En 1959, Isao Takahata egresaría de la Universidad de Tokio donde estudió literatura francesa. Algunos años antes, Takahata había tenido la oportunidad de ver la cinta animada “Le Roi et l´Oiseau / The King and the Mockingbird” (1952), la cual hizo que se interesara en el mundo de la animación. Debido a que no poseía las habilidades necesarias para trabajar como animador, Takahata estaba más interesado en la escritura y la dirección de dibujos animados. Motivado por un amigo, Takahata buscó trabajo como director en el estudio Toei Animation, donde tras aprobar el examen de admisión comenzó a trabajar como asistente del director en diversas series de televisión y películas, como por ejemplo en la serie “Wolf Boy Ken” (1963-1965), lo que le permitió aprender el oficio de la mano del animador Yasuo Ōtsuka. Entre 1965 y 1968, los empleados del estudio decidieron agruparse en sindicatos para expresar su molestia por los bajos sueldos y la excesiva cantidad de horas que trabajan al día. En este clima de agitación, a Ōtsuka se le asignaría la dirección del film “Taiyô no ôji: Horusu no daibôken / The Great Adventure of Horus, Prince of the Sun” (1968), cuyo guion fue elaborado por Fukazawa Kazuo a partir de la obra “Chikisani no Tairyou / The Sun Above Chikisani”, la cual había sido escrita pensando en el teatro de marionetas. Si bien la historia inspirada en una vieja leyenda de los Ainu (grupo étnico indígena que en algún momento vivió en la parte septentrional de Japón) de inmediato llamó la atención de Ōtsuka, este decidió cederle la dirección del film a Takahata para así poder asumir el rol de director de animación. Junto a la dupla de creativos también trabajaría un animador llamado Hayao Miyazaki, con quien eventualmente Takahata conformaría el venerado Estudio Ghibli. Lo que unía a los tres artistas era su deseo de revolucionar el mundo de la animación japonesa, mediante la creación de obras que resultasen atractivas para todo tipo de público.

Ambientada en un reino no especificado de la antigua Noruega, la cinta está protagonizada por Horus/Hols (Hisako Ōkata), un pequeño que mientras está haciendo lo posible por vencer a una manada de lobos plateados, accidentalmente despierta a un gigante de piedra llamado Moog (Tadashi Yokouchi). Pese a que su relación no empieza de la mejor manera, Horus se gana la gratitud del gigante cuando logra remover lo que él asume que es una astilla de uno de sus hombros. Dicha astilla es en verdad la “Espada del Sol”, la cual además de poseer poderes mágicos le otorga a su dueño el título de Príncipe del Sol. La hasta entonces tranquila vida de Horus se complica de manera drástica cuando su padre Toto (Hisashi Yokomori), quien yace moribundo en su hogar, le revela que varios años atrás ellos vivían en una villa de pescadores que está al otro lado del océano, de la cual tuvieron que escapar cuando un malvado hechicero llamado Grunwald (Mikijirō Hira), quien era conocido por los lugareños como el Demonio de Hielo, destruyó la villa y congeló a todos sus habitantes. A sabiendas que está cerca de morir, Toto le pide al pequeño como último deseo que viaje a su antiguo hogar y derrote a Grunwald, para así vengar a los caídos e impedir que el hechicero siga provocando más daño. En el transcurso de su travesía, Horus y su mascota, un oso llamado Koro, salvan a otra villa de un enorme pez que se ha estado comiendo sus provisiones de comida durante años. Convertido en un héroe, Horus decide quedarse en dicho lugar por un tiempo para prepararse para su batalla contra Grunwald, quien consciente que el pequeño desea destruirlo, envía legiones de sus súbditos para asesinarlo y extender su cruel reinado sobre los temerosos aldeanos de la región. 


“The Great Adventure of Horus, Prince of the Sun” marcaría un hito histórico que continúa siendo palpable décadas después de su estreno. Hasta aquel entonces, la industria de animación japonesa se regía según las convenciones de la industria norteamericana, específicamente por el modelo instaurado por Walt Disney, ya que había probado ser exitoso a nivel internacional. Es en este contexto que Takahara y su equipo comenzaron a trabajar en el film, el cual si bien posee algunos vestigios de las obras salidas de los Estudios Disney, en muchos sentidos incluye una serie de elementos revolucionarios en un intento por buscar su propia identidad. Por ejemplo, el protagonista de la película pese a ser un joven en apariencia inocente, no puede evitar verse envuelto en una aventura que está empapada de violencia de principio a fin, todo en nombre de su supuesto destino. En la vereda contraria se presenta un villano con ansias de dominación, una verdadera fuerza del mal que corrompe todo a su alrededor y cuyo accionar inflige un innegable daño psicológico a quienes él considera como seres inferiores. De hecho, tras fracasar en su intento por arrastrar a Horus al lado oscuro, Grunwald de inmediato hace todo lo que está a su alcance para asesinarlo y utilizarlo como ejemplo para cualquiera que se atreva a desafiarlo. Por otro lado, aun cuando la película incluye algunos animales parlantes que ostentan una apariencia amigable, ellos también existen como parte del mundo traumático en el que se desarrolla la historia, como bien lo señaló el propio Takahara en una entrevista donde aseguró que dichas criaturas funcionan como extensiones visuales de la psiquis humana, y no necesariamente como fuente de alivio cómico. “The Great Adventure of Horus” también cuenta con algunos números musicales, pero estos buscan acentuar el tono sombrío de la historia y evocar la atmósfera cultural de la cual proviene. Por último, la acción que presenta la cinta por la general resulta ser brutal e incluso espeluznante. Lo interesante es que Takahara utiliza todos estos elementos para explicar que la violencia y la muerte tienen un significado, y que no solo son eventos generadores de drama dentro de un determinado relato.  

Lo que es aun más importante, es que el film cuenta con una coprotagonista femenina, la cual si bien aparenta ser inocente y tener cierta afición por el canto, es mucho más compleja que el típico personaje femenino presente en la animación de occidente. Hilda (Etsuko Ichihara) es una doncella misteriosa a quien Horus conoce mientras está batallando con unos lobos plateados, la cual forma parte de la comunidad a la que libera del yugo del pez gigante. Lo que el héroe desconoce es que ella es un demonio que vive atormentada por una serie de conflictos internos, ya que no sabe si debe seguir conviviendo con los mortales y sus numerosos defectos, o sencillamente debe elevarse hasta su sitial de privilegio, desde donde puede observar el caos a su alrededor como una inmortal. Su drama personal jamás es simplificado por el director, y en gran medida podría argumentarse que Hilda inspiraría a la gran mayoría de los personajes femeninos creados por Takahara y Miyazaki durante sus respectivas carreras. La conclusión del film por otro lado, es un acto de revolución cinematográfica en sí mismo, ya que Takahara y compañía lo llevan a los terrenos de la alegoría política, transformando la aventura arquetípica de Horus en una analogía del complejo clima social que se estaba viviendo a nivel internacional en aquellos años a causa de la Guerra Fría, y del conflicto laboral que había estallado al interior de la Toei. El final de “The Great Adventure of Horus” retrata la valentía de los involucrados en la cinta, quienes no temen expresar su inclinación por el mensaje de tintes socialistas del relato, el cual básicamente presenta a un grupo de gente alzándose contra la opresión ejercida por un solo individuo, razón por la cual sigue resonando incluso en la actualidad. 


La animación es bastante fluida para la época y el diseño de los personajes y de los escenarios demuestra un avance en relación a lo visto hasta aquel entonces en otras producciones japonesas, aun cuando la estética pueda parecer anticuada para los estándares actuales. Debido a que la historia se desarrolla en Escandinavia, la paleta de colores utilizada por Takahara es más bien apagada, lo que en cierta medida también refleja el tono del film. El único problema a nivel técnico que posee la película es una escena cuya animación no está del todo terminada, lo que pudo deberse al escaso presupuesto con el que contó la producción. Por otro lado, si bien la banda sonora del compositor Michio Mamiya mezcla tonalidades infantiles con otras que se acercan al folclore escandinavo de manera efectiva, dando lugar a piezas musicales marcadamente melancólicas, la verdad es que está lejos de ser memorable. Lamentablemente para Takahata, “The Great Adventure of Horus” solo estaría un breve periodo de tiempo en cartelera, lo que provocó que al menos dentro de la Toei no se le volviera a otorgar la oportunidad de dirigir otro largometraje. Pese a esto la primera cinta como director de Isao Takahata eventualmente no solo ostentaría un seguimiento de culto, sino que además sería reconocida por su importancia dentro del proceso de renovación de la industria de animación japonesa. “The Great Adventure of Horus” es una película entretenida que apunta a un amplio espectro de espectadores, la cual posee un encanto especial que enmascara algunas pequeñas falencias técnicas, y un discurso particularmente fascinante que pretendía establecer que el “anime” estaba preparado para trascender las limitaciones de la influencia occidental, y que era una intensa fuerza artística e intelectual que estaba pronta a estallar en toda su gloria.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

| Designed by Colorlib