A principios de la década del
cincuenta, el técnico en efectos especiales Ray Harryhausen se puso como
objetivo animar un esqueleto mediante la técnica del stop-motion, ya que la
idea lo obsesionaba desde que había comenzado a trabajar en la industria
cinematográfica. Con la intención de llevar a cabo una película que incluyera
una escena en la que un esqueleto viviente se enfrentara a un humano,
Harryhausen escribió un borrador de dos páginas titulado “Sinbad the Sailor”,
al cual le adjuntó una serie de dibujos que describían como Simbad se
enfrentaba a un dragón, a un hombre murciélago (el cual finalmente no fue
incluido en la producción), el ataque de un Cíclope y una serpiente gigante a grupo
de marineros refugiados en las ramas de un árbol (lo cual tampoco fue
utilizado), la salida de su cascarón de un Roc bebé (mítica ave de dos cabezas),
y el icónico duelo entre el esqueleto viviente y el protagonista en una
escalera de caracol. Lamentablemente para Harryhausen, nadie en Hollywood
parecía estar interesado en su proyecto porque los productores consideraban que
ese tipo de aventuras estaban pasadas de moda. No sería hasta 1955 que el
productor Charles H. Schneer, quien había trabajado con Harryhausen en la
exitosa cinta de ciencia ficción “It Came From Beneath the Sea” (1955), reconocería
el potencial del proyecto, razón por la cual le pidió al guionista Kenneth Kolb
que desarrollara un guion a partir de los dibujos y el borrador realizados por Harryhausen.
Dicho guion se convertiría en “The 7th Voyage of Sinbad” (1958), la cual sería
la primera película a color del afamado técnico en efectos especiales. Bajo la
dirección de Nathan H. Juran, “The 7th Voyage of Sinbad” presentaría otra
peculiaridad: sería la primera cinta en utilizar el término Dynamation, el cual
fue inventado por Schneer con la intención de describir la particular fusión de
animación de modelos en stop-motion y acción real utilizada por Harryhausen.
La historia comienza con Simbad
(Kerwin Mathews), camino a Bagdad junto a su tripulación y a la hermosa
Princesa Parisa (Kathryn Grant), con quien planea contraer matrimonio con el
objetivo de celebrar su amor y asegurar en el proceso la paz entre dos califas
rivales. Sin embargo, poco antes de llegar a su destino, Simbad y compañía se
ven rodeados por una espesa niebla que los obliga a desembarcar en la mítica
isla de Colosa, hogar de incontables criaturas gigantescas. Mientras se
preparan para zarpar de regreso a Bagdad tras abastecerse de agua y alimentos, Simbad
y sus hombres asisten a un desconocido que está siendo perseguido por un enorme
cíclope. Dicho desconocido resulta ser un mago llamado Sokurah (Torin Thatcher),
quien aparentemente sustrajo de la guarida de la criatura una lámpara mágica dentro
de la cual habita un genio (Richard Eyer), la cual pierde mientras escapa del
cíclope con la ayuda de Simbad. Ante la negativa del héroe de regresar a Colosa
en busca de la lámpara mágica, Sokurah en secreto reduce de tamaño a la
Princesa Parisa y le informa a Simbad que la única manera de regresarla a su
tamaño original, es realizar una poción cuyo ingrediente principal es la
cáscara de un huevo de Roc, una enorme ave de dos cabezas que solo puede ser
encontrada en la isla de Colosa. Ante la situación de su amada y la posibilidad
que el padre de esta (Harold Kasket) inicie una guerra contra el Califa de
Bagdad (Alec Mango), Simbad no tendrá más remedio que reunir a una improvisada tripulación
de convictos sentenciados a muerte para regresar a la peligrosa isla, a
sabiendas que perfectamente podría ser la última aventura de su vida.
Previo al estreno de esta película,
Simbad el Marino ya era una popular figura de ficción que durante sus siete
viajes a tierras extrañas se toparía con monstruos, magos y princesas. Sus
aventuras originalmente serían relatadas en el Medio Oriente durante la época
medieval, siendo traspasadas de generación en generación hasta que fueron
incluidas en una colección de historias conocidas como “Las Mil y Una Noches”,
las cuales fueron traducidas a múltiples idiomas a principios del siglo XVIII. Sin
embargo, la enorme popularidad del personaje no impediría que tres años antes
del estreno de “The 7th Voyage of Sinbad”, la cinta “Son of Sinbad” (1955) del
director Ted Tetzlaff fuese un completo fracaso de taquilla. La gran diferencia
entre ambas producciones no solo estaría dada por la curiosa mezcla de
elementos mitológicos persas y griegos presentes en la película de Harryhausen
y Juran, sino que además porque esta última logró un balance perfecto entre la
acción, el suspenso, y el desarrollo dinámico de la trama. Por otro lado, algunas de las secuencias
animadas creadas por Harryhausen para este film se encuentran entre lo más
destacado de su carrera, ya que además de ser visualmente espectaculares son en
gran medida el motor que facilita que la historia avance. Por ejemplo, el
primer encuentro que Simbad tiene con uno de los cíclopes que habita la isla,
junto con ser un verdadero espectáculo visual, es la razón por la cual este
conoce a Sokurah, sirve de excusa para demostrar el poder que posee el genio
que habita la lámpara mágica, le otorga a Simbad un motivo para no querer regresar
jamás a Colosa, y al mismo tiempo explica por qué el maquiavélico mago desea
volver a toda costa a la isla, pavimentando el camino que la historia va a
tomar más adelante.
El diseño y la
animación del cíclope son tan sorprendentes, tanto durante su primera aparición
como posteriormente cuando toma prisioneros a Simbad junto a parte de su
tripulación, y finalmente cuando se enfrenta al dragón que custodia la entrada
del castillo de Sokurah, que la criatura ha sido citada por un gran número de
técnicos en efectos especiales como una fuente de inspiración a la hora de
escoger su carrera en el mundo del cine. Sin embargo, es la recordada batalla
entre el protagonista y el esqueleto viviente al interior de la fortaleza del
mago, la que deja absolutamente en evidencia la maestría de Harryhausen en el
arte del stop-motion. Y es que la lucha de espadas entre ambos personajes está
coreografiada a la perfección, creando la ilusión mediante una animación fluida
y un gran grado de coordinación por parte de Kerwin Mathews
(quien pasaría una buena cantidad de horas practicando esgrima y memorizando
sus movimientos junto al coordinador de escenas de riesgo Enzo Musumeci-Greco),
que el mortal enfrentamiento entre Simbad y su peculiar enemigo de verdad se
está llevando a cabo. Lo que le otorga un mayor grado de espectacularidad a
todo el asunto, es que aun cuando la labor realizada por Mathews es muy similar
a lo que en la actualidad tienen que hacer los actores que trabajan con gráficos
generados por computadora, en aquel entonces el proceso aún se encontraba en
una fase en la que aún había espacio para la experimentación, lo que provocaba
que todo fuese realizado de manera mucho más artesanal. Además hay que
considerar que Harryhausen realizaba gran parte de sus animaciones en un pequeño
garaje ubicado en Los Ángeles, el cual utilizó desde sus inicios y en el que
trabajaba junto a un pequeño grupo de colaboradores. De hecho, era su padre
quien fabricaba los esqueletos metálicos de las criaturas que posteriormente
animaba, mientras que su madre confeccionaba los diminutos vestuarios que en
ocasiones requerían sus creaciones. Finalmente George Lofgren, quien era
taxidermista de oficio, ocasionalmente colaboraba en la fabricación de los
modelos y en el proceso de animación de los mismos.
Analizada desde un punto de vista
crítico, “The 7th Voyage of Sinbad” presenta una gran cantidad de diálogos algo
ridículos, los cuales son emitidos sin ninguna clase de inflexión de tono por
parte de algunos de los miembros del elenco, en especial por Kerwin Mathews
cuya actuación deja bastante que desear pese a que su versión de Simbad al
menos resulta ser carismática. Adicionalmente el actor exhibe una buena química
con Kathryn Grant, cuyo personaje no se limita a ser el interés amoroso del
protagonista, sino que demuestra ser una mujer inteligente, valiente y
proactiva que salva a Simbad en más de una oportunidad. Quien más se destaca a
nivel interpretativo es Torin Thatcher como el malévolo, manipulador, y
calculador Sokurah, cuyos poderes mágicos lo convierten en una verdadera
amenaza para Simbad y compañía. En honor a la sinceridad, los diálogos
reprochables y las actuaciones cuestionables poco importan al final del día
porque el objetivo de la película no es generar emociones en el espectador,
sino que funcionar como una fuente de entretenimiento. Lo que quizás es más
relevante, es que estos detalles facilitan que el espectador se involucre de
lleno en la realidad alternativa que construye Harryhausen: una donde lo
absurdo, lo increíble y lo fantástico conviven en completa armonía. Por otro
lado, el aspecto técnico de la producción se ve engalanado no solo por el
inolvidable trabajo de Harryhausen, sino que además por la estupenda dirección
de fotografía del veterano Wilkie Cooper, y la espléndida banda sonora del
compositor Bernard Herrmann. Ray Harryhausen se alzaría como una extraña
excepción dentro del sistema hollywoodense, ya que pese a no ser el director de
los proyectos en los cuales participó, siempre retuvo el control creativo de
estos adquiriendo más importancia que los cineastas que colaboraron con él.
Esto es precisamente lo que sucede con “The 7th Voyage of Sinbad”, película la
cual se convirtió en todo un éxito comercial al momento de su estreno, reinventando
en el proceso la base temática y artística utilizada en los filmes que
involucraban monstruos o criaturas gigantes, e influenciando a varias
generaciones de directores y aficionados a la ciencia ficción y los efectos
especiales.
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