Luego del exitoso estreno de la cinta de horror gótico “I Vampiri” (1956) del director Riccardo Freda, se dio inició a la llamada Era Dorada del Cine de Terror Italiano la cual se extendería por aproximadamente doce años, tiempo durante el cual fueron muchos los directores que se atrevieron a incursionar en el género con resultados bastante dispares. Fue así como surgieron clásicos monocromáticos tales como “La maschera del demonio” (1960) de Mario Bava, “Danza macabra” (1964) de Antonio Margheriti, y “Amanti d´oltretomba” (1965) de Mario Caiano, y otras producciones que intentaron aprovechar al máximo el uso del color como por ejemplo “La frusta e il corpo” (1963) de Mario Bava, y “L´orribile segreto del Dr. Hichcock” (1962) de Riccardo Freda, entre otras. Fue en el contexto de esta tendencia cinematográfica que surgió una modesta producción franco-italiana titulada “Il mulino delle donne di pietra” (1960) del director Giorgio Ferroni, quien dedicó gran parte de su carrera a la realización de películas pertenecientes al género fantástico. Sería el propio Ferroni el encargado de escribir el guion en compañía de un equipo conformado por Ugo Liberatore, Remigio del Grosso y Giorgio Stegani, quienes supuestamente se basarían en un viejo cuento del escritor Peter van Weigen, el cual estaba contenido en un libro que reunía una serie de relatos folclóricos originarios de Bélgica y Holanda. Sin embargo, tanto Van Weigen como su obra jamás existieron, ya que su creación respondía a un intento por parte del productor Giampaolo Bigazzi de crear mayor interés en el film. Tan pronto como el director conformó un elenco compuesto por actores franceses, alemanes e italianos, este viajó junto a su equipo técnico a Bélgica para comenzar con el proceso de rodaje de exteriores de la que sería la primera cinta de horror a color producida en Italia.

La historia de “Il mulino delle donne di pietra” se desarrolla en el año 1912, en el pequeño pueblo holandés de Veese, el cual es visitado por un joven investigador llamado Hans von Arnim (Pierre Brice) cuya intención es recolectar información acerca de una atracción turística local conocida como el Carrusel de las Mujeres de Piedra, la cual se encuentra situada al interior de un molino propiedad del excéntrico y reconocido escultor Gregorius Whal (Herbert A. E. Böhme). En esencia, el popular carrusel no es otra cosa más que el desfile mecánico de un grupo de mujeres famosas que durante el transcurso de la historia se vieron enfrentadas a un destino cruel, como sucedió por ejemplo con Cleopatra, Juana de Arco y María I de Escocia, entre otras. Hasta cierto punto, la curiosa atracción turística busca reflejar la situación de Elfie (Scilla Gabel), la hija de Wahl, quien padece una extraña enfermedad la cual se encuentra bajo la supervisión del Doctor Loren Bohlem (Wolfgang  Preiss), quien también reside en el molino. Debido a la actitud ermitaña que mantiene la muchacha, en el pueblo se cree que se mantiene oculta entre las sombras porque posee diversas deformidades físicas. Sin embargo, Hans no tarda en descubrir lo equivocado que están los rumores; Elfie es increíblemente hermosa y la única razón por la cual no sale de su hogar es por el exceso de celo de su padre. Pese a que ambos eventualmente entablan una fugaz relación amorosa, esta se ve interrumpida con la llegada de una alumna de Wahl llamada Liselotte Kornheim (Dany Carrel), quien coincidentemente es el viejo amor de juventud de Hans, la cual desencadenará un complejo triángulo amoroso que tendrá consecuencias trágicas para todos los involucrados. 


La película de Ferroni estaría claramente influenciada por dos producciones que se estrenaron en Italia durante la década del cincuenta. La primera de ellas es la ya mencionada cinta de Riccardo Freda, “I Vampiri”, la cual entre otras cosas se caracterizó por tratar el tema de la conservación de la belleza y la juventud eterna, cosa que también haría Ferroni aunque desde un prisma relativamente diferente. Mientras que en la obra de Freda la Duquesa Du Grand busca conservar su juventud a costa de la vida de mujeres inocentes, las cuales utiliza como un medio para satisfacer su incontrolable vanidad, en el film de Ferroni es Gregorius Wahl en conjunto con el Doctor Bohlem quienes motivados por su propio egoísmo y su miedo a la soledad, arbitrariamente deciden extender la vida de la atormentada Elfie más allá de lo humanamente posible. La segunda producción que serviría de inspiración para Ferrori y su equipo sería “House of Wax” (1953) del director André De Toth, en la cual su protagonista, el Profesor Henry Jarrod (Vincent Prince), decide cubrir los cuerpos de sus víctimas con cera para luego ponerlos en exhibición como si se tratasen de esculturas de diversos asesinos y mártires que dejaron su huella a lo largo de la historia, lo que por supuesto es muy similar a lo que sucede en “Il mulino delle donne di pietra”. Aunque la falta de originalidad y la utilización excesiva de clichés fueron algunas de las críticas que recibió la película de Ferroni al momento de su estreno, esto no significa que se trate de una obra absolutamente carente de ideas interesantes. En ese sentido, el director y su equipo de guionistas se preocuparon de incluir un par de subtramas que le otorgaran un toque distintivo a una historia que sabían que resultaba en exceso familiar.

La más interesante de estas subtramas está centrada en la relación obsesiva que se desarrolla entre Elfie y Hans, la cual está profundamente marcada por un romanticismo trágico. Tras ser confinada al molino durante muchísimos años por su padre, Elfie ansía compartir su amor con otra persona. Es tal su desesperación, que una vez que Hans llega al molino ella de inmediato se enamora perdidamente de él con la esperanza que aquello sea recíproco, pese a prometerle que su affaire estará exento de cualquier atadura. Es a raíz de esto que el horror y los celos se terminan apoderando de ella cuando descubre que Hans en verdad está enamorado de otra mujer, lo que no solo la lleva a comportarse de manera errática sino que además agravará su extraña enfermedad. Aun cuando el Profesor Wahl  le advierte a Hans que, debido a la aflicción de Elfie, cualquier tipo de estrés emocional puede acabar con su vida, este no puede evitar que la muchacha sufra un ataque de celos cuando le explica que ellos jamás volverán a estar juntos, hecho que tiene grave consecuencias. Lo traumático de este episodio provoca que el protagonista comience a caer preso de la locura, lo que se materializa cuando él empieza a ver en distintos puntos del molino lo que parece ser el fantasma de la joven. Es entonces cuando el film plantea la siguiente interrogante: ¿Es posible que todo lo que sucede en el hogar de la familia Wahl sea producto de la vívida imaginación de Hans, o acaso se esconde algo mucho más siniestro entre las paredes del viejo molino? 


Las complejidades del film no solo radican en su guion, sino que además se trasladan al aspecto visual del mismo. Mientras que las escenas en exteriores están plagadas de hermosos canales y tranquilas villas que dan cuenta de la época en la que supuestamente se desarrolla la historia, aquellas que fueron rodadas en los diversos sets de filmación exudan una atmósfera siniestra, la cual es acentuada por los colores vibrantes utilizados por el director de fotografía Pier Ludovico Pavoni. Un buen ejemplo de su trabajo es una sencilla escena donde la misteriosa Elfie emerge desde la oscuridad bañada por un esquema de colores dominado por tonalidades azules, grises y marrones. Mientras que ella luce un vistoso vestido amarillo, en sus manos sostiene dos rosas rojas, lo que en su conjunto crea un fuerte contraste con su entorno. Esta utilización evocativa del color es consistente durante todo el transcurso de “Il mulino delle donne di pietra”, lo que le otorga a la producción una profundidad y una riqueza estética que se yuxtapone de manera perfecta con la efectiva banda sonora del compositor Carlo Innocenzi. Por otro lado, la cinta se ve favorecida por las buenas actuaciones de la totalidad de su elenco, en especial de Herbert A. E. Böhme quien interpreta al gran villano de la historia, y de Scilla Gabel cuyo papel tiene la particularidad de ser tanto víctima como victimaria. Aun cuando la película se torna algo predecible y el ritmo narrativo que le imprime Ferroni es bastante irregular, la combinación de elementos propios del thriller psicológico, el horror gótico y el melodrama, en conjunto con su destacable aspecto técnico, su mensaje de fondo y su importancia histórica provocan que “Il mulino delle donne di pietra” sea percibida como un producto a lo menos interesante. Y es que Elfie no es una vampiresa ni una demente, sino que es una víctima del egoísmo de los hombres que la rodean. Al mismo tiempo, es una representación prejuiciosa de las mujeres, fiel representante de una época donde existía la noción errada que el sexo estaba inevitablemente ligado con el mal.

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