Tras el exitoso estreno de “Alien” (1979) del director Ridley Scott, fueron muchos los cineastas que influenciados por su particular fusión de géneros cinematográficos y por las temáticas expuestas en la cinta, como por ejemplo las ansías de la humanidad por explotar los recursos que supuestamente ofrece el espacio, intentaron probar suerte en el mundo de la ciencia ficción. Uno de estos directores fue Peter Hyams, quien no era ajeno al tema de la conquista del espacio ya que durante la década del sesenta cuando trabajaba como productor y presentador de la cadena de televisión CBS, le tocó cubrir en varias oportunidades el programa espacial de la NASA. De esta forma nació “Outland” (1981), cuyo concepto original curiosamente no tenía relación alguna con la ciencia ficción. Según declararía el propio director, “Yo quería hacer un Western. Todo el mundo me dijo, ´No puedes hacer un Western; los Westerns están muertos; nadie querrá hacer un Western´. Recuerdo haber pensado que era extraño que un género que había perdurado por tanto tiempo estuviese acabado. Pero entonces desperté y llegué a la conclusión (obviamente luego que otras personas lo hicieran) que el género estaba sano y salvo, pero en el espacio exterior. Quería hacer una película sobre la última frontera. No sobre las maravillas o el glamour del concepto: quería hacer algo acerca de Dodge City y lo  difícil que era la vida ahí. Eso fue lo que escribí, y tuve la fortuna que Sean Connery quiso participar. ¿Y cuántas oportunidades de trabajar con Sean Connery puedes tener en la vida?”

El protagonista de “Outland” es el Marshall Federal William T. O´Niel (Sean Connery), quien está a dos semanas de regresar a la Tierra luego de permanecer durante un año a cargo de la vigilancia de una colonia minera manejada por la compañía Conglomerates Amalgamated, la cual está ubicada en Io, una de las lunas de Júpiter. Si bien las condiciones de vida en Io son difíciles; la gravedad es equivalente a 1/6 de la existente en la Tierra y el satélite no posee una atmósfera respirable, lo que obliga a sus residentes a utilizar trajes espaciales equipados con tanques de oxígeno para poder trabajar, O´Niel recibe generosos bonos por su trabajo que sirven para compensar el esfuerzo que significa vivir en un lugar así. Lamentablemente su esposa Carol (Kika Markham) no piensa lo mismo, y junto a su hijo Paul (Nicholas Barnes) se han trasladado a la estación espacial ubicada en Júpiter para poder regresar a la Tierra lo antes posible. Además de lidiar con sus problemas familiares, O´Niel tendrá que investigar los suicidios aparentes de dos mineros que sufrieron una descompresión explosiva. Si bien uno de ellos rompió voluntariamente su propio traje espacial mientras se encontraba trabajando en el espacio exterior, y el otro se expuso deliberadamente a la atmósfera cero sin ningún tipo de protección, O´Neil no puede dejar de pensar que algo raro está sucediendo. Cuando finalmente descubre la  verdad que se oculta tras las muertes, a O´Neil no le quedará más remedio que intentar desenmascarar a los culpables quienes harán todo lo posible por silenciarlo para siempre. 



Según reconoce el propio Hyams, tanto el estilo visual como el trasfondo temático utilizado por Ridley Scott en “Alien” fue su principal fuente de inspiración a la hora de plasmar su visión de cómo sería la “última frontera” en el futuro, una vez que la galaxia abriera sus puertas a la explotación comercial. Es así como el director recoge la atmósfera claustrofóbica y la crítica al capitalismo presente en el film de Scott, y la adapta a su particular “pueblo fronterizo” el cual está habitado mayormente por cientos de trabajadores atados a pesadas jornadas laborales, los que además están confinados a un espacio reducido que por momentos se asemeja a una verdadera prisión. Lo deprimente que resulta ser su modo de vida los ha llevado a pasar su tiempo libre generalmente alcoholizados en compañía de prostitutas, en ruidosos clubes nocturnos ambientados con música electrónica y vistosos juegos de luces. En esta realidad nadie se preocupa por la existencia de otras formas de vida, sino que prefieren centrar su atención en los jugosos bonos que entrega la compañía, y en el temor que les provoca la posibilidad de sufrir un accidente laboral provocado por el calor extremo, la falta de oxígeno o la exposición a la atmósfera espacial. En esta realidad creada por Hyams, la ley y el orden están controlados por la misma compañía que está a cargo de la explotación minera, tal y como sucedía en el viejo Oeste donde los sheriffs usualmente eran contratados por las autoridades de una determinada localidad. Por lo tanto si bien el Marshall y sus colaboradores están en el lugar para mantener la paz, es la paz de la compañía la que están llamados a proteger. El problema que expone “Outland” básicamente se desencadena porque la supuesta paz de la compañía entra en conflicto directo con el bienestar de los trabajadores, cuyo único protector verdadero termina siendo el solitario O´Neil.

William T. O´Niel es la representación viviente de la rectitud, un hombre incapaz de aceptar un soborno, ser infiel, o traicionar sus principios, lo que lo convierte en un hombre que no parará hasta eliminar aquello que está corrompiendo a los habitantes de la colonia, sin importar que para lograrlo tenga que enfrentarse a sus superiores, en especial al Gerente General de la mina, Mark Sheppard (Peter Boyle), cuyo poder lo ha hecho creer que es intocable. Esto tiene como consecuencia que O´Niel prácticamente se quede sin aliados, con la sola excepción de la Doctora Marian Lazarus (Frances Sternhagen), quien lo ayuda con su investigación. La relación que se establece entre estos dos personajes termina siendo esencial dentro del desarrollo de la trama de “Outland”. Pese a que en un principio la Dra. Lazarus acepta a regañadientes examinar los restos de los mineros fallecidos, demostrando incluso algo de animadversión hacia el protagonista, a medida que comienzan a pasar más tiempo juntos son capaces de forjar una cálida amistad. Curiosamente, Hyams originalmente había escrito ese rol para que fuese interpretado por un hombre, aunque eventualmente cambió de idea y decidió cedérselo a Sternhagen sin cambiar una sola línea de diálogo. Afortunadamente para el funcionamiento de la historia, la química que se establece entre ella y Connery no solo permite que los intercambios de opiniones que protagonizan la doctora malhumorada y el Marshall impaciente adquieran tintes cómicos, sino que además ayudan a que el espectador los identifique como el compás moral del film. Lo que es aún más importante, es que sin Lazarus, O´Niel quedaría reducido a la figura de un tipo rudo con problemas familiares; con ella, el protagonista se convierte en un héroe, en especial cuando le revela los motivos que lo llevan a quedarse en Io pese a los riesgos que aquello conlleva.



Pese a que durante el primer tercio de la cinta Hyams le imprime un cierto halo de misterio a la trama policíaca, no tarda demasiado en revelar que es lo que sucede en la colonia minera y quien está detrás de todo el asunto. La verdad tras las muertes está relacionada con una operación de tráfico de drogas que afecta a los trabajadores de la mina, quienes las utilizan para mejorar su desempeño laboral sin saber que su uso prolongado puede provocar crisis psicóticas. Quien maneja dicha operación es nada menos que Mark Sheppard, quien desde el momento que aparece en pantalla muestra indicios de ser el gran villano de la historia. Según Hyams, Peter Boyle no comprendió del todo su rol hasta que pudo ver el film terminado, momento en el que le agradeció al director por permitirle interpretar el papel de Sheppard. Cuando O´Neil comienza a interferir con la operación de Sheppard, este intenta sobornar al Marshall. Cuando eso no funciona, trata de amedrentarlo. Ya cuando todo la anterior falla, decide contratar a un grupo de asesinos que deberían llegar en el próximo transbordador semanal. El protagonista, quien ha estado monitorizando los movimientos de Sheppard, no tiene más remedio que sentarse a mirar el reloj y esperar que pase el tiempo hasta la llegada de los criminales llamados a terminar con su vida, a sabiendas que nadie en la colonia va a ayudarlo, ni siquiera los delegados que tiene a su cargo debido a la apatía que todos sienten por su causa. Como salta a la vista, Hyams toma una serie de elementos dramáticos prestados del film “High Noon” (1952), del director Fred Zinnemann, con la salvedad que en esta oportunidad la cuenta regresiva transcurre en un lapso de alrededor de 20 minutos, y no en tiempo real como sucede en la cinta protagonizada por Gary Cooper.

Las actuaciones en general son bastante buenas, en especial las del trío protagónico conformado por Sean Connery, Frances Sternhagen y Peter Boyle. Igualmente interesante resulta ser el comportamiento del resto de los habitantes de la colonia, el cual fue producto del curioso manejo que Hyams tuvo con los extras. Según el director, “Hice que los extras se quedaran en las habitaciones destinadas a los trabajadores durante días. Los puse en literas, les dejé revistas pornográficas y todo tipo de cosas. Y sencillamente no los dejé salir de ahí. Se vieron obligados a sentarse en el lugar por horas. Después de un tiempo comencé a ver como sucedía una serie de eventos extraños. Al principio reinaba una especie de letargo. Ellos comenzaron a agruparse y a jugar cartas. La forma en como ellos empezaron a moverse se volvió real. No soy lo suficientemente inteligente como para decirle a un montón de personas como deben moverse. Lo que hice fue para lograr que ellos vivieran tanto tiempo ahí que todo se volviera real.” Por otro lado, las lagunas que por momentos experimenta el ritmo narrativo de la cinta, son compensadas por el dinamismo que exhibe tanto el trabajo de fotografía de Hyams (aunque Stephen Goldblatt fue acreditado como director de fotografía, es sabido que Hyams no le permitió hacer el trabajo para el que supuestamente lo habían contratado), como la labor de edición de Stuart Baird, en especial durante las escenas de acción. Por último cabe resaltar la efectiva banda sonora de Jerry Goldsmith (otra de las similitudes que “Outland” comparte con “Alien”), lo atractivo del diseño de producción a cargo de Philip Harrison, y lo verosímiles que resultan ser los efectos especiales, más aun considerando que ninguno de estos fue generado por computadora. Usualmente criticada por tomar demasiados elementos prestados de “Alien”, por lo incorrecto de algunos de sus conceptos científicos (la descompresión explosiva es el mejor ejemplo), y por lo superficial que termina siendo la subtrama que involucra a la familia del protagonista, “Outland” es fácilmente una de las mejores películas de Peter Hyams, cuya irregular carrera casi siempre brilló más cuando se atrevió a probar suerte en los terrenos de la ciencia ficción.

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