hacen alusión a montañas sagradas, como por ejemplo el Monte Sinaí en el
Antiguo Testamento, el Monte Olimpo, el Monte Kailash el cual es venerado por
los tibetanos, o el Monte Meru cuya importancia dentro del hinduismo es
innegable. Este concepto llevó a Jodorowsky a familiarizarse con dos libros que
utilizaría como base temática de su film: “Subida al Monte Carmelo” de San Juan
de la Cruz, el cual postulaba que la vida ascética era el camino a seguir para
quienes querían alcanzar una unión mística con Cristo (quien se encuentra en la
cima del metafórico Monte Carmelo), y “La Montaña Análoga” de René Daumal, un
obra repleta de conceptos filosóficos y metafísicos que presenta un viaje
iniciático envuelto en lo que algunos consideran que es una novela de
aventuras. De forma paralela, Jodorowsky se inspiraría en el Eneagrama al momento
de construir los personajes que interactúan en esta extraña fábula que mezcla
misticismo con filosofía y surrealismo. El Eneagrama es una figura geométrica
de nueve puntas cuyo origen se desconoce, la cual fue utilizada por el místico
y filósofo G. I. Gurdjieff para representar las leyes cósmicas y así comprender
y traducir las fluctuaciones cíclicas que dominan casi todos los aspectos de la
vida. Durante la década del setenta, el Eneagrama adquirió una cierta
notoriedad cuando el chamán boliviano Oscar Ichazo comenzó a utilizar lo que él
bautizó como Eneagrama de la Personalidad. Ichazo básicamente identificó nueve
fijaciones del ego o núcleos, a partir de los cuales se genera cada uno de los
tipos de personalidad. Según el chamán, estas fijaciones son el origen de todas
las enfermedades mentales que padecen los seres humanos, razón por la cual el
autoconocimiento surge como un método de sanación. En sus intentos por
comprender mejor los postulados de Ichazo, Jodorowsky viajó para conocerlo e iniciarse
espiritualmente con él. Para su sorpresa, una vez que ambos se reunieron lo
primero que le dijo el chamán fue, “No pierdas el tiempo. Toma LSD.”
Como
se puede inferir, las nueve personas que viajan en búsqueda de la Montaña
Sagrada representan a las nueve fijaciones del Eneagrama, las cuales a su vez
son identificadas como personificaciones de cada uno los planetas del sistema
solar. Jodorowsky no solo le dedica una buena cantidad de tiempo a la
presentación de cada uno de estos personajes, sino que además utiliza un estilo
de narración episódica que divide al film en tres actos claramente marcados. El
primero de estos se enfoca en la travesía del Ladrón, que es descrito como un
hombre corrupto y egoísta, a través de un mundo violento y surrealista hasta
que eventualmente conoce al Alquimista, quien mediante una serie de rituales
místicos intenta transformar radicalmente la personalidad y la espiritualidad
de quien se convierte en su pupilo. Ya en el segundo acto, el Ladrón conoce al
resto de los personajes que emprenderán junto a él un viaje iniciático. Estos
son Fon (Juan Ferrara), quien representa a Venus y que es dueño de una empresa
de cosméticos que fabrica accesorios ridículos que apelan a la vanidad del ser
humano; Isla (Adriana Page), una fabricante de armas que representa a Marte,
quien entre otras cosas comercializa pistolas budistas y drogas que desarrollan
delirios de grandeza; Klen (Burt Kleiner), un comerciante de arte millonario que
representa a Júpiter, el cual realiza pinturas utilizando traseros humanos como
pinceles; Sel (Valerie Jodorowsky), una fabricante de juguetes bélicos que
representa a Saturno, la cual condiciona a los niños chilenos a odiar a sus
vecinos peruanos; Berg (Nicky Nichols), un asesor financiero que representa a
Urano y que mantiene una relación incestuosa con su madre; Axon (Richard
Rutowsky), un jefe de policía que representa a Neptuno y que colecciona los
testículos de sus subordinados; y finalmente Lut (Luis Lomelí), un arquitecto
que representa a Plutón, el cual está diseñando un complejo habitacional hecho
únicamente de ataúdes. Finalmente el tercer acto del film está compuesto por
los intentos de este grupo de personajes por conquistar la cima de la Montaña
Sagrada, lugar donde supuestamente podrán alcanzar la tan ansiada inmortalidad.
“La
Montaña Sagrada” también tiene una estrecha relación con el tarot, disciplina
que es practicada por Jodorowsky en la vida real. Por ejemplo, no solo hay
ilustraciones de algunas de las cartas de la baraja del tarot que son
utilizadas como parte de los decorados de la torre del Alquimista, sino que
además gran parte de los personajes representan a los diferentes arcanos de
dicha disciplina. Como detalle adicional, el Alquimista en un determinado
momento del film le ofrece al Ladrón los cuatro elementos básicos de la baraja
del tarot: un basto/fuego, una espada/aire, una copa/agua y una moneda de oro/tierra,
elementos que a su vez representan el sexo creativo, el intelecto, las
emociones y la vida material respectivamente. Si bien Jodorowsky durante el
transcurso de la película incluye un sinnúmero de referencias esotéricas, promoviendo
en el proceso la importancia de aquello que él concibe como el “auténtico
misticismo”, la verdad es que su deseo de crear una cinta extravagante, sensual
y psicodélica, se contradice con aquello que él desea transmitir. El auténtico
misticismo, concepto que el filósofo Aldous Huxley describiría como la “filosofía
perenne”, implica abrazar el ascetismo y renunciar por completo al ego y a las
pulsiones de los sentidos. Si bien Jodorowsky habla bastante sobre la necesidad
de disolver el ego para lograr la verdadera iluminación, su discurso se
desmorona si se analiza que de manera consciente escogió interpretar a un
personaje que se describe a sí mismo como un maestro espiritual que está por
sobre el resto de los mortales. Hace algunos años, el propio Jodorowsky admitió
que en aquel entonces estaba convencido que “La Montaña Sagrada” no solo iba a
cambiar la forma de hacer cine, sino que además iba a cambiar el mundo, dejando
en evidencia que su ego estaba fuera de control. Lo que es aun más revelador,
es que Jodorowsky demuestra estar claramente intoxicado por su admirable
creatividad e imaginación, procesos los cuales son vistos como enemigos de la
iluminación ya que trabajan a través de los sentidos, que es precisamente el
postulado que entrega San Juan de la Cruz en el texto “Subida al Monte Carmelo”.
No
solo el contenido de “La Montaña Sagrada” es interesante, sino que además resultan
llamativas varias de las historias que rodearon al proceso de producción del
film. Por ejemplo, originalmente George Harrison iba a interpretar al Ladrón,
pero el músico terminó desligándose del proyecto cuando se enteró que Jodorowsky
quería filmar una escena en la que el Alquimista le lavaba el ano frente a las
cámaras, la cual buscaba simbolizar el completo abandono del ego. Varios años
más tarde, Jodorowsky admitiría que si bien su obstinación le costaría varios
millones de dólares, en aquel entonces estaba convencido que esa escena
convertiría a Harrison en un ejemplo para toda la humanidad. Por otro lado, algo
que dificultaría considerablemente el rodaje del film, sería el robo de
trescientos mil dólares cometido por el productor Robert Viskin. Ante la
posibilidad que la cinta no pudiese ser terminada, uno de los asistentes de
Jodorowsky llamado Robert Taischer, abandonó súbitamente la producción sin
avisarle a nadie. Seis semanas más tarde regresaría a México con el dinero
faltante, el cual obtuvo gracias a su padre quien era uno de los vendedores de
zapatos más importantes de los Estados Unidos. En cuanto a la película en sí,
no solo resulta destacable la dirección de fotografía de Rafael Corkidi, sino
que también el llamativo y creativo diseño de producción del propio Jodorowsky,
quien además estuvo a cargo de componer la banda sonora del film en compañía de
Don Cherry y Ronald Frangipane. Por último, algo que llama la atención con
respecto al proceso de rodaje fue que Jodorowsky filmó la historia en orden
cronológico, dividiendo su labor en una “etapa elegante”, la cual se
caracterizó por la utilización de sets y vestuarios cuidadosamente diseñados, y
en una “etapa natural”, la cual fue filmada casi en su totalidad en exteriores y
que exhibe una marcada simplificación en términos de vestuario y otros
elementos decorativos.
Debido
a la gran cantidad de influencias filosóficas, religiosas y místicas que
confluyen en “La Montaña Sagrada”, la curiosa, absurda y a ratos desagradable sucesión
de imágenes que conforman la trama puede parecer irracional o sencillamente
ofensiva, pero para Jodorowsky cada escena y cada detalle tiene un significado
simbólico específico. El problema es que para el espectador resulta casi
imposible descifrar la totalidad de los simbolismos incluidos por el director,
lo que se agrava por el hecho que el propio Jodorowsky ha reconocido que al
momento de embarcarse en este proyecto fue diseñando algunas escenas a medida
que iba avanzando el rodaje. Este modelo de trabajo provocaría entre otras
cosas, que un determinado simbolismo adquiriera significados distintos en
diferentes momentos de la historia. Por ejemplo, mientras que inicialmente se
sugiere que el enano que acompaña al Ladrón es la representación de su fuerza
interior, más adelante en el film el Alquimista asegura que ese mismo personaje
representa las monstruosidades del ego, razón por la cual le exige al Ladrón
que lo arroje al mar para así purificar su alma. Al final del día, es la propia
incapacidad del espectador a la hora de descifrar la compleja red de
simbolismos que se esconde al interior de la mente de Jodorowsky, lo que
convierte a “La Montaña Sagrada” en una experiencia surrealista que resulta muy
difícil de describir y aun más difícil de olvidar.
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