La figura de Grigori Yefimovitch Rasputin, quien además de oficiar como consejero del Zar Nicolás II aseguraba ser un hombre santo, ha servido de inspiración para numerosos cineastas que han intentado retratar su vida desde que fue asesinado la noche del 16 de Diciembre de 1916. De todas las producciones basadas en la vida de Rasputin, probablemente la más famosa es “Rasputin and the Empress” (1932), la cual fue producida por los Estudios MGM y protagonizada por gran parte del clan Barrymore. Fue tal el impacto provocado por la cinta del director Richard Boleslawski, que la Princesa Irina Yusúpov, esposa del Príncipe Felix Yusúpov, uno de los hombres que participó en el asesinato de Rasputín, interpuso una demanda contra el Estudio por considerar que la producción faltaba a la verdad. Tras un largo juicio, la Princesa terminó recibiendo una indemnización por daños y perjuicios de aproximadamente $25.000 euros. A sabiendas de lo sucedido, el productor y guionista Anthony Hinds, quien usualmente escribía bajo el seudónimo de John Elder, se preocupó que la cinta de la Hammer Film Productions, “Rasputin, the Mad Monk” (1966), incluyera un anuncio que especificara que no se trataba de un documental, sino que de un producto cuyo único objetivo era entretener al espectador. Para que quedara aun más claro que el film del director Don Sharp no buscaba reproducir ciertos hechos con un rigor histórico estricto, Hinds además puntualizó lo siguiente: “No hubo intención de reproducir de manera fidedigna ciertos hechos históricos… todos los personajes y los incidentes deben ser tomados como ficticios.”  

El origen de “Rasputin, the Mad Monk” se remonta al año 1961, cuando al interior de la Hammer comenzó a desarrollarse un proyecto que originalmente se tituló “The Sins of Rasputin”. Aproximadamente cuatro años más tarde, el proyecto fue retomado por Anthony Hinds, quien reescribió el guion original basándose en dos obras literarias escritas por el Príncipe Felix Yusúpov tituladas “Rasputin” y “Lost Splendor”. Lamentablemente para Hinds, debido a los problemas legales en los que se vieron envueltos los Yusúpov, cada una de las páginas del guion que había escrito tuvo que ser sometida a la meticulosa revisión del Príncipe, lo que tuvo como consecuencia que la historia sufriera numerosas modificaciones. El rodaje de la cinta comenzaría en el verano de 1965 de la mano del director Don Sharp, quien recientemente había filmado el thriller “The Face of Fu Manchu” (1965) en compañía del actor Christopher Lee, quien debido al gran interés que le provocaba la historia asociada al asesinato de Rasputín, de inmediato se mostró dispuesto a participar en la producción, aun cuando el guion no lo convencía del todo. La mayor preocupación que Sharp tendría durante el rodaje, sería el manejo del escaso presupuesto con el que contaba. Con el fin de reutilizar algunos insumos y disminuir determinados costos de producción, “Rasputin, the Mad Monk” fue filmada al mismo tiempo que “Dracula: Prince of Darkness” (1966), lo que probó ser una medida efectiva pero no definitiva, ya que de todas formas Sharp se vio obligado a eliminar algunas escenas cuando se enteró que el presupuesto con el que contaba había sido reducido drástica y súbitamente por los ejecutivos de la Hammer. 


El guion escrito por Hinds inicialmente explora los orígenes humildes de Rasputín (Christopher Lee), cuando este se desempeñaba como un curandero marginado en la Rusia zarista. Tras ser expulsado de un monasterio por su comportamiento violento y libidinoso, y por sus habilidades poco ortodoxas que él asegura tienen un origen sobrenatural, Rasputin decide viajar hasta San Petersburgo para satisfacer sus ansías de riqueza y poder. Poco tiempo después de su llegada a la ciudad, al interior de un pequeño café conoce al Dr. Boris Zargo (Richard Pasco), quien gracias a sus poderosas conexiones lo ayuda a ingresar a los círculos sociales más cercanos a la Corte Real Rusa. Dentro de la gente con la cual Rasputín establece contacto, se encuentra una mujer llamada Sonia (Barbara Shelley), quien trabaja como dama de honor de la Zarina (Renée Asherson). Además de utilizar a Sonia para satisfacer su voraz apetito sexual, Rasputín pretende hipnotizarla para que provoque un accidente en el cual se vea envuelto el hijo del Zar, otorgándole de esta forma la oportunidad de ofrecerse para sanar sus heridas, ganándose en el proceso la confianza de la Zarina. Una vez que Rasputín logra su objetivo inicial, se juramenta hacer todo lo posible para influenciar a los cada vez más vulnerables integrantes de la Familia Real Rusa, hasta conseguir el poder, la riqueza, y el prestigio que ha deseado tener toda su vida.

Pese a que durante el transcurso de la trama, “Rasputin, the Mad Monk” presenta una serie de giros argumentales que convierten a la película en una suerte de melodrama de tintes góticos, de todas formas conserva gran parte de la esencia que tanto éxito le otorgó a las producciones de horror realizadas por la Hammer. Y es que el hecho que sea una historia basada en personajes históricos no impidió que esta incluyera actos violentos y escalofriantes, como por ejemplo un intento de violación, mutilaciones varias, la desfiguración del rostro de uno de los personajes mediante el uso de ácido, y el brutal desenlace del maquiavélico protagonista. Por otro lado, Don Sharp se preocupa bastante de resaltar la dualidad de un villano complejo quien parece tener una clara conexión con el mundo de lo sobrenatural. Aun cuando inicialmente Rasputín sana a una mujer moribunda que se encuentra al interior de una pequeña taberna, no pasa mucho tiempo antes que sus verdaderas intenciones queden expuestas, ya que durante la celebración de una fiesta se revela que sus actos de aparente generosidad están motivados casi exclusivamente por su deseo de obtener alguna clase de beneficio a cambio. Más allá de su egocentrismo, lo blasfemo de sus actos, y su ambición a toda prueba, Rasputín es un personaje extremadamente carismático. Poco importa que reconozca que sus supuestos poderes le han sido concedidos por el mismísimo Diablo, ya que de todas formas logra seducir a gran parte de las personas que lo rodean, acercándose de esta forma cada vez más a la consecución de sus siniestros planes. 


Christopher Lee realiza un magnífico trabajo interpretando al vulgar, violento, lascivo, seductor, y ambicioso Rasputín, personaje al cual el actor estudió detenidamente antes del inicio del proceso de rodaje, llegando incluso al punto de consultarle a una serie de expertos acerca de los efectos del envenenamiento con cianuro en el ser humano, con el objetivo de retratar de la manera más fidedigna posible el momento en el que su personaje consume unos chocolates envenenados. El actor también retrata con bastante éxito la manera en como Rasputín explotaba las inseguridades y vulnerabilidades de quienes lo rodeaban, lo que le permitió manipular a su antojo a los miembros de la familia real, y ocupar un sitial de privilegio que él siempre pensó que merecía. Lo que es aun más interesante, es que Rasputín puede ser visto como la encarnación de uno de los temas recurrentes de las producciones de la Hammer: la lucha de la clase humilde por derrotar a la aristocracia que la oprime. Al igual que Lee, el resto del elenco también realiza una gran labor interpretativa, en especial Barbara Shelley, cuyo personaje no solo es de vital importancia para el desarrollo de la trama, sino que además busca representar la atracción que sienten algunas mujeres por hombres ruines, desalmados y despreciables, por sobre otros que se caracterizan por ser educados, distinguidos, y amables. Por otro lado, la película se ve beneficiada por la vistosa dirección de fotografía de Michael Reed, el magnífico diseño de producción de Bernard Robinson, quien hace maravillas pese a las limitaciones presupuestarias, y la correcta banda sonora del compositor Don Banks. Debido a que Don Sharp da muestras de ser un director bastante competente, resulta evidente que la mayoría de los problemas que presenta “Rasputin, the Mad Monk” tienen estricta relación con el escaso presupuesto designado para la producción. Por ejemplo, la película no explora demasiado el trasfondo político en el que se desarrollan los acontecimientos, en gran medida debido a los recortes que sufrió el guion, lo que inevitablemente le resta profundidad y dramatismo al relato. Más allá de sus posibles falencias y limitaciones, “Rasputin, the Mad Monk” es una cinta entretenida y un interesante retrato de un personaje histórico con calidad de leyenda, la cual no ha podido evitar quedar sepultada bajo otras producciones más aclamadas y exitosas de la mítica Casa del Martillo.

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