¿Qué se sabe de la manera como los japoneses celebran la Navidad? Bueno, considerando que solo un 2,3% de la población practica el cristianismo, usualmente se celebra como una fiesta para consumir, regalar y estar con la familia, sin que necesariamente tenga un significado especial. De hecho, aun cuando gran parte de los centros comerciales y varias ciudades adornan sus instalaciones con iconografía navideña, para un gran número de japoneses la Navidad es un momento para salir en pareja y tener una velada romántica. Con esto en mente, el tristemente fallecido artista de manga, animador, y director Satoshi Kon, supo identificar en la Navidad un escenario capaz de otorgarle la oportunidad de plasmar su estilo realista característico, y mezclarlo con un ácido humor negro y un discurso cargado a la crítica social, lo que daría como resultado la película “Tokyo Godfathers” (2003). Kon, quien es mayormente recordado por el thriller psicológico “Perfect Blue” (1998) y el drama “Millennium Actress” (2001), en esta oportunidad se inspiraría en la novela “The Three Godfathers” del escritor Peter B. Kyne, la cual previamente había sido adaptada en al menos cinco oportunidades, siendo la más famosa de estas la versión de 1948, la cual fue protagonizada por John Wayne y dirigida por John Ford. En el relato de Kyne, tres forajidos que acaban de robar un banco se topan con una mujer moribunda que está en trabajo de parto, quien antes de fallecer les pide que se conviertan en los padrinos de su hijo recién nacido y lo protejan de los peligros que alberga el desierto, aun si eso significa que deban sacrificar su libertad. Utilizando esta historia como base, Kon en compañía de la guionista Keiko Nobumoto configuraron un particular estudio sociológico plagado de matices acerca de como la sociedad urbana moderna abandona por completo a las personas sin hogar.       

A diferencia del relato de Kyne, “Tokyo Godfathers” no está protagonizada por tres forajidos sino que por tres personas marginadas del resto de la sociedad por distintos motivos. De esta forma los protagonistas son un mendigo alcohólico de aproximadamente unos cincuenta años llamado Gin (Tōru Emori), quien asegura haberlo perdido todo en una apuesta; un transformista huérfano llamado Hana (Yoshiaki Umegaki) que perdió su trabajo como cantante de cabaret luego de golpear a un cliente; y Miyuki (Aya Okamoto), una adolescente que huyó de casa luego de protagonizar un violento incidente con su padre. Estas tres personas sin hogar se han unido y han conformado una pequeña familia, gracias a la cual han podido sobrevivir a la difícil vida en las calles de Tokio. En plena víspera de Navidad, mientras intentan encontrar un regalo para Miyuki en un montón de basura, el peculiar trío descubre a un bebé recién nacido que ha sido abandonado junto a una breve nota y una llave. Mientras que Gin insiste en que deben llevar a la bebé a la policía, Hana está convencido que la niña es un regalo de Dios, razón por la cual la bautiza como Kiyoko (niña pura). Desde ese momento en adelante, Gin, Hana y Miyuki se propondrán encontrar a los padres de la criatura, embarcándose en una serie de aventuras a través de los suburbios de Tokio que los llevarán a conocer a curiosos personajes, a presenciar extraños eventos, y a meterse en un sinfín de problemas. Es en este escenario que las coincidencias, los milagros, los conflictos internos, y la confrontación con la cruel verdad son metafóricamente atribuidas a la llegada del pequeño bebé, quien representa el verdadero espíritu de la Navidad. 


“Tokyo Godfathers” es una historia acerca de reuniones, de gente que vive en la calle y que busca regresar a su hogar, sobre como los círculos que conforman la vida de las personas giran y giran hasta intersecarse con los círculos de otros antes de regresar a su punto de origen, y de como los detalles más insignificantes pueden unir a completos extraños para bien o para mal. En lo que respecta al trío de protagonistas, la búsqueda de los padres del bebé se convierte en un viaje casi catártico que los obliga a confrontar sus propias historias, aquello que los avergüenza, y las verdades que han decidido sepultar bajo un puñado de mentiras, ya sea por cuenta propia o porque ven reflejados sus propios dramas, ficticios o no, en otras personas que se cruzan en su camino. Como buena película navideña, existen algunos “milagros” insertados durante el transcurso de la trama bajo la forma de convenientes coincidencias, los cuales no solo cumplen con salvar a los protagonistas y al bebé en determinadas situaciones que ponen en riesgo su misión o su integridad física, sino que además actúan como catalizador de un proceso de introspección y redención que los hará cuestionar sus decisiones y que cambiará por completo su forma de ver la vida. Como es de suponer el tema de la familia, sea esta consanguínea o no, es uno de los más importantes de la película. Y es que Gin, Hana y Miyuki conforman una familia altamente disfuncional, los cuales pese a sus diferencias y a sus propios problemas deciden voluntariamente permanecer juntos para cuidarse entre sí.  

Contrario a lo que se podría esperar de una película de temática navideña, no todo lo que se retrata en “Tokyo Godfathers” son necesariamente cosas alegres o representativas del optimismo propio de la festividad. De hecho, Satoshi Kon con Keiko Nobumoto se las arreglan para equilibrar las alocadas situaciones en las que se involucran los protagonistas, con otros momentos tristes poseedores de una fuerte carga emocional que reflejan la cara más desgarradora de la vida. Es así como entre otras cosas, Kon recrea con especial detalle la brutalidad con la que un grupo de personas de clase acomodada decide interactuar con el trío de vagabundos. Esta clase de crueldad se extiende durante varias escenas, al punto que el final del relato parece haber sido sacado de otra película. La yuxtaposición de momentos dramáticos con otros definitivamente más esperanzadores, se ve enriquecida con la inclusión de un alocado sentido del humor. Por ejemplo en una determinada escena, absolutamente de la nada, una ambulancia irrumpe súbitamente al interior de un supermercado, tras lo cual el chófer le pide a una de las personas presentes que por favor llame a una ambulancia. En otra escena, tras ser golpeado salvajemente por un grupo de pandilleros, un ensangrentado Gin queda tirado en un oscuro callejón. A medida que la cámara se acerca a su maltrecho rostro, de pronto emerge un brillo dorado de procedencia desconocida. Cuando la cámara eventualmente se aleja, revela la presencia de un ángel radiante parado al lado de Gin. Lo que parece ser un acto celestial, rápidamente se desvanece para dar cuenta que el supuesto enviado de Dios es en verdad un malhumorado transformista disfrazado de ángel. En un abrir y cerrar de ojos, Kon pareciera postular que la trascendencia celestial es tan solo una ilusión, y que la salvación terrenal por lo general adopta formas más humildes. Lo que también es consecuencia directa del tipo de comedia empleada por Kon es la elección de algunos de los escenarios en los que se desarrolla la historia, donde se destacan el matrimonio de la hija de un peligroso criminal perteneciente a la yakuza, la humilde casa de un asesino a sueldo latinoamericano, y el cabaret donde solía trabajar Hana, solo por nombrar algunos. 


“Tokyo Godfathers” también se caracteriza por su valiente e inusual retrato de la ciudad nipona. Sus superficies brillantes y las luces que emanan de sus centros comerciales son socavadas por los trastos de basura, los callejones oscuros, y los parques desolados que están habitados por aquellos que están al margen de la vida civilizada. Según el director de arte Nobunaga Ike, en esta oportunidad Kon insistió en la idea que hasta el más mínimo detalle de la ciudad debía ser plasmado en la animación, con el fin de imbuirle mayores dosis de realismo a la historia, lo que también aplica al diseño de los personajes cuyos gestos y expresiones facilitan que sus emociones resulten mucho más palpables. La animación fluida y detallada también se ve favorecida por la colorida y diversa banda sonora del compositor Keiichi Suzuki y la banda Moonriders, que no hace otra cosa más que reflejar la particular fusión de drama, comedia y aventuras que caracteriza al guion de la cinta. El estreno de “Tokyo Godfathers” ayudaría a cementar la posición de Satoshi Kon como uno de los directores de anime más importantes de su generación, en una época donde incluso los cineastas más veteranos de la industria estaban teniendo problemas a la hora de desarrollar proyectos que resultasen realmente innovadores. Y es que además de su ácida crítica social, su marcado estudio de contrastes, su llamado a desarrollar un entendimiento entre las personas que traspase los límites idiomáticos, culturales y sociales, sus alocadas situaciones, y su humor corrosivo y absurdo, “Tokyo Godfathers” es una fábula navideña adulta que recalca la importancia de la familia y el amor por el prójimo, en un mundo que no siempre permite una correcta valoración de aquello que realmente importa, lección que los protagonistas aprenden gracias a la inesperada aparición de un bebé, y la consiguiente intervención de Dios, de un “ángel”, de Santa Claus, o de todas las anteriores.

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