Cuando el director,
guionista y productor Peter Jackson vio por primera vez la película “King Kong”
(1933) de los directores Merian C. Cooper y Ernest B. Schoedsack, de inmediato
quedó maravillado por su particular historia de aventuras y sus espléndidos
efectos especiales, los cuales fueron realizados por Willis O´Brien mediante la
utilización de la técnica del stop-motion. Fue tal la impresión que le causó
dicha producción, que con el correr de los años Jackson comenzaría a expresar
un marcado interés en el diseño de maquillaje y en la fabricación de marionetas
mecánicas, también conocidas como animatronics. Por este motivo tan pronto como
se graduó del colegio, se lanzó a la tarea de cumplir su sueño y convertirse en
técnico en efectos especiales. Lamentablemente para él, la minúscula industria cinematográfica
neozelandesa no ofrecía demasiadas oportunidades laborales, por lo que con la
ayuda de sus padres Jackson compró una vieja cámara de video Bolex de 16mm, con
el objetivo de rodar un cortometraje durante los fines de semana que le
sirviera para demostrar su habilidad a la hora de diseñar y fabricar diversos
efectos especiales, los cuales estarían fuertemente inspirados en el trabajo
del artista de efectos especiales Tom Savini. La trama original de su particular proyecto
titulado “Roast of the Day”, giraba en torno a un hombre que era atacado y devorado
por un grupo de caníbales que invadían un pequeño pueblo neozelandés. Sin
embargo, lo que comenzó como un humilde proyecto pronto se convertiría en un
largometraje centrado en un grupo de extraterrestres caníbales, los cuales
viajan a la Tierra con la intención de convertir a los humanos en su principal
fuente de nutrientes.
El rodaje de dicho
proyecto se extendería durante un lapso de cuatro años, y sería costeado casi
en su totalidad por el mismo Jackson, quien gastó alrededor de $25.000 dólares
en la producción. El resto del financiamiento provendría de la Comisión
Cinematográfica de Nueva Zelanda, institución que le ofrecería una modesta
ayuda monetaria al director cuando este estaba en pleno proceso de producción
de la banda sonora del film. Durante toda la extensión del rodaje de la cinta, Jackson
no solo estaría a cargo de la dirección de la misma, sino que además tuvo que
asumir una infinidad de tareas relacionadas con el ámbito de los efectos
especiales, dentro de las cuales se incluía la fabricación de las prótesis de
látex que debían ocupar los actores encargados de interpretar a los
alienígenas, el diseño y la ejecución de los nauseabundos e impresionantes
efectos viscerales que le otorgaron cierta notoriedad a la producción, y el
diseño de prácticamente todas las armas de fuego que son utilizadas por los
protagonistas durante la batalla campal que tienen con los alienígenas. Como si
todo esto fuera poco, Jackson construyó una estructura metálica que le
permitiría mover su cámara con mayor libertad, consiguiendo de esta forma
imprimirle un cierto nivel de profesionalismo a una película que en esencia era
un modesto proyecto estudiantil. De hecho, debido a lo precario de todo el
asunto, Jackson tuvo que pedirles a varios de sus amigos que participaran tanto
frente como tras las cámaras, sin importar que estos no tuvieran ningún tipo de
experiencia en las respectivas tareas que se les asignaron.
“Bad Taste” (1987)
está ambientada en un pequeño y aislado pueblo de Nueva Zelanda llamado Kaihoro
(que en maorí significa “Ciudad Comida”), al cual ha arribado un grupo de inadaptados pertenecientes al Servicio de Investigación y Defensa Astral, el
que está liderado por un excéntrico científico llamado Derek (Peter Jackson),
con el objetivo de investigar una serie de brutales y misteriosos asesinatos
que han afectado a la región y que parecen estar relacionados con una potencial
invasión alienígena. Sin embargo, lo que en verdad sucede en la hasta entonces
apacible localidad de Kaihoro, es que una corporación intergaláctica de comida
rápida ha descubierto que la carne humana es la nueva sensación del universo, por
lo que se han propuesto llenar cientos de cajas con este nuevo producto para
comercializarlo por toda la galaxia. Lo que dificulta la captura de los agentes
enviados por esta corporación, es que los alienígenas tienen la habilidad de
cambiar su apariencia física al punto de mimetizarse con los humanos, lo que
les ha permitido poner en marcha su operación con una tranquilidad
impresionante. Debido a la peculiar situación a la que se ven enfrentados, Derek
y su equipo de investigadores no tienen más remedio que embarcarse en una
violenta cruzada contra de los invasores comandados por una criatura llamada
Lord Crumb (Doug Wren), para así poder evitar que estos concreten sus macabros
planes y logren escapar con los cientos de kilogramos de mercancía que han
logrado recolectar durante su estadía en la Tierra.
A diferencia de
otras producciones de características similares que intentan desarrollar metáforas
o un discurso social mediante el relato de una historia de ciencia ficción, “Bad
Taste” se decanta únicamente por bombardear al espectador con un sinnúmero de
escenas que tienen como protagonistas a los efectos especiales creados por
Peter Jackson, los cuales van desde lo simplemente artesanal hasta lo
innegablemente ingenioso y efectivo. Y es que el director muestra una evidente
preocupación por cohesionar y contextualizar una serie de actos grotescos que
no hacen más que demostrar su retorcido sentido del humor. Desmembramientos, regurgitaciones,
explosiones, momentos absolutamente absurdos, y otros más cercanos a la
estética del Grand Guignol, forman parte del violento repertorio que presenta
Jackson durante el transcurso del film. Probablemente el mejor ejemplo del amor
por lo grotesco que profesa el director tiene relación con un gag recurrente
que se centra en uno de los personajes que él mismo interpreta, el cual debido
a un desafortunado accidente se ve obligado a fijar constantemente un pedazo de
su cráneo con cinta adhesiva, para así evitar una pérdida mayor de su masa
cerebral la cual ha estado repartiendo por las calles de Kaihoro. Todos estos
elementos visuales sumados a las altas dosis de humor negro que presenta la
trama, permiten que “Bad Taste” sea percibida como una película entretenida poseedora
de un ritmo narrativo dinámico, lo que en cierta medida compensa la sencillez
de un guion que por momentos evidencia un grado de improvisación importante. Dicha
improvisación también se traspasa a las actuaciones, más aun considerando el
amateurismo de los intérpretes participantes. Esto tiene como consecuencia que
sus actuaciones sean extremadamente caricaturescas, lo que en este caso no se
presenta como una debilidad ya que es totalmente acorde al tono lúdico y
estrambótico que caracteriza al film.
Por otro lado, aun cuando
existen algunas líneas de diálogo que son realmente memorables, en general los
diálogos carecen de toda profundidad. Donde sí se nota que existió una especial
preocupación por parte de Jackson, es en el departamento de los efectos especiales,
muchos de los cuales resultan impresionantes considerando los recursos con los
que contó el director, quien incluso llegó a utilizar el horno de la casa de su
madre para “cocinar” las máscaras de látex de los alienígenas. Otro de los
puntos altos del film es el trabajo de edición del propio Jackson, así como
también algunos interesantes juegos de cámara utilizados por el entonces novel
cineasta y que iría perfeccionado durante el transcurso de su carrera. Por
último, la banda sonora compuesta por Michelle Scullion y Jay Snowfield aun
cuando es más bien minimalista, termina complementando de buena manera el tono y
las situaciones que presenta la película. Tras ser exhibida en el Festival de
Cannes, “Bad Taste” despertaría el interés de algunas productoras que se
encargarían de distribuirla internacionalmente, convirtiendo a la ópera prima
de Peter Jackson en todo un éxito comercial dentro de ciertos circuitos ligados
al cine independiente. Esto le permitió embarcarse en otros proyectos que al
menos por un tiempo, mantuvieron el mismo tono absurdo y excesivo de su debut cinematográfico.
Con el paso de los años “Bad Taste” no solo se ha transformado en una cinta de
culto, sino que además en una fuente de inspiración para los cineastas
independientes que buscan ganarse un espacio en el complejo negocio del cine. Además
tiene el mérito de haber convertido a un inquieto técnico en efectos especiales
en un prometedor director, que con el paso de los años contribuyó enormemente
al crecimiento de la modesta industria cinematográfica neozelandesa.
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