Previo a fines de la dĆ©cada del cincuenta, la industria cinematogrĆ”fica italiana habĆ­a mostrado un interĆ©s prĆ”cticamente nulo por narrar historias enmarcadas en el gĆ©nero del horror. Esto comenzarĆ­a a cambiar con el estreno de “I vampiri” (1957), del director Riccardo Freda, la que hoy es considerada por un buen nĆŗmero de historiadores como la primera pelĆ­cula de horror sonora hecha en Italia. Lo que resulta curioso con respecto a su concepción, es que partió como una suerte de experimento por parte de Freda, quien no estaba necesariamente motivado por explorar el gĆ©nero. SegĆŗn el explicarĆ­a el propio Freda en 1971, “Todo comenzó como una apuesta. Un dĆ­a estaba hablando con dos productores, (Ermanno) Donati y (Luigi) Carpentieri. Les dije que podĆ­a hacer una pelĆ­cula en dos semanas, y ellos me respondieron que era imposible. Yo insistĆ­, asĆ­ que llamaron a (Goffredo) Lombardo (dueƱo de la productora Titanus): ellos le explicaron mi propuesta a Lombardo y le preguntaron si querĆ­a distribuir la pelĆ­cula una vez que estuviese terminada. Ɖl aceptó sin demasiado entusiasmo y yo rĆ”pidamente escribĆ­ el guion de ´I vampiri´, el cual fue rodado en 12 dĆ­as. Luego renunciĆ© a la dirección porque tuve una discusión con los productores, y ellos completaron el resto de la pelĆ­cula en 2 dĆ­as. La cinta estaba ambientada en ParĆ­s, pero gracias a las miniaturas y a los trucos que creĆ© junto al cineasta Mario Bava, filmamos todo en el patio del estudio de Titanus, en Roma.” Varios aƱos mĆ”s tarde, Freda repasarĆ­a la misma anĆ©cdota haciendo hincapiĆ© en el escaso presupuesto con el que contó el proyecto: “´I vampiri´ nació de manera muy curiosa. Estaba en la oficina de Donati y Carpentieri, pensando en proyectos que pudiese llevar a la pantalla grande, cuando propuse de manera casual hacer una cinta de terror. Ellos me preguntaron si tenĆ­a alguna idea preparada. No la tenĆ­a, pero les dije que podĆ­a desarrollar algo en 24 horas. AsĆ­ que al dĆ­a siguiente les llevĆ© una historia. No escribĆ­ nada, solo grabĆ© mi voz en una cinta. Incluso yo mismo hice los efectos de sonido, como el crujido de las puertas y cosas asĆ­. Fue muy divertido. Donati y Carpentieri llamaron a Lombardo, quien de inmediato aceptó mi propuesta. Supongo que Lombardo estaba teniendo uno de sus ´dĆ­as buenos´, y el hecho que no le pidiera demasiadas cosas para el film ayudó: AceptĆ© filmar la pelĆ­cula en 10 dĆ­as, con la Ćŗnica condición que pudiese contar con Gianna Maria Canale como protagonista, con Mario Bava como director de fotografĆ­a y con Beni Montresor a cargo del diseƱo de producción.”

Durante el Ćŗltimo tiempo en ParĆ­s se han multiplicado los asesinatos de mujeres jóvenes que inexplicablemente aparecen sin una gota de sangre en el cuerpo. Estos crĆ­menes le han sido atribuidos a un mismo asesino, el cual la prensa ha apodado como “el Vampiro”. Cuando el periodista Pierre Lantin (Dario Michaelis) decide investigar por su cuenta los crĆ­menes, su novia, la bailarina Nora Duval, termina siendo secuestrada. Convencido que el Vampiro es el responsable de la desaparición de su novia, Lantin se obsesiona con su investigación hasta que eventualmente se encuentra con la Condesa Margherita du Grand (Gianna Maria Canale) y con su bella sobrina Giselle (Gianna Maria Canale), quienes bajo su apariencia inocente esconden un oscuro secreto.

En el siglo XVII, la Condesa hĆŗngara ErzsĆ©bet BĆ”thory supuestamente asesinó y torturó a mĆ”s de 650 jóvenes con el objetivo de utilizar su sangre para conservar su juventud. Se dice que la Condesa no solo se baƱaba en la sangre de sus vĆ­ctimas, sino que tambiĆ©n la bebĆ­a, lo que provocó que con el paso de los aƱos se forjara una leyenda vampĆ­rica en torno a su figura que rivalizó incluso con la del mĆ­tico Vlad Tepes. Ella serĆ­a la principal fuente de inspiración de Riccardo Freda, Piero Regnoli y Rijk Sijƶstrom al momento de escribir el guion de “I vampiri”, el cual no solo intentó modernizar el escenario gótico tradicional en el que hasta ese momento solĆ­an ambientarse las pelĆ­culas que exploraban el mito del vampirismo, sino que ademĆ”s buscaba reconfigurar la imagen del vampiro clĆ”sico, primero cambiando las motivaciones, el gĆ©nero y el accionar del chupasangre de turno, y luego insertando personajes como el Profesor Julien du Grand (Antoine BalpĆŖtrĆ©), quien es presentado como una suerte de cientĆ­fico loco que entre otras cosas realiza experimentos utilizando la sangre de jóvenes vĆ­rgenes, y otros como Joseph Signoret (Paul Muller), un criminal sentenciado a la guillotina quien tras ser reanimado por el Profesor du Grand queda reducido a la figura de un adicto a la heroĆ­na que es manejado al antojo de su “creador”.

Una de las virtudes de “I vampiri” es la madurez y la sofisticación con la que se retratan las motivaciones y el accionar de gran parte de los personajes, otorgĆ”ndoles un nivel de complejidad que impide que se conviertan en meros estereotipos. Por ejemplo, mientras que el Inspector Chantal (Carlo D´Angelo) termina demostrando que no es el tonto que todos creen que es, Pierre Lantin nunca muestra mayor interĆ©s por Giselle du Grand, aun cuando la joven busca llamar insistentemente su atención. “La mujer mĆ”s hermosa de ParĆ­s te coquetea y a ti ni siquiera te importa”, le recrimina su amigo y fotógrafo Ronald Fontaine (Angelo Galassi) al protagonista, a quien solo le preocupa convertirse en un periodista famoso. El Profesor du Grand y su asistente por otro lado, pese a la ambivalencia que por momentos expresan en relación a las demandas de Margherita, finalmente no experimentan ningĆŗn tipo de remordimiento por sus crĆ­menes, ya que estĆ”n convencidos que ciertos sacrificios son necesarios para alcanzar la grandeza. “Un dĆ­a descubrirĆ© la energĆ­a que crea la vida y la harĆ© fluir por siempre a travĆ©s de mis sujetos.  Ese serĆ” mi momento de triunfo… porque significarĆ” que mi trabajo no fue en vano,” asegura el Profesor demostrando cuĆ”les son sus verdaderas motivaciones. Si bien la manera en cómo estĆ”n construidos los personajes resulta interesante, lo que mĆ”s llama la atención es la honestidad con la que se retrata la adicción a las drogas de Joseph Signoret y la latente frustración sexual que irradia la Condesa/Giselle, cuya bĆŗsqueda constante por conservar su belleza estĆ” fuertemente ligada al dolor provocado por un amor no correspondido en el pasado, historia que ahora trĆ”gicamente parece estar llamada a repetirse.

  
“I vampiri” no solo le otorgó a Mario Bava la oportunidad de demostrar su innegable habilidad como director de fotografĆ­a, ya sea plasmando ciertos toques expresionistas en algunos pasajes del film o aplicando tĆ©cnicas de transición aprendidas de maestros como el alemĆ”n Karl Struss en escenas importantes como aquella que revela la verdadera identidad de Giselle du Grand, sino que ademĆ”s le presentó el desafĆ­o de asumir como director de la producción una vez que Freda renunció a su puesto. Ante la ausencia de algunos de los actores y el escaso tiempo con el que contaban, Bava y el guionista Piero Regnoli se vieron obligados a reestructurar la historia, centrĆ”ndola en la figura de Pierre Lantin y su investigación, lo que les permitió cumplir con los plazos estipulados sin sacrificar la coherencia del relato. Afortunadamente para el funcionamiento de la cinta, tanto Dario Michaelis como Gianna Maria Canale y Antoine BalpĆŖtrĆ© realizan un correcto trabajo interpretando sus respectivos papeles. Igualmente destacable es el atractivo diseƱo de producción de Beni Montresor, quien hizo maravillas con algunos sets pese al escaso presupuesto con el que contaba el film, y la melodramĆ”tica banda sonora del compositor Roman Vlad, la cual si bien no es precisamente memorable complementa bien el tono decadente que Freda y Bava le imprimen a la figura de la Condesa du Grand.

Lamentablemente para Riccardo Freda y compaƱƭa, cuando la cinta fue estrenada no fue bien recibida por el pĆŗblico italiano, debido a la desconfianza que les produjo que uno de sus compatriotas realizara su propia interpretación del cine de terror. SegĆŗn el propio Freda, cuando el film se exhibió por primera vez en San Remo, todo el mundo se mostró interesado cuando vieron el arte presente en el póster promocional, “pero entonces cuando en el Ćŗltimo segundo vieron el nombre Freda… un nombre italiano, todos pusieron mala cara, porque consideraron que era una idea descabellada.” Y es que en ese entonces el consenso general era que los norteamericanos eran quienes realizaban cintas de horror, no los italianos. Esto provocó que en los aƱos venideros un buen nĆŗmero de directores entre los que se encontraban Freda y Bava, firmaran algunas de sus obras utilizando seudónimos anglosajones con el fin de evitar posibles fracasos comerciales. Contrario a lo que se podrĆ­a suponer, “I vampiri” no serĆ­a la responsable de iniciar una nueva oleada de producciones de horror italianas. Dicho honor, segĆŗn el British Film Institute, le pertenece al film “Black Sunday/La Maschera del Demonio” (1960) de Mario Bava, cuyo Ć©xito a nivel internacional finalmente logró darle el impulso necesario a directores y productores italianos para sumergirse de lleno en el gĆ©nero del horror.

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