Tras el fracaso obtenido por la cinta “Freud,
the Secret Passion” (1962) y mientras hacía todo lo posible por reactivar la
adaptación de la novela “The Man Who Would Be King” de Rudyard Kipling, el
director John Huston se embarcó en la adaptación de la novela de misterio “The
List of Adrian Messenger” del escritor Philip MacDonald, la cual sería
financiada por los Estudios Universal y la productora independiente de Kirk
Douglas llamada Joel Productions. Desde que Douglas había adquirido los
derechos de la novela de MacDonald en 1961, varios guionistas habían trabajado
en su adaptación hasta que Huston se la entregó a su colaborador habitual
Anthony Veiller, con quien se encerró en su castillo ubicado en la ciudad
irlandesa de Galway para trabajar en el guion definitivo de la cinta. Más allá
de los profesionales involucrados en la película, la verdadera estrella de “The
List of Adrian Messenger” (1963) sería el artista de maquillaje de los estudios
Universal Bud Westmore, quien permitió que el elenco participante pudiese
transformarse en una serie de personajes sospechosos e irreconocibles que se
involucran en una charada marcada por las pistas fonéticas, un complejo trabajo
detectivesco, y un montón de cabos sueltos. Entre los actores que cambiaron
drásticamente su apariencia con la ayuda del trabajo de maquillaje y las herramientas
prostéticas de Westmore se encuentran George C. Scott, Kirk Douglas, Clive
Brooke, Gladys Cooper, Herbert Marshall, Burt Lancaster, Robert Mitchum, Tony
Curtis y Frank Sinatra. Dando cuenta que el foco de interés del film precisamente
se encuentra en el desafío que supone descubrir que actor interpreta a cada
personaje, una vez resuelta la trama principal cada una de las estrellas
participantes procede a quitarse su “rostro falso” ante la mirada expectante de
una audiencia ansiosa por saber si sus suposiciones han sido acertadas.
En “The List of Adrian Messenger” poco
tiempo antes de morir debido a las lesiones sufridas en un atentado explosivo a
un avión, el escritor Adrian Messenger (John Merivale) le confía a su amigo y
ex agente de la inteligencia británica, Anthony Gethryn (George C. Scott), una
misteriosa lista en la que aparecen los nombres de un puñado de personas que
han fallecido en extrañas circunstancias. En compañía del único sobreviviente
de la tragedia aérea, el francés Raoul Le Borg (Jacques Roux), un viejo
conocido de Gethryn de la época en la que ambos participaron en la Segunda
Guerra Mundial a quien Messenger le dedicó sus últimas palabras, el ex agente
del MI-5 se lanzará a la tarea de investigar la relación que existe entre los
nombres de la lista y la persona que supuestamente es responsable de sus
muertes, con la esperanza de detenerlo antes que cumpla con diabólico objetivo.
Como suele suceder en este tipo de relatos, a poco de comenzada la cinta
resulta evidente que nada es lo que parece ser. En la búsqueda del responsable
de los asesinatos que poseen un cariz casi accidental, la dupla protagónica se
verá enfrentada a complejos juegos de palabras, señuelos elaborados, diversas
trampas fonéticas y visuales, y disfraces cuidados hasta el más mínimo detalle.
De hecho, la trama detectivesca es de tal complejidad, que incluso el texto mecanografiado
en la lista elaborada por Messenger esconde un par de mensajes ocultos en el
interlineado. A través de una historia donde prevalecen los engaños y los
espejismos, Huston intenta reflejar su particular visión del mundo
hollywoodense, uno que según el director está dominado por las falsas
apariencias, las mentiras y la traición. Es quizás por este último detalle que
el novelista de misterio y profesor de cine, Stuart Kaminsky, señaló en una
oportunidad que “The List of Adrian Messenger” bien podría ser considerada como
una de las dos o tres películas más personales de la filmografía de Huston.
Pese a que “The List of Adrian
Messenger” se presenta como el típico relato de detectives, Huston revela la
identidad del asesino y su modus operandi a los pocos minutos de iniciada la
película, dejando únicamente oculto bajo un halo de misterio los motivos por
los cuales se ha embarcado en una cruzada homicida. El diablo está en los
detalles es probablemente la frase que mejor describe a George Brougham, un
verdadero psicópata interpretado con aplomo por Kirk Douglas. Brougham es
retratado como el más vil de los villanos, uno que carece por completo de
consciencia lo que le permite dañar por partes iguales a hombres, mujeres y
niños si con eso puede lograr su objetivo. Con una increíble frialdad y una
calculada estrategia, Brougham ha ido tachando cada uno de los nombres que
tiene escritos en una pequeña libreta negra. Lamentablemente para él, cuando
está a un solo nombre de concretar su diabólico plan, Adrian Messenger descubre
sus oscuras intenciones mientras trabaja en la confección de sus memorias, lo
que le permite identificar el nexo que une a todas las víctimas de Brougham,
conexión que ahora deben descubrir Gethryn y Le Borg. Lo que resulta aún más
curioso de todo el asunto, es que pese a la aparente importancia del villano en
la historia, su participación es más bien secundaria, manteniéndose oculto
entre las sombras durante gran parte de la cinta, para reaparecer eventualmente
en el sorpresivo y elaborado clímax del relato que se desarrolla en medio de
una cacería de zorros, la cual también es utilizada por Huston para reflejar la
siempre presente lucha de clases que carcome a la sociedad.
El mismo esmero empleado a la hora es
cambiar la apariencia de parte del elenco participante hasta el punto de
convertirlos en unos completos extraños para la audiencia, es posible
encontrarlo en los decorados a cargo de Oliver Emert, quien en conjunto con
John Huston y el director de fotografía Joseph McDonald, le imprimen a “The
List of Adrian Messenger” una atmósfera muy similar a la exhibida en las
numerosas películas de Sherlock Holmes protagonizadas por Basil Rathbone. La
utilización de los escenarios como una herramienta que cumple un rol
fundamental en el desarrollo de la historia, es parte importante del trabajo de
Huston en esta oportunidad, quien por ejemplo le saca el máximo provecho
posible a la finca del Marqués de Gleneyre (Clive Brook), locación que guarda
especial relevancia dentro del relato. Por otro lado, también resulta sumamente
importante la química y la dinámica existente entre Gethryn y Le Borg, quienes
básicamente actúan como una suerte de Sherlock Holmes y John Watson modernos,
mientras descubren las pistas dejadas por Messenger y les intentan dar un
significado coherente que los ayude a develar los motivos por los cuales Brougham
ha estado asesinando a personas que no parecen tener ninguna relación entre sí.
En lo que respecta a las actuaciones, tanto George C. Scott como Jacques Roux
realizan un buen trabajo interpretando sus respectivos papeles, los cuales se
caracterizan por ser hombres inteligentes y tenaces quienes constantemente
emiten comentarios mordaces cargados con un distintivo humor británico. Por
otro lado, también cabe destacar la efectiva banda sonora del compositor Jerry
Goldsmith, la cual se mezcla bien con la atmósfera de incertidumbre que Huston
le intenta imprimir al relato.
Pese al elenco involucrado en la
producción, a la participación de un director tan prestigioso como John Huston,
y al truco publicitario que suponía todo el trabajo de maquillaje al que fueron
sometidas las “estrellas invitadas”, “The List of Adrian Messenger” obtuvo tibios
resultados de taquilla y no fue recibida de manera muy entusiasta por la
crítica, quien le dedicó reseñas mixtas. Lo que es aún peor, es que el enfoque lúdico
que Huston quiso otorgarle a la película dejó bastante disconforme a Kirk
Douglas, quien esperaba que la cinta tuviese un tono más serio y sombrío. El
gran problema de “The List of Adrian Messenger” es que el mentado truco
publicitario más que contribuir al desarrollo de la trama, termina siendo un
distractor que impide que el espectador se concentre en ciertos aspectos de la
historia. El otro problema que supone este particular gimmick, es que el
trabajo de Westmore no es del todo convincente. Robert Mitchum por ejemplo,
quien interpreta a una de las primeras víctimas de Brougham, es fácilmente
reconocible porque el maquillaje de Westmore es incapaz de ocultar sus rasgos
distintivos. Si bien en el caso de Douglas, Curtis, Sinatra y Lancaster (se
dice que estos dos últimos solo aparecen en la secuencia en la que los actores
revelan su verdadera apariencia, y que los roles que supuestamente
interpretaron fueron personificados por interpretes desconocidos) si resulta
mucho más difícil identificarlos, la verdad es que las prótesis y el resto de
los implementos utilizados por Westmore no tienen un acabado lo suficientemente
realista como para que el espectador no logre notar lo artificial de la
apariencia de algunos personajes. Con todos sus pros y sus contras, “The List
of Adrian Messenger” es una película especialmente entretenida durante sus dos
primeros tercios, pero, al igual que George Brougham, Huston termina tentando
demasiado a la suerte para su propia conveniencia impidiendo que la producción
escape de lo anecdótico de su llamativo truco publicitario.
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