La
carrera cinematográfica del director Emilio P. Miraglia es sumamente curiosa,
ya que solo se extendió entre los años 1967 y 1972, tiempo en el cual filmaría
seis largometrajes (muchos de ellos utilizando el seudónimo Hal Brady), antes
de desaparecer de la industria sin dejar rastro. Si bien Miraglia en su corta
carrera filmó un par de thrillers policiales enmarcados dentro de subgénero del
poliziottesco y un spaghetti western, él es mayormente conocido por sus dos
incursiones en el subgénero del giallo tituladas “La dama rossa uccide sette
volte / The Red Queen Kills Seven Times” (1972) y “La notte che Evelyn usci
dalla tomba” (1971), las cuales se destacaron por su marcado coqueteo con el
horror gótico y sobrenatural. El protagonista de “La notte che Evelyn usci
dalla tomba” es Sir Alan Cunningham (Anthony Steffen), un acaudalado aristócrata
que no ha podido superar la muerte de su esposa Evelyn (Paola Natale), a quien
sorprendió siéndole infiel y que al poco tiempo después falleció intentando dar
a luz a su primogénito. Debido al delicado estado mental en el que se
encuentra, el cual provocó que durante un tiempo estuviese internado en una
institución psiquiátrica, Alan ha estado seduciendo, torturando, y asesinando a
jóvenes y atractivas pelirrojas que guardan una marcada semejanza con su difunta
esposa. Tras seguir los consejos de su amigo, el doctor Richard Timberlane
(Giacomo Rossi Stuart), Alan conoce a una mujer llamada Gladys (Marina
Malfatti), con la cual en un acto de impulsividad contrae matrimonio. Tras un
breve periodo de tranquilidad, Gladys comienza a ver la figura de una
misteriosa mujer pelirroja rondando las cercanías del castillo de Alan, lo cual
coincide con los violentos asesinatos de los que son víctimas varios miembros
del círculo cercano de su esposo, y con la misteriosa desaparición del cadáver
de Evelyn de su tumba. ¿Será que el fantasma de Evelyn se ha levantado de su
tumba para vengarse, o algo más siniestro se esconde tras los misteriosos
acontecimientos que lentamente están llevando a Alan a perder completamente la
cabeza?
Desde
sus primeros minutos, “La notte che Evelyn usci dalla tomba” hace gala de su
ambientación gótica, al mismo tiempo que Alan invita a una exuberante pelirroja
llamada Polly (Maria Teresa Tofano) a visitar su dilapidada mansión ancestral. A
medida que avanzan por las oscuras y abandonadas habitaciones cubiertas por
numerosas capas de polvo, la cada vez más desconcertada Polly no puede evitar
sorprenderse cuando Alan súbitamente revela la existencia de una habitación
brillante, completamente amoblada, y repleta de prendas femeninas. Pero ni
siquiera este espacio modernista se libra de la influencia de lo gótico, ya que
en una de sus paredes está colgado el retrato de la difunta esposa del
protagonista, detalle que se destaca por ser la primera de una serie de
referencias al film “Rebecca” (1940) de Alfred Hitchcock que presenta la cinta
de Miraglia. Lo que Polly no sabe, es que Alan no la ha llevado hasta ahí solo
para que se pruebe la ropa que alguna vez perteneció a Evelyn, sino que muy por
el contrario, luego de conducirla a un cuarto de tortura donde practican juegos
eróticos de carácter sadomasoquista, el desquiciado aristócrata termina
apuñalándola hasta la muerte. Durante al menos la primera mitad de la película,
Alan es descrito como un asesino demente, decadente y perverso, que no puede
evitar asesinar mujeres que le recuerdan a su difunta e infiel esposa. Sin
embargo, esto no impide que Miraglia plantee la idea de que no todo es lo que
parece ser, ya que como todo buen giallo las pistas falsas y las distracciones
están a la orden del día.
Tan
pronto como Alan contrae matrimonio con Gladys, las apariciones del supuesto
fantasma de Evelyn comienzan a ser cada vez más frecuentes, así como también
los crímenes que ocurren dentro de las inmediaciones de la mansión Cunningham. Si
bien la puesta en escena de algunos de los asesinatos, como por ejemplo el de
un chantajista llamado Alberto (Roberto Maldera) y el de una indefensa y discapacitada
Tía Agatha (Joan C. Davis), es particularmente sombría y escalofriante,
Miraglia no recurre en exceso a la violencia gráfica para intentar generar
terror. Muy por el contrario, el director prefiere concentrar sus esfuerzos en
construir un tono y una atmósfera dominada por la paranoia, tarea en la cual es
asistido por Gastone Di Giovanni, cuyo uso de la luz y la sombra cobra especial
relevancia en una escena donde bajo una intensa lluvia, Alan presencia lo que
él cree que es su difunta esposa levantándose de la tumba. Lo que inicialmente
se presenta como una película que busca explorar las fugas mentales que
provocan que el protagonista cometa una serie de crímenes, eventualmente se
convierte en un relato que entra de lleno en los terrenos de lo sobrenatural, para
finalmente retornar a los confines más habituales del giallo. En otras
palabras, varios de los personajes presentes en “La notte che Evelyn usci dalla
tomba” están motivados por la codicia y la envidia que les provoca la
considerable fortuna del cada vez más perturbado Alan. Esto lamentablemente atenúa
la efectividad y el atractivo de la película, ya que la trama se torna
inexorablemente más predecible. Sin embargo, esto no impide que el guion
escrito por Miraglia en compañía de Fabio Pittorru y Massimo Felisatti, incluya
una serie de giros argumentales en el tramo final de la historia, donde
probablemente el más sorprendente es aquel que intenta retratar a Alan como una
suerte de héroe. Esta decisión resulta a lo menos curiosa, ya que es imposible
no cuestionar la moralidad de un guion que no castiga a un personaje que ha
asesinado brutalmente a un par de mujeres.
En
cuanto a las actuaciones, Anthony Steffen realiza una labor correcta al momento
de proyectar la inestabilidad psicológica de un personaje con el cual resulta
sumamente difícil empatizar, incluso pese al extraño giro argumental final. Pese
a esto, Sir Alan Cunningham es sin lugar a dudas el personaje más interesante
de la cinta. Marina Malfatti por su parte, quien eventualmente protagonizaría “La
dama rossa uccide sette volte”, tiene exactamente el mismo problema que su
co-protagonista; realiza una buena labor interpretativa pero su personaje no
logra despertar la simpatía del espectador, lo que termina siendo algo
decepcionante considerando que una parte importante de la historia es relatada
desde su punto de vista. En cuanto al resto del elenco, nadie logra destacarse
demasiado principalmente porque los otros personajes que conforman el círculo
cercano de Alan responden a estereotipos, por lo que carecen por completo de
profundidad. Por otro lado, resulta destacable el atractivo diseño de
producción de Lorenzo Baraldi, quien convierte a la propiedad de Cunningham en
el escenario perfecto para el desarrollo de una historia que incluye muerte,
depravación sexual, chantaje y una completa ausencia de moral. Y es que el
castillo es un espacio esquizofrénico que fusiona y contrasta habitaciones con
un diseño modernista con los gélidos corredores de piedra que exudan influencias
góticas. Es el propio Baraldi en compañía del ya mencionado Gastone Di
Giovanni, y del compositor Bruno Nicolai, quien contribuye con una serie de piezas
musicales bastante diversas, algunas de las cuales parecen estar inspiradas por
el trabajo de Ennio Morricone, quienes son responsables de la atmósfera malsana
que domina varios pasajes de un relato tan fragmentado como la mente de su
protagonista.
Aun
cuando “La notte che Evelyn usci dalla tomba” no es una gran película y difícilmente
podría ser incluida en cualquier lista que pretenda identificar a los mejores
giallos de la historia, su particular atractivo visual y lo extraña que por
momentos resulta ser su trama, convierten al film de Miraglia en un exponente
bastante distintivo del llamado thriller a la italiana. La atmósfera sepulcral,
los escenarios brumosos, los cadáveres, la podredumbre de las lápidas del mausoleo
familiar, y la decadencia propia de los Cunningham, residen en el mismo espacio
que la elegante habitación principal de Alan, sus lujos, y el diseño kitsch.
Evidentemente se trata de una producción plagada de curiosos contrastes, donde
aquellos que están ligados a una estética y a una narrativa de estilo gótico,
son precisamente los que más llaman la atención por ser una suerte de anomalía
dentro del subgénero del giallo. Pese a que Miraglia desaprovecha el increíble
potencial del componente sobrenatural que presenta el relato, su fusión de las
convenciones del giallo y de los relatos góticos al menos resulta ser satisfactoria.
Miraglia retomaría sus inclinaciones estéticas y temáticas en “La dama rossa
uccide sette volte”, la cual usualmente suele ser reconocida como una obra
mejor lograda, aun cuando al igual que “La notte che Evelyn usci dalla tomba” fusiona
el hedor y la putrefacción de la muerte con el vacuo y artificial mundo de los
aristócratas y sus codiciosos amigos y familiares.
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