La
creciente inmigración de obreros chinos a varios países de Occidente ocurrida a
fines del siglo XIX, llevaría a algunos grupos conservadores a pensar que este
fenómeno migratorio eventualmente pondría en peligro el estilo de vida occidental.
A raíz de esto, ciertos medios de comunicación norteamericanos acuñarían el
término “amenaza amarilla” para expresar su ferviente rechazo a la “inminente”
invasión asiática. Inspirado en el supuesto peligro que representaba la
comunidad china, el escritor británico de novelas policíacas y de misterio Sax
Rohmer (cuyo nombre verdadero era Arthur Sarsfield Ward), creó a un villano de origen
chino llamado Fu Manchú, quien se caracterizaría por ser un personaje
misterioso y maquiavélico por partes iguales, el cual encarnaba una buena parte
de las leyendas y los clichés existentes alrededor de la comunidad china. Este
verdadero genio criminal cuya mayor motivación es su odio por Occidente, debutaría
en la novela “The Insidious Dr. Fu-Manchu” (1913), tras lo cual no tardaría en
convertirse en una fuente de inspiración para decenas de villanos de origen
asiático tanto literarios como cinematográficos. Si bien entre los años veinte
y los años cuarenta se llevaron a cabo una serie de películas y seriales que
retrataban a Fu Manchú como la cara más visible de la “amenaza amarilla”, en la
década del sesenta un puñado de producciones anglo-alemanas intentaron insertar
al personaje en el entonces popular mundo del espionaje internacional. “The
Face of Fu Manchu” (1965) no solo sería el primero de los cinco largometrajes
protagonizados por Christopher Lee que buscarían establecer esta tendencia,
sino que además se presentaba como la primera aventura a color del personaje.
Dirigida por Don Sharp y escrita por el productor y guionista Harry Alan
Towers, “The Face of Fu Manchu” adoptaría varios de los elementos del cine de
acción de la época, al mismo tiempo que haría todo lo posible por burlarse del
contexto racista que rodeaba al personaje teniendo la precaución de no caer en la
parodia.
En
un templo ubicado en China, Fu Manchú (Christopher Lee) se encuentra
encarcelado a la espera de su inminente ejecución. Entre los muchos asistentes
al evento está el inspector de Scotland Yard Nayland Smith (Nigel Green), quien
durante mucho tiempo se ha dedicado exclusivamente a perseguir al connotado
genio criminal. Tras presenciar la muerte de su más grande enemigo, Smith
regresa a Londres donde varios meses después del cruento evento, se hace cargo
de la investigación de una serie de estrangulamientos que han ocurrido en
extrañas circunstancias. Debido a que Smith jamás pudo aceptar la idea que alguien
tan poderoso e ingenioso como Fu Manchú fuese sometido sin oponer ningún tipo
de resistencia, está convencido que él es el verdadero responsable de los
crímenes. A raíz de lo inverosímil de su teoría, el único que está dispuesto a
escucharlo es el Dr. Petrie (Howard Marion-Crawford), su más fiel escudero. Las
sospechas de Smith finalmente toman fuerza cuando es secuestrado un afamado científico
alemán llamado Hans Müller (Walter Rilla), quien ha estado involucrado es una
serie de peligrosos experimentos de carácter secreto. Cuando finalmente se
revela que Fu Manchú es el responsable de esta oleada de crímenes sin conexión
aparente, Smith une fuerzas con Carl Jannsen (Joachim Fuchsberger), un colega y
amigo del Profesor Müller, con el objetivo de dar con el paradero del
científico y descubrir el verdadero objetivo de Fu Manchú antes de que sea
demasiado tarde.
La
dirección precisa e imaginativa de Don Sharp beneficia enormemente a una cinta que
junto con presentar un guion algo flojo cuyos cabos sueltos son enmascarados
por el director a través de vibrantes y frenéticas escenas de acción, además
tiene evidentes problemas de presupuesto que no permiten que el espectador sea
testigo de los vastos recursos de Fu Manchú. Una consecuencia directa de este
último punto es que el guion hace todo lo posible por narrar algunas
situaciones en detalle a través de los diálogos de determinados personajes, todo
esto para así evitar retratarlas en la pantalla. Por ejemplo, el escape de Fu Manchú
y quienes lo acompañan a través del rio Támesis es reducido a una mezquina
línea de diálogo pronunciada por el Dr. Petrie, “…tres personas fueron vistas
emergiendo, en medio del río, utilizando un equipo de escape submarino. Ellos posteriormente
fueron recogidos por una gran lancha, y se fueron rio abajo.” Por otro lado, otra
cosa que llama la atención es que el guion retrata a Fu Manchú como un villano a
quien poco le importa que lo relacionen con los actos delictuales que comete,
lo que en circunstancias distintas a las relatadas en el film pondría en gran
riesgo toda su operación criminal. Y es que no contento con enviar cartas
amenazadoras firmadas con su nombre, permite que sus hombres abandonen a una de
sus víctimas junto al portón de una iglesia abandonada, lugar que coincide con
la entrada a su centro de operaciones secreto. Afortunadamente para el villano,
Smith y la policía son tan inútiles que no logran identificar el nexo entre la
iglesia y su escondite hasta pasados los dos tercios del film. Probablemente la
mejor demostración de la cuestionable inteligencia de la dupla de héroes de
turno, es la decisión que toman luego escuchar a Fu Manchú por la radio amenazando
con demostrar su enorme poder destructivo en una pequeña villa. Pese a saber
que el villano ha desarrollado un líquido mortal utilizando amapolas tibetanas
como componente central, Smith en vez de evacuar el lugar ordena que un grupo de
soldados vayan a protegerlo. Como consecuencia de esto, cuando el criminal
utiliza un avión para rociar el veneno sobre la villa eventualmente acaba con
la vida de casi 300 personas. Como el propio Sharp le explicaría a un reportero
del Daily Mail, “…nos preocupamos que todo se moviera lo suficientemente rápido
para que así la audiencia no tuviera tiempo para pensar.”
Uno
de los motivos por los cuales finalmente la cinta funciona de buena manera pese
a sus limitaciones, es la actuación de Christopher Lee quien pronuncia sus
líneas de dialogo con aplomo más allá de su contenido, otorgándole de esta
manera un mayor grado de realismo a la figura de Fu Manchú impidiendo que se
convierta en una mera caricatura. De acuerdo a la autobiografía del actor, quien
ya había interpretado a un personaje asiático en la producción de la Hammer
Films, “The Terror of the Tongs” (1961), la viuda de Rohmer quien viajó junto
al equipo de producción a Irlanda donde se rodó el film, le aseguró que “se veía
exactamente igual al hombre que su marido vio una noche en el brumoso
vecindario de Limehouse, un oriental alto e imponente, que se estaba bajando de
su Rolls con una elegante chica mestiza, el cual lo inspiró a la hora de
escribir el libro.” Debido a que el maquillaje empleado por el actor inmovilizaba
gran parte de los músculos de su cara, este se vio obligado utilizar sus ojos
para expresar la intensidad de su personaje, tarea que ejecutó con éxito. El
resto del elenco también realiza un buen trabajo, en especial Joachim
Fuchsberger y Karin Dor, dos actores conocidos gracias a su participación en
las producciones alemanas de misterio basadas en la obra del escritor británico
Edgar Wallace que gozaron de gran popularidad en Europa durante la década del
sesenta, quienes en esta oportunidad tienen un rol bastante activo en la
batalla contra Fu Manchú. Otro de los puntos altos de la película resulta ser
la dirección de arte de Frank White, quien se las arregla para recrear con
éxito el Londres de los años veinte más allá de las limitaciones
presupuestarias de la producción.
“The Face of Fu
Manchu” se rodó íntegramente en Irlanda en el lapso de un mes, bajo un clima
muy frío y húmedo que provocó que gran parte del elenco y del equipo de
producción contrajeran gripe, lo que casi causó la muerte de Walter Rilla. Su éxito
comercial estaría fundado en el hecho que básicamente presenta los ingredientes
propios de una película de matiné, como por ejemplo un villano memorable, héroes
nobles, maquinaciones criminales extravagantes, acción explosiva e incluso un
poco de comedia involuntaria. Pese a que las secuelas seguirían más o menos la
misma fórmula empleada por Don Sharp, estas gradualmente irían decayendo en calidad
hasta niveles realmente deplorables, opinión que también era compartida por el
propio Christopher Lee. Según el actor, “Es desafortunado como a menudo los
cineastas insisten en tomar una buena idea para luego estirarla hasta el punto
que deja de ser una buena idea. The Face of Fu Manchu es un ejemplo de esto. Era
una película realmente buena, la cual se convertiría en la primera de una serie
de películas que irían empeorando progresivamente. Los productores
probablemente deberían haberse detenido con esta cinta, pero se convirtió en un
gran éxito – también recibió buenas críticas – así que era obvio que aquello no
iba a suceder. Había una buena cantidad de historias que ellos podían escoger,
pero nunca lo hicieron, ¿no es así? Nunca entendí por qué, cuando tienes a un
autor de primer nivel como Sax Rohmer, los productores no quisieron utilizar
las historias que él escribió. Conocí a su viuda mientras estábamos filmando… Me
alegró que a ella le gustara la película y me sentí aún mejor cuando mencionó
que a su esposo también le hubiese gustado. Don Sharp hizo un estupendo trabajo
como director.” Con respecto al trasfondo del personaje Lee posteriormente
agregaría, “Me contaron que algunos ciudadanos chinos consideraban que la cinta
era un insulto hacia ellos. ¡Es absurdo! ¿Quién podría relacionar a Fu Manchú
con el pueblo chino? Yo lo interpreté como un hombre sumamente digno que además
era poseedor de un cierto encanto. Desde luego él es un villano, pero solo se
trata de una historia. Estoy seguro que no pretendíamos ofender a nadie, pero
no se puede satisfacer a todo el mundo. Tuve mucha suerte que la gente de
Transilvania no se quejara con respecto a Drácula.”
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