Después de terminar el rodaje de los últimos
efectos especiales de la cinta “Erik the Conqueror/Gli Invasori” (1961), el
director italiano Mario Bava decidió tomarse un descanso de seis meses antes de
embarcarse en un nuevo proyecto. Si bien durante este periodo Bava pensó en
retirarse de la dirección para dedicarse exclusivamente a trabajar en la
confección de efectos especiales, cuando fue contactado por los productores
norteamericanos Samuel Arkoff y James Nicholson, quienes recientemente habían
comenzado a coproducir películas italianas para luego distribuirlas en los
Estados Unidos, comenzó a desarrollar el que sería su nuevo proyecto como
director. Tras leer una serie de revistas de horror y misterio, Bava se entusiasmó con la idea de rodar un film
misterio que se desarrollara en Italia, específicamente en Roma, por lo que
junto a Sergio Corbucci (quien trabajó bajó el seudónimo de Enzo Corbucci), Mino
Guerrini, Franco Prosperi, Ennio De Concini y Eliana De Sabata, desarrolló un
guion que originalmente fue concebido como una suerte de comedia romántica que
luego mutó en un thriller cuando la cinta entró en el proceso de producción. Tras
seleccionar a la actriz italiana Leticia Román para el rol protagónico del
film, ella invitaría al actor norteamericano John Saxon a participar en la
película cuyo rodaje se extendería durante tres meses desde Mayo de 1962 hasta
Julio desde ese mismo año.
En “La
Ragazza Che Sapeva Troppo” (1963), Nora Davis (Leticia Román) es una joven norteamericana
que durante sus vacaciones viaja a Roma para visitar a su anciana tía Ethel. Al
llegar a su destino, Nora conoce al Doctor Marcello Bassi (John Saxon) quien le
informa acerca del delicado estado de salud de su familiar. Lamentablemente
para la joven, esa misma noche su tía Ethel sufre un infarto cardíaco. Nora, al
ser incapaz de localizar al doctor, sale desesperada a la calle en busca de
ayuda tras lo cual es asaltada y golpeada en medio de la Plaza de España, lo
que provoca que pierda el conocimiento por algunos minutos. Cuando logra
despertar alertada por un grito, ella presencia el asesinato de una mujer a
manos de un hombre cuyo rostro no logra ver con claridad, tras lo cual vuelve a
perder el conocimiento. Cuando despierta al día siguiente, no hay rastro de la
supuesta víctima por lo que nadie cree en su historia. Sin embargo, convencida
de que lo que vio fue real y no un producto de su imaginación, Nora comienza a
investigar el supuesto crimen por su cuenta, lo que eventualmente la lleva a
conectar el hecho con una serie de asesinatos cometidos por un psicópata que la
prensa ha denominado como el “asesino del alfabeto”, el cual aparentemente
escoge a sus víctimas según la letra con la que comienza su apellido. Con la
ayuda del Dr. Bassi y de un reportero llamado Andrea Landini (Dante DiPaolo),
Nora irá acercándose a la verdad lo que inevitablemente pondrá su vida en peligro.
Si bien existen
varios casos previos en los que ciertos elementos dramáticos del género
policial de misterio internacional fueron absorbidos por producciones
italianas, como es el caso de “Ossessione” (1943) del director Luchino
Visconti, “La Ragazza Che Sapeva Troppo” fue la primera producción en meterse
de lleno en el género. Desde el inicio del film se establece que Nora Davis es
una aficionada a las novelas policiales de misterio, a quien le gusta sumergirse
en el mundo de fantasía que ofrecen, y que en el fondo ansía involucrarse en un
misterio de la vida real que se asemeje a los que están contenidos en las
páginas de sus libros. Esto se cumple tan pronto como ella llega a Roma, donde
se ve involucrada en una serie de eventos sobre los cuales no tiene ningún tipo
control. Tras encontrarse tempranamente en el aeropuerto con un traficante de
drogas, Nora debe enfrentar la inesperada muerte de su tía, para luego
sobreponerse a un atraco, y por último presenciar impotente un asesinato del
cual no existe evidencia. Estos eventos y sus complicaciones serían irrisorios
si no fuese por la veta de humor negro que recorre la cinta, por el enfoque
juguetón seleccionado por Bava para relatar la historia, y por la inclusión de
un narrador que en tercera persona comenta la compleja situación en la que se
ve involucrada Nora y le otorga una expresión a sus pensamientos. Contrario a
lo que se podría pensar, esto en ningún momento debilita la narrativa sino que
muy por el contrario, sirve para vincular al film con su fuente literaria, ya
que asoma junto a otros elementos como una de las tantas referencias presentes
en la cinta al trabajo de escritores como Mickey Spillane o Agatha Christie,
entre otros.
La importancia histórica dentro de la industria cinematográfica italiana de “La Ragazza Che Sapeva Troppo” está vinculada al hecho que es habitualmente considerada como la producción que inauguró el subgénero del giallo, cuyo nombre proviene de los libros de bolsillo publicados en Italia por la editorial Mondadori cuyas portadas eran de color amarillo (giallo en italiano), los cuales habitualmente eran thrillers de misterio que situaban a héroes comunes y corrientes en medio de algún tipo de investigación criminal. Si bien la cinta de Bava presenta gran parte de los elementos presentes en el subgénero del giallo que posteriormente refinaría en “6 donne per l'assassino” (1964), y que varios años más tarde terminaría de delinear y popularizaría Dario Argento con su film “L'uccello dalle piume di cristallo” (1970), como por ejemplo el turista o el extraño cultural que se ve involucrado en un misterio criminal, una trama compleja plagada de giros dramáticos, una plétora de pistas falsas, y el mecanismo narrativo que utiliza hechos del pasado para explicar el presente, la verdad es que “La Ragazza Che Sapeva Troppo” funciona mejor como un sentido tributo al cine de Alfred Hitchcock. Mediante el guiño presente en el título de la cinta que alude a las dos versiones de “The Man Who Knew Too Much” (1934/1956), la exploración del tema del voyerismo y lo difícil que resulta en ocasiones interpretar aquello que se atestigua, que es básicamente la base temática de “Rear Window” (1954), y la inclusión de un cameo del director italiano que en una determinada escena espía a la protagonista escondido tras un retrato que se encuentra colgado en su habitación, Mario Bava plasma su admiración por el denominado maestro del suspenso creando en el proceso las bases de lo que se convertiría en una nueva tendencia cinematográfica en su país de origen.
Si algo llama la atención de “La Ragazza Che Sapeva Troppo”
es la forma en como Bava realiza un retrato dicotómico de la ciudad de Roma. Tras
la llegada de la protagonista a Italia, la urbe conocida principalmente por sus
maravillas turísticas y su importancia histórica se convierte en un mundo
siniestro dominado por los criminales más peligrosos en el cual nadie se
encuentra a salvo. Irónicamente, las escaleras de la Plaza de España por las
que ella transita la noche que es asaltada y es testigo del supuesto crimen,
durante el día es uno de los principales puntos turísticos de la ciudad. La
imagen más conocida de Roma con sus ruinas ancestrales y sus escenarios más
contemporáneos son promovidos por Marcello Bassi, quien lleva a Nora a diversos
lugares turísticos con el objetivo de tranquilizarla. En su modesta opinión, la
Vía Veneto o el Coliseo forman parte de la verdadera Roma, aquella donde el
crimen no es algo que se experimente de forma cotidiana. De forma paralela,
Bava se preocupa de insertar algunos efectos de cámara para crear la ilusión
que la historia se desarrolla en un mundo de características oníricas donde
nada es lo que parece. Debido a lo difuso de sus recuerdos y de la situación en
la que se ve involucrada, las dificultades que presenta Nora para reconstruir
lo que realmente sucedió la noche del crimen, desafían las concepciones que el
espectador tiene con respecto a los límites de la realidad y la cordura. Esto
se acrecienta cuando incluso algunas de las pistas sólidas que va reuniendo
Nora en el curso de su investigación, como por ejemplo algunos recortes de
periódicos y los testimonios profesionales de doctores, periodistas y oficiales
de policía, son puestas en duda cuando las evidencias que las respaldan
desaparecen.
Las actuaciones son sólidas sin necesariamente ser destacables, con un John Saxon que utiliza su carisma y encanto para sacar adelante un papel romántico algo insulso alrededor del cual giran bastantes bromas. Leticia Román por su parte interpreta a un personaje mucho más complejo. Primero debe convencer a los demás que el crimen que atestiguó no es producto de su imaginación, y luego debe lidiar con su deseo de resolver el misterio, lo que eventualmente se vuelve una prioridad cuando descubre que ella es la próxima víctima del desconocido psicópata. Mediante la forma en como ella interactúa con quienes la rodean, el film insinúa que los círculos patriarcales en los que se mueve no le creen solo por el hecho de ser mujer. Todo esto Román lo interpreta de manera correcta, aun cuando no logra construir por completo a un personaje que despierte de manera uniforme la empatía del espectador. En cuanto al aspecto técnico de la producción, se destaca el maravilloso trabajo de fotografía de Mario Bava en su último film en blanco y negro, ya que le saca el máximo provecho posible a las diversas locaciones que utiliza de la ciudad de Roma, al mismo tiempo que convierte escenarios en apariencia inofensivos en lugares escalofriantes en los que nadie está a salvo. También resulta destacable la jazzística y colorida banda sonora del compositor Roberto Nicolosi, la cual está coronada por la canción “Furore” del cantante Adriano Celentano.
Las actuaciones son sólidas sin necesariamente ser destacables, con un John Saxon que utiliza su carisma y encanto para sacar adelante un papel romántico algo insulso alrededor del cual giran bastantes bromas. Leticia Román por su parte interpreta a un personaje mucho más complejo. Primero debe convencer a los demás que el crimen que atestiguó no es producto de su imaginación, y luego debe lidiar con su deseo de resolver el misterio, lo que eventualmente se vuelve una prioridad cuando descubre que ella es la próxima víctima del desconocido psicópata. Mediante la forma en como ella interactúa con quienes la rodean, el film insinúa que los círculos patriarcales en los que se mueve no le creen solo por el hecho de ser mujer. Todo esto Román lo interpreta de manera correcta, aun cuando no logra construir por completo a un personaje que despierte de manera uniforme la empatía del espectador. En cuanto al aspecto técnico de la producción, se destaca el maravilloso trabajo de fotografía de Mario Bava en su último film en blanco y negro, ya que le saca el máximo provecho posible a las diversas locaciones que utiliza de la ciudad de Roma, al mismo tiempo que convierte escenarios en apariencia inofensivos en lugares escalofriantes en los que nadie está a salvo. También resulta destacable la jazzística y colorida banda sonora del compositor Roberto Nicolosi, la cual está coronada por la canción “Furore” del cantante Adriano Celentano.
“La Ragazza Che Sapeva Troppo” fue estrenada resultó
ser todo un fracaso de taquilla tanto en Italia como a nivel internacional,
convirtiéndose en el mayor traspié comercial de la carrera de Mario Bava. Para
colmo, cuando la cinta fue estrenada en los Estados Unidos bajo el título “Evil
Eye”, sufrió una serie de cambios a manos de los productores Samuel Arkoff y
James Nicholson que afectaron seriamente la calidad del contenido del film.
Para comenzar, reemplazaron las piezas musicales compuestas por Nicolosi por
otras completamente diferentes que estuvieron a cargo de Les Baxter, las cuales
lamentablemente fracturan por completo la atmósfera que Bava tanto se esforzó
por crear. Al mismo tiempo, añadieron un par de escenas de corte cómico para
atraer a un público más joven, eliminaron todas las escenas que vinculaban a
Nora con el tráfico y consumo de drogas, y por último idearon un final
diferente al creado por el director italiano. Como toda obra que sirve para
sentar las bases de un movimiento cuyas directrices no están del todo definidas,
“La Ragazza Che Sapeva Troppo” no es una película perfecta ni pretende
serlo. Pese a que el mismo Mario Bava pensaba que la historia del film era algo
ridícula, el director no tuvo problemas para desarrollar una cinta entretenida,
poseedora de un ritmo narrativo dinámico, y cuyo apartado visual es
sencillamente deslumbrante, la cual funciona no solo como un tributo del
cineasta italiano al cine de Hitchcock y a las novelas de misterio, sino que también
como una particular carta de amor a la ciudad de Roma y los magníficos rincones
que tiene para ofrecer.
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