En Noviembre de
1962, poco después del exitoso estreno de “Dr. No” (1962), la primera incursión
cinematográfica del espía británico James Bond, personaje creado por el
escritor Ian Fleming, su colega Len Deighton publicó la novela de espías “The
Ipcress File”, la cual no solo se convertiría en un éxito de ventas sino que
además sería recibida de manera entusiasta por la crítica especializada. Esto
llevó al productor Harry Saltzman, uno de los hombres responsables de la
adaptación de la obra de Fleming, a contactar a Deighton para proponerle que su
novela sentara las bases de una nueva saga de películas de espionaje. Para
Saltzman, esta era una oportunidad de alejarse de la sofisticación y la
naturaleza más fantástica de las cintas de Bond ya que Harry Palmer, el
protagonista de la novela de Deighton, se desenvolvía en escenarios bastante
más terrenales que los que solía frecuentar su encantador colega. Cuando el
guionista y productor de la compañía Hammer Films, Jimmy Sangster, se enteró
que Saltzman estaba buscando a un director joven capaz de realizar una película
de calidad por poco dinero, le recomendó que viera la cinta “The Leather Boys”
(1964) del cineasta Sidney J. Furie, a quien Saltzman eventualmente contrataría.
Junto a Furie también trabajaría el diseñador de producción Ken Adam, quien
además de haber participado en dos de las primeras tres cintas de Bond,
recientemente había colaborado con Stanley Kubrick en el film “Dr. Strangelove
or: How I Learned to Stop Worrying and Love the Bomb” (1964). “Cuando Harry
decidió que quería que ´The Ipcress File´ se asimilara a una ´versión pobre de
Bond´, de inmediato lo atacamos,” recordaría en una entrevista Adam. “Sidney,
Michael Caine y yo lo atacamos y le dijimos que el protagonista debía ser un
antihéroe, y no una versión pobre de Bond.” Michael Caine, quien en ese
entonces era un actor prácticamente desconocido, agregaría: “Ni siquiera
intentaba competir con Bond. Nunca se trató de otro espía sofisticado. Era más
como un espía real, un tipo ordinario al cual ni siquiera le dedicarías una
mirada si te lo cruzaras en la calle.”
Al inicio de “The
Ipcress File” (1965), Harry Palmer (Michael Caine), un Sargento del Ejército
Británico con un pasado criminal que en la actualidad se encuentra trabajando
para una organización secreta del Ministerio de Defensa, es convocado por su
superior, el Coronel Ross (Guy Doleman), con el objetivo de transferirlo a la
unidad del Mayor Dalby (Nigel Green), la cual se encuentra trabajando en un
problema que han decidido bautizar como la “Fuga de Cerebros”. Y es que en el
último tiempo una buena parte de los científicos más brillantes de Inglaterra
han desaparecido misteriosamente, para luego resurgir exhibiendo un
comportamiento errático que les impide continuar desarrollando sus actividades
de forma normal. Dalby no cree que todo esto se trate de una extraña
coincidencia, por lo que cuando un científico llamado Radcliffe (Aubrey
Richards) desaparece, le asigna a todos sus hombres la misión de encontrarlo a
toda costa. El principal sospechoso de los supuestos secuestros es un criminal
llamado Eric Ashley Grantby (Frank
Gatliff), a quien Palmer decide seguir de cerca. Aunque en un principio la
investigación para estar bien encaminada, pronto Palmer se ve atrapado en una
compleja situación cuando asesina por error a un agente de la CIA. Ahora los
verdaderos culpables de la crisis aprovecharán este descuido para inculpar al
agente británico, y así deshacerse de la única persona que puede echar por la
borda sus planes.
Si se toma en cuenta
el trasfondo de la historia y los profesionales involucrados en la producción,
donde además de Ken Adam y Harry Saltzman también participaron otros dos
colaboradores habituales de la saga de Bond, el editor Peter Hunt y el compositor
John Barry, es inevitable realizar ciertas comparaciones entre 007 y el
personaje interpretado por Michael Caine. A diferencia de Bond, Palmer no es un
espía glamoroso ni pretende serlo. Tampoco se le asignan peligrosas misiones en
exóticas locaciones en el extranjero (aunque para ser honestos, el hecho que la
trama se desarrolle por completo en Londres responde más a un tema
presupuestario que a un motivo narrativo), ni tiene al alcance invenciones
sofisticadas que lo ayuden a sortear ciertos imprevistos. Como es de suponer,
no tiene la suerte de estar rodeado de hermosas mujeres y ni siquiera se le
pasa por la cabeza la idea de ocupar su tiempo libre apostando en el casino
exorbitantes sumas de dinero. Muy por el contrario, Palmer intenta coquetear
sin mucho éxito con una de sus compañeras de trabajo y su mayor distracción
parece ser ir a un supermercado que queda cerca de su modesto departamento,
donde a diario compra los víveres que posteriormente utiliza para cocinar su
almuerzo. La verdad es que Palmer es más parecido a un detective que a un
espía, cuya mejor arma resulta ser su inteligencia, la cual le permite
interpretar de manera relativamente efectiva las pistas algo vagas que va
encontrando a lo largo de su investigación, y que lo acercan al paradero de
misteriosos villanos que prefieren mantenerse ocultos en las sombras,
resguardando en el más completo secretismo sus nefastos planes. Por supuesto
que esto se contrasta con los enemigos de Bond, quienes se caracterizarían por
sus vistosas personalidades, sus planes grandilocuentes, y por su necesidad de restregar
en la cara de 007 su incontrolable megalomanía. Más allá de sus diferencias, el
personaje del cínico e insubordinado Harry Palmer termina resultando
interesante en gran medida gracias a la estupenda actuación de Michael Caine, quien
tras su primer rol protagónico demostraría ser uno de los actores más
talentosos de su generación.
Considerando que
Harry Palmer básicamente lleva a cabo una suerte de investigación policial, el
principal foco de tensión del film es la peligrosa encrucijada en la que se
termina viendo implicado a causa de aquello. Y es que el protagonista no solo
debe cuidarse de los responsables de secuestrar a los científicos, sino que
además debe soportar el constante acoso de los espías norteamericanos quienes
están seguros que es un agente corrupto. Para empeorar las cosas, la gran
cantidad de información que manejan los villanos inevitablemente lleva a Palmer
a suponer que uno de sus colegas está involucrado en todo el asunto, lo que
convierte a todo el mundo en sospechoso, incluyendo al Coronel Ross y al Mayor
Grantby. Por supuesto que todo esto siembra un halo de misterio en torno a la
identidad de la mente maestra tras los crímenes, cuyo afán por borrar todas las
pistas que pudiesen dar alguna luz con respecto al contenido de una cinta de
audio titulada “Ipcress”, lo lleva a cometer una serie de asesinatos. La
sensación de paranoia que domina a la trama es exacerbada por Furie y el
director de fotografía Otto Heller, quienes se preocupan de posicionar la
cámara de manera que parezca que los personajes constantemente están siendo
observados, lo que en muchas oportunidades se traduce en escenas que presentan
una diversidad de objetos en primer plano que son utilizados como “dispositivos
de encuadre”. Curiosamente, está peculiar elección estética y artística fue
duramente criticada por el director Billy Wilder, quien tras ver la cinta acusó
a Furie de ser incapaz de filmar una escena sin encuadrarla a través de una
chimenea o desde de la parte de atrás de un refrigerador. Sin embargo, la
verdad es que mediante esta técnica, la cual está fuertemente influenciada por
lo realizado por Michael Powell en la cinta “Peeping Tom” (1960), Furie y
Heller logran revelar ciertos elementos específicos de la historia de manera
atractiva, integran al espectador de manera activa en la trama, y al mismo
tiempo establecen el tono inquietante que caracteriza al relato.
En 1965 “The Ipcress
File” ganaría el BAFTA a la mejor Película Británica. También obtendría el
galardón en las categorías Mejor Dirección de Fotografía, Mejor Dirección de
Arte y Mejor Actor Británico. Sin embargo, esto no evitó que Saltzman odiara lo
que Furie hizo con la cinta. En su autobiografía, “What´s It All About?:
Michael Caine”, el actor recordaría lo complejo que fue el rodaje del film:
“Sid y Harry (Saltzman) tuvieron un montón de disputas, donde el temperamento
de Harry estuvo a la altura de su reputación. En ocasiones temí que le diera un
infarto, mientras que el resto de la unidad esperaba que si lo tuviera, en
especial Sid. La peor de estas disputas tuvo lugar un día cuando estábamos
filmando en Shepherd´s Bush, en el Oeste de Londres. Me enteré de todo cuando
choqué en una esquina con Sid quien venía corriendo hacia mi dirección. Para mi
sorpresa, vi que él estaba llorando. Me miró por un momento y luego gritó
ahogado en llanto, ´A la mierda, me retiro de esta película,´ tras lo cual se
subió de un salto a un bus que estaba deteniéndose en una parada, el cual iba
en dirección a Oxford Circus.” Afortunadamente, Furie fue convencido de
regresar al set y completar la película. Dicho incidente fue tan solo uno de
los tantos en los que se vio envuelto el volátil director. Por ejemplo, Furie
odió tanto el guion de Bill Canaway y James Doran que el primer día de rodaje
le prendió fuego en el set. Saltzman por su parte, detestó tanto la técnica de
encuadre barroca que utilizó el director, que lo excluyó del proceso de edición
de la producción (esto poco importaría ya que Peter Hunt sabía exactamente el
enfoque que Furie quería darle al film). Furie eventualmente aseguraría que el
productor también lo excluyó de la fiesta que se realizó durante la
presentación de la cinta en el Festival de Cannes, e incluso lo acusó de
haberse robado su BAFTA a la mejor película. Más allá del incendiario proceso
de rodaje de la película, “The Ipcress File” se convertiría en una producción
influyente gracias a que presenta un enigma bien construido, una visión diferente
del mundo del espionaje, una estética atractiva, y a un protagonista interesante
cuyas misiones serían exploradas en otras cuatro películas tituladas “Funeral
in Berlin” (1966), “Billion Dollar Brain” (1967), “Bullet to Beijing” (1995) y
“Midnight in Saint Petersburg” (1996).
No hay comentarios.:
Publicar un comentario