Tras el estreno exitoso a nivel internacional de la cinta “Gli orrori del castello di Norimberga/Baron Blood” (1971), el director italiano Mario Bava se asociaría por segunda vez consecutiva con el productor Alfredo Leone al momento de desarrollar su próximo proyecto. Lo más atractivo de esta sociedad, es que al cineasta se le ofreció un presupuesto de un millón de dólares (el más generoso de su carrera) y una completa libertad creativa, lo que él identificó como la oportunidad perfecta para expresar sus inquietudes a sus anchas sin tener que preocuparse por el resultado comercial de la producción. Inspirándose en parte de lo realizado previamente en el film “Operazione paura/Kill, Baby… Kill!” (1966), Bava le pidió a los guionistas Romano Migliorni y Roberto Natale que desarrollaran los primeros borradores de una historia que inicialmente se titularía “The House of the Devil”, y que posteriormente pasaría a llamarse “Lisa and the Devil” cuando Bava y Leone se lanzaron a la tarea de modificar estos borradores y escribir el guion definitivo de la cinta. Lamentablemente para todos los involucrados, “Lisa and the Devil” (1973) solo sería exhibida durante la realización del Festival de Cannes de 1973, y posteriormente recibiría una distribución limitada en algunos cines de España, ya que Leone tuvo gran cantidad de problemas para vender la película. Considerando que se había hecho una inversión importante a la hora de filmar la producción, para Leone era imperioso encontrar una solución que al menos le permitiera recuperar su dinero. La respuesta a sus problemas llegaría a fines de 1973, tras leer las reacciones del público que había tenido la oportunidad de ver “The Exorcist”, lo que lo llevó a presionar a Bava para que viajara a Londres a ver la cinta de William Friedkin. En su afán por explotar el creciente interés del público por las posesiones demoníacas, Leone escribió un puñado de escenas que reconfiguraban por completo la trama de “Lisa and the Devil”, agregando en el proceso a un nuevo personaje interpretado por Robert Alda, quien está llamado a exorcizar a la protagonista de la historia. Pese a la resistencia inicial de Bava, quien estaba convencido que su visión original era demasiado hermosa como para modificarla, eventualmente accedió a los deseos del productor convirtiendo a “Lisa and the Devil” en “The House of Exorcism” (1975).

La protagonista de “Lisa and the Devil” es una turista norteamericana llamada Lisa Reiner (Elke Sommer), la cual está en España visitando Toledo. Mientras el grupo con el que está recorriendo la ciudad se queda contemplando un mural medieval donde el Diablo recolecta las almas de los muertos, ella ingresa a una tienda de antigüedades donde conoce a Leandro (Telly Savalas), un hombre casi idéntico a la figura del Diablo retratada en el mural. Aterrada por su similitud, Lisa huye del lugar hasta perderse en las laberínticas calles de la ciudad, no sin antes empujar por unas escaleras a un extraño llamado Carlo (Espartaco Santoni), quien la confunde con una tal Elena. Cuando eventualmente logra recobrar la cordura, Lisa conoce con una pareja de aristócratas llamados Francis (Eduardo Fajardo) y Sophia Lehar (Sylvia Koscina), y a su chófer George (Gabriele Tinti), quienes se ofrecen para llevarla de regreso hasta su hotel. Sin embargo, su automóvil sufre un desperfecto a medio camino, quedando varado frente a una vieja mansión donde reside una Condesa ciega (Alida Valli) y su hijo Maximilian (Alessio Orano), además de su mayordomo quien para sorpresa y espanto de Lisa, no es otro que Leandro. Las cosas empeoran aún más cuando Lisa comienza a ver al interior de la mansión al hombre que empujó por las escaleras, lo que la sumerge en el horror más profundo mientras intenta averiguar que está sucediendo y cuál es su conexión con el grupo de personas con las cuales se encuentra actualmente confinada.  



Si algo caracteriza a “Lisa and the Devil” es el estilo narrativo no lineal utilizado por Bava, quien en esta oportunidad opta por fusionar pasado, presente y futuro de manera indiscriminada, todo con el fin de otorgarle un carácter onírico al relato. De hecho, desde el preciso momento en el que Bava decide enfocarse en el reloj quebrado de Carlo tras su caída, el director sugiere en varias oportunidades que existe una fractura temporal dentro de la historia que permite que esta se desarrolle en los terrenos de lo abstracto. Como mencionaría en una oportunidad el especialista en el cine de Mario Bava, Tim Lucas, en “Lisa and the Devil” el lenguaje visual del director se basa en el uso de una serie de pinturas, relojes, espejos y otros artefactos a la hora de establecer su triunfo sobre el tiempo, lo que además se preocupa de intercalar con algunas alusiones al tema de la reencarnación. Es así como a medida que la película progresa, no solo un misterioso y fantasmal Carlo reaparece en la mansión, sino que además entre otras cosas se pone en evidencia el amorío entre Sophia y George, y se revela que la atracción que siente Maximilian por Lisa está relacionada con la idea de que ella es la reencarnación de su viejo amor, Elena. Mientras tanto se ve a Leandro, quien es presentado como una figura demoníaca y tramposa, un verdadero símbolo de la muerte, apilando a una serie de maniquíes que se asemejan a los protagonistas, con el fin de conformar una suerte de macabra y simbólica última cena para las almas que rondan por la mansión antes de que el Diablo venga por ellas. Esto eventualmente sucede cuando los personajes comienzan a asesinarse entre sí por distintos motivos, empujando a la historia a un completo frenesí alucinatorio que incluso tiene espacio para una escena de violación, que súbitamente se convierte en la humillante y perturbadora revelación de las inclinaciones necrofílicas y la disfunción sexual de uno de los personajes.

Con el fin de realzar el tono y los temas que caracterizan a la película, el director de arte Nedo Azzini en conjunto con el decorador Rafael Ferri, utilizan una legión de animales embalsamados, esculturas de cupidos y leones, pequeñas figuritas femeninas, y una infinidad de relojes y espejos, para decorar cada uno de los rincones de una mansión dominada por una estética Art Nouveau, cuyas superficies reflectantes actúan como una suerte de metáfora de la delgada membrana que separa la real de lo onírico durante el transcurso de la historia. Al mismo tiempo, el reflejo de los personajes en determinados objetos es utilizado por Bava para establecer la noción de lo engañosas que pueden ser las apariencias. Y es que en un film tan denso como “Lisa and the Devil” las soluciones no son fáciles de identificar, lo que puede resultar frustrante para algunos espectadores. La paciencia es esencial a la hora de abordar la película, ya que para cada pista que apoya una determinada interpretación de los hechos, existe una contradicción que asoma desafiante y que amenaza con destruir toda hipótesis con respecto al sentido del relato. Quizás por este motivo lo más recomendable sea ver “Lisa and the Devil” ignorando por completo la trama, las posibles interpretaciones de esta, y la cronología de la historia, y percibir a la producción como una experiencia cinematográfica, un ejercicio prácticamente experimental que le permitió a Bava amalgamar gran parte de sus inquietudes artísticas y temáticas en una pieza tan aterradora como desconcertante. Lo sorprendente es que aun así es posible disfrutar de esta película ya que cada uno de los elementos que la componen, desde las actuaciones (en especial las de Sommer y Savalas), pasando por la estupenda dirección de fotografía de Cecilio Paniagua y Mario Bava, hasta llegar a la atmosférica banda sonora del compositor Carlo Savina, encajan a la perfección a la hora de darle vida a la que posiblemente es la cinta más personal del director italiano.


“House of Exorcism” por otro lado, hasta cierto punto se convertiría el mejor ejemplo de como el accionar de los productores en ocasiones destruye por completo la visión original del cineasta, al punto de convertir un ejercicio abstracto y delirante en una mera obra de explotación. Debido a que Bava se rehusó tajantemente a participar en la filmación de las escenas de carácter más escabroso, como por ejemplo una en la cual la protagonista vomita de manera descontrolada sapos y otras sustancias, y en aquellas que incluían desnudos gratuitos, Leone tuvo que asumir gran parte de la dirección de la reestructuración del film. A diferencia la historia original, en “The House of Exorcism” el calvario de Lisa comienza poco después de salir de la tienda de antigüedades ubicada en Toledo, cuando su actuar súbitamente se torna errático y empieza a sufrir convulsiones en la vía pública, tras lo cual es asistida por un sacerdote (Robert Alda) quien decide acompañarla en la ambulancia hasta el hospital de la ciudad. Desde ese momento en adelante, varias escenas de la cinta original son insertadas como si fueran parte de una vívida pesadilla experimentada por la protagonista, quien a juicio del sacerdote claramente ha sido poseída por el Diablo. Esto da pie a un puñado de escenas plagadas de los clichés habituales de las cintas de posesión demoníaca, donde los fluidos corporales, el descontrol, el lenguaje obsceno, y los objetos voladores pasan a ser parte del repertorio demoníaco de Lisa. Para coronar lo burdo de este giro dramático, Leone agregó un par de escenas de sexo absolutamente innecesarias que terminaron de sepultar la visión original de Bava, quien un par de años más tarde no dudaría en asegurar que “The House of Exorcism” simbolizaba el mayor agravio que sufrió durante su carrera.

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