Pese a trabajar en
Hollywood por mĆ”s de 45 aƱos, el actor Henry Fonda solo produjo una pelĆcula
durante toda su carrera. Lamentablemente la experiencia resultarĆa tan
estresante, que Fonda se dio cuenta que era una labor que no le interesaba
repetir. En Septiembre de 1954, la cadena televisiva CBS dentro del marco de su
serie de antologĆas, “Studio One” (1948-1958), transmitiĆ³ un episodio titulado
“Twelve Angry Men”, cuyo guion centrado en un drama judicial habĆa sido escrito
por Reginald Rose. Fue tal el impacto que provocĆ³ dicho episodio en Fonda, que
el actor contactĆ³ a Rose con quien eventualmente logrĆ³ recaudar $350.000
dĆ³lares para llevar la historia a la pantalla grande. Para dirigir el proyecto,
ambos decidieron reclutar a un joven director cuya experiencia solo se limitaba
al rubro de la televisiĆ³n, pero que era bastante conocido por su esplĆ©ndido
manejo de los elencos con los cuales trabajaba. El escogido serĆa Sidney Lumet,
quien con esta producciĆ³n darĆa inicio a una brillante carrera en Hollywood. La
tarea asumida por Fonda, Rose y Lumet era sumamente compleja considerando las
caracterĆsticas del relato que tenĆan entre manos. A mediados de los cincuenta,
cuando la televisiĆ³n comenzĆ³ a cautivar a los espectadores al punto de afectar
los ingresos obtenidos por las grandes producciones hollywoodenses, los
Estudios cinematogrĆ”ficos comenzaron a probar nuevas fĆ³rmulas para atraer a los
espectadores a las salas de cine. “Entre mĆ”s grande mejor” fue el mantra que se
instalĆ³ en los grandes Estudios, los cuales mediante la realizaciĆ³n de relatos
Ć©picos y coloridos musicales intentaron distinguirse de los productos que eran
transmitidos por televisiĆ³n. Por lo tanto, es justo suponer que en ese entonces
para los Estudios United Artists fue una aventura bastante riesgosa ir contra
la corriente comercial, y financiar un intenso drama que no solo le otorga un
sitial especial a los diƔlogos, sino que ademƔs ocurre casi en su totalidad en
una sola habitaciĆ³n.
La trama de “12
Angry Men” (1957) transcurre mayormente en una estrecha habitaciĆ³n donde una
docena de hombres debe decidir el destino de un adolescente puertorriqueƱo
acusado de asesinar a su abusivo padre. Tras un breve prologo donde se da a
entender que los alegatos finales de los abogados han concluido, el grupo de
hombres escogido para discernir la culpabilidad o la inocencia del acusado se
dirige al cuarto donde tomarĆ”n su decisiĆ³n final. Aunque la gran mayorĆa de los
miembros del jurado tiene una opiniĆ³n clara con respecto al caso, de forma
inesperada aparece una voz disidente que no estĆ” del todo convencida de
sentenciar a la silla elĆ©ctrica al acusado. Dicha voz es la del Jurado nĆŗmero 8
(Henry Fonda), quien tiene algunas dudas que le gustarĆa discutir con el resto
de sus compaƱeros, pese a la respuesta hostil que recibe tras su intervenciĆ³n.
“Siempre hay uno”, menciona sarcĆ”sticamente el Jurado nĆŗmero 10 (Ed Begley),
quien, al igual que muchos de sus colegas, desea deliberar rĆ”pido para asĆ
retomar su vida normal lo antes posible. Y es que en la mente de los otros 11
hombres, la evidencia a favor de la fiscalĆa es abrumadora, por lo que no tiene
caso discutirla. De manera lenta pero segura, el Jurado nĆŗmero 8 obliga al
resto de los hombres a mirar mĆ”s allĆ” de sus propios prejuicios, para asĆ cuestionar
objetivamente la evidencia que tienen entre manos, y asĆ convertirse en
miembros activos del proceso judicial que estƔn llamados a respetar.
El que el espectador
solo conozca los detalles del juicio a travĆ©s de la informaciĆ³n que entregan
los integrantes de jurado, incluyendo ciertos rasgos de la personalidad del
acusado, llama a explorar los conceptos de presunciĆ³n de inocencia y duda
razonable que tanta importancia tienen en el sistema judicial norteamericano.
Hay que recordar que el sistema de jurados se implementĆ³ con la intenciĆ³n que
un grupo de ciudadanos objetivos, fuesen capaces de decidir si el cargo
criminal que se le imputa a un determinado acusado ha sido comprobado a
cabalidad por el fiscal de turno. Si la evidencia exhibida por la parte
demandante no logra determinar eficazmente la culpabilidad del acusado,
entonces resulta imposible juzgar a una persona por un hecho puntual. El gran problema
con los miembros del jurado que protagonizan la cinta, es que su percepciĆ³n no
solo estƔ teƱida por la evidencia presentada durante el juicio, sino que
tambiĆ©n por sus propias experiencias, sus prejuicios y su egoĆsmo. El Jurado
nĆŗmero 8 en cambio, desea tomar una decisiĆ³n lo mĆ”s objetiva posible, lo que lo
lleva a tratar de revisar nuevamente la evidencia para asegurarse que estĆ”
haciendo lo correcto. “No podemos decidir todo en cinco minutos. Supongamos que
estamos errados,” comenta el personaje de Fonda en un determinado momento del
film, asumiendo su rol no como defensor del acusado, sino como defensor de la
duda razonable.
Lo que resulta mƔs
interesante de la intensa discusiĆ³n que se provoca entre los miembros del
jurado, en especial cuando el foco de su disputa es un pedazo de evidencia que
parece irrefutable, es como una serie de ideas frescas capaces de presentar los
hechos desde una nueva perspectiva, las cuales usualmente provienen del pensamiento
crĆtico del Jurado nĆŗmero 8, pueden alterar el tono de la conversaciĆ³n. Cuando
esta tendencia comienza a convertirse en un factor preponderante a la hora de
tomar decisiones, cada uno de los personajes empieza a demostrar sus verdaderos
colores con respecto al caso. Es asĆ como el Jurado nĆŗmero 10 termina
exteriorizando su racismo latente, al mismo tiempo que el Jurado nĆŗmero 7 (Jack
Warden) reconoce que su Ćŗnica preocupaciĆ³n es llegar a tiempo a un juego de los
New York Yankees, y que el Jurado nĆŗmero 3 (Lee J. Cobb) no puede ocultar la
ira que le provoca un caso que presenta algunos paralelos con su propia vida. Pese
a esto, el personaje de Fonda estĆ” convencido que el resto de los miembros del
jurado son lo suficientemente inteligentes, como para tomar la decisiĆ³n
correcta si se les otorga el contexto y el tiempo necesario para considerar las
ramificaciones de sus acciones. Es por esto que pese a que algunos personajes
poseen ciertos rasgos de personalidad claramente cuestionables, los Ćŗnicos
villanos que presenta el film son la apatĆa y la pereza que por momentos dominan
su accionar.
EstƩticamente hablando,
“12 Angry Men” es sencillamente una maravilla. Tanto Sidney Lumet como el
director de fotografĆa Boris Kaufman toman un espacio confinado y completamente
banal, y le imprimen una dinĆ”mica increĆble al utilizar movimientos de cĆ”mara
Ć”giles para establecer el tono de la discusiĆ³n y las motivaciones de los protagonistas.
El cuarto en el que estos se encuentran confinados eventualmente se convierte
en un personaje mƔs, el cual adquiere mayor profundidad a medida que los
personajes presentan un mayor desarrollo. Al mismo tiempo, Lumet y Kaufman se
encargan de utilizar largas tomas para retratar la rabia y la frustraciĆ³n de
cada uno de los miembros del jurado en determinados momentos del film, en los
cuales se alejan del resto de sus compaƱeros para tener esporƔdicos momentos de
reflexiĆ³n personal antes de regresar a la acalorada discusiĆ³n que estĆ”n
sosteniendo. Tan interesante como los movimientos de cƔmara, es la forma en
como los cambios extremos en el clima (que pasa de un calor insoportable a una
lluvia torrencial) se yuxtaponen con los giros en la narrativa y con la variaciĆ³n
del estado de Ɣnimo de los miembros del jurado, generando una dinƔmica que
termina siendo tan impredecible como la vida misma. Por otro lado, las
actuaciones de la totalidad del elenco son tan poderosas como las imƔgenes y los
diĆ”logos presentes en “12 Angry Men”, en especial las de Henry Fonda y Lee J.
Cobb, cuyo antagonismo es uno de los puntos mĆ”s interesante de la producciĆ³n.
El debut como
director de Sidney Lumet no solo es probablemente una de las mejores pelĆculas
de su carrera, sino que ademĆ”s es uno de los dramas judiciales mĆ”s icĆ³nicos de
la historia del cine, percepciĆ³n que es respaldada por las tres nominaciones al
Oscar que obtuvo (mejor pelĆcula, mejor director, mejor guion adaptado). Y es
que en “12 Angry Men” cada toma y cada lĆnea de diĆ”logo cuentan, en especial en
un relato que examina la relaciĆ³n orgĆ”nica que se establece entre las
perspectivas de cada personaje, y sus intentos por ocultar sus debilidades resaltando
las de sus pares. “El prejuicio siempre opaca la verdad,” asegura el Jurado
nĆŗmero 8 al final de la cinta. A medida que los hombres cuyos nombres no se
mencionan durante el transcurso del film abandonan el juzgado, da la impresiĆ³n
que muchos de ellos han comprendido la relaciĆ³n que dicha frase tiene con su
ambigua, compleja, e imperfecta experiencia de vida. En 1997, el director
William Friedkin realizĆ³ un remake para la televisiĆ³n protagonizado por Jack
Lemmon, George C. Scott y Edward James Olmos, cuya mayor diferencia con la
cinta original fue la inclusiĆ³n de cuatro actores afroamericanos, dejando atrĆ”s
la polĆ©mica que envolviĆ³ a la versiĆ³n de 1957, la cual fue acusada de racista e
inverosĆmil por el simple hecho de contar solo con actores blancos. Esto
claramente no opaca la importancia del film de Lumet, el cual expone las
imperfecciones del sistema judicial y la eterna complejidad de las dinƔmicas
interpersonales como muy pocas pelĆculas lo han hecho.
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