En 1975 el escritor e ilustrador de manga Moto Hagio publicaría una historia de ciencia ficción de tres partes titulada “Jūichinin Iru!“, la cual al año siguiente sería merecedora del premio Shogakukan Manga en la categoría combinada de mejor obra para adolescentes de ambos géneros. Debido a su éxito, dos años más tarde de su publicación se estrenaría una adaptación de acción real de 45 minutos de duración, dentro del contexto de la serie de televisión Shônen Drama Series de la cadena NHK. Curiosamente, pasarían casi diez años antes que los directores Satoshi Dezaki y Tsuneo Tominaga decidieran embarcarse en una adaptación animada de la obra de Hagio, cuyo guion estaría a cargo de Toshiaki Imanizumi y Katsumi Koide. En “They Were Eleven” (1986) los protagonistas son un grupo de potenciales cadetes espaciales quienes por distintos motivos, han viajado desde todos los extremos de la galaxia para intentar formar parte de la prestigiosa Academia Galáctica. Después de superar una serie de pruebas, los diez cadetes que han logrado llegar hasta la última fase del examen reciben una última asignación: deben abordar una nave espacial abandonada llamada La Esperanza, lograr que entre nuevamente en funcionamiento, y posteriormente sobrevivir durante 53 días al interior de la misma. Durante todo este periodo, el único contacto que tendrán con el resto del mundo será un botón de pánico, el cual en caso de ser presionado, invocará a un grupo de rescate lo cual se traducirá en la descalificación automática de todos los cadetes, echando por la borda sus sueños de ingresar a la Academia.

Una vez que los cadetes, quienes nunca han tenido la oportunidad de interactuar entre sí, abordan la nave abandonada, se percatan que hay once personas al interior de La Esperanza. El gran problema de esto es que nadie sabe quién no pertenece al grupo original. Aunque inicialmente atribuyen esta particular situación a un error administrativo, eventualmente llegan a la conclusión que la persona sobrante no forma parte de la prueba a la cual están siendo sometidos. El escenario se torna mucho más complejo cuando comienzan a ocurrir una serie de confusos y extraños accidentes, que se suman al hallazgo de un puñado de artefactos explosivos que se encontraban ocultos en varios puntos de la nave. A raíz de todo esto los cadetes empiezan a inclinarse por una nueva teoría que explicaría la existencia del onceavo pasajero; este es en verdad un terrorista cuyo objetivo es acabar con la vida de todos aquellos que están a bordo de la nave. Pese al peligro que conlleva convivir con un enemigo cuya identidad se desconoce, ninguno de los cadetes está dispuesto a poner en riesgo su admisión en la Academia, razón por la cual deciden ocupar su tiempo investigando que les sucedió a los tripulantes originales de La Esperanza, con la ilusión que esto pueda ayudarlos a identificar al onceavo pasajero y a revelar cuáles son sus verdaderas intenciones.



Aun cuando “They Were Eleven” podría ser encasillada como una “telenovela espacial”, en especial si se considera que la interacción entre los protagonistas, quienes en el fondo solo buscan ser respetados y valorados en sus respectivos hogares, es sumamente importante para el desarrollo del film, la verdad es que la historia se acerca más a un relato de misterio inspirado en las novelas de las escritora británica Agatha Christie, como por ejemplo “And Then There Were None” o “Murder on the Orient Express”. Y es que la cinta de Dezaki y Tominaga no solo presenta a un grupo de personajes confinados a un lugar del cual no pueden escapar, los cuales se ven enfrentados a un enemigo sin rostro cuyas intenciones desconocen por completo, sino que además sus protagonistas se ven obligados a realizar un trabajo detectivesco con el fin de resolver las interrogantes que los atormentan. Quien asoma como protagonista de la película es un joven llamado Tadatos Lain (Akira Kamiya), cuyo único sueño es convertirse en el mejor piloto espacial del universo. Lo que convierte a Tadatos en alguien especial es que posee poderes telepáticos que le permiten detectar cuando una persona miente. Es a raíz de su peculiar habilidad que él se ofrece para averiguar quién está mintiendo con respecto a sus antecedentes, lo que inicialmente al resto de sus compañeros les parece una muy buena idea. Sin embargo, cuando es incapaz de detectar si alguien está mintiendo, Tadatos rápidamente se convierte en el principal sospechoso, lo que gradualmente comienza a cobrar sentido cuando se revela que él parece conocer varios detalles de la nave abandonada. Ya durante la segunda mitad de la cinta, las dosis de tensión aumentan radicalmente cuando los cadetes deben enfrentar un problema aún más grave que descubrir quién es el onceavo pasajero; al interior de la nave que está orbitando alrededor de una estrella que emana fuertes dosis de calor, se encuentra una planta que al ser expuesta a temperaturas elevadas libera una serie de esporas que contienen un virus mortal para el cual no se conoce cura, por lo que los protagonistas tendrán que echar mano a todos sus recursos para evitar que esto suceda.

Además de Tadatos, hay otros dos personajes que sobresalen en relación al resto de los cadetes. El primero es el Rey Mayan Baceska (Hideyuki Tanaka), quien es el gobernante de un planeta lejano que está cursando el examen de ingreso a la Academia Espacial únicamente para probar su valía como líder. El otro es Frolbericheri Frol (Michiko Kawai), una hermafrodita que proviene de un planeta donde el género solo se decide luego del nacimiento, quien eventualmente se convierte en el interés amoroso del protagonista. Lo interesante del tema relacionado a la decisión de Frol con respecto a su género definitivo, es que alberga un discurso francamente feminista. En un determinado momento de la película, Frol se ve en la obligación de explicarle a sus compañeros si es un hombre o una mujer. Es entonces cuando revela que en su planeta solo a los primogénitos se les permite convertirse en hombres con la ayuda de un cóctel de hormonas, mientras que el resto de los hijos de un matrimonio están inexorablemente destinados a convertirse en mujeres, que es precisamente el caso de Frol quien es la más pequeña de sus hermanos. Lo que es aún peor de acuerdo al punto de vista de Frol, es que en su planeta es el hombre quien se lleva toda la gloria, mientras que las mujeres están obligadas a actuar acorde a los deseos de este. Fue precisamente esta injusta imposición social lo que la llevó a intentar ingresar a la Academia Galáctica, ya que de lograrlo cree que se le permitirá convertirse en hombre y gozar de todos los privilegios que aquel cambio conlleva. Más allá de sus deseos de cambiar de sexo, durante el transcurso de la película se comporta como un personaje absolutamente femenino, por lo que el nexo que establece con Tadatos es tratado como una relación romántica tradicional. 



En lo que respecta al aspecto visual de “They Were Eleven”, el diseño de los personajes responde a los estándares estéticos propios de la época en la que fue realizada la película, por lo que no es precisamente uno de los puntos más altos de la producción. Algo similar ocurre con el diseño de los escenarios, aunque estos resultan ser algo más atractivos debido a que fluctúan desde el detallismo minucioso a un minimalismo que resulta a lo menos curioso. La banda sonora del compositor Dan Oikawa resulta ser igualmente irregular, ya que la única pieza musical realmente destacable es aquella que cierra el film. Más allá de estos problemas que a fin de cuentas no estropean mayormente la experiencia, la cinta cuenta con una animación fluida, un correctísimo ritmo narrativo que cruza la estructura episódica del relato, y algunos giros dramáticos que resultan ser interesantes más allá de lo predecibles que estos puedan ser. Lo que es aún más destacable, es que durante el transcurso “They Were Eleven”, Satoshi Dezaki y Tsuneo Tominaga no solo mezclan de manera efectiva elementos del cine de acción con otros pertenecientes a la ciencia ficción y a los relatos de misterio, sino que además aprovechan de darle algunas pinceladas a temas como la búsqueda de la propia identidad, el feminismo, la importancia del trabajo en equipo, y los peligros de los prejuicios desbordados. Aunque la resolución del misterio central es algo decepcionante, Dezaki y Tominaga se las arreglan para construir una película entretenida capaz de capturar la atención del espectador durante la totalidad de su metraje, por lo que sería justo asegurar que “They Were Eleven” es un buen ejemplo de aquellas experiencias donde el viaje termina siendo mucho más importante que el destino.

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