Tras el estreno de “La notte che Evelyn
uscì dalla tomba” (1971), el director italiano Emilio Miraglia rápidamente
comenzó con los preparativos de su nuevo proyecto con el cual pretendía
incursionar nuevamente en el entonces popular subgénero del giallo. En compañía
del escritor Fabio Pittorru, Miraglia confeccionó un guion con el cual esperaba
desarrollar un discurso feminista que llamaba a rebelarse en contra del orden
patriarcal existente en la sociedad italiana, mediante la inclusión de una
figura asesina femenina. En “La Dama Rossa Uccide
Sette Volte” (1972), Miraglia cuenta la historia de dos jóvenes
hermanas que pertenecen a una familia aristocrática alemana que durante siglos
ha sido víctima de una peculiar maldición. La leyenda cuenta que, varios siglos
atrás, dos hermanas conocidas solo como la Reina Roja y la Reina Negra,
desarrollaron un marcado resentimiento entre sí. Después de soportar varios
años de tormento a manos de la Reina Roja, la Reina Negra finalmente terminó
asesinando a su hermana mientras ella dormía. Exactamente un año después de
dicho acontecimiento, la Reina Roja se levantó de su tumba y asesinó a seis
personas inocentes antes de acabar con la vida de la Reina Negra en venganza
por lo sucedido. Desde entonces la historia se ha repetido una y otra vez cada
cien años, sentenciando a las descendientes de las hermanas a recrear dicho
drama homicida, lo que significa que durante cada una de las supuestas reencarnaciones
de la Reina Roja siete personas están destinadas a morir de manera violenta sin
que nadie pueda hacer nada al respecto para evitar tan trágico desenlace.
Cuando comienza el film, el ciclo
concerniente a la maldición aparentemente ha sido quebrantado. Aunque la
relación actual entre Kitty Wildenbrück (Barbara Bouchet) y su hermana Evelyn
está lejos de ser amistosa, ambas parecen estar sanas y salvas. Mientras que
Kitty trabaja como fotógrafa en una agencia de modas establecida en su ciudad
natal, Evelyn supuestamente está viviendo en los Estados Unidos. Sin embargo,
Miraglia pronto le revela al espectador la horrenda verdad: hace algún tiempo,
Kitty asesinó accidentalmente a su cruel hermana durante una pelea ocurrida al
interior de los terrenos de la residencia familiar. Consternada por lo
acontecido, Kitty recurre a su prima Franziska (Marina Malfatti) y a su marido
Herbert (Nino Korda), quienes rápidamente la ayudan a esconder el cuerpo de
Evelyn en la cripta de la mansión gótica de su abuelo Tobías (Rudolf
Schündler). Lamentablemente para los integrantes de la familia Wildenbrück, algunos
meses después de aquel trágico acontecimiento aparece una misteriosa figura
vestida de rojo que exhibe un particular parecido con la fallecida Evelyn, la
cual comienza a asesinar brutalmente a varias personas cercanas a Kitty, lo que
sugiere que la maldición se ha vuelto a repetir. Naturalmente, gran parte de
los empleados de la agencia de modas en la que trabaja la protagonista se
convierten en los principales sospechosos de los crímenes. Entre ellos se
encuentran Lulu Palm (Sybil Danning), una voluptuosa y ambiciosa modelo; Hans Meyer
(Bruno Bertocci), el pervertido director de la agencia; su asistente Rosemary Müller
(Maria Pia Giancaro); y Martin Hoffmann (Ugo Pagliai), quien además de ser la
pareja de Kitty es el vice-director de la empresa y el principal sospechoso del
Inspector Toller (Marino Mase). Además de ellos, entre los sospechosos se
encuentra la desequilibrada esposa de Martin, quien se encuentra recluida en
una institución siquiátrica, y Peter (Fabrizio Moresco), el ex-novio drogadicto
de Evelyn.
“La Dama Rossa Uccide Sette Volte” guarda
una serie de similitudes temáticas con la ya mencionada “La notte che Evelyn
uscì dalla tomba”, lo que revela algunas de las obsesiones de Miraglia. Para
comenzar, ambos filmes se centran en personajes obsesionados con mujeres
fallecidas cuyo nombre es Evelyn, a lo que se suma el hecho que ambas
producciones cuentan con un personaje que en algún momento estuvo encerrado al
interior de una institución siquiátrica. Resulta evidente que el director
muestra un especial interés por la locura y la muerte, y por cómo estos
elementos por lo general suelen estar conectados dentro del particular mundo
del giallo. Al mismo tiempo, Miraglia en esta ocasión se preocupa de establecer
ciertas dualidades que le otorgan una profundidad mayor al relato. Más allá de
las dualidades más obvias representadas por Kitty y Evelyn o por sus supuestas
antepasadas, el director se encarga de yuxtaponer la realidad con lo netamente
fantástico, particularmente durante la secuencia inicial donde una pequeña
Evelyn tras robar una muñeca que pertenece a su hermana, procede a apuñalarla
violentamente supuestamente influenciada por una pintura que retrata el destino
de la Reina Roja y la Reina Negra. Desde ese momento en adelante, Miraglia permite
que el mundo folclórico se infiltre en el mundo real, infectando a todos sus
habitantes. Y es que Tobías Wildenbrück cree en la leyenda familiar a tal
punto, que permite que esta gobierne su vida y sus decisiones, condicionando
también la vida de sus queridas nietas.
Lo que resulta aún más llamativo, es el
hecho que comparada con los héroes nominales del film, la frígida y neurótica
Kitty y su zalamero novio Martin, quien convenientemente ha encerrado a su
desequilibrada esposa en una institución siquiátrica para así poder perseguir
una relación con Kitty, la Reina Roja emerge como una figura mucho más
interesante para el espectador. Y es que sus víctimas por lo general resultan
ser personajes que parecen ser merecedores de su cruel destino, como por
ejemplo Hans, el insufrible director de la agencia de modas donde trabaja la
protagonista, el cual es asesinado mientras se encuentra en un parque buscando
prostitutas para saciar sus particulares inclinaciones sexuales, o personajes
que tienen tan pocos minutos en pantalla que la audiencia no logra crear un
nexo significativo con ellos. Curiosamente, al seleccionar a este tipo de
víctimas la Reina Roja se convierte en una suerte de vengadora feminista, ya
que gran parte de ellas pertenecen a una industria que convierte a las mujeres
en un objeto con fines comerciales. Hasta cierto punto, Miraglia incentiva al
espectador a identificarse con la cruzada criminal de la Reina Roja, no solo
presentándola como una verdadera fuerza imparable de carácter cuasi
omnipresente, sino que además incluyendo secuencias que pretenden retratar su
retorcido punto de vista, convirtiendo de esta forma a la audiencia en un
cómplice más de sus crímenes.
Aun cuando su personaje es prácticamente
unidimensional, Barbara Bouchet no solo se alza como una actriz con un carisma
y una belleza innegable, sino que además ella logra inyectarle algo de emoción
genuina a la atribulada Kitty Wildenbrück. El resto del elenco realiza un
trabajo correcto, aunque más que por sus dotes interpretativas, las actrices Marina
Malfatti, Sybil Danning y Maria Pia Giancaro se destacan por su desbordante
sensualidad. En cuanto al aspecto técnico del film, resulta destacable tanto el
diseño de producción de Lorenzo Baraldi, como el trabajo de fotografía de
Alberto Spagnoli. Ambos contribuyen a la construcción de la atmósfera
misteriosa y espeluznante que exuda el castillo gótico de la familia
Wildenbrück, dentro del cual suceden varios de los acontecimientos clave de la
trama. Afortunadamente, el equipo conformado por Miraglia, Baraldi y Spagnoli,
logra trasladar dicha atmósfera a gran parte de los escenarios en los que
transcurre el film, lo que contribuye a establecer la noción que ningún lugar
es lo suficientemente seguro como para evitar la venganza de la Reina Roja. Por
último, es necesario mencionar la banda sonora compuesta por Bruno Nicolai,
quien como de costumbre cumple con entregar un par de piezas musicales que
complementan a la perfección tanto la belleza de las imágenes, como el tono
malsano que domina a la producción.
Como sucede con prácticamente todos los
giallos, “La Dama Rossa Uccide Sette Volte” está lejos de ser una película
perfecta. Además de presentar algunos problemas narrativos que complejizan más
de la cuenta algunos puntos de la trama, el film incluye una escena de
violación que resulta ser completamente innecesaria ya que luego de sucedida
nunca más se habla del tema, por lo que su inclusión parece ser una burda
excusa para ver a Barbara Bouchet desnuda, lo que es completamente inaceptable.
Pese a lo antes mencionado, resulta evidente que en esta producción Emilio
Miraglia logró ejecutar de mejor forma algunos elementos narrativos que en “La
notte che Evelyn uscì dalla tomba” planteó de manera algo torpe. Curiosamente,
pese a que todo parecía indicar que el éxito obtenido con este díptico de
giallos incentivaría a Miraglia a trabajar en nuevos proyectos de corte
similar, el director desapareció de la faz de la Tierra luego de rodar un
western titulado “Spara Joe... e così sia!” (1972), el cual no tardaría en
pasar al más completo olvido. En definitiva, “La Dama Rossa Uccide Sette Volte”
se alza como un giallo absolutamente disfrutable, el cual ostenta un estilizado
aspecto visual, una historia con múltiples giros de tuerca, y unos veinte
minutos finales que se caracterizan por presentar un ritmo narrativo tan
frenético como el actuar de la implacable Reina Roja.
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