El Maestro Tie Qiao San (Ti Lung), miembro de los
legendarios Diez Tigres de Guangdong, es un respetado miembro de la villa en la
cual reside, donde además de liderar la milicia local se encarga de impartir
sus conocimientos en el arte del kung fu a una nueva generación de estudiantes.
Si bien sus habilidades como luchador son conocidas más allá de los confines de
la villa, desafortunadamente durante el último tiempo ha estado experimentando
una creciente adicción al opio, motivada por su creencia que su consumo es una
manera inofensiva de pasar el rato con los miembros más acomodados de su
localidad. Cuando una casa de opio es inaugurada en el corazón de la villa, nadie
se da cuenta de las consecuencias de su éxito hasta que es demasiado tarde;
aquellos miembros de la comunidad que en algún momento se caracterizaron por
ser hombres esforzados y responsables, gradualmente comienzan a abandonar sus
trabajos y a ignorar a sus familias una vez que su adicción se vuelve
incontrolable. Incluso el propio Tie Qiao San ve como su adicción se desborda,
lo que repercute directamente en las vidas de sus amigos más cercanos a quienes
ya no es capaz de proteger. Cuando por fin se da cuenta de su error de juicio,
Tie Qiao San se juramenta superar su adicción con la ayuda de uno de sus pupilos
llamado Da Niu (Alan Chan), y un maestro shaolin ciego llamado Yi Zheng (Tang
Chia), con el fin de acabar con los responsables de la venta de opio en la
región y así librar a su pueblo del yugo de la droga.
“Opium and the Kung Fu Master” (1984) del director Tang
Chia, hoy en día es recordada como una de las últimas obras destacables de la mítica
productora hongkonesa Shaw Brothers Studio, la cual a mediados de los ochenta
estaba experimentando una serie de problemas económicos causados por la aparición
de nuevos Estudios como Golden Harvest y Cinema City, cuyas producciones vinieron
a revitalizar el género del cine de artes marciales el cual hasta ese entonces,
generalmente se ambientaba en tiempos pasados y era rodado casi en su totalidad
al interior de los grandes Estudios. En comparación a las comedias de acción
protagonizadas por Jackie Chan, a la deconstrucción del subgénero Wuxia
realizada por directores pertenecientes a la Nueva Ola del cine hongkonés como
Patrick Lam, y a las alocadas cintas de acción repletas de explosiones y
escenas de riesgo filmadas por cineastas como Ching-Siu-tung y Tsui Hark, las
producciones de la Shaw Brothers no podían evitar lucir algo anticuadas. Y es
que pese a que los ejecutivos del Estudio hicieron todo lo posible por intentar
replicar las nuevas tendencias cinematográficas que iban surgiendo con el paso
de los años, tanto en Asia como en el resto del mundo, sus producciones
siguieron inexorablemente ligadas a los terrenos del Wuxia, subgénero que gozó
de gran popularidad durante la década del setenta, pero que con el correr del
tiempo comenzó a experimentar un fuerte declive comercial que provocó el
eventual cierre de la Shaw Brothers.
Aunque el tema del uso recreacional del opio que es
retratado en “Opium and the Kung Fu Master” se utiliza como una excusa para
otorgarle un cierto contexto histórico a un problema que claramente conserva su
vigencia, este también parece esconder un mensaje entre líneas de tono político,
más aún si se considera el año en el que fue estrenada la película. Las infames
Guerras del Opio llevadas a cabo durante el siglo XIX, fueron en gran medida responsables
de la ocupación de Hong Kong por parte de Gran Bretaña por un periodo superior
a los cien años. Luego de muchos años de conversaciones entre los mandatarios de
la República de China y del Reino Unido, en Diciembre de 1984 se firmó la
Declaración Conjunta Sino-Británica, que dictaminaba que Hong Kong volvería a
ser administrado por la China continental. Este importante acontecimiento
sentaría las bases para la transferencia definitiva de la región, que ocurriría
el 1 de Julio de 1997. Más allá de los posibles guiños políticos que esconde la
trama de “Opium and the Kung Fu Master”, la historia del Maestro Tie Qiao San se
alza como una potente parábola en contra de las drogas. Para ser justos, esta
no era la primera vez que la Shaw Brothers tocaba el tema de la drogadicción en
una de sus producciones. En la cinta “The Delinquent / Fen nu qing nian” (1973)
del director Chang Cheh, se exploraban las consecuencias de la adicción a las
drogas en un escenario moderno, utilizando como excusa la cruzada de venganza
de un ambicioso estudiante de artes marciales, quien decide infiltrarse en una
peligrosa pandilla para descubrir la identidad del hombre que asesinó a su
padre. Sin embargo, el caso de “Opium and the Kung Fu Master” es más
interesante por el contexto en el cual se desarrolla la historia. Y es que no
solo examina el tema de la drogadicción en el marco de una película de época, sino
que además quien cae bajo el flagelo de las drogas es un respetado y honorable
maestro, y no sus volubles e inmaduros discípulos, quienes de vez en cuando no
pueden evitar meterse en problemas con otras escuelas rivales.
Durante su primera mitad, “Opium and the Kung Fu Master”
es una cinta más bien liviana. Aun cuando se sugiere que el consumo de opio está
creciendo peligrosamente en China, la película prefiere centrar su atención en momentos
de humor slapstick, en diferentes escenas de acción que van desde una pelea
multitudinaria al interior de un restaurante hasta una llamativa competición
que combina danza y un vestuario de león, y en la subtrama romántica protagonizada
por Lu Guasi (Robert Mak), uno de los discípulos más aventajados de Tie Qiao
San, y Xiao Cui (Leanne Liu), la hermana de uno de los hombres que manejan la
casa de opio que se ha instalado en el pueblo. Una vez que “Opium and the Kung
Fu Master” entra en su segunda mitad, las cosas se tornan considerablemente más
trágicas y serias, comenzando con el terrible suicidio de uno de los discípulos
de Tie Qiao San, quien tras convertirse en un adicto al opio y abandonar su
trabajo y su familia, cierto día encuentra a su esposa colgada y a sus dos
hijos muertos tras consumir veneno para ratas, lo que lo empuja a quitarse la
vida de manera brutal ante la atónita mirada de Lu Guasi y Da Niu. Desde ese
punto en adelante, todo atisbo de comedia desaparece por completo y es
reemplazada por el retrato deprimente de una localidad siendo dominada por la
adicción al opio. A medida que los cuerpos comienzan a apilarse y las batallas
escalan en intensidad, los traficantes que en un principio se presentaban como
villanos torpes e inofensivos, se convierten en una amenaza mucho más siniestra
y tangible. Es aquí donde también Tie Qiao San cae en un espiral de
autodestrucción, al verse atrapado por su deseo de venganza, su incapacidad para
dejar su adicción, y el dolor provocado por el síndrome de abstinencia, lo que
en conjunto pone en duda que en algún momento sea capaz de detener a Rong Feng
(Chen Kuan-tai) y a sus secuaces.
La actuación de Ti Lung es sólida, aun cuando el enfoque
que se le da a su adicción es algo inocente considerando los estándares
modernos. Resultan particularmente llamativas las escenas que retratan las
consecuencias del síndrome de abstinencia, las cuales exhiben un inesperado despliegue físico por parte del actor. El resto del elenco, conformado por una
serie de actores habituales de las producciones de la Shaw Brothers, también realiza
un buen trabajo considerando los numerosos matices dramáticos que presenta la
historia. Por otro lado, “Opium and the Kung Fu Master” presenta un nivel de
producción realmente destacable. Desde el diseño de los sets hasta la dirección
de fotografía de Hui-Chi Tsao, y en especial la dinámica de las escenas de
acción, las cuales fueron coreografiadas por el propio Tang Chia en compañía de
Yuen Wah, Yuen Bun, Lee Hoi-Sang, Huang Pei-Chih y Kong Chuen, todo aporta al
innegable atractivo de la producción. Además de esto, resulta particularmente
original, inesperada e incluso profana, la solución que un malherido Tie Qiao
San propone para vencer a Rong Feng en un duelo final en el que claramente se encuentra
en desventaja. “Opium and the Kung Fu Master” es una película entretenida y
concisa, que pese a examinar el tema de la drogadicción de manera algo simplona,
su sola inclusión provoca que el film de Tang Chia se distinga del resto de las
producciones clásicas de artes marciales llevadas a cabo por la Shaw Brothers. Y
es que el simple hecho de incluir a un héroe vulnerable y propenso al fracaso por
su adicción a las drogas, se presenta como una bocanada de aire fresco dentro
de un subgénero atractivo pero propenso a la reiteración de tramas hasta el
hartazgo.
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