Basándose en el interés generado por la secuencia que hacía alusión a la participación de Lon Chaney en el film “The Phantom of the Opera” (1925), la cual que aparecía en la cinta biográfica del actor titulada “Man of a Thousand Faces” (1957), y en el éxito obtenido por el remake dirigido por Arthur Lubin en 1943, los ejecutivos de los Estudios Universal mostraron un marcado interés por revisitar la historia del desfigurado y trastornado músico escrita originalmente por Gastón Leroux. Aunque inicialmente la idea era que William Alland se encargara de producir un guion desarrollado por Franklin Coen en los Estados Unidos, tras el éxito de la película “Horror of Dracula” (1958) de la productora británica Hammer Films, los ejecutivos de la Universal decidieron asociarse con la compañía liderada por James Carreras y Anthony Hinds para que ellos llevaran a cabo el proyecto. La idea no solo le pareció atractiva a la dupla de productores, sino que también al actor Christopher Lee quien no ocultó sus deseos de interpretar al protagonista de la novela de Leroux. Sin embargo, ante la aparente intención del actor Cary Grant de participar en la producción, Hinds se puso a trabajar en un guion desarrollado específicamente para que se adaptar al perfil del famoso actor hollywoodense. Esto significó que Hinds terminara atribuyéndole los crímenes del protagonista a un leal enano que se dedica a cuidar al músico en desgracia. Lamentablemente para Hinds, su trabajo sería en vano ya que finalmente Grant decidió no participar en la producción por el temor a que esta dañara su imagen.

Con la intención de aprovechar parte del material escrito por Hinds, eventualmente fue contratado el actor Herbert Charles Angelo Kuchacevic ze Schluderpacheru, más conocido como Herbert Lom, para interpretar al Fantasma. Sin embargo, Lom no aceptaría de inmediato el papel. Según declararía más tarde el actor, “Nunca vi como Chaney o Rains interpretaron el papel. Pensaba que la historia era solo otra pieza de terror acerca de un músico demente que realizaba ritos satánicos en su sótano.” Las dudas de Lom se disiparían una vez que tuvo acceso al guion, el cual según él retrataba al Fantasma como un hombre patético, quebrado, un marginado que se alzaba como una verdadera figura trágica cuyo horror solo es incidental. Con Lom involucrado en el proyecto, el proceso de filmación comenzó en Noviembre de 1961 con un presupuesto cercano a los 400.000 libras esterlinas. Pese a ser un presupuesto bastante alto para la época, de todas formas el director Terence Fisher se vio en la obligación de solucionar una serie de problemas relacionados con la disponibilidad de locaciones. Tras no poder arrendar el fastuoso Covent Garden Opera House, Fisher tuvo que trasladar la producción al modesto Teatro Wimbledon, cuya menor escala le presentó todo un reto al director, quien se vio obligado a arreglárselas para crear la ilusión de que dicho lugar era mucho más grande de lo que realmente era.

“The Phantom of the Opera” (1962) se desarrolla mayormente al interior del teatro London Albany, donde está por estrenarse una ópera titulada “Juana de Arco”, cuya autoría le pertenece al empresario teatral Lord Ambrose d´Arcy (Michael Gough). Durante la noche del estreno de la obra, la súbita aparición de un cadáver interrumpe la función. Aterrada por lo sucedido, la estrella del espectáculo renuncia inmediatamente. Es entonces cuando el productor Harry Hunter (Edward de Souza) decide contratar a una talentosa joven llamada Christine Charles (Heather Sears), quien pronto comienza a ser hostigada sexualmente por d´Arcy. Tras rehusarse a aceptar las insinuaciones del empresario teatral, Christine es despedida y posteriormente es raptada por un misterioso enano, quien la lleva al sótano secreto que se encuentra bajo el teatro. Es ahí donde conoce al Profesor Petrie (Herbert Lom), un hombre cuyo rostro se encuentra desfigurado y que hace bastante tiempo se encuentra viviendo bajo el teatro con la intención de ahuyentar del lugar a d´Arcy y a toda su compañía teatral. Mientras tanto en la superficie, Harry Hunter emprende una investigación para dar con el paradero de la muchacha, junto a quien eventualmente se entera de las verdaderas intenciones del desdichado Profesor Petrie, y de la historia de traición e injusticia que lo ha llevado a convertirse en el temido Fantasma de la Ópera. 


Terence Fisher dedica gran parte de la película al desarrollo de la personalidad de Petrie, cuyo pasado es revelado a través de un flashback que no solo se presenta como un interesante giro en la trama, sino que además le otorga un propósito al personaje y permite que el espectador empatice con él, distanciándose de las versiones cinematográficas previas de la historia que presentaban al Fantasma como un monstruo deforme dominado por la ira. Con el fin de reforzar la idea que el Profesor es básicamente una víctima de las circunstancias, la responsabilidad de los actos de sabotaje y los asesinatos que suceden al interior de la casa de ópera recaen en la figura de un sádico enano (Ian Wilson) que se desempeña como el asistente de Petrie. Por otro lado, Fisher también se preocupa de enfatizar la extraña relación de complicidad que se desarrolla entre el Profesor y Christine. Aunque su sociedad en un inicio no es precisamente voluntaria y por momentos resulta ser algo abusiva, a medida que pasan más tiempo juntos la muchacha parece comprender las verdaderas motivaciones de su captor, cuya verdadera y única pasión es la música, por lo que termina aceptándolo como su mentor y amigo. Con todo esto en mente, quien resulta ser el verdadero villano del film es Lord Ambrose d´Arcy, un vicioso aristócrata cuya ambición desmedida y su evidente desprecio por quienes lo rodean eventualmente terminan convirtiéndose en su perdición.

En cuanto a las actuaciones, la totalidad del elenco realiza un buen trabajo, en especial Herbert Lom quien interpreta de manera brillante a un hombre frágil e inseguro que ve la música como la única herramienta que tiene para regresar al mundo de los vivos. Michael Gough por su parte, logra que su personaje resulte interesante pese a ser bastante unidimensional, ya que le da vida a un villano detestable, lascivo y arrogante que utiliza su posición de poder aprovecharse de los demás, sin importar si son hombres o mujeres. En cuanto al aspecto técnico de la cinta, al espléndido diseño de producción de Bernard Robinson y al atractivo trabajo de fotografía de Arthur Grant, se le suma la excelente banda sonora del compositor Edwin Astley. Cabe mencionar que el trabajo de Astley fue tan minucioso, que además de la música incidental compuso una ópera completa de cinco actos basada en la obra “Saint Joan” del músico Bernard Shaw. Con el objetivo de sacarle el mayor provecho posible al trabajo de Astley, Fisher le dedica varios minutos del último tramo del film a la puesta en escena de la ópera protagonizada por Christine Charles, acercando de esta forma la película al género del musical. Esto fue aprovechado por los ejecutivos de los Estudios Universal para implementar una curiosa estrategia publicitaria, la cual consistió en la distribución de un folleto de cuatro hojas que especificaba los actos que componían la ópera “Saint Joan”. Lamentablemente, ni ese truco publicitario ni la idea de Michael Carreras de situar a un “Fantasma” al interior del Teatro Wimbledon de Londres, serviría para evitar que la película fuera un completo fracaso comercial. 


Los magros resultados que obtuvo la cinta a nivel mundial se debieron principalmente al exceso de melodrama que presenta la historia, lo cual desilusionó a los espectadores que esperaban ver una película de horror gótico al más puro estilo de “Horror of Dracula”. De hecho, más allá de la escena en la que el ayudante de Petrie apuñala a un cazador de ratones (Patrick Troughton) en el ojo, el film no presenta otros momentos que logren horrorizar al espectador. Y es que Fisher no solo remueve casi por completo la naturaleza siniestra del Fantasma para mostrarlo como una figura esencialmente trágica, sino que además pierde tiempo en una subtrama romántica protagonizada por Christine Charles y Harry Hunter, la cual es poco interesante y no tiene mayor importancia para el desarrollo de la trama central. Estas decisiones por parte del director respondían a su antiguo deseo de rodar una historia romántica. En relación a esto, Fisher comentaría en una entrevista, “Enfaticé la vertiente trágica del film porque para mí era lo más importante de la historia. Por eso me centré en la figura del hombre cuya música fue robada, y en su relación con la joven actriz.” “The Phantom of the Opera” se nutre de una lograda atmósfera, buenas actuaciones y un brillante apartado musical, pero la verdad es que no cumple con lo esperado de una cinta de horror de la factoría Hammeriana. En su lugar, Fisher desarrolla una historia llena de nostalgia acerca de sueños frustrados y relaciones románticas, cuya moneda de cambio es el arrepentimiento y la pérdida en vez de la sangre y la violencia. Teniendo esto en cuenta, sería justo decir que “The Phantom of the Opera” es más un film de Terence Fisher, quien siempre mostró una inclinación por integrar en sus películas de horror una veta romántica que iba más allá de la iconografía gótica en la que se desenvolvía, que uno de la Casa del Martillo, el cual pese a sus problemas es una versión interesante y atractiva de la historia inmortal de Gastón Leroux.

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