A
principios de la década del setenta, la carrera del director italiano Mario
Bava estaba atravesando una serie de dificultades. Tras el estrepitoso fracaso
comercial del giallo “Ecologia del delitto / A Bay of Blood” (1971), su
escalofriante ensayo sobre la necrofilia titulado “Lisa e il diavolo / Lisa and
the Devil” (1973), tuvo que ser momentáneamente archivado debido a que nadie se
interesó en distribuirlo. Con el objetivo de salvar la inversión, Bava se vio
obligado a alterar su obra original influenciado por el éxito a nivel mundial
que estaba obtenido la cinta de William Friedkin, “The Exorcist” (1973), lo que
dio como resultado el relanzamiento de su película bajo el título “La casa
dell´ exorcismo / The House of Exorcism” (1975). Estos traspiés motivaron a
Bava a desarrollar un proyecto que se alejara lo más posible de todo lo que
había hecho previamente, lo que lo llevó a situar su atención en una historia
corta del escritor Michael J. Carroll titulada “Man and Boy”, la cual había
sido publicada en la revista Giallo Mondadori. Tras asignarle la confección del
guion a Alessandro Parenzo y a Cesare Frugoni, Bava se asoció con el productor
Roberto Loyola sin siquiera imaginar la cantidad de dolores de cabeza que le
traería su supuesto benefactor. A tan solo una semana de haber iniciado el
rodaje de “Cani arrabbiati” (1974/1997), los integrantes del equipo de
filmación dejaron de trabajar cuando se percataron que había un problema con
sus cheques. Cuando Loyola les aseguró que el problema había sido resuelto,
volvieron a sus puestos solo para enterarse algunos días después que los
cheques entregados por el productor no tenían fondos. Para cuando Loyola se
declaró en bancarrota, Bava había filmado gran parte de la película, con la
excepción de un pequeño prólogo. Debido a las dificultades financieras del
productor, la cinta sería archivada y tomada como un activo por sus acreedores.
Pese a los intentos por parte de Bava de recuperar todo lo que había rodado, fue
incapaz de adquirir los derechos del film. Aun cuando se pensó que la producción
nunca vería la luz del día, veinte años más tarde la compañía Spera
Cinematografica, liderada por la actriz Lea Lander, logró recaudar el dinero
suficiente para terminar y restaurar la película, la cual eventualmente sería
estrenada en 1995 en un festival de cine efectuado en la ciudad de Milán.
La
historia de “Cani arrabbiati” comienza con un violento robo efectuado por una
banda compuesta por cuatro criminales, cuyo objetivo es apoderarse del dinero
destinado para pagar los sueldos de los empleados de una empresa farmacéutica.
Mientras llevan a cabo su frenética huida de la policía, su vehículo es
destrozado y uno de ellos fallece tras el impacto. Los tres criminales
restantes, Doc (Maurice Poli), Bisturí (Aldo Caponi), y Treintaidós (George
Eastman/Luigi Montefiori), en su desesperación huyen hacia un estacionamiento
subterráneo donde toman como rehenes a dos mujeres, una de las cuales fallece
luego de ser apuñalada accidentalmente en el cuello y desangrarse sobre el
suelo de concreto. Pese al asedio de la policía, ellos logran escapar con María
(Lea Lander) a bordo de un Fiat 125 verde. A sabiendas que los agentes de la
ley tienen identificado el vehículo en el cual están huyendo, cuando se
detienen en un semáforo rojo secuestran un nuevo vehículo y obligan a su
conductor, Riccardo (Riccardo Cucciola), a llevarlos fuera de los límites de la
ciudad donde tienen su escondite. Sin embargo, para lograrlo se verán
enfrentados a dos problemas; primero tendrán que esquivar las barreras que ha
puesto la policía para evitar que escapen de la ciudad, y segundo, en el
asiento de atrás del automóvil está el pequeño hijo de Riccardo quien se
encuentra gravemente enfermo, razón por la cual es necesario llevarlo de
urgencia a un hospital.
Una
vez que se establece el escenario donde transcurre gran parte de la trama de
“Cani arrabbiati”, la película se centra en las cada vez más intensas
interacciones entre los protagonistas, quienes están confinados al interior de
un pequeño automóvil en pleno verano sin aire acondicionado. Mientras que
Riccardo está haciendo todo lo posible por mantener la calma y pensar en una
solución para salir del embrollo en el que se ha visto forzosamente involucrado,
María está sumida en una histeria incontrolable que no le permite pensar con
claridad, y que incluso la motiva a intentar escapar sin demasiada fortuna, lo
que da pie a una de las escenas más controversiales de la película. Y la verdad
es que nadie podría culparla por su comportamiento, más aun considerando la
naturaleza violenta de sus compañeros de viaje. Cansado del llanto de María,
Doc, quien va sentado en el asiento del copiloto y es básicamente el líder del
grupo, intenta silenciarla señalándole un escalofriante hecho: “Ya hemos
asesinado a cuatro personas; una más no hará ninguna diferencia.” Lo que es
peor es que los dos criminales que van en el asiento trasero junto a María no
son mucho mejores. Mientras que Bisturí es un completo demente a quien le gusta
utilizar su navaja, Treintaidós no para de hacer gala de su apetito sexual y del
tamaño de su miembro viril. El sadismo de sus captores y su total falta de
respeto por la vida humana, provoca que tanto María como Riccardo mantengan sus
esperanzas de sobrevivencia al mínimo, lo que sumado al estado de salud del
niño que también viaja en el automóvil, realza el sentido de urgencia que
domina a gran parte de un relato que prácticamente transcurre en tiempo real.
Como
muchas otras producciones italianas de la época, como por ejemplo “L'ultimo
treno della notte” (1975), “Autostop rosso sangue” (1977), “La settima donna”
(1978), o “La casa sperduta nel parco” (1980), entre otras, la trama de “Cani
arrabbiati” se vio fuertemente influenciada por la ópera prima de Wes Craven,
“The Last House on the Left” (1972). Este tipo de películas por lo general seguían
un esquema que pese a su sencillez, era especialmente efectivo; tras cometer un
determinado crimen violento, un grupo de delincuentes habitualmente procedía a
tomar a un grupo de personas como rehenes, a quienes luego aterrorizaban y
torturaban sin ningún tipo de contemplación, llegando en algunos casos incluso
al abuso sexual. La acción podía desarrollarse dentro de una casa o al interior
de un vehículo, como es el caso del film de Mario Bava, lo que en cierta forma
lo convierte en una road movie cuyo único destino posible pareciera ser la
muerte. Todo esto provoca que “Cani arriabbiati” sea una cinta marcadamente nihilista
cuya historia se desarrolla en un mundo claramente dominado por los hombres,
quienes se rigen por la ley del más fuerte, y donde las mujeres son tratadas
como simples objetos sexuales que son utilizadas a su antojo. Dentro de la
visión pesimista que transmite en esta oportunidad Bava, pareciera desprenderse
que la muerte no es necesariamente un castigo, sino que es la única manera en
la que el hombre puede escapar de un mundo sumido en el más absoluto
descontrol.
Tomando
la influencia de directores como el ya mencionado Wes Craven y de otros como
Sam Peckinpah, y mezclando ciertos elementos del giallo con otros
pertenecientes al género conocido en Italia como poliziottesco, que abarcaba
cintas protagonizadas por criminales y agentes de la ley en las que abundaba la
acción y la violencia, Mario Bava le dio vida a la película más realista de su
carrera. Lamentablemente, esta sería la única oportunidad en la que el director
probaría suerte con una producción de estas características antes de retirarse
en 1978. Aun cuando es una muy buena película que se beneficia de una historia
fascinante, la cual además ha soportado bastante bien el paso del tiempo, “Cani
arrabbiati” está lejos de ser la obra maestra que algunos aseguran que es. A
diferencia de lo realizado por directores como Alfred Hitchcock en algunas de
sus obras, Mario Bava no logra mantener los niveles de tensión de manera
satisfactoria durante todo el transcurso del metraje, hecho que se ve
exacerbado por la caricaturización en la que por momentos caen los personajes
interpretados por George Eastman y Aldo Caponi. En lo que Bava si sale airoso,
es a la hora de retratar la peor cara de la humanidad al ritmo de la
inquietante banda sonora del compositor Stelvio Cripiani, la cual es uno de los
puntos altos del film. De la misma forma, el sorpresivo final de la historia acentúa
la noción que los protagonistas parecieran estar destinados a correr en
círculos. Y es que aun cuando el título de la cinta los describe como perros
rabiosos, la verdad es que no son otra cosa más que moscas atrapadas en un
frasco de vidrio, que pese a que se mueven frenéticamente están condenadas a no
llegar a ningún lado.
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