Casi
diez años después del éxito de su aclamado cyber-thriller existencialista “Ghost
in the Shell” (1995), el escritor y director japonés Mamoru Oshii comenzó a
trabajar en la que sería su secuela. Originalmente, Oshii no se embarcó en este
proyecto pensando que solo se reducía a ser una secuela de su obra más
celebrada. Según el director, “Tenía una docena de ideas, relacionadas con mi
forma de ver la vida, mi filosofía, eso era lo que quería incluir en esta
película… Visualicé a ´Innocence´ como un desafío técnico; quería ir más allá
de los típicos límites de la animación, responder algunos cuestionamientos
personales y al mismo tiempo cautivar a la audiencia.” Mientras intentaba
confeccionar el guion de “Ghost in the Shell 2: Innocence” (2004), Oshii viajó
por el mundo con el objetivo de encontrar la inspiración que necesitaba para el
film. Entre sus referentes se encontraría el director francés Jean-Luc Godard,
a quien Oshii acreditaría por la idea de incluir citas de distintos autores a
lo largo de la cinta. “La literatura le entrega una cierta riqueza al cine
porque lo visual no lo es todo. Gracias a Godard, el espectador puede
desarrollar su propia interpretación… La imagen asociada con un determinado texto
conforma un acto unificador que apunta a renovar el cine, empujándolo a hacia una
nueva dimensión,” aseguraría Oshii en una entrevista. Cuando en su momento se
le preguntó acerca del contenido de la historia, Oshii declaró, “La película
está ambientada en el futuro, pero refleja a la sociedad contemporánea. Y como
ya he mencionado, también tiene un elemento autobiográfico. Quise incluir
algunas de las cosas que me gustaban cuando era niño, como los automóviles fabricados
durante la década del cincuenta y cosas así. Básicamente, quise crear un mundo
diferente, no un mundo futurista.”
En
el año 2032, la línea divisoria entre los humanos y las máquinas se ha
difuminado a tal punto que resulta difícil distinguirla. Prácticamente todos
los humanos han aumentado sus funciones tanto físicas como mentales gracias a
la implantación de tecnología e inteligencia artificial, por lo que el concepto
de “humano” resulta complejo de definir. Después de una serie de extrañas muertes
provocadas supuestamente por el mal funcionamiento de un grupo de ginoides
(robots sexuales con forma de muñecas), una unidad policial secreta del
gobierno que se especializa en el combate contra el terrorismo conocida como Sección
9 de Seguridad Pública, es llamada a investigar el caso ya que varias de las víctimas
tenían conexiones con entidades gubernamentales. Batou (Akio Ôtsuka), un cyborg
completamente mecanizado, y su compañero Togusa (Kôichi Yamadera), cuyo cuerpo
es casi totalmente orgánico con la excepción de su cerebro, son enviados a
averiguar si las muertes causadas por los ginoides tienen algún nexo con un
grupo terrorista o responden a un trasfondo político. Durante el curso de la
investigación, Batou y Togusa eventualmente descubren que aparentemente a los
ginoides responsables de los asesinatos, les han implantado ilegalmente consciencia
humana. La investigación se complica aun más cuando un oficial de la compañía Locus
Solus, responsable de la fabricación de las muñecas sexuales, es encontrado
muerto. Aunque todo apunta a que la Yakuza puede estar involucrada en las
muertes, Batou está convencido que nada es lo que parece. Lamentablemente para
el duro y solitario oficial de la Sección 9, entre más avanza la investigación,
mayores son sus cuestionamientos acerca de la verdadera naturaleza del hombre y
su propia naturaleza.
“Ghost
in the Shell 2: Innocence” se ambienta tres años después de los acontecimientos
narrados en la película original, donde la Mayor Motoko Kusanagi (Atsuko
Tanaka) tras fusionar su fantasma (o alma) con el de un pirata informático
conocido como Puppet Master, emprende un rumbo desconocido con el fin de
descubrir que hacer con su nueva vida. Durante todo ese tiempo, su antiguo
compañero Batou ha estado intentando llenar el vacío que dejó la partida de
Kusanagi, aunque sin demasiado éxito. La desaparición de su compañera, algunos
detalles del caso que ahora está investigando, y sus propios problemas
existenciales, han llevado a Batou a cuestionarse el significado de la
condición humana. En un mundo que al menos superficialmente ha perdido casi
todo rasgo de humanidad, tanto literal como metafóricamente debido a la
integración de lo digital con lo orgánico, Batou hace lo posible por descubrir
si dentro de su cuerpo completamente cibernético existe algún vestigio de
humanidad. Este es un tema que es sumamente importante para él, lo que queda
demostrado mediante la interacción que este tiene con su mascota, un tierno
basset hound, por la cual intenta expresar lo que Batou reconoce como
sentimientos. La verdad es que más allá de la tecnología reinante en el mundo
descrito por Oshii, los problemas a los que se ve enfrentado el protagonista y
su compañero son bastante terrenales. Lo interesante es al mismo tiempo que la
película sigue la investigación llevada a cabo por Batou y Togusa, también
explora la búsqueda de ambos por encontrarle sentido a sus vidas. De hecho, es
cuando estas dos líneas dramáticas confluyen, que es posible apreciar los
momentos más interesantes de la historia.
En
términos de tono, atmósfera y contenido, “Ghost in the Shell 2: Innocence” tiene
bastante similitudes con “Blade Runner” (1982). El escenario donde se desarrolla
la historia está repleto de calles sombrías salpicadas por luces de neón, por
capas y capas de tecnología apiladas una encima de otra sin importar como estas
coexisten, y por enormes rascacielos que se pierden en medio de las nubes. Por
otro lado, el aspecto “noir” de la historia está dado principalmente por la
actitud cínica y endurecida de Batou, quien es descrito como todo un antihéroe.
Sus súbitos estallidos de violencia y su vida solitaria son contrastados con la
figura de Togusa, quien es un hombre de familia cuya paciencia es puesta a
prueba tanto por los métodos utilizados por Batou a lo largo de la
investigación, como por las implicaciones esotéricas y filosóficas que están
ligadas a los crímenes. Si bien la dinámica que se establece entre ambos
personajes es interesante, esta se ve entorpecida cuando debido a ciertos
aspectos de la investigación, tanto Batou como Togusa empiezan a citar a
diversos filósofos, teólogos, y artistas. Más allá de la idea inicial que
motivó a Oshii a incluir dichas citas, el enfoque didáctico y discursivo que
emplea resulta ser sumamente problemático ya que no solo afecta al ritmo
narrativo de la historia, la cual por momentos se torna bastante engorrosa, sino
que además desdibuja la esencia de los personajes al intentar presentarlos como
una suerte de eruditos. Quizás lo peor de todo, es que traiciona la filosofía
que Oshii pretendía emplear al incluir dichas citas, ya que terminan alzándose
como ideas impuestas sobre un determinado tema, las cuales no dejan espacio
para la libre interpretación del espectador.
Visualmente
hablando, “Ghost in the Shell 2: Innocence” tiene algunos pasajes realmente
maravillosos, tanto en relación a los escenarios donde transcurre la historia
como en el diseño de determinados personajes. Es este sentido, esta producción
representa un salto de calidad en relación a su predecesora. Mientras que la
cinta original fue realizada casi en su totalidad mediante el uso de animación
tradicional, “Innocence” emerge como un peculiar híbrido entre la animación
tradicional y el uso de CGI, lo que le da un estilo experimental al dibujo que
es bastante acorde con la trama, lo cual es complementado por la correctísima banda
sonora del compositor Kenji Kawai. “Ghost in the Shell 2: Innocence” es una
suerte de anomalía en sí misma, ya que mantiene todo aquello que resultaba
destacable de la cinta original, y al mismo tiempo repite las mismas cosas que
resultaban confusas y demasiado pretenciosas. La serie de interesantes
cuestionamientos que presenta la trama, sus entretenidas escenas de acción, y
lo atractivo de sus personajes, son contrastados por lo excesivamente complejo
que resulta ser el guion, el cual obliga al espectador a efectuar múltiples
visionados para poder captar todo lo que quería comunicar Oshii, y la ya
mencionada inclusión de citas que por momentos convierten a la historia en una
mera exposición de ideas filosóficas acerca de un determinado tema. Si bien es
habitual que en el cine de Mamoru Oshii coexistan tanto las virtudes como los
defectos del realizador, en esta oportunidad ambas aristas se manifiestan con
igual intensidad, dando como resultado una obra que paradójicamente resulta ser
ambiciosa e incluso genial, sin que eso necesariamente signifique que es una
gran película. La verdad es que la relevancia de “Ghost in the Shell 2:
Innocence” reside en su intento por definir al ser humano, su lugar en el
mundo, las conexiones que se establecen entre las personas, y entre ellas y sus
creaciones, o mejor dicho, entre las personas y quienes dependen de ellas.
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