La década del sesenta en los Estados Unidos fue una época marcada por una serie de cambios sociopolíticos. Hechos como el asesinato del Presidente John F. Kennedy y la Guerra de Vietnam tuvieron un potente efecto en la sociedad norteamericana, la cual comenzó a tener problemas para distinguir la línea divisora entre lo correcto y lo incorrecto. Esto eventualmente provocó que entre los norteamericanos empezara a reinar una creciente desesperanza, que los llevó a cuestionarse seriamente sus creencias. De forma paralela, la cultura pop empezó a retratar esta evidente fragmentación de la fe experimentada por la sociedad estadounidense, lo que serviría de punto de partida para la realización de un ciclo de películas que buscaban atacar las bases del idealismo religioso. Dicho movimiento cinematográfico contaría con obras como “Rosemary´s Baby” (1968) del director Roman Polanski, “The Devils” (1971) de Ken Russell, “The Exorcist” (1973) de William Friedkin, y “The Omen” (1976) de Richard Donner, entre otras. Dentro de esta oleada de largometrajes blasfemos y demoníacos se encuentra “The Sentinel” (1977), cinta basada en la novela del mismo nombre del escritor Jeffrey Konvitz, cuya dirección recayó sobre los hombros de Michael Winner luego que Don Siegel se negara a trabajar en la producción, debido al rechazo que le provocaba este subgénero en particular.

En “The Sentinel”, la modelo neoyorquina Alison Parker (Cristina Raines) y su novio el abogado Michael Lerman (Chris Sarandon), están buscando un lugar donde poder establecerse. Sin embargo, Alison no está demasiado convencida de querer vivir con Michael, por lo que eventualmente comienza a buscar un departamento donde pueda mudarse en solitario. Es así como encuentra domicilio en un viejo edificio, el cual está habitado por una serie de curiosos personajes entre los que se destaca un espeluznante sacerdote ciego llamado Francis Halliran (John Carradine). Al poco tiempo de su llegada al departamento, Alison comienza a experimentar extrañas dolencias e insomnio, además de horrendas visiones que tienen relación con un intento de suicidio previo y con el reciente fallecimiento de su padre, cuyo errático comportamiento provocó que ella sufriera depresión algunos años atrás. Como si esto fuera poco, no puede evitar sentirse incómoda por los constantes ruidos provocados por sus extravagantes vecinos, por lo que decide contactar a la Señorita Logan (Ava Gardner), la agente de bienes raíces que le vendió la propiedad, en busca de alguna solución. Cuando Alison se entera que ella y el misterioso Padre Halliran son las únicas dos personas que viven en el edificio, en compañía de Michael se lanzan a la tarea de investigar la historia del inmueble, el cual esconde un secreto que sería mejor que permaneciese enterrado para siempre. 


Como sucede con una gran cantidad de cintas de terror, en especial con aquellas enmarcadas dentro del subgénero del slasher que ostentaban la mecánica narrativa de la “última chica”, “The Sentinel” funciona como una peculiar metáfora acerca de la búsqueda por parte de las mujeres de la igualdad de derechos dentro de una sociedad predominantemente machista. Y es que en vez de refugiarse en los brazos de su novio, Alison opta por buscar su propia independencia, lo que inevitablemente le trae una serie de problemas que condicionan su vida y su rol dentro de la sociedad. A diferencia de otras mujeres icónicas dentro del género del horror como Laurie Strode o Ellen Ripley, quienes inicialmente comienzan ejerciendo el rol de víctimas para luego convertirse en heroínas por sus propios méritos, Alison no es tan afortunada. Su destino está dominado por una cruel ironía que la convierte en la pieza clave de un juego demoníaco, donde no solo está en peligro su vida sino que también está involucrado el bienestar de toda la humanidad. Muy ligado al tormento que experimenta la protagonista a lo largo del film, se encuentra la dualidad existente al interior de la Iglesia Católica. Por momentos, Winner no duda en presentar a la Iglesia como una entidad siniestra y manipuladora, que está dispuesta a engañar a sus fieles y a la sociedad en general con tal de lograr sus objetivos. La figura del Padre Halliran en cambio, más allá de su particular apariencia, asoma como el único representante de las buenas intenciones de una institución que con el paso de los años ha visto teñida su reputación de manera lamentable por diversos motivos.  

Una de las fortalezas de “The Sentinel” es la presencia de un puñado de personajes secundarios bastante memorables, que refuerzan la sensación de paranoia y el tono escalofriante que domina al film. Por ejemplo, uno de los vecinos de la protagonista llamado Charles Chazen (Burgess Meredith), si bien al principio se presenta como un hombre cordial pero algo excéntrico, gradualmente comienza a tener problemas con Alison hasta el punto que su relación se fractura por completo, lo que coincide con el momento en el que revela sus verdaderas intenciones. Gerde Engstrom (Sylvia Miles) y Sandra (Beverly D´Angelo) por su parte, quienes también son vecinas de Alison, originalmente son presentadas como hermanas pero eventualmente se revela que son una extraña pareja de lesbianas, una de las cuales súbitamente decide masturbarse frente a la protagonista durante su primer encuentro, en uno de los momentos más surrealistas e incómodos de la cinta. Igualmente duradera es la impresión que causa el Padre Halliran y sus ojos completamente blancos y vacíos, quien pareciera estar permanentemente en estado de trance. Finalmente, durante el último tramo del film el espectador es testigo de una galería de personajes absolutamente surrealistas y espeluznantes, cuya apariencia es producto de la combinación del trabajo de maquillaje de Robert Laden y Dick Smith, con la contratación de personas con deformidades físicas por parte de Winner, lo que no solo le valió algunas críticas al director sino que también generó roces con un puñado de miembros del equipo de filmación, quienes se negaron a compartir la misma mesa con dichas personas haciendo gala de una actitud absolutamente vergonzosa. 


Algo que llama la atención es que luego que Alison sobrevive a un aterrador encuentro con el fantasma de su padre, la trama de “The Sentinel” experimenta un peculiar giro cuando Michael decide emprender su propia investigación con el fin de descubrir que sucede en el edificio donde reside su novia. Lo interesante de todo este asunto, es que una vez que la protagonista asegura haber asesinado a alguien o algo que parecía ser su padre, la policía decide involucrarse en el caso pese a no tener ninguna evidencia del supuesto ataque ni menos un cadáver que confirme los dichos de la muchacha. Y es que para el Detective Gatz (Eli Wallach) y su compañero el Detective Rizzo (Christopher Walken), la denuncia de Alison se presenta como una nueva oportunidad para investigar a Michael, cuya primera esposa falleció en extrañas circunstancias mientras que su amante de aquel entonces murió de una sobredosis. Gatz está seguro que el abogado esconde algo, así que alberga la esperanza que esta extraña situación le permita encontrar pruebas que lo ayuden a encarcelarlo. Lamentablemente, esta subtrama rápidamente se diluye tras un par de escenas, en las que tanto la pareja de policías como un detective privado contratado por el propio Lerman desaparecen de la ecuación.

Pese a pasarlo pésimo durante el rodaje del film debido al exasperante estilo de dirección empleado por Michael Winner, Cristina Raines realiza un correcto trabajo interpretando a una mujer cuyos deseos y aspiraciones se ven frustradas por una serie de extraños acontecimientos que cambiarán su vida para siempre. Dentro del elenco secundario, el cual está conformado por reconocidos intérpretes como Ava Gardner, Eli Wallach, Jeff Goldblum, Tom Berenger, Jerry Orbach, Martin Balsam y Christopher Walker, entre otros, quienes más se destacan son Burgess Meredith y John Carradine, lo cual es acorde a la importancia que sus respectivos personajes tienen en la historia. En lo que respecta al aspecto técnico de la producción, a la buena dirección de fotografía de Richard C. Kratina, la cual juega un rol importante a la hora de construir las espeluznantes secuencias de tono onírico que aparecen a lo largo del film, se le suma el atractivo diseño de producción de Edward Stewart y la efectiva banda sonora de Gil Melle. Pese a que el guion escrito por Michael Winner y Jeffrey Konvitz presenta algunos ripios narrativos, el director de todas formas le imprime un ritmo narrativo dinámico a la película, sostenido principalmente en la utilización de diálogos que en su mayoría son imperativos para el desarrollo de la trama, la siempre interesante interacción entre los diversos personajes que desfilan en “The Sentinel”, y la inclusión de momentos aterradores que han sabido soportar dignamente el paso del tiempo. Al mismo tiempo, Winner hace un excelente trabajo al momento de fusionar de manera equilibrada dos lugares comunes dentro del género del horror, como lo son el tema de los cultos satánicos y el de las casas embrujadas. Recordado como un film menor del género, “The Sentinel” merece mucho más reconocimiento del que actualmente tiene, ya que pese a sus problemas ha sabido envejecer de mejor manera que otras cintas de corte similar, gracias a su interesante trasfondo temático y a lo atractivo de su apartado visual.

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