En un lapso de diez aƱos comprendidos entre 1947 y 1957, la productora britĆ”nica Ealing Studios realizĆ³ alrededor de 17 comedias, muchas de las cuales serĆ­an reconocidas de manera transversal como verdaderas obras maestras en todo el sentido de la palabra. Las mejores comedias de la Ealing se caracterizarĆ­an por sus ingeniosos guiones, por su humor crĆ­tico y agudo, por la exploraciĆ³n de temas mediante los cuales ponĆ­an a prueba los lĆ­mites de lo aceptable (muchas de ellas tuvieron que ser editadas para poder ser exhibidas en NorteamĆ©rica), por las estupendas actuaciones de los elencos participantes, por sus mĆ©ritos tĆ©cnicos y artĆ­sticos, y por su Ć”cida sĆ”tira anti-sistema. Tras la salida del director y guionista Robert Hamer de la Ealing, cuyo aporte mĆ”s importante a esta serie de comedias serĆ­a la aclamada “Kind Hearts and Coronets” (1949), su sucesor natural parecĆ­a ser Alexander Mackendrick, quien recientemente habĆ­a debutado como director con la comedia “Whisky Galore!” (1949). Para su segundo largometraje, Mackendrick se inspirarĆ­a la obra teatral “The Man in the White Suit”, la cual habĆ­a sido escrita por su primo Roger MacDougall. SegĆŗn el propio Mackendrick, “Antes de trabajar en ´The Man in the White Suit” pasĆ© mucho tiempo buscando una historia sobre un tema que me inquietaba bastante: la responsabilidad polĆ­tica y social de los cientĆ­ficos que desarrollaron la fisiĆ³n nuclear sin considerar los usos que se podrĆ­an dar a su invento. QuizĆ” porque todos mis esfuerzos estaban demasiado concentrados en una misma idea, y porque, comprensiblemente, mis productores pensaron que el tema era demasiado inquietante para ser aceptado como un entretenimiento popular y taquillero, no conseguĆ­ nada. Fue ahĆ­ cuando leĆ­ una obra teatral sin estrenar de mi primo Roger.” El guion desarrollado por MacDougall, Mackendrick y John Dighton, gradualmente comenzarĆ­a a alejarse de la historia original debido a las inquietudes del director. Estas eventualmente darĆ­an como resultado un retrato pesimista de los valores y obligaciones de las empresas, la sociedad y la ciencia, todo esto envuelto en una fĆ”bula que busca advertir al espectador acerca de los peligros del exceso de idealismo, el cual manejado de manera inadecuada puede convertirse en una forma de perversiĆ³n.  

El gran protagonista de “The Man in the White Suit” (1951) es Sidney Stratton (Alec Guinness), un quĆ­mico egresado de Cambridge que en el Ćŗltimo tiempo ha trabajado en diversas empresas textiles en posiciones de escasa responsabilidad, de las cuales eventualmente ha terminado siendo despedido por sus empleadores. El problema es que en secreto Ć©l ha estado utilizando los fondos y las dependencias de dichas empresas para llevar a cabo una serie de experimentos, cuyo objetivo es descubrir una fĆ³rmula quĆ­mica que le permita crea una tela sintĆ©tica que no se ensucie ni se estropee con el uso, lo que revolucionarĆ­a por completo la industria de la moda ya que las personas no tendrĆ­an la necesidad de gastar su dinero en mĆŗltiples prendas de ropa. Cuando eventualmente consigue un trabajo en la compaƱƭa Birnley Mill y entabla una relaciĆ³n de amistad con Daphne Birnley (Joan Greenwood), quien es la hija del dueƱo (Cecil Parker), Sidney es autorizado a utilizar el laboratorio de la fĆ”brica a sus anchas, lo que inicialmente tiene explosivas consecuencias. Y es que cada vez que Sidney cree que estĆ” cerca de lograr su cometido, una nueva explosiĆ³n le demuestra lo contrario. Pese a esto, el excĆ©ntrico idealista no estĆ” dispuesto a abandonar su sueƱo, hasta que finalmente logra dar con la tan ansiada fĆ³rmula que le permite crear un traje blanco que en apariencia es completamente indestructible. Sin embargo, la dicha inicial de Sidney y sus benefactores rĆ”pidamente se convierte en amargura cuando los empresarios de la industria textil, liderados por el multimillonario Sir John Kierlaw (Ernest Thesiger), se proponen sepultar su increĆ­ble invento antes que este acabe por completo con su negocio.


“The Man in the White Suit” es una sĆ”tira social bastante inusual que se rehĆŗsa a tomar partido por una postura definida, ya que retrata una interesante paradoja social como un problema multifactorial que debe ser analizado de forma objetiva. Por un lado, Sidney Stratton es el fiel representante del sesgado enfoque cientĆ­fico, el cual ha menudo parece olvidar las repercusiones sociales de sus descubrimientos. Y es que si bien es fĆ”cil sentir antipatĆ­a por la Ć©lite pomposa que puede verse afectada econĆ³micamente si la industria textil va a la quiebra, resulta mucho mĆ”s sencillo entender la rabia y la frustraciĆ³n de los obreros que pueden quedar sin trabajo en el caso que Sir John Kierlaw y sus colegas cierren sus respectivas fĆ”bricas. Esta peculiar situaciĆ³n da pie a un evento Ćŗnico en su especie, donde los representantes del capitalismo y del proletariado se unen con el fin de lograr un objetivo en comĆŗn: detener a toda costa a Sidney Stratton, la viva encarnaciĆ³n del progreso. No es hasta la escena final donde una turba iracunda y temerosa persigue al protagonista, que este Ćŗltimo entiende los alcances de su descubrimiento. Cuando intenta refugiarse con su anciana y bondadosa casera, ella lo rechaza en una de las escenas mĆ”s conmovedoras de la pelĆ­cula con estas palabras: “¿Por quĆ© ustedes los cientĆ­ficos no pueden dejar las cosas en paz? ¿QuĆ© pasarĆ” con mi lavado cuando no tenga nada que lavar?” De forma paralela, al sugerir que Sidney a travĆ©s de su invento puede tener en sus manos la clave del credo capitalista, la acumulaciĆ³n de beneficios, Mackendrick deja al desnudo la arbitrariedad que rige las relaciones de poder y los vicios del capitalismo. Cuando eventualmente Sir John sugiere utilizar a Daphne para seducir al protagonista y convencerlo de desistir de la idea de hacer pĆŗblico su descubrimiento, Mackendrick va mĆ”s allĆ” al postular que la familia y la empresa, bases del orden social y religioso, pueden permitirse la licencia de vulnerar sus propios cĆ³digos morales con tal de sobrevivir. Lo que es aĆŗn peor, es que en cuestiones de negocios pareciera que incluso el amor filial pasa a un segundo plano en beneficio de la plusvalĆ­a, demostrando que los tentĆ”culos del poder econĆ³mico son capaces de corromperlo todo, sin importar el daƱo que dejan a su paso.

En cuanto a la figura de Sidney Stratton, existen dos formas de ver su dilema. Por un lado parece ser la representaciĆ³n del inocente enfrentado a la corrupciĆ³n de su entorno, quien ataviado en su traje blanco y brillante, fiel reflejo de su supuesta rectitud moral, busca conseguir por todos los medios lo que Ć©l mismo promociona como un objetivo altruista. Sin embargo, tambiĆ©n es cierto que su aparente candidez solo es equiparable a su egoĆ­smo, ya que persigue su meta sin importarle las consecuencias econĆ³micas y sociales que puede acarrear su descubrimiento. Lejos de ser un personaje desinteresado que persigue el bien de la comunidad, Sidney es un hombre obsesionado con sus experimentos lo que le impide ver el cuadro completo, aun cuando prĆ”cticamente todo el mundo estĆ” intentando hacerlo entrar en razĆ³n. SegĆŗn las palabras del propio Mackendrick, “La mayorĆ­a de la gente cree que (Sidney) es un joven completamente idealista y simpĆ”tico. No lo es en lo absoluto. Si lo observas bien, verĆ”s que es tan egoĆ­sta y egocĆ©ntrico como los demĆ”s. Lo que pasa es que los empresarios le intentan sobornar con las cosas equivocadas. Se le podrĆ­a comprar fĆ”cilmente, como se sugiere en una de las primeras escenas, concediĆ©ndole una buena beca de investigaciĆ³n; de esta forma, se olvidarĆ­a gustosamente de las implicaciones de lo que le estĆ”n ofreciendo.” Lo curioso del caso, es que pese a todo esto el espectador inevitablemente se identifica con el protagonista, aunque no de manera completa ya que el propio relato se encarga de recalcar el hecho que Sidney no es precisamente un caballero enfundado en una brillante armadura. Y es que Ć©l, al igual que la historia de la cual es protagonista, es sumamente ambivalente. 


“The Man in the White Suit” se ve favorecida por las estupendas actuaciones de la totalidad del elenco encabezado por un jocoso Alec Guinness y por una encantadora Joan Greenwood, que interpreta a una joven rebelde que no puede evitar sentirse atraĆ­da por la perseverancia del protagonista. SegĆŗn Mackendrick, gran parte de los personajes fueron creados como una caricatura de un determinado pensamiento polĆ­tico, entre los que se encuentran el comunismo, el individualismo romĆ”ntico, el liberalismo, el progresismo, y finalmente el capitalismo. Al mismo tiempo, el director tambiĆ©n reconocerĆ­a que varios personajes eran representaciones exageradas de ciertos trabajadores de los Estudios Ealing, como por ejemplo Alan Birnley, cuyo paternalismo liberal habĆ­a sido tomado de Michael Balcon, el presidente del estudio. Por otro lado, desde la direcciĆ³n de arte de Jim Morahan, pasando por el diseƱo de vestuario de Anthony Mendleson, hasta llegar a la direcciĆ³n de fotografĆ­a de Douglas Slocombe, el aspecto tĆ©cnico de la producciĆ³n es sencillamente impecable. Aun cuando “The Man in the White Suit” goza de numerosas virtudes a nivel argumental, interpretativo y tĆ©cnico, su impacto se ve disminuido por un primer segmento algo lento y por su final en tono de comedia que no logra convencer del todo. Sin embargo, esto no impidiĆ³ que la obra de Alexander Mackendrick haya sido seƱalada por algunos estudiosos como una de las pelĆ­culas britĆ”nicas mĆ”s inteligentes y complejas de la historia del cine. Y es que independiente de si esta aseveraciĆ³n es o no correcta, es innegable que la cinta funciona en mĆŗltiples niveles, ya sea como comedia, como un relato de ciencia ficciĆ³n, o como una sĆ”tira social que critica por partes iguales el consumismo, la maquinaria capitalista, la ciencia, y el idealismo desbocado.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

| Designed by Colorlib