En 1961, el poeta y novelista Pier Paolo Pasolini debutó como director con la cinta “Accattone”, la cual contaba la historia de un joven que tras abandonar a su familia se dedica a cometer diversos crímenes, con resultados fatales. Su asistente en su primera aventura cinematográfica sería un joven de veinte años llamado Bernardo Bertolucci, con quien Pasolini estableció una cercana amistad que pronto traería frutos. Debido a que Bertolucci era un ávido cinéfilo, al punto que desde los quince años de edad comenzó a realizar una serie de películas caseras con ayuda de su familia y amigos, Pasolini le encargó junto a Sergio Citti, quien conocía bastante bien la vida en los barrios marginales y el dialecto local de Roma, la confección de un guion basado en una historia que él había escrito, el cual eventualmente se convertiría en la cinta “La commare secca” (1962). Motivado por el éxito obtenido por “Accattone”, el productor Antonio Cervi adquirió los derechos del guion escrito por Bertolucci y Citti con la esperanza que Pasolini lo llevara a la pantalla grande. Sin embargo, cuando el director prefirió enfocarse en la realización de “Mamma Roma” (1962), Cervi decidió ofrecerle la dirección del proyecto a Bertolucci, ya que su trabajo como guionista lo había dejado gratamente impresionado. El título “La commare secca” proviene de una cita que aparece al final de la película, “E giu la commaraccia secca de strada Giulia arza e rampino,” la cual se traduce como, “Y ahora el delgado chisme de la calle Giulia levanta su guadaña.” Esta cita había sido utilizada por Pasolini en su novela “Ragazzi di vita”, la cual tomó prestada de un soneto del poeta Giuseppe Giocchino Belli, quien en el siglo diecinueve escribió varios versos tildados de obscenos y blasfemos utilizando el dialecto romano.

“La commare secca” retrata la investigación policial del asesinato de una prostituta (Wanda Rocci), cuyo cuerpo es encontrado en un parque de Roma. Un policía que permanece todo el tiempo fuera de pantalla, es el encargado de interrogar a una serie de personajes que estaban presentes en el lugar mientras la prostituta esperaba la llegada de un cliente. Entre dichos personajes se encuentra un ladrón apodado Canticchia (Francesco Ruiu) que está probando suerte en la gran ciudad, un aspirante a vividor llamado Califfo (Alfredo Leggi) que es dominado por su joven amante y por su chillona esposa (Gabriella Giorgelli), un joven militar (Allen Midgette) que es alarmantemente ingenuo, un hombre llamado Natalino (Renato Troiani) que aparenta ser el más sobrio del grupo, y dos adolescentes algo extraños (Alvaro D´Ercole y Romano Labate) que buscan recolectar dinero para poder invitar a comer a dos chicas que han conocido recientemente. Cada uno relata su versión de los hechos y como fue que llegaron al lugar del crimen, y mientras lo hacen, el espectador tiene la oportunidad de ver a través de flashbacks lo que sucedió realmente el día del homicidio, lo que usualmente está en completa contradicción con los testimonios de los involucrados. Debido a la naturaleza de los testigos, los cuales en su mayoría son ladrones, vagos, o proxenetas, sus historias están inexorablemente ligadas a la pobreza y la miseria en la que están sumidos, lo que poco tiene que ver con el crimen que se está investigando. Aun cuando la temática y el estilo narrativo episódico que utiliza Bertolucci en esta oportunidad se asemeja bastante a lo hecho por Akira Kurosawa en “Rashomon” (1950), Bertolucci negó haber visto o ser influenciado por la película del maestro japonés.  


Contrario a lo que se podría suponer y según el propio Bertolucci, “La commare secca” más que una película sobre la investigación policial de un asesinato, es un ejercicio cinematográfico acerca del concepto del paso del tiempo. “Las imágenes intentan comunicar la idea básica del paso del tiempo, el correr de las horas, el trabajo silencioso de la muerte,” aseguraría el director en una entrevista. “La película es la búsqueda de un estilo capaz de devolver poéticamente la sensación del tiempo que pasa. Ese tema, tan común en la poesía, era raro en el cine. Lógicamente estaba Antonioni, pero en sus películas el paso del tiempo cobra dimensiones metafísicas. Por el contrario en mi película el paso del tiempo se susurra como un secreto, con una voz tan baja que apenas nadie lo percibe,” agregaría más tarde Bertolucci. De hecho, la maraña de relatos y testimonios que conforman la historia narrada por Bertolucci están ligados por la evolución cronológica de una lluvia intensa, que antecede cada uno de los flashbacks. Cada vez que comienza a llover, el director se enfoca en el recuento de las últimas horas de la vida de la prostituta. Por el contrario, cada vez que la lluvia cesa, la película retoma los testimonios de los testigos/sospechosos. De esta manera, Bertolucci logra comprimir todos los pequeños relatos de Canticchia y compañía entre el momento en que la prostituta se despierta en su departamento situado en medio de la nada, hasta cuando finalmente muere asesinada a manos de un desconocido. Al mismo tiempo y a raíz de su propia estructura por momentos abstracta, “La commare secca” retrata una investigación que carece de un protagonista y de una posición moral definida. Lejos de juzgar el accionar de varios de los involucrados en el film, Bertolucci hace lo posible por presentarlos como personajes cotidianos, frágiles, vulnerables y, en el fondo, abrumados y angustiados por la soledad, que es precisamente uno de los temas que atraviesa a la trama de la película.

La realización de “La commare secca” resultó ser un proceso sumamente difícil para Bertolucci, quien en ese entonces todavía vivía con sus padres y era el miembro de menor edad del equipo de filmación. Según el propio director, “No podía pensar en el primer día de filmación sin sentir escalofríos; cuando un camarógrafo me preguntó ceremoniosamente donde debía posicionar la cámara, experimenté uno de los momentos más tensos de mi vida.” Por otro lado, durante el proceso de rodaje Bertolucci no solo modificó en numerosas ocasiones el guion, sino que además se vio inmerso en una constante búsqueda de un estilo propio, ya que se sentía incómodo dirigiendo una historia que había sido escrita pensando en que Pasolini se iba a hacer cargo de ella. Esto sería confirmado por el director en una entrevista que le concedió a la revista Film Quarterly; “Uno de los problemas más grandes que tuve fue acercar esta historia, estos personajes, los cuales originalmente no eran míos ya que la historia original, que tenía dos o tres páginas, era de Pasolini, a mi sensibilidad. Esto explica cuantas cosas cambiaron durante el rodaje. En la película hice el esfuerzo de adaptar algunos personajes, que en un principio no fueron creados por mí, porque yo no provenía del ambiente del proletariado romano, a diferencia de Pasolini. De hecho, cada episodio fue rodado de manera diferente. La verdad es que realicé un esfuerzo constante por encontrar un estilo, de manera un poco ingenua, ya que nunca había dirigido nada antes de esta película.”


Pese a compartir con Pasolini el interés por poner bajo la lupa a un determinado estrato de la sociedad y la utilización de actores amateur quienes deben desenvolverse en locaciones reales, son varios los esfuerzos que realiza Bertolucci para diferenciar su obra lo más posible del trabajo de su mentor y colega. Por ejemplo, a diferencia de Pasolini quien utiliza piezas de música clásica para configurar las bandas sonoras de “Accattone” y “Mamma Roma”, Bertolucci opta por utilizar temas populares de artistas como Claudio Villa y Nico Fidenco, además de contar con una banda sonora más o menos tradicional que estuvo a cargo de Piero Piccioni y Carlo Rustichelli. Junto a esto, Bertolucci evita a toda costa la frontalidad y la austeridad visual tan característica del cine de Pasolini, reemplazándola por un constante dinamismo claramente influenciado por el trabajo de los cineastas pertenecientes a la nouvelle vague. Es la suma de sus falencias, sus virtudes, y la búsqueda por parte del director de un estilo propio, lo que convierte a “La commare secca” es un ejercicio interesante pero claramente menor, más aun si se considera la calidad de las obras que se estaban produciendo en el cine italiano en aquella época. Sin embargo, también es innegable que se trata de una cinta en extremo reveladora del gran potencial que poseía Bertolucci, el cual sacaría a relucir con creces en especial a partir de la década del setenta.

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