Aun cuando a menudo es acreditada como la
cinta responsable de iniciar la tendencia de las llamadas “películas de
desastres” que inundaron la pantalla durante la década del setenta, como por
ejemplo “The Poseidon Adventure” (1972), “Earthquake” (1974), y “The Towering
Inferno” (1974), la verdad es que “Airport” (1970)
fue inicialmente promocionada como la esperada adaptación de la exitosa novela
del mismo nombre del escritor Arthur Hailey, quien en muchos de sus trabajos
exploró los pormenores, las ventajas, y los dramas de las dinámicas existentes
en diversos escenarios laborales, lo que contribuyó a que muchas de sus novelas
fueran trasladadas a la pantalla grande. En más de un sentido, “Airport”
probaría ser un film cuyo rodaje se presentó como un verdadero desafío para el
guionista convertido en director George Seaton. Un día antes de que comenzara
la fotografía principal de la cinta, Seaton contrajo una neumonía que lo obligó
a internarse en un hospital. Los ejecutivos de los Estudios Universal preocupados
ante la posibilidad que el costoso proyecto quedara sin director, comenzaron a
considerar la idea de reemplazar a Seaton. Para evitar que esto sucediese, el
productor Ross Hunter le pidió a Henry Hathaway, quien mantenía una larga
relación de amistad y laboral con Seaton, que se integrara a la producción como
director de la segunda unidad hasta que su colega se recuperara. Durante las
semanas siguientes, Hathaway junto al asistente de dirección James Fargo se
dedicarían a filmar las escenas de exteriores en los alrededores del Aeropuerto
Internacional de Minneapolis, soportando las inclemencias del invierno que obligarían
a Hathaway a dar la gran mayoría de sus instrucciones albergado al interior de
un automóvil cuidadosamente calefaccionado.
Una vez que Seaton pudo regresar y pese a
contar con un presupuesto de diez millones de dólares, se vio enfrentando a una
serie de problemas financieros que provocaron que el presidente de la
Universal, Lew Wasserman, le ordenara a Ross Hunter cancelar el rodaje. Convencido
de la calidad del proyecto, Hunter desafió a Wasserman y al resto de los
ejecutivos del Estudio, y decidió seguir adelante con la producción a sabiendas
que su obstinación bien podría acabar con su carrera para siempre.
Afortunadamente para Hunter y para todos los involucrados en el proyecto, el
tiempo terminaría dándole la razón, lo que no impediría que Wasserman eventualmente
lo desligara de la Universal por su insubordinación. Por otro lado, tras verse
imposibilitado de contratar a Gregory Peck para el rol protagónico, Seaton
contactó a Burt Lancaster con quien terminaría teniendo una serie de fuertes desencuentros
durante el transcurso del rodaje. Y es que Lancaster estaba acostumbrado a
tener una buena parte del control creativo de las películas en las cuales
trabajaba, lo que lo llevó a cuestionar varias de las decisiones de Seaton. El
actor también se mostró abiertamente insatisfecho con la interpretación de su
coestrella Jean Seberg, y algún tiempo después del estreno de “Airport” admitió
haber trabajado en el film solo por motivos económicos y para que los
ejecutivos de la Universal le permitieran participar en proyectos menos
comerciales. Pese a ser el largometraje más exitoso de su carrera, Lancaster en
varias ocasiones se referiría a “Airport” como “el pedazo de basura más grande
jamás hecho.” Seberg por su parte, quien venía de trabajar con directores de la
talla de Jean-Luc Godard y Roberto Rossellini, odió su papel y en especial el
vestuario diseñado por Edith Head, ya que según ella la hacía parecer como un
payaso.
Marcando las bases narrativas que
adoptarían las películas de desastres, en “Airport” se conjugan diversas
subtramas, unas más importantes que otras, cuyos protagonistas eventualmente
terminan envueltos en una situación que los involucra a todos. El film se
desarrolla en Chicago, donde una inclemente tormenta de nieve está afectando el
funcionamiento del Aeropuerto Lincoln International. Para complicar las cosas aún
más, una mala maniobra de un piloto de la compañía Trans Global Airlines (TGA)
ha terminado con su avión atrapado en la nieve, bloqueando una de las pistas de
aterrizaje más utilizadas cuando se presentan este tipo de condiciones
climáticas. A raíz de esto el director del aeropuerto, Mel Bakersfeld (Burt
Lancaster), se ve obligado a quedarse trabajando en el lugar horas extra, lo
que inevitablemente agrava su deteriorada situación matrimonial con su esposa
Cindy (Dana Wynter), quien está cansada que su marido priorice el trabajo por
sobre la familia por lo que su divorcio pareciera ser inminente. Esta situación
no pasa desapercibida para Tanya Livingston (Jean Seberg), la encargada de relaciones
públicas de la TGA, quien además de intentar solucionar los problemas causados
por la tormenta al interior del aeropuerto, debe lidiar con sus sentimientos
hacia Bakersfeld y con una ingeniosa anciana llamada Ada Quonsett (Helen Hayes),
que se ha especializado en subirse a diversos vuelos sin la necesidad de
comprar un pasaje.
Otra relación importante dentro de “Airport”
es la que se desarrolla entre el Capitán Vernon Demerest (Dean Martin), quien
está casado con la hermana de Bakersfeld, Sarah (Barbara Hale), y la joven azafata
Gwen Meighen (Jacqueline Bisset) con quien tiene una aventura. A diferencia de Mel
Bakersfeld y Tanya Livingston quienes ven fortalecida su relación por la
emergencia que sucede a ras de suelo, el nexo entre Demerest y Gwen evoluciona
debido al desastre que ocurre en el aire. Poco antes de despegar en un vuelo
con destino a Roma durante el cual Demerest debe evaluar a su colega, el
Capitán Anson Harris (Barry Nelson), Gwen le revela que está embarazada
provocando que la primera reacción del piloto sea incentivar a la muchacha a
realizarse un aborto. Horas más tarde, cuando un experto en demoliciones
llamado D. O. Guerrero (Van Heflin), ante la imposibilidad de encontrar trabajo
estable y angustiado por no poder darle a su mujer Inez (Maureen Stapleton) la
vida que se merece, intenta suicidarse detonando una bomba al interior del
vuelo a Roma para que su esposa se beneficie de una generosa póliza de seguro
que ha adquirido recientemente, no solo se pone a prueba la verdadera
naturaleza de la relación entre Demerest y la joven, sino que además le plantea
un desafío a toda la tripulación y a los encargados de monitorizar los
movimientos de la aeronave desde el aeropuerto, quienes tendrán que hacer todo
lo posible para evitar un desastre de proporciones.
Aun cuando las películas de desastres
suelen ser criticadas con justa razón por situar a personajes estereotipados en
circunstancias excepcionales, provocando que los conflictos que enfrentan no
siempre resulten del todo creíbles, en el caso particular de “Airport” se puede
argumentar que al menos intenta reflejar un microcosmos de la sociedad
norteamericana de la época, particularmente uno centrado en los conflictos que
a diario experimenta la clase media. Mientras que Bakersfeld se ve obligado a
desafiar las imposiciones de su acaudalada esposa, quien desea que su esposo
acepte el trabajo que le está ofreciendo su padre, y las decisiones de sus
superiores quienes desean cerrar a toda costa el aeropuerto hasta que la
tormenta disminuya, sentenciando a Demerest y compañía a una muerte segura, el
retrato que el film realiza del improvisado terrorista, un hombre de la “clase
trabajadora” que es incapaz de encontrar una solución menos radical para sus
problemas, es complejo y busca que el espectador se identifique en algún grado
con su particular conflicto. Lejos de retratar a Guerrero como un hombre
holgazán que no es capaz de mantener un trabajo, Seaton se preocupa de
establecer un trasfondo psicológico que permite entender mejor su problemática,
y que al mismo tiempo responsabiliza a un Estado ineficiente que no se hace
cargo de apoyar a hombres con enfermedades mentales como él. En la vereda
contraria se encuentra Joseph Patroni (George Kennedy), el jefe de los
mecánicos del aeropuerto que está dispuesto a desafiar a los supuestos expertos
y a los burócratas que están por sobre él en la cadena de mando, con tal de
sacar adelante las tareas que le encomiendan, al mismo tiempo que a diferencia
de gran parte de sus compañeros de trabajo, se las arregla para mantener la
armonía en su vida familiar.
En el ámbito de las actuaciones, Van Heflin
y Maureen Stapleton son quienes más se destacan ya que ambos logran transmitir
la ansiedad y el desconsuelo que les provoca la situación en la que se ven
involucrados, aun cuando Stapleton por momentos cae en la sobreactuación. Helen
Hayes por su parte, es quien le da vida al personaje más colorido y recordado
de la película, el cual le valió el Oscar a la mejor actriz secundaria. Las
interpretaciones del resto del elenco responden a lo esperable de actores
experimentados y sumamente profesionales, quienes realizan su mejor esfuerzo al
momento de darle vida a personajes que en su gran mayoría son clichés y
unidimensionales. En cuanto al aspecto técnico de la producción, los puntos más
altos son la atractiva dirección de fotografía de Ernest Laszlo y la banda sonora llena de matices del compositor Alfred Newman. Al momento de su estreno, pese a que
“Airport” fue destrozada por varios de los críticos más importantes de la época
de todas formas se convirtió en un éxito de taquilla, e irónicamente terminó
recibiendo diez nominaciones al Oscar incluyendo una a la mejor película. Su
éxito provocaría la filmación de tres secuelas: “Airport 1975” (1974), “Airport
`77” (1977) y “The Concorde: Airport ´79” (1979). Dado que con cada secuela la
franquicia se convertía en un ejercicio cada vez más ridículo y extravagante, no
pasaría mucho tiempo antes que los guionistas David y Jerry Zucker y el
director Jim Abrahams lanzaran una parodia titulada “Airplane!” (1980), la cual
también gozó de bastante éxito. Hoy en día resulta difícil distinguir los
motivos que llevaron a “Airport” a generar tanto revuelo, ya que si bien posee
un encanto indiscutible es una película cargada al melodrama que se cocina a
fuego lento durante su primera mitad, para solo repuntar hasta cierto grado cuando
D. O. Guerrero pone en práctica su peculiar plan, cuya resolución resulta ser
mucho menos electrizante de lo que inicialmente se promociona.
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