Tras encontrar una copia del libro Malleus Maleficarum (del latín: Martillo de las Brujas) en una librería de Berlín, el cual dicho sea de paso es probablemente el tratado más importante que se haya publicado en el contexto de la persecución de las brujas ocurrida durante la época del Renacimiento, el guionista, actor y cineasta danés Benjamin Christensen pasó dos años (desde 1919 a 1921) estudiando manuales, ilustraciones y tratados relacionados con el tema de la brujería y la infame cacería de brujas, con el fin de elaborar una película que no fuese una mera adaptación de los textos que había estado leyendo durante el último tiempo. Con respecto a esto, Christensen declararía en una entrevista, “Estoy en contra de las adaptaciones… Lo que busco es crear películas originales.” Tras confeccionar un guion en clave de documental, el director consiguió el financiamiento necesario para llevar a cabo su proyecto gracias a la compañía de producción sueca Svensk Filmindustri, la cual además le otorgó una completa libertad creativa. Con el dinero obtenido, Christensen compró y remodeló el estudio cinematográfico Astra, el cual estaba ubicado en Hellerup, Dinamarca. Una vez instalado, Christensen y el director de fotografía Johan Ankerstjerne iniciaron el proceso de rodaje en Febrero de 1921, procurando filmar de noche con el objetivo de crear una cinta oscura tanto a nivel estético como temático. Tras finalizar el rodaje en Octubre de ese mismo año, el director pasó aproximadamente doce meses trabajando en el proceso de post producción, hasta que eventualmente pudo estrenar la cinta a fines de 1922. Cabe destacar que el presupuesto total de la película fue cercano a los dos millones de coronas suecas, lo que convirtió a “Häxan” (1922) en el film mudo escandinavo más costoso de la historia.

A través de los siete capítulos por los cuales está compuesto “Häxan”, Christensen explora diversos aspectos de la brujería, la Inquisición y el ocultismo, para finalizar ejerciendo un nexo entre la histeria desatada durante la caza de brujas y diversos trastornos psicológicos modernos. Tan pronto como comienza el film, el director de inmediato se preocupa de establecer un punto de vista moderno con respecto al tema, asegurando que “La creencia en los espíritus malignos, en la magia, y en la brujería es el resultado de conclusiones inocentes con respecto a los misterios del universo.” Durante al menos los dos primeros capítulos, Christensen utiliza una serie de ilustraciones y llamativas dramatizaciones para explorar el temor de la sociedad del medievo a la figura del Diablo y a la idea que este pudiese haber enviado a sus lacayos a la Tierra para controlar el destino del hombre, para exponer la visión que se tenía del infierno, los demonios que lo habitaban y sus prácticas cotidianas, y finalmente para recrear las supuestas costumbres de las brujas, la forma en como estas se reunían a escondidas para evitar ser torturadas y quemadas en la hoguera, y como es que ellas preparaban sus pociones y sus hechizos. Por ejemplo, durante el transcurso de la película es posible ver al Diablo (Benjamin Christensen) en una de sus formas más genéricas, seduciendo a hermosas doncellas a través de sus sueños, aterrorizando a un grupo de monjas que no saben como reaccionar ante su supuesta presencia, y siendo venerado por un puñado de brujas que deciden demostrarle su lealtad besándole el trasero, entre otras cosas. Una de las grandes virtudes de “Häxan” es el realismo con el cual presenta toda la información, tanto histórica como ficticia, logrando que el espectador acepte como posibles verdades incluso aquellas escenas que están instaladas en los terrenos de la fantasía.


Gracias a la ambigüedad empleada por Christensen, el mundo en el que se desarrolla “Häxan” está exento de las leyes de causa y efecto, permitiendo la irrupción de lo irracional en todo momento. En determinadas oportunidades el film parece ser la descripción literal del imaginario de la sociedad del medievo, existiendo distintos niveles de fantasía mezclados con toques de realidad. Una vez que el director entrega ciertas nociones y conceptos básicos con respecto al mundo de la brujería y todo aquello que lo rodea, este se mete de lleno en los pantanosos terrenos de la inquisición. Uno de los segmentos más largos de “Häxan” muestra como una familia destruida por la súbita enfermedad contraída por su patriarca, decide acusar a una mendiga (Maren Pedersen) de haberle lanzado un maleficio. Christensen recrea la siniestra serie de eventos que ocurren a partir de la acusación con una escrupulosa objetividad, hasta el momento en que los inquisidores mediante el uso de tortura, consiguen una detallada confesión de su patética víctima. Acto seguido, en un giro dramático absolutamente sorpresivo, la cinta proyecta los grotescos pensamientos de la mujer que ha sido acusada injustamente y que ahora solo desea vengarse de los responsables de su sufrimiento. Tras engendrar un monstruo gigantesco que emerge de entre sus piernas, la mujer se une a un escuadrón de brujas que están volando sobre sus escobas camino a un aquelarre donde mantienen orgías, dan rienda suelta a prácticas canibalísticas, y adoran al Diablo de manera bastante lujuriosa. Al  mismo tiempo, dentro de su presentación cuasi documental de los mecanismos de la inquisición, Christensen exhibe un puñado de instrumentos de tortura que eran utilizados para extraer las confesiones de quienes eran acusados de ejercer la brujería. En medio de su disertación, aparece una joven ataviada con un vestuario moderno. “Una de mis actrices,” especifica el director mediante la inclusión de un intertítulo. “Insistió en probar el tornillo de mariposa… No voy a revelar las horribles confesiones que le extraje a esta joven en menos de un minuto,” complementa más tarde Christensen en este peculiar vistazo a lo “sucedido tras las cámaras” durante el rodaje del film.

En su exploración de las crueles prácticas del clérigo y los cazadores de brujas, Christensen también recrea la tortura física y mental a la que es sometida una muchacha llamada Anna (Astrid Holm), la cual es acusada injustamente de crímenes que no cometió. Mientras que los sacerdotes exhiben cierto placer al momento de infligir dolor a sus víctimas, el director lamenta amargamente los estragos causados por la histeria que caracterizó a la caza de brujas, la cual provocó “una pira detrás de otra.” En términos generales, “Häxan” sitúa en una posición compleja al espectador. Por un lado, le asegura un asiento en primera fila desde el cual puede ver con lujo de detalle el grotesco espectáculo llevado a cabo por las brujas y sus desenfrenados aquelarres. Al mismo tiempo, el espectador es incentivado a sentir empatía por aquellos que están sumidos en la pobreza y que finalmente son abusados por aquellos que desde sus posiciones de poder los acusan de ejercer prácticas impuras. Y es que “Häxan” no solo provoca horror y repugnancia sino que además se desenvuelve en los terrenos del drama y la comedia. Por otra parte, aun cuando existe una aguda crítica a la situación precaria que las mujeres ostentaban durante el medievo (era tan peligroso ser vieja y poco agraciada como ser joven y hermosa), la cinta también refuerza algunos estereotipos modernos que colindan con la misoginia. La asociación que Christensen realiza entre las mujeres y la histeria, la cual queda mejor reflejada en la escena que describe la locura contagiosa que algunas monjas experimentan por la presencia del Diablo, está basada en conclusiones patriarcales acerca del comportamiento femenino que en aquel entonces eran ampliamente aceptadas. Dentro de este análisis desde el prisma de la psiquiatría, Christensen también postula que otros trastornos como el sonambulismo, la cleptomanía y la piromanía, probablemente fueron interpretados como signos de posesión demoníaca durante la Edad Media. Como el propio director explicaría en una entrevista, el cambio de enfoque que sufre la película en su último tramo responde a su deseo de “arrojar algo de luz sobre las causas psicológicas que provocaron la cacería de brujas, demostrando su conexión con ciertas anormalidades de la psiquis humana, las cuales han existido durante toda la historia y aun existen en la actualidad.” 


Al momento de su estreno, “Häxan” desataría bastante controversia por las escenas que incluían desnudos, tortura, sexo, violencia, y canibalismo, las cuales serían señaladas por algunos críticos como demasiado ofensivas para ser exhibidas en público. La Iglesia Católica tampoco reaccionaria muy bien por la descripción poco amable que realiza la película acerca de la institución y de quienes la conforman. Si bien en su momento dichas escenas fueron claramente transgresoras, formaban parte fundamental del discurso en primera persona mediante el cual Christensen pretendía exponer su interpretación del mundo de la brujería, por lo que era imposible omitir su inclusión junto a los segmentos que poseen un tono mucho más didáctico. De hecho, en una entrevista otorgada mientras estaba rodando la cinta, Christensen aseguraría: “Me gustaría saber si una película puede mantener el interés del público sin la necesidad de utilizar efectos especiales, sin sentimentalismo, sin suspenso, sin héroes o heroínas… en pocas palabras, sin todas esas cosas en las que se suelen sostener las buenas películas. Mi obra consiste en una serie de episodios que, como partes de un mosaico, le dan vida a una idea.” A medio camino entre el documental y el cine de terror, en los últimos años “Häxan” ha adquirido tanta relevancia que ahora es reconocida como una de las piezas fundamentales del cine mudo. Gracias a su vigoroso ritmo narrativo, sus imágenes vívidas y claramente grotescas, su llamativa puesta en escena, y su profunda ambigüedad, en especial a la hora de retratar lo poderosas y frágiles que pueden ser las mujeres, el film de Benjamin Christensen funciona en múltiples niveles, incluso como un extravagante discurso contra la discriminación y el miedo a lo desconocido que trasciende el paso del tiempo y el contexto histórico que pretende estudiar.

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