Tras el éxito obtenido con su papel protagónico en la serie de televisión “The Saint” (1962-1969), el actor británico Roger Moore estaba preparado para dar el gran salto a la pantalla grande. Tras trabajar en el modesto y ampliamente criticado thriller “Crossplot” (1969), Moore se embarcó en un nuevo proyecto comandado por los directores Basil Dearden y Bryan Forbes, el cual pudo llevarse a cabo gracias a que Forbes en aquel entonces había sido nombrado presidente de los Estudios EMI Films. Dearden, Forbes y Michael Relph llevaban un tiempo trabajando en un guion basado en la historia corta de Anthony Armstrong, “The Case of Mr. Pelham”, la cual había sido adaptada previamente en uno de los episodios de la primera temporada de la serie de televisión “Alfred Hitchcock Presents” (1955-1962), el cual fue dirigido por el propio Alfred Hitchcock. Para Moore, quien años más tarde declararía que el guion escrito por Dearden y compañía fue uno de los mejores que leyó durante toda su carrera, lo que en parte lo llevaría a firmar un contrato que rebajaba su sueldo a cambio de un porcentaje de las ganancias que obtuviera el largometraje, el rol protagónico en “The Man Who Haunted Himself” (1970) era una oportunidad para alejarse de los papeles que buscaban retratarlo como un tipo sofisticado, aventurero y seductor, ya que lo sumergía de lleno en un personaje con un mayor rango dramático, permitiendo de esta forma que tanto la industria como la crítica comenzara a tomarlo en serio como actor.

Mientras se encuentra conduciendo su Rover P5B camino a casa, un tranquilo hombre de negocios llamado Harold Pelham (Roger Moore) sufre un grave accidente automovilístico luego de ser momentáneamente dominado por lo que parece ser una versión más extrovertida de él mismo. Tras ser declarado muerto durante unos breves segundos, Pelham vuelve milagrosamente a la vida sobre la mesa de operaciones, marcando lo que será el inicio de una verdadera pesadilla. Y es que una vez que es dado de alta del hospital, Pelham comienza a escuchar una serie de extraños reportes en relación a su comportamiento en el último tiempo, los cuales lo sitúan en sitios donde está seguro de no haber estado, y que parecen señalar que está teniendo una aventura amorosa pese a estar felizmente casado con una atractiva mujer (Hildegarde Neil) con quien tiene dos hijos. Cuando comienza a notar que alguien en un Lamborghini Islero plateado parece estar acosándolo, y ante la posibilidad que un doble ambicioso y demoníaco esté intentando usurpar su vida destruyendo su carrera y su matrimonio en el proceso, Harold Pelham se verá obligado a emprender una carrera contra el tiempo para descubrir lo que está sucediendo, antes de que toda la situación termine volviéndolo completamente loco.


“The Man Who Haunted Himself” se centra en el clásico tema del doppelganger o doble maligno, todo esto en el marco de una historia de tintes sobrenaturales que bien podría ser explicada desde la vereda de la psiquiatría. Debido a ciertos aspectos de la vida del protagonista, se puede argumentar que su extraña experiencia tiene estricta relación con la crisis masculina que suele aparecer en la mitad de la vida. A lo largo del film, Pelham es descrito como un hombre en extremo conservador que está claramente insatisfecho con su matrimonio y con su vida en general, la cual considera que es demasiado rígida y aburrida. Es una criatura de hábitos que repite de manera casi obsesiva, lo que se conjuga con su represión sexual, provocando que se muestre absolutamente ajeno a las frustraciones de su hermosa mujer. Es a raíz de esto que se plantea como una posibilidad que a modo de respuesta a su creciente frustración, su subconsciente haya creado una personalidad alterna que resulta ser el polo totalmente opuesto al viejo Pelham. Su doppelganger es retratado como un tipo moderno, ambicioso y divertido, que además de ser promiscuo es un jugador, un bebedor, un fumador empedernido, y un aficionado a los automóviles deportivos los cuales gusta de conducir a toda velocidad. El complejo dilema moral de las dicotomías existentes en la personalidad de los seres humanos es tratado en extenso en la cinta, así como también los peligros que implica cuando está dicotomía es llevada a los extremos, impidiendo que la persona sea capaz de definir cuál es su verdadera personalidad.

Lo interesante de “The Man Who Haunted Himself” es que comienza como historia con un tono bastante realista, el cual además está otorgado por la decisión de Dearden de utilizar locaciones reales y prescindir casi por completo de sets de filmación, para luego convertirse en un relato cada vez más surrealista. Esta transición es llevada a cabo por el director a través de la utilización de diversos efectos de iluminación y ángulos de cámara bastante particulares, los cuales tienen por objetivo dotar de un cariz onírico a las experiencias del protagonista, materializando de esta forma su gradual descenso a la locura. A medida que se hace más evidente que Pelham está siendo acosado por su doppelganger, su percepción del mundo que lo rodea inevitablemente comienza a distorsionarse. Durante todo este proceso, al espectador le resulta difícil distinguir si todo lo que está sucediendo es una alucinación provocada por el grave accidente en el que se vio envuelto el protagonista, o si la explicación es de carácter netamente sobrenatural. Esta incertidumbre con respecto a la verdad que se esconde tras el curioso caso del señor Pelham es vital para el correcto funcionamiento del film, ya que en otras condiciones la historia perdería impulso de manera bastante rápida. Con esto en mente, Dearden crea una serie de momentos de notable tensión, como por ejemplo una escena donde el protagonista termina hablando con su doble por teléfono, o cuando le comentan que ha asistido a algunas reuniones de las cuales él no recuerda absolutamente nada. En esta misma línea, Dearden le da una especial importancia a una serie de objetos que Pelham utiliza a diario en su vida cotidiana, transformándolos en elementos clave dentro de la historia. Por ejemplo, el director utiliza diversas cerillas que tanto el protagonista como su doppelganger tienen la costumbre de partir por la mitad, para señalarle a Pelham que su doble frecuenta los mismos lugares que él. La transformación de objetos comunes y corrientes en elementos simbólicos o aterradores, era una de las herramientas que el director Alfred Hitchcock solía utilizar en sus largometrajes, y que en esta oportunidad Dearden utiliza de manera sumamente efectiva. 


La interpretación que Roger Moore realiza de Pelham y su doppelganger es probablemente la mejor actuación de su carrera. Moore contrasta perfectamente la personalidad aburrida de Pelham con la personalidad avasalladora de su doble, quien claramente comparte una serie de características con los personajes más populares de la filmografía del actor británico, con la única salvedad que el doppelganger tiene un lado siniestro y amenazador del que carecen personajes como James Bond o Simon Templar. Por otro lado, a medida que las cosas se complican para Pelham, Moore actúa como un verdadero maníaco mientras intenta descubrir quien ha estado suplantándolo, hasta el momento de la confrontación final donde el actor logra dar la impresión que en la pantalla están coexistiendo dos hombres completamente diferentes. El elenco secundario por su parte, también colabora de forma eficiente al correcto funcionamiento del film. Mientras que Hildegarde Neil retrata de gran manera a un ama de casa sexualmente frustrada que no logra comprender que le está sucediendo a su marido, Olga Georges-Picot se destaca como la amante bohemia del doble de Pelham. El resto del elenco está conformado por Anton Rodgers quien interpreta a un colega y amigo de Pelham, Thorley Waters quien interpreta al bufonesco caballero británico Frank Bellamy, Freddie Jones que es el encargado de darle vida al excéntrico psiquiatra del protagonista, y finalmente Charles Lloyd-Pack que además de personificar al jefe de Pelham, suele ser recordado por ser un rostro habitual en las cintas de horror británico que se filmaron en aquella época.

En cuanto al aspecto técnico de la película, resulta destacable tanto la dirección de fotografía de Tony Spratling, quien le saca el máximo provecho a cada uno de los escenarios en los que transcurre la historia, así como también la efectiva banda sonora del compositor Michael J. Lewis. “The Man Who Haunted Himself” no solo es una evidencia gráfica de la capacidad interpretativa de Roger Moore, quien según el propio Bryan Forbes siempre fue un actor tristemente subestimado dentro de la industria, sino que además es una obra injustamente olvidada dentro del cine de horror británico que pasó casi completamente desapercibida al momento de su estreno. Pese a las limitaciones presupuestarias y al desafío que suponía convertir una historia corta en un largometraje que funcionara de buena manera durante todo el transcurso de su metraje, Basil Dearden sale airoso en su cometido estableciendo un fino equilibrio entre el suspenso y el horror sobrenatural presente en la trama, la que culmina con un sorprendente y ambiguo final que esquiva las soluciones fáciles invitando al espectador a sacar sus propias conclusiones. Irónicamente, Dearden fallecería unas pocas semanas después del estreno del film en un accidente automovilístico ocurrido supuestamente en el mismo lugar que el personaje interpretado por Moore da inicio a su particular calvario, lo que le otorga una mística adicional a esta modesta producción.

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