Durante la década
del sesenta, Rock Hudson se vio obligado a adaptarse a un abrupto descenso de
su hasta entonces inmensa popularidad. Tras haber liderado por siete años
consecutivos la encuesta anual realizada por la empresa publicitaria Quigley
Publishing Company, cuyo objetivo era identificar que estrellas eran las que
llevaban una mayor cantidad de público a las salas de cine de Norteamérica, a
partir de 1964 Hudson fue bajando puestos hasta salir por completo de la
prestigiosa encuesta. Curiosamente, la caída de su popularidad coincide con la
época en la que realizó sus trabajos más interesantes como actor. Entre dichos
trabajos se encuentra el thriller psicológico de ciencia ficción “Seconds”
(1966), del director John Frankenheimer, el cual es considerado como la tercera
entrada de su “trilogía de la paranoia” a la que también pertenecen “The
Manchurian Candidate” (1962) y “Seven Days in May” (1964). Tras reemplazar con
éxito a Arthur Penn como director en la cinta bélica “The Train” (1964),
Frankenheimer se propuso embarcarse en un proyecto en el que pudiese plasmar
algunos de los elementos presentes en el cine de autor japonés y europeo que
tanto le llamaban la atención. Fue así como junto a Kirk Douglas y al productor
Edward Lewis, Frankenheimer adquirió los derechos de la perturbadora novela de
David Ely, “Seconds”, por una suma de $75.000 dólares, cuya adaptación sería
parte de un contrato por dos películas con los Estudios Paramount Pictures.
“Seconds” está protagonizada
por Arthur Hamilton (John Randolph), un exitoso banquero de mediana edad que se
encuentra en medio de una crisis existencial. Aburrido de su empleo, atrapado
en un matrimonio sin amor, y alejado de su única hija desde hace ya varios años,
a diario se cuestiona en qué momento su vida dejó de tener sentido. Cierto día,
su tranquila existencia se ve alterada por una llamada telefónica de su viejo
amigo Charlie Evans (Murray Hamilton), quien supuestamente lleva varios años
fallecido. Charlie, o quien asegura ser Charlie, convence a Arthur de contactar
a una misteriosa organización llamada “La Compañía”, la cual le ofrece algo
inaudito a sus clientes: la posibilidad de comenzar una nueva vida. Para
lograrlo, Arthur no solo tendrá que simular su propia muerte, cortando de esta
forma para siempre el vínculo con todos los miembros de su familia, sino que
además tendrá que cambiar su apariencia física por completo. Bajo la promesa de
un nuevo comienzo acorde con sus sueños y sus intereses, Arthur Hamilton acepta
la propuesta de “La Compañía” y renace como Antiochus “Tony” Wilson (Rock Hudson),
un atractivo y relativamente exitoso pintor radicado en una lujosa casa a
orillas de la playa. Aunque en un inicio todo parece ir de maravilla, cuando
los fantasmas de su antigua vida y sus propias inseguridades comienzan a
aflorar, aquello que parecía una oportunidad soñada se convierte en una
verdadera pesadilla de la cual quizás no pueda escapar.
A diferencia de
thrillers tales como “The Game” (1997) de David Fincher y “Face/Off” (1977) de
John Woo, los cuales evidentemente están fuertemente influenciados por el film
de Frankenheimer, en “Seconds” si bien el guion escrito por Lewis John Carlino
le dedica una buena cantidad de tiempo a las mecánicas del proceso de
“renacimiento” a las que debe someterse Arthur Hamilton para convertirse en
Antiochus Wilson, la verdad es que el tema central de la cinta tiene relación
con la eterna búsqueda de la felicidad por parte del ser humano, y con la
ironía latente que encierra una tarea que por momentos parece ser imposible de
alcanzar. A diario, son muchas las personas que buscan escapar de la realidad
de distintas maneras, con la esperanza de poder dejar atrás todo aquello que
reconocen como nocivo para sus vidas. Lo que parece ser un ejercicio inofensivo
e incluso saludable, en ocasiones se convierte en una verdadera trampa
emocional. Es así como en vez de enfocarse en las cosas que se deben hacer para
conseguir un objetivo determinado, las personas terminan centrando su atención
en eventos que nunca ocurrirán y que por lo tanto son irrelevantes en la
concreción de sus sueños. Este proceso no solo impide que la persona avance,
sino que además le impide disfrutar sus logros en desmedro de aquello que
desea. “Seconds” bien podría considerarse como una interpretación literal de
dicha encrucijada. Pese a que Arthur obtiene un nuevo rostro y una nueva vida
supuestamente acorde a aquello que siempre ha soñado, en el fondo sigue siendo
la misma persona. En la vida real, cada uno es libre de abrir sus ojos (tanto
literal como figurativamente hablando), con el fin de identificar y solucionar
aquello que impide alcanzar la añorada felicidad. En “Seconds” en cambio,
Frankenheimer examina que sucedería si no pudieses abrirlos, si no pudieses
despertar, si estuvieras inexorablemente atrapado en tu mundo de fantasía, el
cual al final del día termina siendo igual o peor que el mundo real.
Algo que resulta en
extremo interesante, es que la elección de Rock Hudson como protagonista provoca
que el conflicto central de su personaje resuene con una mayor profundidad.
Originalmente, Frankenheimer quería contratar a Laurence Olivier, ya que
consideraba que era el único actor capaz de interpretar el rol dual de Arthur
Hamilton/Tony Wilson. Sin embargo, los ejecutivos de la Paramount lo forzaron a
elegir a un actor que gozara de una mayor popularidad. Aunque el director se
rehusó en varias oportunidades a la idea de contratar a Hudson, fue tal la
insistencia del actor que finalmente terminó cediéndole el papel de Antiochus
Wilson (si bien Hudson hizo una prueba de cámara en la que interpretó a Arthur
Hamilton, dicho rol finalmente le fue otorgado John Randolph, marcando el
regreso del actor quien durante varios años fue excluido de la industria por el
Comité de Actividades Antiestadounidenses). Tras ser criado por su madre
durante la Gran Depresión, un entonces tímido Rock Hudson (cuyo nombre real era
Roy Harold Scherer Jr.) conoció al agente Henry Wilson quien se encargó de labrar
el perfil de la estrella. Wilson no solo concibió el nombre artístico del
actor, sino que además le contrató un profesor de actuación, arregló su
dentadura, e hizo todo lo posible por ocultar su homosexualidad, al punto de
organizar un matrimonio arreglado con una aspirante a actriz llamada Phyllis
Gates. En más de un sentido, Rock Hudson al igual que Antiochus Wilson era un
“Segundo”, un hombre atrapado en una vida dominada por las apariencias que no
podía contarle al resto su secreto. El poder identificarse con su personaje en
gran medida facilitó la tarea de Hudson, quien en “Seconds” exhibe la que probablemente
es la mejor interpretación de su carrera.
Considerando lo
anterior, no resulta extraño que Antiochus Wilson sea retratado como un hombre perturbado
y angustiado, ya que ni sus intentos por convertirse en un artista respetado ni
su nuevo estilo de vida responden a sus expectativas iniciales. Pese a que
evita casi por completo el contacto con otras personas, con la sola excepción
de una extrovertida y liberal mujer llamada Nora Marcus (Salome Jens), a quien conoce
mientras da un paseo por la playa, Wilson eventualmente es coaccionado a dar
una fiesta para conocer a sus nuevos vecinos por el mayordomo que le ha
proporcionado “La Compañía" para facilitar su transición. En lo que puede
identificarse como un ejercicio de paranoia a la inversa, son los invitados y
no Wilson quienes temen que todos sus secretos salgan a la luz, más aún cuando
el protagonista termina totalmente alcoholizado. Por ejemplo, cuando uno de los
invitados le pregunta acerca de su fuente de inspiración a la hora de pintar un
cuadro, él responde de manera presuntuosa, “Todo comenzó con una gran pelota
roja”, haciendo alusión al profundo proceso de hipnosis utilizado por los
expertos de “La Compañía” para revelar los deseos ocultos en su inconsciente. Cabe
mencionar que al momento de filmar dicha escena, Hudson optó por interpretarla
bajo los efectos del alcohol para que se viera lo más real posible. Durante
tres días, Hudson se mantuvo en un estado constante de embriaguez, lo que le
permitió sacar a la luz los fantasmas de su personaje de una manera tan desgarradora
como aterradora.
Por otro lado, con
el objetivo de realzar la veta surrealista de la historia, Frankenheimer
contrató al experimentado director de fotografía James Wong Howe. La
experimentación de la dupla que utilizó diversos lentes e inusuales ángulos de
cámara durante el rodaje, fue fundamental a la hora de otorgarle un mayor
número de capas al drama humano vivido por Arthur Hamilton/Antiochus Wilson. De
la misma forma, la inclusión de secuencias frenéticas y a ratos desorientadoras,
como por ejemplo aquella en la que Wilson asiste a una orgía en compañía de
Nora, o incluso la secuencia de créditos diseñada por Saul Bass, sumado a la
utilización de una serie de imágenes crudas como aquellas que corresponden a
una rinoplastia real, las cuales forman parte del proceso de transformación de
Hamilton, en cierta medida acercan al film a los terrenos del terror
psicológico. Según aseguraría el propio Frankenheimer en una entrevista
otorgada a Gerald Pratley para la revista Variety, uno de sus principales
objetivos a la hora de filmar “Seconds” fue transmitir la sensación de
distorsión de la realidad experimentada por el protagonista, quien atrapado por
la influencia tanto de la sociedad como de “La Compañía”, termina convirtiendo
su vida en un completo sin sentido. Lamentablemente para Frankenheimer y
compañía, cuando la película fue estrenada en el Festival de Cannes fue destrozada
por la crítica, en gran parte porque no supieron entender una obra que se
adelantó a su tiempo, y que varios años más tarde adquirió un merecido seguimiento
de culto. Como dato curioso, “Seconds” también suele ser recordada por su
conexión con el líder de la banda The Beach Boys, Brian Wilson. Cuenta la
leyenda que mientras se encontraba grabando el álbum conceptual “Smile” (1967),
Wilson asistió a una sala de cine de Los Ángeles para ver el film de
Frankenheimer. En aquel entonces, el músico había comenzado a mostrar signos de
depresión y paranoia, detonados por un historial de enfermedades mentales en su
familia y por el consumo habitual de LSD. Para su sorpresa, justo cuando
ingresó a la sala de cine uno de los personajes mencionó la frase, “Pase, Sr.
Wilson.” Esto junto a una serie de temas que según él estaban relacionados directamente
con su vida y su obra, lo llevaron a pensar que la película había sido rodada
con el único objetivo de enloquecerle. A raíz de esto, Wilson no asistió a una
sala de cine durante 16 años, regresando solo para el estreno de “E.T. the
Extra-Terrestrial” (1982).
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