Tras enamorarse de la costa francesa luego de visitar Port Charlotte en compañía de un matrimonio amigo un poco antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial, el director francés Jacques Tati se prometería a sí mismo realizar una película ambientada en aquellos parajes. Tati cumpliría dicha promesa dos años después del exitoso estreno de su ópera prima, la comedia  “Jour de fête” (1949). La cinta con la que el director aprovecharía de satirizar diversos elementos de las clases sociales y políticas reinantes en la Francia de la época se titularía “Les Vacances de Monsieur Hulot” (1953), y serviría de introducción para el personaje de Monsieur Hulot, una suerte de alter ego que el propio Tati interpretaría en cuatro de sus seis largometrajes. Junto al mismo equipo técnico que había participado en “Jour de fête”, a los que se sumaron un grupo de novatos egresados del IDHEC (Institut des Hautes Etudes Cinématographiques, la escuela de cine fundada por Marcel  L´Herbier) que por reglamentación debía emplear, Tati comenzaría el proceso de rodaje del film en Julio de 1951 en la playa bretona de Saint-Marc-sur-Merc. Si bien se suponía que las filmaciones terminarían en Agosto de ese mismo año, no todo resultó como el director esperaba. El mes de Agosto de 1951 se caracterizó por ser extremadamente lluvioso y helado, en especial en las costas de Bretaña. Para colmo, la arena de la playa constantemente se metía dentro de las cámaras, lo que dañó por completo algunos rollos de película, razón por la cual muchas escenas tuvieron que ser filmadas en varias oportunidades. Todo esto conllevó a que el rodaje se extendiera hasta Octubre, elevando de forma considerable el costo de la producción hasta alcanzar los cinco millones de francos. Por otro lado, el vendaje que Hulot presenta en algunas escenas tenía una justificación bastante real. Cuando se rodó la escena en la que el protagonista incendia por accidente una casucha repleta de fuegos artificiales, la situación se escapó por completo del control de los involucrados provocándole en el proceso al director varias quemaduras en su cuerpo. 

“Les Vacances de Monsieur Hulot” relata la rutina cotidiana de un grupo de veraneantes de distintas clases sociales que se instalan en el Hotel de la Plage para pasar unos días de relajo junto al mar, sin jamás imaginar que al lugar llegará Monsieur Hulot (Jacques Tati) a romper su tranquilidad al volante de su ruidoso y viejo cacharro. Los personajes que pululan por el balneario son sumamente diversos y coloridos, entre los que se encuentran un mayor retirado (André Dubois) que se dedica a relatar sus viejas glorias del ejército, un hombre que le da más importancia a sus llamadas de negocios que a su travieso hijo, una joven y atractiva rubia llamada Martine (Nathalie Pascaud) que se siente algo ajena al mundo que la rodea y que es pretendida por prácticamente la totalidad de los hombres que se hospedan en el lugar, un matrimonio de ancianos (René Lacourt y Marguerite Gérard) donde la mujer constantemente obliga a su marido a dar largos y tediosos paseos por la playa, un joven pedante y aburrido (Louis Perrault) cuyo único tema de conversación es la política, y una anciana solterona (Valentine Camax) que hará muy buenas migas con el protagonista, entre otros. De esta manera, una vez que Hulot se instala en el balneario su sola presencia terminará ofreciéndoles al resto de los huéspedes unas vacaciones que jamás olvidarán. 


Caracterizado por su curiosa forma de caminar, su particular histrionismo y su aire absorto en sí mismo, el alto y desgarbado Monsieur Hulot es una suerte de representación cómica del hombre común y corriente. Sin importar si tiene que enfrentarse a una maleta sumamente pesada, un caballo temperamental, o al motor de un auto en mal estado, Hulot sencillamente demuestra que no es el hombre indicado para realizar dichas tareas. Pero al igual que otros personajes cómicos que habitan el mundo del cine, Hulot siempre se las arregla para caer sobre sus pies, absolutamente impávido más allá de sus experiencias, e ignorando por completo el caos que involuntariamente ha generado a su alrededor. Más allá de todas las líneas que conectan a Hulot con algunos personajes interpretados por Charles Chaplin o Buster Keaton, existen algunas diferencias significativas entre ellos. De acuerdo al mismo Tati, “Lo que yo quería presentar con el personaje de Hulot era un hombre que tu pudieses conocer en la calle, no un personaje salido de un musical. Él no sabe que está siendo gracioso.” Mientras que Chaplin y Keaton siempre eran los instigadores de situaciones cómicas, Hulot debe lidiar con los escenarios generados por terceros. Lo que es aún más importante, es que a diferencia de sus predecesores, Hulot no es el único punto de interés del espectáculo. A los ojos de Tati las andanzas del resto de los huéspedes del hotel merecen el mismo nivel de atención que las circunstancias en las que se ve inmerso el protagonista. De hecho, las idas y venidas cómicas de Hulot son parte de una serie de gags y situaciones que están interconectadas y que se desenvuelven de forma simultánea en la pantalla, las cuales en su conjunto conforman la trama del film que en apariencia es inexistente. Y es que “Les Vacances de Monsieur Hulot” es por completo episódica y coral, careciendo de un hilo conductor narrativo estructurado, donde cada secuencia funciona como un acto autónomo el cual se abre y se cierra con un fundido a negro que las aísla, demostrando que la intención principal de Tati era capturar la atmósfera festiva y algo absurda del periodo vacacional.

La imagen de un grupo de personas esperando ser atendidas en el lobby de un hotel no parece ser una situación particularmente cómica, pero Tati se encarga de demostrar lo contrario mediante el uso de la sátira y al otorgarle a cada una de ellas una personalidad distintiva, que se expresa en su forma de vestir y en la manera en como cada uno reacciona ante la presencia de los demás. La idea que la comedia puede habitar en lo cotidiano es reforzada una vez que Hulot entra a la habitación, ya que inmediatamente desata el caos cuando se olvida de cerrar la puerta de entrada del hotel, permitiendo que el viento ingrese con la fuerza de un pequeño tornado, derribando objetos y provocando que la gente choque entre sí. Lo interesante es que en vez que llevar este tipo de situaciones a extremos surrealistas, Tati opta por situarlas en el mundo real para facilitar que el espectador pueda verse reflejado en ellas. Por otro lado, pese a las diversas actividades en las que se ve involucrado Hulot, hay algo que parece repetirse a lo largo del film y es que el protagonista es incapaz de ganarse la simpatía de los demás, quienes prefieren ignorarlo o evitar su compañía. Esto no se debe a que el señor Hulot sea particularmente malintencionado o desagradable, sino que a quienes lo rodean les cuesta comprender su actitud distante, despreocupada e incluso infantil. Y es que Hulot ve la vida pasar a su lado sin tocarla ni ser afectado por ella, y exhibe una mejor relación con los objetos y los animales que con los propios humanos. Esto desencadena una serie de escenas memorables, como por ejemplo aquella en la que la barca en la que navega Hulot se rompe por la mitad convirtiéndose en una suerte de monstruo marino que ahuyenta a todos los bañistas, o cuando es confundido con unos de los dolientes que están asistiendo a un funeral en el campo, o cuando tiene un apoteósico incidente con unos fuegos artificiales, entre otras. Pese a todo, dentro del transcurso de la película se distinguen dos escenas en las que Hulot triunfa socialmente: aquella en la que juega tenis y nadie puede vencerlo, y durante una fiesta de disfraces donde la atractiva Martine accede a bailar con él. 



Otra peculiaridad de “Les Vacances de Monsieur Hulot” es que pese a tratarse de una película sonora, perfectamente podría considerarse como una prolongación del cine mudo, debido a que presenta muy pocos diálogos, y los que contiene adoptan la forma de murmullos, frases aisladas o palabras sencillamente ininteligibles que tienen una escasa importancia para el desarrollo de la trama. Esto no significa que no existan gags sonoros, como sucede por ejemplo con el cazador que confunde la bocina del coche de Hulot con una bandada de patos que no logra identificar en el cielo. Cada detalle de la película por más pequeño que parezca, fue ideado meticulosamente por Tati con la ayuda del guionista Henri Marquet, quien durante su carrera se rehusaría a comprometerse con productores para no poner en riesgo su visión artística. Pese a esto, el director no pudo llevar a cabo todas las ideas que tenía pensado plasmar en el film. Por ejemplo, mediante el uso del color quería añadir otros efectos cómicos a la historia. Según explicaría el propio Tati, “Tenía algunos trucos con el color francamente divertidos para Les Vacances de Monsieur Hulot: todos los personajes empezaban la película pálidos y, después, a medida que las vacaciones pasaban iban cogiendo bronceado. Algunos se bronceaban, otros simplemente se ponían rojos, y de repente llegaba un nuevo veraneante, al que todo el mundo reconocía como tal porque estaba completamente blanco.” El film de Tati sería bien recibido tanto por el público como por la crítica, obteniendo una nominación al Oscar al mejor guion y el Gran Premio de la Crítica Internacional en el Festival de Cine de Cannes. Y es que la cinta es inteligente, fascinante, emotiva, divertida y atemporal, la cual además funciona como una crítica a la burguesía, a los vicios enquistados en la sociedad moderna y al encasillamiento de la clase media, temas que el director continuaría explorando más adelante en su filmografía. El encanto de la película bien lo explicaría la crítica Pauline Kael: “Tati es disperso, excéntrico, rápido. No es sino después de un rato – mientras persiste la dulce música nostálgica – que estas desventuras adquieren cierta viveza y profundidad.” Jean-Luc Godard por su parte agregaría, “Esto es lo que le interesa a Tati. Todo y nada. Hojas de hierba, una cometa, niños, un ancianito, cualquier cosa, todo lo que a la vez es real, extraño y encantador.”

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