En 1952, los estudios RKO Radio Pictures decidieron reestrenar en las salas de cine la película “King Kong” (1933). Curiosamente, esta no era la primera vez que la cinta de Merian C. Cooper y Ernest B. Schoedsack volvía a ser proyectada en la pantalla grande; esto ya había sucedido en 1938 y 1946. Sin embargo, en esta oportunidad el estudio adoptaría un enfoque diferente. No solo la distribuyeron de forma masiva para que fuese estrenada en la mayoría de las salas de cine de Norteamérica, sino que además gastaron una cantidad importante de dinero para publicitarla tanto en la radio como en la televisión. Su agresiva estrategia publicitaria tendría espléndidos resultados, ya que la producción se convertiría en una de las más exitosas de ese año. Las ganancias millonarias que obtuvo “King Kong” llamarían la atención de muchos profesionales de la industria, incluyendo a los ejecutivos de Mutual Films, una pequeña productora independiente que era manejada por el productor Jack Dietz, el ex actor juvenil Hal E. Chester, y el editor Bernard W. Burton. Ellos serían los primeros en sacar provecho de la renovada popularidad de las obras protagonizadas por monstruos gigantes en la llamada Era Atómica, todo esto a través del film “The Beast from 20,000 Fathoms” (1953). El proyecto comenzó con un guion titulado “The Monster from Beneath the Sea”, y estaba protagonizado por una criatura cuyas características aun no estaban definidas. Antes de que Ray Harryhausen diseñara a la bestia en el que sería su primer trabajo en solitario, los productores pretendían que esta tuviera la forma de un pulpo gigante, idea que por supuesto terminaría siendo descartada.

Las circunstancias bajo las cuales el autor de ciencia ficción Ray Bradbury terminó recibiendo el crédito por la historia que le dio vida a la película, hasta el día de hoy siguen siendo motivo de discusión ya que existen dos versiones de los hechos. De acuerdo a Harryhausen, “Durante una de las reuniones de desarrollo del proyecto Jack Dietz entró a la habitación y arrojó una copia del Saturday Evening Post. Contenía una hermosa ilustración coloreada de una criatura similar a un dinosaurio que estaba atacando a un faro. Coincidentemente, resultó ser una historia corta escrita por mi viejo amigo Ray Bradbury… Jack estaba tan impresionado con la imagen que quiso incorporar una secuencia similar en la película. Con esto en mente, decidimos que eso ayudaría a conectar el surgimiento de la criatura desde el hielo con su eventual irrupción en Nueva York. Jack rápidamente hizo los arreglos para comprarle la historia a Ray (creo que por $2.000 dólares) en conjunto con el título con la cual había sido publicada en el Post. Y así fue como The Monster from Beneath the Sea se transformó en The Beast from 20,000 Fathoms.” Bradbury por su parte, le aseguraría al autor Mike Hardin, responsable de “Ray Harryhausen: Master of the Majicks, Volume 2: The American Films”, que “Hal Chester me llamó y me pidió que leyera el guion preliminar de la cinta. Yo le señalé la semejanza entre dicho guión y mi historia corta… la cual había aparecido en el The Saturday Evening Post en 1951. Chester su puso pálido y su mandíbula se cayó cuando le dije que su monstruo era mi monstruo. Él parecía sorprendido cuando le dije eso. Tenía la misma mirada de alguien que es atrapado con las manos en la masa.” Estas contradicciones poco importarían al final del día ya que Bradbury y Harryhausen se conocían desde que eran adolescentes, y seguirían siendo amigos hasta el final de sus días; lo que es innegable es que resulta curioso que la única vez que sus nombres coincidieron en un proyecto, esto fuese el resultado de una particular coincidencia.


El origen de todos los acontecimientos relatados en “The Beast from 20,000 Fathoms” tiene lugar en el Ártico, donde un grupo de científicos norteamericanos está realizando una serie de pruebas relacionadas a un artefacto nuclear. La detonación de este artefacto termina liberando accidentalmente a un “Rhedosaurio”, una criatura prehistórica gigante que camina sobre sus cuatro patas, la cual llevaba millones de años atrapada bajo el hielo en un estado de animación suspendida. El único sobreviviente del ataque de la bestia es el profesor Tom Nesbitt (Paul Christian), quien tras ser rescatado es trasladado a un hospital de Nueva York, donde le cuenta su increíble historia a un escéptico psiquiatra de apellido Ingersoll (King Donovan). Mientras la criatura continúa avanzando hacia la civilización destruyendo todo a su paso, Nesbitt logra que un paleontólogo llamado Thurgood Elson (Cecil Kellaway) y su asistente Lee Hunter (Paula Raymond), escuchen su versión de lo sucedido en el Ártico y lo ayuden en sus intentos por advertirles a las autoridades del peligro que se avecina. Pese a que Elson le comunica al ejército que ha llegado a la conclusión que el dinosaurio se dirige a la Bahía del Río Hudson, donde fueron encontrados los primeros fósiles de los Rhedosaurios, cuando la criatura eventualmente llega a la Gran Manzana desatando el caos y la destrucción, al Coronel Jack Evans (Kenneth Tobey) no le queda más remedio que unir fuerzas con Nesbitt y compañía para así intentar detener a la bestia antes de que sea demasiado tarde.

“King Kong” no sería la única película que inspiraría la realización de “The Beast from 20,000 Fathoms”, ya que su secuencia inicial en el Ártico está claramente basada en la cinta “The Thing From Another World” (1951) de Howard Hawks y Christian Nyby. No solo la estación de investigación es prácticamente idéntica en ambas producciones, sino que además el director debutante Eugène Lourié hizo todo lo posible por emular parte del tono semi documental del film de Hawks y Nyby. El ejercicio cinematográfico de Lourié, Harryhausen y compañía, incluso cuenta con la participación del actor Kenneth Tobey, quien interpreta a un personaje bastante similar al que interpretó en “The Thing From Another World”, cosa que haría por tercera vez en “It Came from Beneath the Sea” (1955). En términos generales, esta película continúa dividiendo a la crítica hasta el día de hoy. Más allá de la idea de que un monstruo puede ser despertado a causa de un estallido nuclear, lo cual influenciaría a una infinidad de producciones desde ese momento en adelante, el guion desarrollado por Fred Freiberger, Louis Morheim, Robert Smith y el propio Lourié, no goza de demasiada originalidad. Mientras que por un lado son innumerables las historias de horror y ciencia ficción que giran en torno a un personaje que intenta convencer al resto de la existencia de una amenaza que otros son incapaces de percibir, que es precisamente lo que hace Nesbitt durante gran parte del transcurso del film, la idea de una criatura gigante desatando el caos y la destrucción en una ciudad fue sacada directamente de “King Kong”. Mucho se ha hablado de que la cinta intenta utilizar al monstruo como una metáfora de los peligros del poder nuclear, o más específicamente de la bomba atómica, pero el problema es que el guion nunca profundiza en este concepto. Y es que aun cuando al principio del film los científicos discuten acerca de los peligros de esta nueva rama de la ciencia, e incluso expresan sus inseguridades y su sentimiento de culpa a través de la mención de pomposas analogías bíblicas, tan pronto como el monstruo es liberado el tema es olvidado por completo. De hecho, todas las posibles críticas que la cinta intenta establecer en contra del uso de las armas nucleares pierden toda validez durante el tramo final del relato, cuando los protagonistas irónicamente escogen un artefacto nuclear para intentar detener a la bestia. 


Es evidente que la verdadera estrella de la película es la animación en stop-motion realizada por Ray Harryhausen, quien hasta ese entonces solo era conocido por su trabajo en “Mighty Joe Young” (1949), donde tuvo la oportunidad de trabajar con su mentor Willis O´Brien. Debido a que “The Beast from 20,000 Fathoms” solo contaba con un presupuesto de 210.000 dólares, Harryhausen tuvo que pensar en un método distinto al que se venía empleando hasta aquel entonces para poder llevar a cabo efectos especiales que se vieran medianamente realistas. Fue así como aprendió de otros técnicos en efectos especiales a ocupar los llamados Travelling Matte, que es el equivalente a lo que hoy en día se conoce como el método de las pantallas verdes. Esto no solo le permitió realizar su trabajo de manera más veloz (de todas formas le tomó seis meses realizar todos los efectos especiales de la cinta), sino que además pudo otorgarle una tridimensionalidad a sus creaciones que no hubiese podido lograr de otra manera considerando el presupuesto con el que contaba. La lección más importante que Harryhausen aprendió de O´Brien, fue que debía otorgarle una personalidad distintiva a sus creaciones, un cierto grado de inteligencia si se quiere. Quizás la criatura de “The Beast from 20,000 Fathoms” no es el mejor ejemplo de aquello, pero eso no significa que esta se reduzca a ser únicamente una máquina de matar, como si sucede en otras películas de monstruos gigantes, sino que es posible identificar una suerte de interés por parte del Rhedosaurio por explorar este nuevo mundo en el cual ha despertado, lo que de inmediato le otorga una mayor profundidad a su accionar. Aun cuando “The Beast from 20,000 Fathoms” no es precisamente el mejor trabajo de Harryhausen, es innegable que existen algunas escenas donde el espectador puede sentir que tanto la bestia como el peligro que representa son absolutamente tangibles, como por ejemplo aquella en la que Nesbitt junto a un soldado interpretado por un joven Lee Van Cleef se enfrentan a la ella al interior de un parque de diversiones.   

Si bien las actuaciones son las que suelen recibir una mayor cantidad de críticas negativas, en general la verdad es que son bastante decentes, incluso considerando el marcado acento suizo de Paul Christian (cuyo verdadero apellido era Hubschmid). Quizás la única excepción sea Paula Raymond, cuya mala actuación se ve realzada por un papel que es responsable de los diálogos vergonzosos de toda la película. Más allá de sus defectos, “The Beast from 20,000 Fathoms” es una cinta entretenida que tiene un apartado visual que roza en lo espectacular, más aun considerando el escaso presupuesto con el que contó. La destrucción llevada a cabo por la criatura en Nueva York es fascinante, en especial aquellos momentos cuando destroza automóviles para después lanzarlos por los aires, colisiona con los edificios, aplasta peatones, y devora a un infortunado oficial de policía. Jack Deitz terminaría vendiéndoles el film por 800.000 dólares a los Estudios Warner Brothers, quienes recaudaron más de cinco millones de dólares con su estreno. De manera impensada, “The Beast from 20,000 Fathoms” terminaría convirtiéndose en un clásico instantáneo, revitalizando el subgénero de las cintas de monstruos gigantes, e inspirando al director Ishiro Honda y a los Estudios Toho, quienes en conjunto realizarían el film “Godzilla” (1954). A modo de anécdota, un detalle que Honda tomó de “The Beast from 20,000 Fathoms”, el cual curiosamente ni siquiera aparecería en la cinta de Lourié, fue el aliento radioactivo de Godzilla. Si bien el Rhedosaurio de la producción norteamericana no presentaba esa característica, si fue considerada por un breve periodo, lo que quedó plasmado en algunos de los afiches promocionales de la película, que fue de donde el director sacó la idea.

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