En 1927,  la revista Scribner´s Magazine publicó una historia corta del escritor Ernest Hemingway titulada “The Killers”, la cual se centraba en un par de criminales que ingresaban a un restaurante en busca de un boxeador sueco llamado Ole Andreson, con la intención de asesinarlo por motivos que no tienen del todo claros. Dicho relato contenía una serie de diálogos con connotaciones implícitas, que invitaban al lector a imaginar el pasado de los protagonistas y de su potencial víctima, lo que eventualmente llamó la atención de algunos creativos que trabajaban al interior de la industria cinematográfica norteamericana. En 1946, el director Robert Siodmak llevaría dicha historia a la pantalla grande, creando una película que con el tiempo se convertiría en una de las piezas fundamentales del cine negro americano. Dieciocho años más tarde, los Estudios Universal decidieron recuperar los derechos de “The Killers” con la intención de realizar un telefilme para la cadena NBC, el cual sería producido y dirigido por Don Siegel. El guion de esta nueva adaptación, la cual originalmente se titulaba “Johnny North”, estaría a cargo de Gene L. Coon, quien prefirió utilizar como base narrativa el film de Siodmak, dejando por completo de lado los elementos presentes en el relato original. En lo que resultaría ser un revés afortunado para Siegel y compañía, los niveles de violencia que presentaba la cinta, en particular una escena en la que un criminal llamado Jack Browning (Ronald Reagan), comete un asesinato de características similares al del Presidente John F. Kennedy, provocaron que los ejecutivos de los Estudios Universal y de la NBC decidieran estrenar “The Killers” (1964) únicamente en el cine, lo que eventualmente sería mucho más beneficioso para gran parte de los involucrados en la producción.

Charlie Strom (Lee Marvin) es un frio y experimentado asesino a sueldo. Junto a su joven compañero Lee (Clu Gulager), se dirigen hacia una escuela para no videntes con objetivo desconocido. Tras atacar violentamente a la recepcionista no vidente del establecimiento, se revela que la naturaleza de su visita está lejos de ser placentera. Y es que la peligrosa pareja de criminales está recorriendo los pasillos de la escuela con la intención de encontrar y asesinar a Johnny North (John Cassavetes), un piloto de carreras retirado que ahora se dedica a enseñar ingeniera automotriz. Pese a que North es alertado de la presencia de los dos individuos, no hace ningún intento por huir del lugar. Una vez que Charlie y Lee irrumpen en la sala de clases donde se encuentra su objetivo, ven con sorpresa como North se queda impávido, absolutamente indiferente ante lo que está por suceder, mientras recibe los certeros disparos dirigidos hacia su persona. Pese a haber cumplido su trabajo sin mayores complicaciones, algo le molesta a Charlie: fue demasiado sencillo. Impulsados por su propia curiosidad, los asesinos deciden investigar el pasado de North y los motivos que lo llevaron a desear su propia muerte, lo que eventualmente los lleva a involucrarse con un peligroso criminal.


Mediante un flashback se revela que durante su época como piloto de carreras, Johnny inicia una relación sentimental con una atractiva mujer llamada Sheila Farr (Angie Dickinson), quien termina involucrándolo en un millonario robo organizado por un criminal llamado Jack Browning, el cual tendrá numerosas consecuencias para todos los involucrados. Durante su carrera, Don Siegel se caracterizó por ser un director con un amplio domino del género del thriller, y por tener una habilidad especial a la hora de describir actos individuales con mecánica precisión. En esta oportunidad, los actos individuales descritos por el director son por lo general violentos. Mientras que en el caso de Charlie y Lee, quienes a diferencia de lo que sucede en el film de Siodmak aquí tienen un rol más protagónico, la violencia suele ser explicita debido a que ambos disfrutan profundamente de su trabajo, lo que los empuja a actuar con la máxima brutalidad y frialdad posible cada vez que tienen la oportunidad, en el caso de la tóxica relación que se establece entre Johnny y Sheila, la violencia suele ser implícita ya que es través de sus actitudes y sus mentiras que Sheila hunde lentamente a Johnny en un espiral de autodestrucción del que será incapaz de salir. Como es posible deducir, la gran víctima de la cinta es Johnny quien consumido por una pasión irrefrenable, termina siendo usado y maltratado por prácticamente la totalidad de los personajes con quienes tiene la mala fortuna de relacionarse.

Algo que resulta en extremo interesante, es la manera en como Siegel describe a cada uno de los personajes principales, en especial a la dupla de asesinos, más aun considerando que no se entregan mayores detalles de su vida. Es mediante sus gestos y su interacción con otros (Charlie se muestra como un hombre mesurado e impasible, mientras que Lee es volátil e impulsivo), que Siegel le explica al espectador todo lo que necesita saber acerca de sus motivaciones y de la dinámica de su relación. Probablemente la mayor semejanza entre ambos criminales es su marcada frialdad, la cual les permite pasar en un microsegundo de una conversación trivial y amable, a un acto de violencia indescriptible y brutal. Varios años más tarde, dicha caracterización influenciaría a Quentin Tarantino a la hora de crear a Vincent Vega y Jules Winnfield, la dupla de asesinos a sueldo que aparecen en “Pulp Fiction” (1994). Aparentemente, Siegel le pidió a Gulager que hiciera todo lo posible por opacar a Marvin en las escenas que compartían, a sabiendas que este último poseía el carisma suficiente como para desviar cada uno de los ataques de su compañero con un simple levantamiento de cejas. Es precisamente la influencia que Charlie ejerce sobre Lee lo que provoca que inicialmente este último acceda a investigar el pasado de North. Es tan solo cuando se enteran que su víctima estuvo involucrada hace algunos años en el robo de un millón de dólares, que Lee muestra real interés en la cruzada de su colega, ya que está seguro que ese dinero puede ser suyo si escarban lo suficiente. Si bien esto es un aliciente adicional para que Charlie continúe buscando una explicación para la extraña reacción de North, la verdad es que su obsesión obedece a un deseo de comprender mejor el comportamiento humano, el cual hasta su último trabajo pensaba que entendía a la perfección.


En cuanto a la elección de Ronald Reagan por parte de Siegel para interpretar al inescrupuloso Jack Browning, pese a ser una decisión cuestionable funciona mucho mejor de lo esperado. Durante su irregular carrera como actor, Reagan jamás había interpretado a un villano ya que se había preocupado de cultivar la imagen “del chico amable de al lado”, la cual posteriormente explotaría cuando decidió lanzarse como candidato a la presidencia de los Estados Unidos. Lo que a todas luces parece ser un error de casting, Siegel lo ocupa a su favor para establecer la idea que es virtualmente imposible conocer por completo a una persona. Jack Browning aparenta ser un respetable y educado hombre de negocios, hasta el preciso momento en que le propina una violenta bofetada a Sheila, que es cuando saca a relucir su verdadera naturaleza. Reagan terminaría odiando su participación en “The Killers” no solo porque lo retrataba como un asesino y un golpeador de mujeres, sino porque además ponía en duda la supuesta imagen de respetabilidad que tanto se había esmerado en construir. El resto del elenco por su parte, en general realiza un buen trabajo, especialmente Lee Marvin cuya actuación en esta película no solo le significó convertirse en una estrella, sino que además lo hizo merecedor de un premio BAFTA al mejor actor extranjero por interpretación del implacable Charlie Strom.

La invariabilidad de la naturaleza de las personas, la imposibilidad de comprender por completo las motivaciones que guían las acciones de un determinado individuo, y la fuerza corrosiva que tiene las obsesiones, son algunos de los temas que Siegel explora con una habilidad admirable a lo largo de la cinta. Tan destacable como esto, es la forma en como Siegel decide retratar la violencia presente en el film, ya que exhibe una particular fusión de estilos entre lo que hasta ese momento se acostumbraba hacer en Hollywood, y lo que años más tarde se volvería una tendencia gracias a la irrupción de directores como Sam Peckinpah. Es así como Siegel pasa de una descripción de la violencia en extremo estilizada al punto de distanciarla de la realidad, a una más cruda que provoca un impacto mucho mayor en el espectador. Probablemente lo único criticable de “The Killers”, está directamente relacionado con las limitantes que posee una producción pensada originalmente para la televisión. Lo más notorio es el uso indiscriminado de proyecciones en las escenas que transcurren arriba de un automóvil, las cuales lamentablemente son numerosas y se ven en extremo artificiales. Algo similar ocurre con la inclusión de imágenes de archivo, las cuales son utilizadas para escenificar el accidente que North tiene durante una carrera. Más allá de estos pequeños detalles, “The Killers” de Don Siegel bien podría ser considerado como un film clásico del cine norteamericano, el cual no solo logra diferenciarse de la cinta de Robert Siodmak con bastante éxito, sino que además establece un cambio estilístico que muchos directores seguirían a partir de finales de la década del sesenta en adelante.

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