En el periodo comprendido entre 1965 y 1973, el estudio
británico Amicus Productions, liderado por los productores norteamericanos Max
J. Rosenberg y Milton Subotsky, produjo una serie de películas antológicas
inspiradas en las macabras moralejas impresas en las páginas de las historietas
de la editorial E. C., gracias a las cuales alcanzaron un pináculo de calidad
que le permitió competir con las producciones del entonces popular estudio
Hammer Films. En el caso particular de “The House That Dripped Blood” (1971)
del director Peter Duffell, esta película contaría con un guion del escritor
Robert Bloch, quien ya había trabajado con anterioridad en otras cuatro
producciones de la Amicus tituladas “The Skull” (1965), “The Psychopath”
(1966), “The Deadly Bees” (1967), y “Torture Garden” (1967). Asistido por su
colega Russ Jones en el segmento “Waxworks”, Bloch le daría vida a la que para
muchos es considerada como la mejor cinta de antologías realizada por la
modesta productora británica. Gran parte del éxito que tuvo el film también es
responsabilidad de Peter Duffell, un director cuya breve carrera se desarrolló
mayormente en el mundo de la televisión, y quien varios años más tarde del
estreno de la película sería recordado por Christopher Lee como uno de los “directores
británicos más subvalorados” con los cuales le tocó trabajar. A propósito de
Christopher Lee, él fue uno de los primeros actores contratados por Subotsky
para participar en el film, al cual pronto se unirían Peter Cushing e Ingrid
Pitt, quienes para ese entonces eran tres de los rostros más reconocidos del
cine de terror británico. Pese a que Subotsky también intentó contar con los
servicios de Vincent Price para que interpretara uno de los roles protagónicos,
este finalmente se vio obligado a rechazar el papel debido a una cláusula
existente en el contrato que mantenía con la productora American International
Pictures, la cual le impedía participar en cintas de terror producidas por
otros estudios.
Poco después de arrendar una vieja casa en el
campo, la estrella de cine Paul Henderson (Jon Pertwee) desaparece
misteriosamente, razón por la cual Scotland Yard decide enviar al Inspector
Holloway (John Bennett) a investigar lo sucedido. Una vez ahí, Holloway interroga
a los agentes de policía locales y a un agente inmobiliario llamado A. J.
Stoker (John Bryans), quienes le relatan una serie de macabras historias
relacionadas con quienes alguna vez residieron en la antigua casona. Es en este
marco que se desarrollan los cuatro segmentos que conforman la cinta, donde el
primero titulado “Method for Murder”, está protagonizado por un escritor de
novelas de terror llamado Charles Hillver (Denholm Elliot) y su esposa Alice
(Joanna Dunham), quienes arriendan la casa con la esperanza de que el primero
logre recuperarse del bloqueo creativo que le ha estado afectando durante el
último tiempo. A los pocos días de mudarse al lugar, Hillver crea al que será
el nuevo villano de su próxima novela; un desquiciado estrangulador llamado
Dominick (Tom Adams). Superada la euforia inicial causada por la creación de
este nuevo personaje, Hillver comienza a ver a Dominick rondando por la casa, lo
que le provoca una fuerte crisis nerviosa que eventualmente lo lleva a
consultar a un psiquiatra. Es entonces cuando se verá obligado a responder la
siguiente interrogante: ¿Es Dominick real o es tan solo una extensión de su verdadera
personalidad? En este segmento Duffell construye una atmósfera dominada por la
paranoia gracias al excelente uso de cada uno de los rincones de la casa, los
cuales también funcionan como una extensión del frágil estado mental del
protagonista. Sin embargo, lo que en un inicio se presenta como un relato de
terror psicológico bien construido, termina convirtiéndose en algo predecible
que responde a uno de los clichés más reiterativos de las cintas de antologías
de la Amicus, y que hace relación a la presencia de un esposo/esposa codicioso
cuyo objetivo principal es apoderarse de los bienes de su cónyuge. De la misma
forma, la vuelta de tuerca final resulta algo antojadiza, aun cuando esta
responde a la máxima de que en este tipo de relatos los protagonistas obtienen
exactamente lo que se merecen.
El protagonista del segundo segmento titulado “Waxworks”, es un corredor de
bolsa retirado llamado Phillip Grayson (Peter Cushing), quien pasa sus
solitarios días leyendo, escuchando música, y paseando por las pintorescas
calles del pueblo cercano a su nuevo hogar. Es precisamente en uno de sus
paseos por el pueblo que Grayson y su amigo Neville Rogers (Joss Ackland),
quien ha venido a visitarlo, descubren un museo de cera que en su interior
contiene la figura de una mujer llamada Salome, cuyo parecido con una mujer que
ambos amaron en el pasado los lleva a obsesionarse con ella. En este segmento,
Duffell retrata de manera estupenda la soledad y la fragilidad de Grayson, todo
esto al ritmo de la adecuadísima pieza musical “La Muerte y la Doncella”, del
compositor Franz Schubert. Al mismo tiempo, aun cuando no se entregan demasiados
datos acerca del conflicto que Grayson y Neville tuvieron en el pasado por
culpa de una mujer, de todas maneras se da a entender que ninguno de los dos ha
podido superarlo del todo, lo que en gran medida será la causal de su
perdición. Por último, resulta necesario destacar el trabajo de fotografía de
Ray Parslow y la dirección de arte de Tony Curtis, quienes en conjunto logran
que el museo se convierta en un lugar realmente aterrador, cuyo potencial es
explotado durante una vívida secuencia protagonizada por Cushing, cuyas
imágenes están dominadas por tonalidades verdes y rojas y por peculiares
ángulos de cámara que refuerzan el horror que está experimentando el
protagonista.
En “Sweets for the Sweet”, John Reid (Christopher
Lee), un padre estricto y autoritario, contrata a una profesora llamada Ann
Norton (Nyree Dawn Porter) para que se encargue de cuidar y educar a su hija
Jane (Chloe Franks), a quien por un misterioso motivo mantiene recluida al
interior de la casa. Tras superar el rechazo inicial que le provoca la actitud
cruel que Reid tiene con la niña, Ann Norton comienza a sospechar del
comportamiento de la pequeña, lo que eventualmente la llevará a tratar de
impedir un trágico desenlace. En este segmento resulta interesante como Duffell
va desarrollando la trama de manera pausada y algo ambigua, ya que por un lado
incluye ciertos guiños que apuntan a un posible abuso por parte de Reid hacia
su hija, impulsado principalmente por el parecido que la niña tiene con su
difunta madre, mientras que por otra parte destaca algunos elementos que
sugieren que algo siniestro ocurre con la pequeña, como por ejemplo su
irracional miedo al fuego, su extenso conocimiento acerca de los árboles y sus propiedades,
y su curiosa afición por los libros de brujería. Esta ambigüedad también es
percibida por Ann Norton, cuya presencia paradójicamente termina siendo el
catalizador de la verdadera naturaleza de la niña pese a sus nobles intenciones.
En gran medida, el segmento funciona de manera espléndida gracias a las
excelentes interpretaciones de los actores involucrados, y al buen manejo del
misterio que se esconde tras la disfuncional relación existente entre Reid y su
hija, todo lo cual da como resultado que “Sweets for the Sweet” se convierta en
un relato que subvierte de manera efectiva la inocencia y la pureza de la
niñez, a través de una vuelta de tuerca realmente macabra.
El segmento final de la cinta se titula “The Cloak”
y está protagonizado por Paul Henderson, quien es una arrogante estrella del
cine de terror que se encuentra grabando una cinta de vampiros en compañía de
la exuberante actriz Carla Lind (Ingrid Pitt). Luego de insultar a la encargada
de vestuario de dicha producción, Henderson decide buscar por cuenta propia un
disfraz que le otorgue un mayor realismo a su rol. Es así como termina
comprando una vieja capa en una tienda de antigüedades, la cual supuestamente
perteneció a un vampiro retirado. Para su sorpresa, cada vez que utiliza la
capa, Henderson ve como sus colmillos crecen, su reflejo desaparece de los
espejos, y lo invade una incontrolable sed de sangre que eventualmente amenaza
con convertir su vida en un verdadero infierno. “The Cloak” suele ser el
segmento más celebrado del film, en gran medida porque contiene una serie de
guiños en clave de comedia al cine de terror de bajo presupuesto que se
realizaba en Inglaterra en aquel entonces. Por ejemplo, en un determinado momento
del relato, Henderson despacha la siguiente frase: “Este es el problema con las
cintas de terror actuales. No hay realismo. No como en las películas viejas,
los grandes clásicos. `Frankenstein`, `El Fantasma de la Ópera`, `Drácula´…
aquella con Bela Lugosi por supuesto, no la de este tipo nuevo”. Esa capacidad
de reírse de sí mismos, las sólidas interpretaciones de la dupla protagónica, y
la buena utilización del humor negro al momento de repasar los clichés del
vampirismo, hacen de “The Cloak” un segmento inolvidable pese a no contar con
elementos de verdadero terror.
En lo concerniente al aspecto técnico de la
producción, además de la ya mencionada dirección de arte de Tony Curtis y el
trabajo de fotografía de Ray Parslow, resulta necesario destacar la banda
sonora del compositor Michael Dress, quien mediante el uso de instrumentos de
cuerda, órganos e instrumentos de percusión, crea una serie de piezas musicales
que resultan efectivas a la hora de aumentar la tensión del espectador, quien
no puede evitar percibir la sensación de constante amenaza que reina en prácticamente
todos los segmentos del film. Por esto y por todos los motivos previamente
mencionados, “The House That Dripped Blood” bien podría ser considerada como
una de las mejores, o simplemente la mejor cinta de antologías que emergió desde
la compañía Amicus Productions. Un elenco brillantemente constituido, un guion
sólido con muy pocas fisuras, y lo que es más importante, un excelente trabajo
de dirección por parte de Peter Duffell, le terminaron otorgando a estas
divertidas y macabras moralejas una calidad dramática y técnica que las
producciones de la Amicus alcanzaron en muy contadas ocasiones. Lo único
medianamente criticable de la cinta es la poco atractiva historia que enmarca
los cuatro segmentos, cuyo final no resulta del todo satisfactorio, así como
tampoco termina de convencer la explicación que le entrega al espectador A. J.
Stoker de lo que según él, es el verdadero secreto de la casa.
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