En 1922, el director austríaco Fritz Lang estrenaría una cinta muda de dos partes titulada “Dr. Mabuse, der Spieler / Dr. Mabuse: The Gambler”, la cual presentaría a un genio criminal conocido como el Doctor Mabuse, cuyo origen se remonta a la novela del mismo nombre escrita por Norbert Jacques. Algunos años más tarde, Lang retomaría al personaje en la película “Das Testament des Dr. Mabuse / The Testament of Dr. Mabuse” (1933), la cual tendría un inusitado éxito que incluso provocó que Joseph Goebbels intentara convencer al director de participar en la confección de cintas de carácter propagandístico. Lang, quien previamente había expresado el desagrado que le generaba la ideología Nazi en la película “Spione” (1928), tras negarse a los deseos del gobierno alemán dejó su país para erradicarse por un tiempo en Francia, hasta que eventualmente decidió continuar su carrera en los Estados Unidos, donde permaneció hasta el año 1956. Luego de su retorno a la República Federal Alemana, Lang se asoció con el productor Artur Brauner, un verdadero entusiasta de la obra del director, al punto que aseguraba haber visto las películas protagonizadas por Mabuse al menos dos docenas de veces durante su infancia. Si bien inicialmente Brauner quería rodar un remake de “The Testament of Dr. Mabuse”, ante la negativa de Lang y tras una serie de conversaciones, el productor logró que el cineasta accediera a filmar una nueva película del maquiavélico personaje. De esta manera, Lang en compañía de Heinz Oskar Wuttig se puso a trabajar en un guion que condensaba gran parte de las temáticas y los elementos que repasó durante el transcurso de su carrera, como por ejemplo los peligros que suponía la vigilancia constante a la que eran sometidos ciertos miembros de la sociedad, en especial durante el gobierno de Hitler, lo que concordaba con su tendencia a centrarse en diversos personajes perseguidos y oprimidos.

En “The Thousand Eyes of Dr. Mabuse” (1960), poco tiempo antes del asesinato del periodista Peter Barter mientras este se dirigía a su trabajo, el Inspector Kras (Gert Fröbe) es contactado por un clarividente ciego llamado Peter Cornelius (Lupo Prezzo), quien asegura haber tenido una visión del crimen pero no del responsable. Pese a que todo apunta que el responsable de la muerte del periodista es el Dr. Mabuse (Wolfgang Preiss), esto es imposible ya que el genio criminal supuestamente falleció hace casi treinta años. Lo único que se sabe de Barter es que poco antes del incidente, estaba merodeando el Hotel Luxor, el cual fue modificado por los Nazis durante la Segunda Guerra Mundial con el fin de espiar a todos los pasajeros que se hospedaban en sus instalaciones. Coincidentemente, durante los últimos diez años han ocurrido una serie de crímenes sin resolver, los cuales en su totalidad parecen estar ligados con el Luxor. Actualmente en el hotel se encuentra hospedado Henry Travers (Peter van Eyck), un acaudalado empresario norteamericano que está en la ciudad con la intención de comprar una planta de energía nuclear. A poco tiempo de su llegada, Travers se involucra sentimentalmente con Marion Menil (Dawn Addams), una atractiva y atribulada mujer que está al borde del suicidio, supuestamente debido a un telegrama que recibió recientemente, y cuyo contenido no se atreve a revelar. En el hotel también se hospeda su abusivo marido, Hieronymus B. Mistelzweig (Werner Peters), un supuesto vendedor de seguros que constantemente parece estar inmiscuyéndose en asuntos ajenos. Cuando eventualmente Peter Cornelius revela en medio de una sesión de espiritismo que Mabuse es quien está detrás de todo lo que está sucediendo alrededor del Hotel Luxor, el Inspector Kras tendrá que hacer todo lo posible por averiguar donde se esconde y cuales son sus planes antes de que sea demasiado tarde. 


Los mil ojos a los que hace alusión el título de la película no son otra cosa más que las decenas de cámaras que forman parte del sofisticado sistema de vigilancia que Mabuse y sus secuaces utilizan al interior del Hotel Luxor. Gracias a su meticulosidad y a la información que posee, el genio criminal manipula prácticamente a todos los personajes con los que entra en contacto, en especial a Henry Travers, quien parece ser una pieza fundamental de su misterioso plan. En más de un sentido, “The Thousand Eyes of Dr. Mabuse” funciona como una cinta de misterio poseedora de múltiples vueltas de tuerca, ya que tanto el Inspector Kras como el espectador deben dilucidar quien es el hombre que asegura ser Mabuse, tarea que resulta ser especialmente compleja en un escenario donde nadie es quien dice ser. La idea de presentar a Mabuse como un delincuente que se esconde tras identidades falsas, sería adoptada tanto por el director Harald Reinl durante el rodaje de dos secuelas tituladas “Im Stahlnetz des Dr. Mabuse / The Return of Dr. Mabuse” (1961) y “Die Unsichtbaren Krallen des Dr. Mabuse / The Invisible Dr. Mabuse” (1962), como por otros directores que escogieron seguir explotando la imagen del mítico criminal durante la década del sesenta. De forma secundaria, Lang realiza una pequeña mención al temor que provocaba en aquel entonces el estallido de un conflicto nuclear tras el inicio de la Guerra Fría, tema que se materializa en todo su esplendor en dos momentos del film, primero cuando se especifica que la planta de energía nuclear que planeaba adquirir Travers se incendió por completo aparentemente a causa de un atentado, cobrándose la vida de decenas de personas, y luego cuando finalmente Mabuse revela sus verdaderos planes, demostrando que su ambición y su locura no tienen límites.

Durante su carrera Lang no solo demostró ser un experto a la hora de generar suspenso, sino que además se preocupó de mostrarse crítico con el concepto de visión, especialmente en aquellos casos donde se proyecta lo que se desea ver en aquello que se observa. Devoto a la negación, Mabuse solo ve engaño y destrucción, visión que se encarga de compartir corrompiendo todo a su paso. En ese sentido, además de presentar el voyerismo como uno de los temas centrales de “The Thousand Eyes of Dr. Mabuse”, la cinta incluye una escena que resulta ser sumamente simbólica. En un determinado momento de la película, Travers atraviesa un espejo de dos caras con la única finalidad de rescatar a su amada Marion, revelando en el proceso que la ha estado espiando. Dicha escena se parece bastante a una que aparece en “The Testament of Dr. Mabuse”, la cual involucra dos cuartos separados por una cortina, tanto en términos espaciales, ya que en ambos casos existen dos habitaciones contiguas separadas únicamente por una membrana que permite una visibilidad parcial, como en términos metafóricos, ya que ambas hacen alusión a la violación del orden social y la privacidad, transgresión que en este caso asoma como parte fundamental del intrincado plan de Mabuse. Lo que es aun más importante, es que en ambas escenas es el personaje llamado a ser el héroe del relato quien quebranta esta barrera simbólica, demostrando que nadie se salva de la ácida crítica social efectuada por Lang, ni de la influencia hipnótica del siniestro Mabuse.


La película en general cuenta con buenas actuaciones, escenarios atractivos, entre los que se destaca el hogar de Peter Cornelius, y la efectiva banda sonora de Gerhard Becker y Bert Grund. Aunque la historia por momentos se torna algo confusa, lo colorido de los personajes, los sorprendentes y demenciales giros narrativos, y el ritmo que le imprime Lang al film permiten que sea por sobre todo un producto entretenido. El hecho que Mabuse sea descrito como una mezcla entre Moriarty, Blofeld, y Fu-Manchu, también contribuye bastante a solidificar el encanto que posee la cinta. Aun cuando gozó de éxito comercial, “The Thousand Eyes of Dr. Mabuse” no sería precisamente bien recibida por la crítica de la época, quienes identificaron la falta de entusiasmo de un director que vivió gran parte de su carrera obsesionado con superar lo realizado en la cinta “M” (1931). Lamentablemente este sería el último proyecto de Fritz Lang, ya que estaba quedando ciego cuando rodó “The Thousand Eyes of Dr. Mabuse”. Por otro lado, el director no quiso involucrarse en el plan a largo plazo que tenía Artur Brauner para el personaje de Mabuse, ya que consideraba que su explotación indiscriminada degeneraría por completo la esencia del famoso criminal, lo que resultó ser completamente cierto. Más allá de la importancia que tiene la trilogía de Mabuse dentro de la filmografía de Lang, esta también tendría una fuerte influencia en el desarrollo del subgénero cinematográfico alemán conocido como krimi, cuya popularidad explotaría durante la década del sesenta gracias al éxito que obtuvieron las adaptaciones de la obra del escritor Edgar Wallace, las cuales estuvieron a cargo de la productora Rialto Film.

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