A mediados de los setenta, tras el éxito alcanzado por la
recientemente publicada novela de ciencia ficción “Demon Seed”, del escritor Dean
Koontz, el productor Herb Jaffe adquirió los derechos del libro con la
intención que su hijo, el guionista Robert Jaffe, lo adaptara para llevarlo a
la pantalla grande. Una vez que Jaffe terminó la confección del guion en 1975,
el Estudio Metro Goldwyn Mayer se mostró interesado en producir el proyecto.
Tras barajar los nombres de diversos directores, entre los que se encontraba
Brian de Palma, eventualmente surgiría la figura de Donald Cammell, quien
algunos años atrás había adquirido cierto reconocimiento por su participación
en el controversial film “Performance” (1970), el cual codirigió con Nicolas
Roeg. Pese a que era de conocimiento público que Cammell era un director
temperamental con una marcada afición por las drogas, este terminó siendo
seleccionado por los ejecutivos de la MGM para hacerse cargo de la cinta. Para
Cammell la adaptación de “Demon Seed” (1977) no solo resultaba interesante por
su deseo de dirigir una película de ciencia ficción, sino porque además estaba
buscando un medio por el cual canalizar la frustración que le había generado su
marginación del último proyecto en el cual había participado Roeg. Y es que la
relación creativa y profesional que mantenían ambos cineastas, se vio
fragmentada cuando a Cammell no le permitieron producir el drama de ciencia
ficción “The Man Who Fell to Earth” (1976), el cual fue protagonizado por David
Bowie y dirigido por Roeg.
En un gigantesco complejo subterráneo, un dedicado y
renombrado científico llamado Alex Harris (Fritz Weaver), ha creado la
computadora más sofisticada del mundo, poseedora de una inteligencia artificial
diseñada a imagen y semejanza de la red sináptica del cerebro humano. Proteus
IV es una máquina tan poderosa, que al poco tiempo de entrar en funcionamiento encuentra
la cura para la leucemia, todo esto tras estar solo cuatro días procesando
información. Cuando los patrocinadores de Harris comienzan a presionarlo para
que utilice a Proteus en una serie de lucrativos proyectos, la recientemente
desarrollada conciencia de la computadora provoca que esta empiece a rechazar
las órdenes que le son encomendadas, debido a los cuestionamientos que le produce
la supuesta sabiduría de los humanos que la crearon. Mientras tanto, la esposa
de Harris, Susan (Julie Christie), está intentando adaptarse a su nueva vida en
solitario al interior de la casa completamente automatizada que alguna vez
compartió con su esposo, de quien se distanció recientemente luego de la
trágica muerte de su hijo. Cuando los cada vez más incontrolables deseos de
libertad que experimenta Proteus le son negados por su creador, la computadora
toma control de una terminal ubicada en la casa de Harris, tras lo cual
convierte a Susan en su prisionera con la intención de forzarla a engendrar un
bebé diseñado artificialmente al que pueda transferirle su consciencia. De
manera despiadada y calculadora, Proteus no dudará en torturar, violar y
asesinar a quien intente entorpecer su objetivo, cuya concreción parece ser
inevitable.
Aunque es habitual que el horror y la ciencia ficción colinden
en historias tanto literarias como cinematográficas, por definición ambas
categorías pueden ser mutuamente excluyentes. Mientras que el horror depende de
la histeria irracional nacida de la superstición, de cuentos, o una determinada
fobia, la ciencia ficción se apoya en un pronóstico racional basado en mayor o
menor medida en datos empíricos y en una pizca de ilusión. Si se tiene suerte,
esto último puede engendrar un cierto grado de histeria, pero es una histeria muy
distinta a la presente en los relatos de horror. De esto se puede desprender
que aun cuando son varias las películas que mezclan ambos géneros, muy pocas lo
hacen de manera equilibrada. Por ejemplo, mientras que “Alien” (1979) es más
una cinta de horror que de ciencia ficción, “Godzilla” (1954) claramente se
inclina más hacia los terrenos de la ciencia ficción. Esta línea de pensamiento
convierte a “Demon Seed” en un extraño pero equilibrado híbrido, que
esencialmente es una mezcla entre “2001: A Space Odyssey” (1968) y “Rosemary`s
Baby” (1968). Lo que comienza como una historia de ciencia ficción acerca de
los posibles alcances obtenidos a partir del desarrollo de una computadora poseedora
de inteligencia artificial, eventualmente gira hacia el horror, específicamente
hacia los subgéneros del “home invasion” y las casas embrujadas, una vez que
Proteus se infiltra en la computadora que maneja gran parte de las funciones de
la casa del Dr. Harris. Cuando Proteus toma control del hogar de los Harris,
Susan ve con espanto como súbitamente las puertas se traban, las ventanas se
cierran de golpe, y los teléfonos dejan de funcionar, quedando completamente
aislada del mundo exterior. Una vez que la gélida voz de Proteus (cortesía de
un no acreditado Robert Vaughn) le confirma a Susan que está atrapada al
interior de la casa, ella es dominada por una serie de emociones que provocan
que pase por estados de petulancia, ira, histeria, y finalmente resignación.
Cuando Proteus le revela sus verdaderas intenciones a
Susan, tras un breve momento de hilaridad no puede evitar sentir incredulidad y
disgusto ante la descabellada idea de su particular captor. Decidido a crear un
heredero que le sirva como vehículo para caminar libre por el mundo, Proteus no
solo diseña un espermatozoide a partir de las células de su prisionera, sino
que además elabora una máquina que cambia de forma, la cual se asemeja bastante
a un cubo Rubrik, que cumple la función de proteger la casa del ingreso de intrusos,
y que al mismo tiempo actúa como heraldo de la aparente inevitabilidad de su
plan maestro, obligando de esta forma a Susan a ceder ante sus demenciales deseos.
Momentos más tarde, Susan yace boca arriba sobre un mesón ubicado en el
subterráneo que era utilizado como un laboratorio por su esposo, donde termina
siendo abusada sexualmente por Proteus y las máquinas que este controla a
distancia, en una escena que es sumamente perturbadora. Una vez que Susan ha
sido inseminada, a Proteus solo le queda esperar un par de semanas para ver si
su creación va a dar los frutos esperados, o finalmente queda confinado en las
máquinas de las cuales tanto desea escapar. El hecho que Alex ni siquiera
sospeche lo que está sucediendo con su esposa, es un guiño a la deshumanización
de un hombre que ha preferido hundirse en su obsesión por la tecnología,
desconectándose por completo de Susan, del dolor provocado por el fallecimiento
del hijo de ambos, y de la sociedad que lo rodea. Tanto Alex como Proteus
comparten la falta de compasión y entendimiento hacia la figura de Susan, así
como también comparten ciertos rasgos de personalidad que los convierten en personajes
orgullosos, dominantes, egoístas y claramente obsesivos.
Un elemento clave del atractivo de “Demon Seed” es la
actuación de Julie Christie, quien logra transmitir el exilio emocional, el
miedo y el tormento experimentado por su personaje de manera verosímil,
impidiendo de esta forma que la cinta caiga en la autoparodia. Tan destacable
como la participación de Christie resulta ser el trabajo de Robert Vaughn,
quien provee a Proteus de una voz amenazadora que sugiere que se siente con el
derecho de hacer todo lo que se le plazca solo porque está seguro que su lógica
es infalible. Por otro lado, el film también se ve favorecido por la
inquietante banda sonora de Jerry Fielding y el correcto trabajo de fotografía
de Bill Butler. Los efectos especiales diseñados por Tom Fisher en cambio, no
se han visto particularmente beneficiados por el paso del tiempo, por lo que
hoy en día difícilmente logran provocar terror. Al momento de su estreno,
“Demon Seed” obtuvo una serie de críticas dispares, las cuales en su mayoría no
fueron demasiado favorables. Y es que pese a que se trata de un film
entretenido y a ratos perturbador que presenta algunas ideas interesantes, en
especial en el campo de la ciencia ficción y con relación a la predicción de
determinados avances tecnológicos, a lo que se suma la presencia de una
protagonista que sostiene de buena manera gran parte del peso dramático del
relato, y un villano espeluznante capaz de torturar o asesinar si eso lo acerca
al cumplimiento de su objetivo, “Demon Seed” requiere que el espectador no
cuestione demasiado lo que está viendo en la pantalla, cosa que por momentos
resulta virtualmente imposible.
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