Tras
el éxito descomunal que obtuvo la cinta de motociclistas “The Wild Angels (1960)
del director Roger Corman, la cual fue realizada con un presupuesto de $360.000
dólares y terminó obteniendo ganancias cercanas a los diez millones de dólares,
la productora American International Pictures de inmediato le pidió al propio
Corman que desarrollara un proyecto que pudiera sacar provecho de los fenómenos
sociales que gozaban de gran popularidad en aquella época. Con respecto a este
particular encargo Corman declararía, “Al igual que Los Ángeles y sus motos, la
subcultura de la droga estaba ocupando todas las portadas. Para mi siguiente
proyecto con la AIP buscaba una variante del tema del bandido/antihéroe
contemporáneo que tan eficazmente había interpretado Peter Fonda y que
claramente era muy comercial. Tras algunas deliberaciones, Jim Nicholson y yo
decidimos desarrollar otro tópico: un viaje en alas del LSD. Era el año 1967, y
optamos por reincidir con Peter, aquel actor tan sobrado de inteligencia y
sensibilidad. El LSD, la hierba, el hachís, la metanfetamina, la droga dura, el
movimiento hippie, el amor libre, la automarginación de un mundo y la
sintonización con otro, formaban parte de la consciencia omnipresente de
rebeldía contra el sistema y ley que impregnó al país durante la Guerra de
Vietnam. Cada vez eran más numerosas las personas “correctas” que renunciaban a
todo para actuar con mayor libertad. Yo deseaba contar su historia como una
odisea de ácido.”
Antes
de embarcarse en el rodaje de lo que se convertiría en “The Trip” (1967), cuyo
guion sería escrito por Jack Nicholson, Corman decidió experimentar el uso de
LSD tras la insistencia de Fonda. Para evitar recibir críticas del público más
conservador, en su momento Corman comentó que la experiencia “fue realizada
bajo una estricta supervisión médica, con un estenógrafo a mano para registrar
el episodio.” La verdad es que el director organizaría un viaje informal a la
zona de Big Sur en California, donde prácticamente la totalidad del elenco y
del equipo de filmación consumirían LSD por turnos. “Terminamos tomando turnos
para vivir la experiencia durante el periodo que habíamos destinado para rodar
el film, porque no quería que nadie estuviese trabajando bajo los efectos del
LSD,” explicaría Corman. “Había un pequeño grupo de personas que estaban
sobrias, mientras que los demás estaban bajo el efecto del LSD. Cuando el
efecto terminaba, el resto tomaba la droga.” Cuando le preguntaron acerca de su
propia experiencia, Corman respondió, “Mi viaje fue tan bueno, que decidí que
cuando rodara la película iba a incluir algunas escenas deprimentes o de otra
forma iba a parecer que estaba totalmente a favor del uso del LSD. Así que de
manera consciente tomé parte de la estética que utilicé en mis cintas de horror
basadas en la obra de Poe, para representar el lado menos amable del viaje con
ácido. Cuando el efecto terminó pensé que no había motivo para vivir en el
mundo real. Esto era mejor. Fue una experiencia tan maravillosa y
enriquecedora, que pensé en volver a tomar ácido para regresar a aquel lugar
donde no tenía que preocuparme de las cosas que sucedían `aquí´. Francamente
asumí que el ácido iba a convertirse en una parte importante de mi vida. Pero
nunca más lo consumí. No era tan tonto como para creer que iba a poder dirigir
bajo los efectos del ácido, pero pensé que podía abrir mi mente, liberarme para
crear imágenes e ideas que pudiesen ser trasladadas a la realidad del cine. Aunque
todo eso no era real. Era un nirvana inducido químicamente.”
“The
Trip” se desarrolla en torno a Paul Groves (Peter Fonda), un desencantado
director de videos publicitarios que está lidiando con su reciente divorcio de
su esposa Sally (Susan Strasberg). Sus problemas lo llevan a experimentar con
el uso de LSD, proceso en el cual es asistido por su amigo John (Bruce Dern),
quien se preocupa de guiarlo y cuidarlo durante toda la experiencia. Las
visiones que Paul tiene debido al consumo de drogas incluyen diversos
encuentros con su ex esposa, conversaciones filosóficas con un hombre llamado
Max (Dennis Hopper), figuras espectrales montadas a caballo, tortura medieval,
enanos, mujeres desnudas con sus cuerpos pintados, y brillantes luces de color.
Las cosas se complican cuando Paul alucina que John ha sido asesinado, lo que
lo lleva a huir de su cuidado invadido por el terror. Luego de este ataque de
pánico, Paul se dedica a vagar por las calles de Los Ángeles dando inicio a una
travesía psicodélica, que entre otras cosas lo lleva a irrumpir en la casa de
un extraño para ver noticias acerca de la Guerra de Vietnam, a alucinar al
interior de lavanderías y clubes nocturnos, y eventualmente a conocer a una
atractiva rubia llamada Glenn (Salli Sachse), quien lo invita a pasar la noche en
su casa ubicada en la playa. A la mañana siguiente, Paul se retira
silenciosamente del lugar sintiéndose renovado, sugiriendo que su particular experiencia
lo ha ayudado a comenzar a ver la vida de una forma completamente diferente.
Una
de las cosas más impresionantes de “The Trip” es como Corman utiliza diversos
filtros, efectos de luz, y variadas técnicas de montaje con el fin de plasmar las
consecuencias que el ácido tiene en la mente de Paul. Aunque a primera vista el
caleidoscopio de imágenes que se suceden durante las secuencias que retratan las
alucinaciones del protagonista parecen erráticas, la verdad es que encierran una
lógica propia que permite que todo adquiera cierta coherencia. Fue tal el
impacto que tuvo el apartado visual de “The Trip”, cuya construcción estuvo a
cargo de Bob Beck, Allen Daviau, Peter Gardiner y Archie Dalzell, que la
prestigiosa revista American Cinematographer le dedicó una de sus portadas y un
artículo completo que detallaba el proceso de producción de la cinta. Por otro
lado, las psicodélicas imágenes son acompañadas por la música experimental de
Mike Bloomfield y la banda The Electric Flag, la cual se complementa de buena
manera con la materialización de la vívida imaginación de Corman. Lo
interesante de toda esta experimentación visual y estética, es que Corman y
Nicholson la utilizan para cuestionar si los efectos y las consecuencias de las
alucinaciones provocadas por el consumo de LSD pueden ser considerados como
algo real, pese a que son el producto de un compuesto químico. Más allá de las
posibles lecturas que se puedan extraer de “The Trip”, es preferible
identificar a la cinta como una experiencia audiovisual que pretende que el
espectador se familiarice con los posibles efectos del consumo de LSD, sin la
necesidad de experimentarlo de manera personal. En relación a esto último, los
ejecutivos de la AIP estaban tan preocupados por el tono de la película, que al
inicio de esta incluyeron una advertencia que señalaba que la historia era una
revisión seria de algo que era considerado como un peligroso mal social. Más
allá de la percepción que tenían los ejecutivos de la AIP, la verdad es que Corman
presenta el uso de alucinógenos desde una perspectiva más bien neutral, dejando
en claro que es una experiencia que depende de cada individuo y su entorno, por
lo que es el espectador quien debe decir si el “viaje” de Paul es algo bueno o
malo.
Las
actuaciones de la totalidad del elenco son bastante correctas. En cierta
medida, la participación de Fonda, Hopper, y Nicholson en esta producción no
solo los ayudaría a forjar su propia identidad artística en el nuevo Hollywood
que estaba surgiendo en aquel entonces, sino que además influenciaría la forma
en como los tres actores abordarían su inclusión en la obra seminal de la
contracultura norteamericana, “Easy Rider” (1969), la cual tomaría elementos
tanto de “The Wild Angels” como de “The Trip”. Es común encontrarse con algunas
críticas que señalan que el film de Corman carece de una trama definida, lo que
hasta cierto punto es cierto. En términos narrativos “The Trip” no es precisamente
una película destacable, pero como un ensayo visual acerca de los efectos del
consumo de LSD es realmente efectiva. Esto es debido a que Corman prefiere
intentar confirmar las sospechas del espectador de como sería la experiencia de
consumir drogas alucinógenas, utilizando el drama de Paul como una mera excusa
para materializar algo completamente intangible. Más allá de las posibles
observaciones que se le pueden hacer a “The Trip”, lo que Corman realiza en
esta oportunidad es digno de admiración, más si se compara con otras películas
que intentaron hacer lo mismo, como por ejemplo “The Weird World of LSD”
(1967), las cuales terminaron siendo un completo desastre.
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