Si bien resulta difícil concluir cual ha sido la real influencia de la ciencia ficción en el desarrollo tecnológico que los computadores han tenido durante los últimos setenta años, el género en numerosas oportunidades al menos se ha anticipado a las tecnologías que actualmente se encuentran en uso o que están en pleno proceso de desarrollo. La especulación acerca del futuro de la humanidad y su relación con los computadores y la tecnología en general, ha sido uno de los temas favoritos de la ciencia ficción durante prácticamente un siglo. Si bien los relatos precautorios acerca de los peligros de la sobre dependencia tecnológica dentro del género son numerosos y variados, también existen algunos que se atreven a especular como la tecnología puede ayudar a la humanidad de manera positiva, mejorando su calidad de vida de cientos de formas distintas. Esta temática que primero fue explorada ampliamente en la literatura, no tardaría en llamar la atención de otros medios como el cine, especialmente tras el éxito de “2001: A Space Oddysey” (1968) del director Stanley Kubrick, la cual fue una de las primeras cintas que presentó a una computadora como antagonista del héroe de la historia. A raíz de esto, el productor Stanley Chase se mostró interesado en adaptar la novela “Colossus” (1966) del escritor Dennis Feltham Jones, la cual se centraba en una computadora sumamente avanzada que se hacía cargo del sistema de defensa norteamericano con consecuencias nefastas. Pese a que originalmente se había pensado en Charlton Heston y Gregory Peck para el rol protagónico del film, tras la insistencia de Chase quien deseaba que la producción fuera encabezada por un actor relativamente desconocido, finalmente fue contratado Hans Gudegast, quien a petición del presidente de los Estudios Universal, Lew Wasserman, trabajó bajo el seudónimo de Eric Braeden el cual terminaría convirtiéndose en su nombre artístico.

En “Colossus: The Forbin Project” (1970), el gobierno de los Estados Unidos está a punto de lanzar un ambicioso proyecto conocido como Colossus, el cual consiste en una súper computadora con inteligencia artificial creada por el Dr. Charles Forbin (Eric Braeden), cuyo objetivo es controlar el sistema de defensa nuclear de la nación. Para todos los involucrados incluyendo al Presidente (Gordon Pinsent), el control computarizado del armamento nuclear es algo deseable ya que liberaría a los oficiales de gobierno de la responsabilidad de tener que decidir cuándo utilizarlo, y eliminaría el componente humano de la ecuación evitando de esta forma que la estupidez o la irracionalidad generen un holocausto nuclear a nivel global. Aunque en un principio todo parece ir de maravilla, Colossus súbitamente anuncia la existencia de otro súper ordenador similar en territorio soviético, el cual ha sido bautizado como Guardián. Tras superar la sorpresa inicial y con el fin de probar las capacidades de las máquinas, los gobiernos de ambas naciones permiten que las computadoras establezcan comunicación entre ellas. Sin embargo, ante el temor que Colossus y Guardián estén intercambiando secretos de Estado, los gobernantes de ambas naciones deciden interrumpir el enlace, lo que no es muy bien recibido por las máquinas que amenazan con tomar medidas severas si la comunicación no se restablece. Una vez que comprueban que han perdido el control sobre las computadoras, será responsabilidad de Forbin y de su par soviético el Dr. Kuprin (Alex Rodine), encontrar una manera de detener a los súper ordenadores antes de que sea demasiado tarde. 


Aun cuando en la superficie se presenta como otra película más ambientada en la Guerra Fría que expone el temor a un posible holocausto nuclear, la verdad es que “Colossus: The Forbin Project” también funciona como una peculiar historia de horror y ciencia ficción que presenta más de una similitud con obras como la novela “Frankenstein” de Mary Shelley, la cual incluso es mencionada en un pasaje del film por el Dr. Forbin. Por ejemplo, al igual que Victor Frankenstein, Forbin le da vida a un artefacto de su creación, el cual una vez que es confrontado con las dificultades y los conflictos existentes en el mundo que lo rodea, termina volviéndose en contra de su creador y de quienes estaban destinados a supervisar sus acciones. Muy ligado a este concepto se encuentra parte de lo expuesto por el filósofo Noel Carroll en su libro “The Philosophy of Horror”. Según Carroll, los monstruos góticos se diferencian de otras entidades amenazantes por la respuesta afectiva que generan tanto en sus víctimas ficticias como en el espectador. Dicha respuesta afectiva no solo tiene relación con el miedo que infunden, sino que también con la repulsión que provocan al tratarse de entidades que son física o conceptualmente amenazantes. Si se tiene esto en consideración, es perfectamente posible identificar a Colossus como un verdadero monstruo ya que una vez que limita el accionar de Forbin y su equipo de científicos, al amenazarlos con desplegar el arsenal nuclear que tiene a su disposición en caso que no sigan sus instrucciones al pie de la letra, no solo genera el temor de quienes están a su merced sino que además provoca la repulsión de su propio creador, dejando de ser una simple máquina para convertirse en algo mucho más aterrorizador.

Lo interesante del miedo que infunde Colossus en quienes saben de su existencia y conocen los alcances de su poder, es que no está basado en las consecuencias inmediatas que se pueden desencadenar al desobedecer sus órdenes, aun cuando la súper computadora en varias oportunidades aplica severas sentencias inmediatas a quienes intentan sabotear su funcionamiento, sino que tiene relación con la sensación que se están dirigiendo a un futuro incierto y sombrío que está sumamente alejado de sus esperanzas y expectativas iniciales. Pese a los supuestos beneficios que puede tener el control de Colossus sobre la humanidad, nadie ni siquiera Forbin se refiere a la computadora con admiración, menos aun cuando el científico se convierte en su prisionero personal cuyos movimientos están monitorizados las 24 horas del día por el ordenador. Lo que resulta interesante es que pese a la actitud dictatorial de la máquina esta jamás amenaza la sobrevivencia humana, sino que lo que pone en jaque es la posición del hombre como la forma de vida dominante en la Tierra. A diferencia de otras inteligencias artificiales cinematográficas como por ejemplo Skynet de la saga de Terminator, Colossus desea establecer la paz mundial y compartir su conocimiento ilimitado y su lógica infalible con los habitantes de la Tierra, con Forbin como el encargado de establecer un nexo entre los humanos y las máquinas, aun cuando lo único que desean quienes la crearon y la pusieron en funcionamiento es recuperar su libre albedrío y sanar su orgullo herido. 


En general las actuaciones de la totalidad del elenco son correctas, en especial la de Eric Braeden quien se lleva gran parte del peso dramático del film. La evolución de su personaje y su cambio de ideología es directamente proporcional al desarrollo exponencial de la inteligencia artificial de Colossus, por lo que entre ambos se genera un peculiar juego de ingenio en el que el científico tiene todas las de perder. En medio de su búsqueda de una estrategia que pueda detener a Colossus y del conflicto que le provoca su propio sentimiento de culpa, Forbin establece una relación sentimental con la Dra. Cleo Markham (Susan Clark), la cual en gran medida funciona para contrastar el sentimentalismo propio de los seres humanos con la lógica fría e impersonal de Colossus. Por otro lado, la dirección de arte y el diseño de producción juegan un papel particularmente importante a la hora de construir la atmósfera de la cinta, en especial si se considera que gran parte de esta transcurre en solo dos escenarios, siendo uno de ellos el cuartel donde se encuentra almacenada la impresionante y aparatosa súper computadora. Aun cuando es evidente que a nivel estético la película no ha envejecido de la mejor manera, es innegable que el diseño de Colossus permite que tanto los personajes como el espectador identifiquen a la máquina como una amenaza tangible, lo que juega a favor del funcionamiento del relato el cual está dirigido con bastante habilidad por Joseph Sargent. Otro de los puntos altos a nivel técnico es la efectiva banda sonora del compositor Michel Colombier, la cual realza la sensación de claustrofobia y paranoia que domina a la historia.

“Colossus: The Forbin Project” es una película inteligente, claustrofóbica y tensa por momentos, que está exenta de escenas de acción grandilocuentes ya que su violencia está concentrada en los diálogos, lo que repercute en su ritmo narrativo que no es precisamente su punto fuerte. Su mayor virtud es que pese a que algunos elementos de la producción no han envejecido bien, Sargent logra poner sobre la mesa varias ideas y conceptos que resultan interesantes y que además son perfectamente plausibles, más aun en la actualidad. Lamentablemente en su momento la cinta no fue correctamente promocionada por los Estudios Universal, lo que provocó que fracasara por completo a nivel comercial. Casi una década después de publicar “Colossus”, Dennis Feltham Jones continuaría la historia de Colossus en dos libros titulados “The Fall of Colossus” y “Colossus and the Crab”, los cuales ostentarían tramas bastante más disparatadas que la novela original ya que incluían una invasión alienígena y la construcción de una máquina cuyo objetivo es resguardar la vida en Marte. Durante muchos años se estuvo hablando de la posibilidad de realizar un remake dirigido por Ron Howard y protagonizado por Will Smith, pero tras una serie de problemas relacionados con el guion y con el financiamiento de la producción, finalmente el proyecto terminó siendo archivado perpetuando el olvido en el que ha caído el infravalorado film de Joseph Sargent.

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