El inesperado éxito comercial que significó el estreno del film de Sean S. Cunningham, “Friday the 13th” (1980), desató el desarrollo de una oleada de producciones de bajo presupuesto enmarcadas dentro del subgénero del Slasher, el cual salvo contadas excepciones, solía centrarse en un grupo de adolescentes que por variadas circunstancias se veían enfrentados a un sádico e implacable asesino, todo esto enmarcado en un lugar o en una fecha en particular que posee una significancia especial para el maníaco de turno. Siguiendo la tónica de cintas que intentaron sacar réditos económicos a través de la explotación de una determinada festividad, como por ejemplo “Halloween” (1978), “My Bloody Valentine” (1981) y “Silent Night, Deadly Night” (1984), entre otras, la historia de la producción británica “Slaughter High” (1986) se desarrolla el primero de Abril, que es cuando se celebra el Día de los Inocentes en Norteamérica. Con respecto a esto, si bien originalmente el título del film era “April Fool´s Day”, se dice que este tuvo que ser cambiado por los productores Dick Randall y Stephen Minasian, luego que estos se enteraran que una cinta con el mismo nombre ya estaba siendo rodada en los Estados Unidos de la mano del director Fred Walton.         

El flashback que compone el prólogo de “Slaughter High” se centra en la figura de Marty Rantzen (Simon Scuddamore), un nerd aficionado a la química que es arrastrado al vestidor de mujeres de su escuela por la atractiva Carol (Caroline Munro) bajo la promesa de sexo. Lamentablemente para él, el supuesto interés de Carol en su persona no es más que parte de una elaborada y cruel broma del Día de los Inocentes que ha sido orquestada por un grupo de sus compañeros, quienes no contentos con grabarlo completamente desnudo y humillado, lo electrocutan para luego introducir su cabeza repetidas veces en un inodoro, hasta que son interrumpidos por la llegada de uno de los profesores al lugar. Apelando a una completa falta de sentido común y criterio, actitud que dicho sea de paso marca el accionar la totalidad de los personajes que participa en este film, el profesor en cuestión en vez de reportar el reprochable y cuasi delictivo hecho a las autoridades correspondientes, opta por castigar a los involucrados con una sesión de entrenamiento físico después de clases. Convencidos que Marty es el responsable del castigo al que ahora se ven sometidos, Carol y compañía ejecutan una broma aún más descabellada que la anterior, la cual desencadena una explosión en el laboratorio donde estaba trabajando Marty, quien sufre múltiples quemaduras de gravedad producto de su exposición al fuego y al ácido nítrico con el cual estaba trabajando. Varios años más tarde, los perpetradores de la nefasta broma son convocados a una reunión en su vieja escuela, donde todo parece indicar que por fin pagarán por todos sus pecados. 


Desafiando por completo al dicho “dos cabezas piensan mejor que una” (tres en este caso), el trío de directores conformado por George Dugdale, Mark Ezra y Peter Mackenzie Litten, quienes también estuvieron a cargo del guion de la película, cometen un sinnúmero de errores que atentan directamente contra el resultado del producto. Para comenzar, sus intentos por tratar de hacer pasar a esta producción británica como si se tratara de una cinta norteamericana, se quebrajan rápidamente debido a la incapacidad de casi la totalidad del elenco de mantener el acento norteamericano de manera consistente. Algo similar ocurre al momento de establecer que los protagonistas son adolescentes, ya que a simple vista resulta evidente que muchos de ellos están rondando los treinta años de edad (Caroline Munro en ese entonces tenía 37 años). Sin embargo, el mayor problema de “Slaughter High” reside en lo poco plausible de determinadas situaciones y en la incoherencia tonal de un film que en dos momentos puntuales intenta funcionar como una parodia del subgénero. El primero consiste en la secuencia en la que una Carol ya adulta conversa con su agente (Dick Randall), quien a su espalda tiene colgado el afiche de la cinta “Mil Gritos Tiene la Noche/Pieces” (1982), acerca de la posibilidad de trabajar en una película de horror de bajo presupuesto la cual incluye escenas de desnudo, lo que a ella no le llama particularmente la atención. El otro momento es una escena en la que uno de los personajes simula ser el asesino Jason Voorhees de la franquicia “Friday the 13th”, con el fin de burlarse de la situación en la que él y sus compañeros se ven envueltos. Por otro lado, tampoco ayuda demasiado que el prólogo sea injustificadamente largo, ni que no exista una pizca de suspenso en torno a la identidad del asesino que se esconde tras una vistosa máscara de bufón.

Algo que también resulta criticable de “Slaughter High” es lo desagradable que resultan ser la totalidad de los personajes, inclusive Marty quien es interpretado de manera caricaturesca por Simon Scuddamore. De hecho, de todos los citados a la supuesta reunión de ex alumnos de la Secundaria Doddsville, la única que exhibe una fugaz pizca de arrepentimiento por lo sucedido con Marty es Carol, lo que finalmente la convierte en la elegida para alzarse como la “heroína” del film. Lo que es aún peor en términos dramáticos, es que el resto de los personajes carecen de una personalidad distintiva que permita otorgarles una importancia mayor dentro de la historia, más allá de cumplir su función como futuras víctimas del asesino. Lo que si resulta destacable de “Slaughter High” son sus escenas de violencia, las cuales en su mayoría resultan ser creativas y están bien ejecutadas pese al escaso presupuesto de la producción. A la escena del cruento accidente de Marty, se le une otra en la que a uno de sus victimarios le estalla literalmente el estómago tras beber un compuesto químico, otra en la que una de las chicas fallece tras darse un baño involuntario de ácido, y finalmente otra escena que demuestra que no se debe mezclar jamás sexo con electricidad. Por otro lado, también resulta destacable la creación de una atmósfera malsana que está dada principalmente por el escenario donde transcurre la historia, que no es otro que un retirado y derruido edificio de arquitectura victoriana que se presenta como una perfecta trampa mortal.


Más allá de Caroline Munro quien realiza una labor interpretativa aceptable, las actuaciones del resto del elenco son bastante deplorables. Algo similar sucede con la banda sonora compuesta por Henry Manfredini, quien pese a que reutiliza algunos de los elementos presentes en las icónicas piezas musicales que creó para la saga “Friday the 13th”, no logra evitar que su trabajo en esta oportunidad sea completamente mediocre y anticlimático. Evidentemente “Slaughter High” no aporta demasiado a un subgénero que para mediados de la década del ochenta mostraba señales claras de agotamiento, lo que se traducía en que a este tipo de producciones les resultaba cada vez más difícil ocultar sus numerosas limitaciones. Lo que si hay que reconocerle a Dugdale, Ezra y Litten es que fueron lo suficientemente inteligentes para enmascarar en parte las diversas falencias del film, mediante la inclusión de atractivas escenas de violencia que terminan convirtiéndose en el motor de la historia, y en la principal razón por la cual contra todo pronóstico “Slaughter High” reviste mayor interés que otras entradas del subgénero, entre las que se encuentra por ejemplo la increíblemente sobrevalorada “Prom Night” (1980). Por último, resulta necesario destacar el sorpresivo giro final de la cinta que si bien no mejora de manera sustancial el nivel de la producción, si funciona como un interesante guiño a algunas cintas de terror realizadas en Inglaterra durante la década del setenta, que hacían hincapié en los horrores de las enfermedades mentales.

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