“Una
fábula de Rock and Roll que sucede en otro tiempo y en otro lugar”, así es como
el director Walter Hill se encargó de definir la cinta “Streets of Fire” (1984),
cuyo origen se remonta a la época en la que Hill estaba filmando la comedia de
acción “48 Hrs.” (1982). Según el guionista Larry Gross, “Streets of Fire se
gestó en medio de la euforia que nos provocó saber que la Paramount quedó
encantada con ´48 Hrs.´ y que querían continuar trabajando con nosotros si era
posible. Fue ahí cuando Walter dijo, ´Podemos hacer esto de dos maneras:
presentar una idea ahora y conseguir un contrato, o escribir un guion y obtener
mucho más dinero.´ Como Walter se consideraba a sí mismo como un orgulloso
capitalista, él sugirió que hiciéramos lo último.” Según el propio Hill, la
película se basó en su deseo de realizar lo que él pensaba que sería la cinta perfecta
cuando era adolescente, por lo que debía incluir una serie de elementos por los
cuales tenía cierto afecto, como por ejemplo autos personalizados, besos bajo
la lluvia, luces de neón, persecuciones a toda velocidad, estrellas de rock, batallas
campales, motocicletas, chaquetas de cuero y cuestiones de honor, entre otras
cosas. El concepto original que Hill había delineado con Gross y los
productores Lawrence Gordon y Joel Silver, iría sufriendo una serie de cambios
a medida que iban escribiendo el guion. Motivado por la gran cantidad de
críticas que estaba recibiendo por la supuesta misoginia de sus cintas y por el
reciente éxito del musical “Flashdance” (1983), Hill no solo decidió ubicar a
un personaje femenino en el centro de la narrativa, sino que además acercó el
proyecto lo más posible al mundo del musical. Una vez que Gross y Hill
terminaron de escribir el guion, se encontraron con una desagradable sorpresa. Michael
Eisner, quien era el presidente de la Paramount en aquel entonces, inesperadamente
rechazó el guion porque el concepto no lo convenció del todo, por lo que
finalmente el agente de Hill terminó vendiéndole el proyecto a los Estudios
Universal.
En
Richmond, Chicago, en una época indefinida pero que presenta bastantes
semejanzas estéticas con los años cincuenta, Ellen Aim (Diane Lane) está a
punto de dar un concierto con su banda The Attackers por primera vez desde que
se fue de su pueblo natal para probar suerte en la música. De forma inesperada,
The Bombers, una violenta pandilla de motociclistas proveniente de un pueblo
llamado “the Battery” y cuyo líder es Raven Shaddock (Willem Dafoe), irrumpe en
el concierto y secuestra a Ellen. Uno de los testigos de este confuso acontecimiento
es Reva Cody (Deborah Van Valkenburgh), quien de inmediato contacta a su
hermano Tom (Michael Paré), un ex-soldado y el ex novio de Ellen, para pedirle
que vuelva a casa para rescatar a su amor de juventud. A su regreso a Richmond
y tras enfrascarse en una pelea callejera con cuatro pandilleros, Tom accede a
reunirse con Billy Fish (Rick Moranis), el agente y actual novio de Ellen,
quien le ofrece una recompensa de $10.000 dólares si consigue traerla de
regreso sana y salva. Luego de aceptar la propuesta de Fish, Tom se asocia con
una ex-soldada quien además es una mecánica experta llamada McCoy (Amy Madigan),
ya que es la única que puede ayudarlo a rescatar a Ellen de las manos del
despiadado Raven.
“Streets
of Fire” es una película que contiene muchas ideas que colisionan entre sí. Aun
cuando Hill originalmente había mencionado que quería que el film tuviese un
tono ligero similar al de una historieta, donde ninguno de los conflictos
terminara en la muerte de los involucrados, el director de todas formas incluye
bastante violencia visceral, imágenes profanas, amenazas implícitas de abuso
sexual, e incluso una breve escena de desnudo que atentaba contra el tipo de
público que el director quería atraer a las salas de cine. Al mismo tiempo, “Streets
of Fire” es un musical de rock and roll cuyo personaje principal está inspirado
en cantantes icónicas de los ochenta como Joan Jett y Pat Benatar, pero que cuya
historia parece estar ambientada en la década de los cincuenta, la cual mezcla
distintos elementos propios del western, el cine negro, las cintas de motociclistas
rebeldes, e incluso de la mitología griega. Esta suerte de futuro distópico que
describe Hill, parece estar habitado únicamente por fanáticos del rock,
policías, y pandilleros, donde estos últimos reinan a su antojo sin que nadie
se atreva a enfrentarlos. Pese a que si se toma en cuenta el resto de su
filmografía, Hill no parecía ser el director más adecuado para llevar a cabo un
proyecto de estas características, la verdad es que resulta a lo menos
interesante su visión de un mundo fantástico hiper-estilizado que está
ambientado en algún lugar del tiempo. Como sucedía con gran parte de los
musicales clásicos hollywoodenses, Hill se preocupa de abarcar la película como
si se tratara de un constructo artificial completamente divorciado de la
realidad, lo que en gran medida contribuye a que la amalgama de diversos
conceptos, ideas, y símbolos al menos funcione de manera coherente considerando
el contexto.
La
narrativa de la película, la cual es bastante simple y directa, básicamente
sigue el modelo utilizado por los westerns clásicos, en los cuales
habitualmente un antihéroe llega a un pueblo dominado por la ley del más fuerte,
termina haciendo lo correcto por lo que parecen ser las razones equivocadas, se
ve inevitablemente enfrentado con los representantes de la ley, y eventualmente
se enfrasca en un duelo con el principal villano del relato, entre otras cosas.
De hecho, las diferencias entre “Streets of Fire” y los westerns clásicos por
momentos parecieran ser meramente estilísticas, ya que los caballos son reemplazados
por motocicletas, las tabernas por clubes nocturnos que funcionan al interior
de bodegas, el protagonista es asistido por una mujer que es tan ruda como los
hombres que enfrenta, y durante el duelo final tanto Cody como Raven utilizan
unos mazos en vez de revólveres. Para Hill, lo realmente importante de “Streets
of Fire” pareciera ser su apartado visual, la inclusión de una sucesión de
imágenes integradas de manera episódica, cuyo atractivo fuese tan potente que
hiciera olvidar al espectador las posibles falencias del guion. Todo esto se
traduce en que la historia pasa a ser un elemento secundario para el director. Ocupando
la lógica de las fábulas, las cuales rara vez responden a un esquema realista o
están protagonizadas por personajes que se asemejen a personas comunes y
corrientes, la historia de “Streets of Fire” se desarrolla en respuesta a los
temas que explora y el escenario donde se ambienta, lo que en este caso no es
necesariamente algo malo. La inclusión de los segmentos musicales responde a
esta misma lógica, ya que poco tienen que ver con la historia. Pese a esto, no
parecen estar fuera de lugar y lo más importante es que son visual y
auditivamente atractivos, ya que la cinta cuenta con una espléndida banda
sonora que incluye canciones escritas por artistas como Stevie Nicks, Tom Petty,
Bob Seger, y Jim Steinmann.
Las
actuaciones en general son algo irregulares, aun cuando existe una gran química
entre los actores. Michael Paré no es precisamente un buen actor, más allá que
proyecte la imagen de ser un tipo rudo pero inocente que Hill deseaba que
tuviese Tom Cody. Diane Lane en cambio, pese a tener muy pocas líneas de
diálogo resulta convincente como una estrella de rock, al igual que Willem
Dafoe quien construye a un atractivo villano más allá del hecho que su apariencia
le juegue en contra. Por último, Amy Madigan y Rick Moranis realizan una labor
correcta, en especial este último quien logra que su personaje resulte
realmente despreciable. Por otro lado, la dirección de fotografía de Andrew
Laszlo y la banda sonora del compositor Ry Cooder asoman con dos de los puntos
altos de una cinta con tantas cosas a favor como en contra. A la serie de
diálogos olvidables que presenta el film, se suma la escasa profundidad de la
trama, lo decepcionante que termina siendo su clímax, y lo sexista de algunos
momentos como por ejemplo aquel en el que Tom golpea a Ellen. Lamentablemente
para las pretensiones de Walter Hill, Larry Gross, Lawrence Gordon y Joel
Silver, “Streets of Fire” fue un completo fracaso de taquilla. Esto no solo se
debió al contenido de la cinta, el cual estuvo lejos de cautivar a la crítica y
al público, sino que además influyó bastante que al momento de su estreno, los
Estudios Universal estaban experimentando una serie de cambios en su plantilla
de ejecutivos, por lo que la película fue escasamente promocionada. Dado los
resultados obtenidos, la idea de transformar las aventuras de Tom Cody en una
trilogía fue rápidamente desechada. Con el paso de los años, “Streets of Fire” ganó
un seguimiento de culto en gran medida gracias a su particular fusión de música
rock, acción, personajes coloridos, y un montaje vistoso, todo lo cual funciona
en servicio de un espectáculo dinámico y diferente a todo lo que se había
estrenado hasta ese momento.
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