Tras la publicación en 1967 de la historia corta semi autobiográfica titulada “La Tumba de las Luciérnagas / Hotaru no Haka”, del escritor japonés Akiyuki Nosaka, la cual estaba basada en su experiencia durante el bombardeo de Kobe en 1945, fueron varios los productores interesados en llevar la historia a la pantalla grande. Sin embargo, Nosaka estaba convencido que era imposible reproducir el escenario estéril y desolador en el que se desarrollaba el relato. El escritor también aseguraba que nadie que no hubiese vivido el horror de la Segunda Guerra Mundial, iba a ser capaz de interpretar de manera convincente a la pareja de niños que protagonizaban la historia. Cuando la Editorial Shinchosa le propuso a Nosaka realizar una adaptación animada de su obra, el autor se mostró gratamente sorprendido. Fue entonces cuando el Estudio Ghibli se involucró en el proyecto, cuya dirección recaería en las manos de Isao Takahata, mientras intentaban conseguir el financiamiento necesario para llevar a cabo uno de los proyectos personales de Hayao Miyazaki, el cual eventualmente se convertiría en “My Neighbour Totoro” (1988). Takahata declaró en múltiples oportunidades que se sintió atraído por la historia luego de ver como su protagonista, Seita, era “un adolescente bastante singular.” Según el director, quien dicho sea de paso había sobrevivido a un bombardeo en su juventud, todas las historias que estaban ambientadas durante la guerra, fuesen animadas o no, tendían a ser emocionantes y tristes, y que los jóvenes que las veían desarrollaban un “complejo de inferioridad” cuando percibían que la gente durante la guerra solía ser más noble de lo que ellos jamás serían, lo que inevitablemente distanciaba al espectador de la historia que se quería relatar. Con esto en mente, Takahata se propuso crear un film que le permitiese al espectador sentirse identificado con sus protagonistas, sin importar si estaba o no familiarizado con la época en la que se ambienta la historia.

La historia de “Grave of the Fireflies” (1988) se desarrolla durante los últimos meses de la Segunda Guerra Mundial, época durante la cual Japón sufre el incesante bombardeo de las fuerzas Aliadas, lo que ha provocado que muchas de sus ciudades queden reducidas a cenizas. La ciudad de Kobe no es la excepción. Sus habitantes temerosos de perder la vida durante uno de los bombardeos, corren a refugiarse cada vez que sienten las sirenas que avisan la llegada de un nuevo ataque Aliado. Seita (Tsutomu Tatsumi) de trece años de edad, y su hermana Setsuko (Ayano Shiraishi) de cinco, están entre los sobrevivientes del último ataque a la ciudad. Su madre (Yoshiko Shinohara), sin embargo, tras sufrir una serie de quemaduras de gravedad fallece en presencia de su hijo mayor. Con la intención de sobrevivir a la indefensión en la que ahora se encuentran, Seita recupera algunas de las posesiones familiares que habían ocultado en caso de emergencia, y junto a su hermana intentan buscar cobijo en la casa de una tía (Akemi Yamaguchi) que vive en Nishinomiya. Lamentablemente para la pareja de hermanos, en dicho lugar no solo tendrán que convivir con la escasez y el racionamiento de la comida, sino que también con los malos tratos por parte de su tía, quien ve en los pequeños una amenaza que atenta contra la supervivencia de su marido y su hijo. Agobiados y desilusionados por la actitud de su único familiar cercano, Seita y Setsuko abandonan su nueva morada para instalarse en un refugio anti bombas abandonado que está orillas de una laguna, con la esperanza de poder vivir tranquilos. Sin embargo, a pesar de algunas alegrías efímeras, su nueva vida en solitario resulta ser demasiado dura, por lo que Seita deberá hacer hasta lo imposible para asegurar que tanto él como su hermana logren sobrevivir hasta que termine la guerra. 


Algo que resulta sumamente importante en relación a “Grave of the Fireflies”, es que el protagonista no es un héroe en el sentido tradicional de la palabra. Si bien Seita tras autoproclamarse como el protector de su pequeña hermana hace todo lo posible por asegurar su supervivencia, su orgullo, su testarudez y su irresponsabilidad finalmente terminan jugándole en contra. Si bien su nueva vida en solitario les otorga breves momentos de felicidad en los que se divierten, construyen columpios, cazan luciérnagas y echan a volar su imaginación intentando escapar de la cruda realidad en la que se ven inmersos, todo esto viene acompañado de marcadas carencias alimenticias, sanitarias y emocionales. Aun cuando el espectador es capaz de identificarse con las emociones y las frustraciones que experimenta Seita tras la muerte de su madre, difícilmente puede estar de acuerdo con sus decisiones o sus acciones. Mucho se ha discutido en relación a quien o quienes son los responsables del cruel destino que sufre Seita y la pequeña Setsuko. Mientras algunos apuntan a la tía de los pequeños, quien tras tratarlos de manera despectiva los termina empujando a abandonar su hogar, otros señalan al propio Seita cuya inmadurez no le permite identificar que es lo mejor para su hermana y para él. Dependiendo del prisma con el que se vea, todos son tan culpables como inocentes. Mientras que la pareja de protagonistas son demasiado jóvenes para ser responsables de sus acciones, su tía hace su mejor esfuerzo por asegurar la supervivencia tanto de su familia como de la pareja de hermanos, en un Japón donde la comida escaseaba para todos. Con la intención de zanjar esta discusión, el propio Takahara se encargó de asegurar que uno de los mensajes más importantes que entrega “Grave of the Fireflies”, es que los conflictos bélicos afectan a todos los involucrados por igual, al punto que provoca que la sociedad falle a la hora de desarrollar su función más importante: proteger a su propia gente.

Tanto las luciérnagas de las que habla el título del film como una pequeña caja metálica de caramelos que Seita comparte con Setsuko a lo largo de la historia, funcionan como herramienta dramática y a modo de metáfora. Por un lado, las luciérnagas que caza la pareja de hermanos en un momento de la cinta y que terminan iluminando su desolador nuevo hogar, los ayudan a rememorar un pasado mucho más feliz en el que ellos solían jugar sin mayores preocupaciones, pero también le enseñan a Setsuko la fragilidad de la vida cuando ella accidentalmente aplasta una con sus manos. “¿Por qué las luciérnagas mueren tan pronto?,” pregunta Setsuko con total inocencia. Es precisamente la naturaleza fugaz de las luciérnagas lo que las convierte en un símbolo tan potente, ya que al igual que Setsuko, brillan incesantemente por un breve momento para luego apagarse precozmente. Las luciérnagas también simbolizan a los aviones que sobrevuelan las ciudades de Japón, los cuales dejan un rastro de intenso fulgor una vez que las bombas que arrojan impactan a sus objetivos. La caja metálica de caramelos por otro lado, cuyo contenido va disminuyendo drásticamente a medida que avanza la historia, no solo se convierte en el contenedor del amor incondicional que existe entre la pareja de hermanos, sino que además cada uno de los caramelos pasa a ser una pequeña infusión de esperanza, un substituto superfluo de la vida que alguna vez tuvieron junto a su padre (otra víctima del conflicto bélico) y a su amada madre.


Como sucede en toda la filmografía de los Estudios Ghibli, “Grave of the Fireflies” presenta una animación fluida y un diseño de personajes que es sencillamente maravilloso. A lo largo del film son varios los momentos que exudan una belleza indiscutible, conformando pequeñas postales que resumen de forma perfecta la emocionalidad que buscaba transmitir Isao Takahara con esta historia trágica y dolorosa, que exhibe una realidad que por lo general se prefiere ignorar. Todo esto es complementado por la maravillosa banda sonora de Michio Mamiya, la cual es tan sobrecogedora como la propia historia. Más allá de los aspectos técnicos de la producción, la razón por la cual “Grave of the Fireflies” tiene un impacto tan grande en el espectador, es porque además de ser una película acerca de una pareja de niños que se ven obligados a vivir una situación desgarradora, la historia está relatada desde su punto de vista, lo que provoca que se entrelacen momentos de inocencia y optimismo con otros de pura miseria, y que a raíz de esto mismo los pequeños momentos de alegría que tienen Seita y Setsuko sean tan relevantes como los grandes giros dramáticos que posee el relato. “Grave of the Fireflies” sería estrenada en conjunto con “My Neighbour Totoro”, conformando uno de los programas más emocionalmente devastadores de los que se tengan memoria. Mientras que Totoro se convertiría en la mascota de los Estudios Ghibli, la cinta de Takahara sería en gran medida responsable de elevar el prestigio de la compañía que fundó junto a Hayao Miyazaki y Toshio Suzuki a nivel internacional. Con un discurso claramente anti bélico, por mucho que Takahara siempre negara que fuese así, “Grave of the Fireflies” es sencillamente una obra maestra de la animación, la cual es poseedora de un mensaje incombustible que paradójicamente esconde una pizca de esperanza. Y es que aun cuando la guerra destroza y consume los cuerpos de Seita y Setsuko, no logra apagar sus almas las cuales brillan intensamente una vez que finalmente logran reunirse, tanto o más que las luciérnagas que tanto les gustaba capturar.

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