Tras la buena recepción que obtuvo la cinta de vampiros con toques góticos y lésbicos “Daughters of Darkness” (1971), el director belga Harry Kümel tuvo los medios suficientes para comenzar a trabajar en un proyecto en el cual llevaba pensando una buena cantidad de tiempo, la adaptación de la novela “Malpertuis” del escritor Jean Ray (seudónimo utilizado por Raymundus Joannes de Kremer), quien adquirió cierta notoriedad por sus macabras historias cortas que en numerosas oportunidades han sido comparadas con la obra de escritores como Edgar Allan Poe y H. P. Lovecraft. La adaptación de “Malpertuis” se presentaría como todo un desafío para el director, ya que la novela contaba con una compleja estructura narrativa compuesta por la narración de cuatro personajes diferentes. Pese al enorme riesgo que significaba embarcarse en este proyecto, la productora United Artists decidió financiar la película lo que entre otras cosas, le permitió a Kümel contratar a Orson Welles para interpretar a uno de los personajes más importantes de la historia. Aunque el mítico actor y director solo trabajó durante tres días en la producción, de todas formas tuvo tiempo para hacer gala de su excéntrica personalidad. En aquel entonces, Welles solía estar muy irascible y se comportaba de manera cada vez más errática, lo que por ejemplo lo llevó a exigir que su sueldo le fuese pagado en efectivo dentro de un maletín. No contento con esto, Welles grabó prácticamente todas sus escenas completamente alcoholizado e insistía en intervenir en las decisiones de Kümel, desautorizándolo frente a todo el mundo. Al término de sus tres días de contrato, la producción presentaba un retraso importante debido al comportamiento del actor. Avergonzado por lo sucedido, Welles se ofreció a trabajar un día adicional totalmente gratis, el cual utilizó para grabar las escenas que le faltaban y volver a grabar otras que no habían salido según lo planeado por su legendaria borrachera.

“Malpertuis” (1971) comienza con la llegada de un barco a un pequeño pueblo holandés. A bordo de la embarcación viaja un marinero llamado Jan (Mathieu Carrière), quien emocionado por regresar a su pueblo natal, decide visitar la casa donde se crió solo para descubrir que esta fue destruida por un incendio hace algunos años atrás. Confundido y apesadumbrado, Jan divisa a lo lejos a una mujer extremadamente parecida a su hermana Nancy (Susan Hampshire), por lo que decide seguirla hasta el interior de un burdel regido por una mujer llamada Bets (Sylvie Vartan), donde termina perdiendo el conocimiento tras involucrarse en una pelea. Para su sorpresa, cuando finalmente despierta le comunican que se encuentra al interior de Malpertuis, un caserón antiguo habitado por su tío Cassavius (Orson Welles) quien se encuentra gravemente enfermo. Poco antes de morir, Cassavius establece en su testamento que si sus familiares y sus sirvientes desean obtener una tajada de su fortuna, deberán permanecer al interior de la mansión hasta que solo uno de ellos quede vivo. Debido a las implicancias de la peculiar clausula impuesta por Cassavius y a la ambición que nubla la mente de la gran mayoría de los integrantes de una familia claramente disfuncional, el asesinato no tarda en posicionarse como una alternativa válida para el dilema que tienen entre manos, lo que convertirá la estadía de Jan en el lugar en una verdadera pesadilla. 



“Es hermosa, pero es un poco difícil de entender… De alguna manera me hace pensar en todo tipo de cosas, pero no estoy seguro de que cosas me recuerda exactamente,” declararía Kümel en una entrevista en la cual le preguntaban cómo podría describir a “Malpertuis”. Por un lado, la cinta de Kümel presenta una serie de elementos propios del cine de terror, entre los que se incluyen los escenarios góticos diseñados por Pierre Cadiou de Conde y personajes como Philarette (Charles Janssens), quien no contento con trabajar como taxidermista al interior de su laboratorio el cual está repleto de frascos que contienen homúnculos mutados, en un momento del film esposa a Jan a una mesa de operaciones con la intención de diseccionarlo. Al mismo tiempo, la película también funciona como un críptico relato de misterio que recuerda a ciertas obras de la escritora Agatha Christie. Y es que poco después que un grupo de personas se ve confinada a un escenario del que no pueden escapar, comienzan a ocurrir una serie de asesinatos cuyo móvil inicialmente se desconoce. Sin embargo, “Malpertuis” no es necesariamente un relato de misterio ni una cinta de terror, sino que es una obra surrealista de cine arte que está muy en la línea de algunas de las películas del director Jean Cocteau, y que por momentos evoca ciertos pasajes de cintas como “The Trial” (1962) de Orson Welles y “The Hourglass Sanatorium” (1973) del director polaco Wojciech Jerzy Has. Sin ahondar demasiado en el misterio que esconde trama, gran parte del conflicto explorado en “Malpertuis” está relacionado con una de las travesías de Cassavius cuando este oficiaba como capitán de una embarcación, y con el peculiar nexo que ahí se establece entre él y un puñado de dioses griegos.

Uno de los aspectos más interesantes con respecto a la película, es la noción que la influencia de los dioses griegos parece haber alterado por completo la realidad al interior de Malpertuis, creando una suerte de dimensión paralela en la que Jan se ve involuntariamente atrapado. Es por esto que no resulta extraño que durante el transcurso del film existan dos referencias explicitas a la obra de Lewis Carroll (además de incluir en la introducción el dibujo del Jabberwocky que John Tenniel diseñó para Carroll, la historia concluye con la frase “¿Qué es la vida si no, solo un sueño?”, la cual aparece en el libro “Alicia a Través del Espejo”), y que se presente al caserón de Cassavius como una especie de “país de las maravillas” al cual solo se puede acceder a través de los sueños o mediante otros medios ligados al misticismo. Igualmente reveladora resulta ser una frase de Cassavius en la que asegura haber dominado a la “eternidad”, lo cual pudo ser el fruto de sus supuestos encuentros con Cagliostro, el famoso ocultista y alquimista italiano que vivió en el siglo XVIII. Fiel representante de la eternidad a la que se refiere Cassavius, es la escalera de caracol infinita que recorre la mansión y que conduce a los muchos niveles y realidades que se albergan en su interior. En sus pasajes más delirantes, “Malpertuis” presenta una rápida sucesión de imágenes de tinte fantástico, ángulos de cámara extraños, escenarios decrépitos y escalofriantes, e interesantes alusiones a la mitología griega. Por otro lado, curiosamente la cinta funciona mucho mejor una vez que el personaje de Welles sale de escena, ya que desde ese momento en adelante Kümel deja volar su demencial imaginación, en especial durante la última media hora del film donde el director intenta conjugar lo francamente surrealista con algunas de las respuestas a las interrogantes que se habían planteado previamente en el relato.  



El elenco en general realiza un estupendo trabajo, en especial Susan Hampshire quien interpreta cuatro roles, dos de los cuales establecen una estrecha y cuestionable relación con el protagonista. Cabe mencionar que muchos de los personajes resultan ser tan extraños como la propia historia, en gran medida por las curiosas dualidades que los atormentan, como por ejemplo Lampernisse (Jean-Pierre Cassel), el perturbado primo de Jan, quien además de hablar constantemente con las ratas que deambulan por los rincones de Malpertuis, en un par de oportunidades expresa que su mayor temor es enfrentarse a la más completa oscuridad a la cual parece estar destinado. Igualmente destacable resulta ser la dirección de fotografía de Gerry Fisher y la atmosférica banda sonora del compositor George Delerue, cuyo trabajo es fundamental a la hora de construir la personalidad distintiva que caracteriza a la producción. Fiel a la descripción que el propio Kümel le dio al film, “Malpertuis” por momentos apela más a estimular los sentidos del espectador que a contar una historia, lo que en parte explicaría el motivo por el cual necesita de múltiples visionados para intentar absorber y entender a cabalidad las diversas aristas de la historia que relata el director belga. Dada su naturaleza críptica y su fusión de erotismo, horror visceral, surrealismo, teología y mitología, cuando los ejecutivos de la United Artists pudieron ver la película terminada, obligaron a Kümel a reducir el metraje en aproximadamente 30 minutos, lo que complicaría aún más la comprensión del relato para el espectador. Pese a sus problemas, eventualmente “Malpertuis” terminaría transformándose en una cinta de culto básicamente por su particular descripción de un microcosmos muy poco convencional: una casa corrompida por la magia, donde el tiempo, el espacio, y los recuerdos pierden por completo su significado tradicional.

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