Tras el problemático
estreno de su debut cinematográfico titulado “Dark Star” (1974), John Carpenter tenía en carpeta dos
proyectos de bajo presupuesto que planeaba escribir y dirigir, los cuales iban
a ser financiados por J. Stein Kaplan y Joseph Kaufman. Uno de ellos llevaba
por título “Eyes”, cuyo guion finalmente le sería vendido al productor Jon
Peters quien de la mano del director Irvin Kershner, lo transformaron en el
film “Eyes of Laura Mars” (1978). Una vez que Carpenter comenzó a concentrarse
en su otro proyecto, las familias de Kaplan y Kaufman conformaron la productora
CKK Corporation con la intención de financiar la cinta. Si bien en un inicio
Carpenter pretendía realizar un western con un estilo similar al exhibido por
el director Howard Hawks en las cintas “El Dorado” (1966) y “Rio Lobo” (1970),
cuando se dio cuenta que los $100.000 dólares de presupuesto con los que
contaba no le iban a permitir llevar a cabo su plan original, trasladó la
premisa central del film “Rio Bravo” (1959) a un escenario moderno. Bajo el
seudónimo de John T. Chance, que era el nombre del personaje interpretado por
John Wayne en “Rio Bravo”, Carpenter desarrolló un borrador titulado “The
Anderson Alamo”, el cual además de presentar elementos propios del cine de
Hawks, estaba fuertemente influenciado por la cinta de George A. Romero “Night
of the Living Dead” (1968). El guion definitivo sería escrito en tan solo ocho
días por Carpenter, y el proceso de rodaje de la película estaría marcado por una
serie de incómodas condiciones laborales, como por ejemplo el calor sofocante
que hacía al interior del set de filmación, y los múltiples accidentes que
sufrieron los actores debido a la falta de dobles de riesgo.
“Assault on Precinct
13” (1976) transcurre durante un día Sábado en Anderson,
un gueto infestado de criminales ubicado en el Sur de la ciudad de Los Ángeles,
en el cual un grupo de miembros de una pandilla conocida como los Street
Thunder acaban de robar una cuantiosa cantidad de rifles de asaltos y pistolas.
Más tarde ese mismo día, un grupo de oficiales de policía embosca a la pandilla
asesinando a seis de sus miembros. A raíz de esto, los líderes de la pandilla
juran tomar venganza en contra de la policía y de los ciudadanos de Los
Ángeles. De forma paralela, al Teniente Ethan Bishop (Austin Stoker) se le
asigna la tarea de vigilar la comisaría de Anderson la cual está a pocas horas
de ser desmantelada para siempre, razón por la cual en el lugar solo se
encuentra el Sargento Chaney (Henry Brandon) y las secretarias Leigh (Laurie
Zimmer) y Julie (Nancy Kyes). La tarde aparentemente tranquila de Bishop y
compañía primero se ve interrumpida por la llegada de un bus que está
transportando a un puñado de prisioneros entre los que se encuentra el infame
Napoleón Wilson (Darwin Joston), el cual se ve obligado a detenerse en la
comisaría para atender a uno de los criminales que se encuentra enfermo. Pocos
minutos más tarde, al recinto ingresa un hombre llamado Lawson (Martin West) en
evidente estado de shock, quien acaba de presenciar cómo su pequeña hija (Kim Richards) ha
sido asesinada por algunos miembros de los Street Thunder. Una vez que el resto
de la pandilla llega en busca de Lawson, la situación se torna caótica cuando
los pandilleros le declaran la guerra a todas aquellos que están al interior de
la comisaria, sin importar si estos son policías, civiles o criminales.
En el año 1994, Joseph Kaufman, quien ofició
como productor ejecutivo de este western moderno de John Carpenter, señalaba en
un ensayo: “La gente se ha dado cuenta que tanto Rio Bravo como Assault on
Precint 13 se desarrollan en estaciones de policía aisladas y sitiadas, y que
los códigos morales de comportamiento son importantes en las dos cintas.” En
ese mismo ensayo, Kaufman se encargaba de asegurar que no por eso “Assault on
Precint 13” era una copia literal del film de Howard Hawks, así como tampoco
era una copia descarada de “Night of the
Living Dead” de George A. Romero, con la cual también comparte una serie de
elementos temáticos y narrativos. Preocupado de dotar al film de una identidad
propia, Carpenter plasma la oscuridad y la desolación urbana en la que se
desarrolla el relato como si se tratara de un escenario cuasi apocalíptico, evitando
caer en cualquier tipo de estereotipo racista al retratar a los villanos del
film, los Street Thunder, como una pandilla multirracial que prácticamente
carece de cualquier tipo de comunicación verbal entre sus miembros y cuyo
accionar es absolutamente despiadado, lo que impide que el espectador se identifique
con ellos a nivel personal, cultural o social. Algo similar sucede con los
héroes de la película, ya que Carpenter presenta a Ethan Bishop, un policía
afroamericano que es severo, firme y heroico, quien eventualmente se ve obligado a asociarse con Napoleón Wilson, un
peligroso y despiadado criminal blanco que es tan cínico como ingenioso, todo
con el fin de establecer un claro mensaje; en su colorida y violenta versión de
los guetos, el mal y el heroísmo no conocen raza o color, así como tampoco lo
hace la muerte a la hora de cobrar las vidas de tanto hombres como mujeres que
se encuentran a ambos lados de la ley.
Luego de los
primeros treinta minutos de metraje en los que Carpenter presenta a los
diversos personajes cuyos caminos terminan confluyendo durante la segunda mitad
del film, el director inserta una secuencia que no solo resulta ser sorprendente
y aterradora, sino que además en cierta medida marca el tono que adopta la
cinta desde ese momento en adelante. En dicha secuencia, algunos de los
miembros de los Street Thunder aterrorizan a un vendedor de helados
insertándole una pistola dentro de su boca, para momentos después asesinar sin motivo
alguno a una pequeña niña llamada Kathy con una frialdad brutal, rompiendo de
esta forma una regla implícita del cine norteamericano de la época que hace
relación a que los niños puede ser amenazados pero jamás asesinados. El padre
de Kathy, horrorizado por la situación, confronta a los pandilleros asesinando
a uno de ellos para luego huir despavorido aun sin entender cómo ha caído en
este espiral de violencia sin sentido. Lo que convierte a este momento en algo aún
más perturbador, es que supuestamente está basado en un incidente real. Según el
propio Carpenter, cierto día los miembros de una pandilla estaban rondando las
cercanías de una parada de buses cuando uno de ellos le dijo al resto que le
iba a disparar a la próxima persona que se bajara del bus; cuando se bajó una
pequeña niña, el criminal le disparó y los pandilleros huyeron del lugar.
Una vez que todos
los personajes que participan en la historia se reúnen al interior de la
comisaría, Carpenter los mantiene encerrados en dicho lugar creando una
atmósfera de creciente claustrofobia y de constante peligro. Tras la llegada de
los primeros pandilleros a la comisaria, decenas de otros criminales sin rostro
ni voz aparecen de forma súbita en las cercanías del edificio amparados en la
oscuridad de la noche, como si fueran espectros o zombies, dispuestos a exterminar de manera mecánica a quienes consideran como
enemigos. El caos, la destrucción y la violencia no se hacen esperar, así como
tampoco las divisiones morales y las alianzas forzosas entre las personas que
se encuentran atrincheradas en la comisaria. Por ejemplo, tanto Bishop como
Leigh no dudan en reprender a la inocente e histérica Julie cuando sugiere que
sería mejor dejar en manos de los pandilleros al traumatizado padre de Kathy. “No
me den esa mirada civilizada”, grita Julie cuando se da cuenta que sus
compañeros reprueban su nula empatía con el recién llegado. Cuando
eventualmente Bishop decide liberar y armar a Napoleón Wilson y al resto de los prisioneros
que lo acompañan en las celdas de detención, aun cuando hay suficiente testosterona
como para hacer estallar el lugar, Wilson y sus colegas en el crimen salvo por
un par de frases puntuales no intentan minar el liderazgo del Teniente, sino
que muy por el contrario se muestran dispuestos a colaborar con él con tal de
salir con vida del asedio incesante de los pandilleros.
El Teniente Bishop interpretado de buena
manera por Austin Stoker, es un tipo amable, sereno incluso bajo presión,
optimista hasta la médula, y por sobre todo un líder empático y justo. Durante
el transcurso del relato, Bishop demuestra con creces que la frase que le dicen
sus superiores al comienzo del film, “Ya no existen héroes, solo hombres que
siguen órdenes”, no es completamente cierta. Por su parte, Darwin Joston
también realiza un gran trabajo a la hora de personificar a Napoleón Wilson,
quien pese a ser un asesino que probablemente no es mucho mejor que los
pandilleros que están asediando la comisaría, es presentando como un tipo
carismático con una clara inclinación por la violencia y por el tabaco, ya que
a prácticamente a todos los personajes que se cruzan en su camino no duda en
pedirles un cigarrillo. Por último, Laurie Zimmer encarna sin mayores
contratiempos al arquetipo de la “mujer hawksiana”, el cual es utilizado en el
cine para describir a mujeres frontales que son capaces de decir lo que
piensan, que no se dejan amedrentar por sus contrapartes masculinas, y que
están dispuestas a hacer lo necesario para conseguir sus objetivos. Durante el
transcurso de la noche, Leigh prueba ser temeraria, ingeniosa y hábil a la hora
de utilizar un arma de fuego, impresionando incluso al mismísimo Wilson. Por
otro lado, pese a la escasez de presupuesto Carpenter se las arregló para
configurar una película visualmente atractiva que presenta la correcta dirección
de fotografía de Douglas Knapp y la humilde pero interesante dirección de arte
de Tommy Lee Wallace, cuyos aportes son complementados de manera brillante por
la minimalista pero atmosférica banda sonora compuesta por el propio Carpenter,
cuyo tema central fue parcialmente inspirado por la piezas musicales que Lalo
Schifrin compuso para el film “Dirty Harry” (1971) y por la canción de Led Zeppelin
“Immigrant Song”.
“Assault
on Precinct 13” fue tibiamente recibida tanto por el público como por la
crítica. No fue hasta que la cinta fue exhibida con gran éxito en el Festival
de Cine de Londres de 1977, que esta comenzó a ser alabada a nivel mundial
tanto por los entendidos como por el público en general. Aun cuando existen
algunos problemas relacionados con la inexperiencia de parte del elenco
participante, ciertos elementos puntuales del guion, y el escaso presupuesto
con el que contó la producción, la gran virtud del film es que una vez que
atrapa al espectador se rehúsa a dejarlo ir. Carpenter básicamente explota el
temor del hombre a la violencia irracional, y lo plasma en un escenario que
busca rendir tributo a los westerns clásicos norteamericanos y que está
dominado por la acción, el horror y el humor negro por partes iguales. “Assault
on Precinct 13” sería extremadamente importante en la carrera de John
Carpenter, ya que le demostró que podía rodar una película entretenida de forma
rápida y sin un gran presupuesto, que podía lograr que una historia simple
resulta atractiva, y que era capaz de introducir elementos ambiguos y extraños
dentro de un relato sin necesariamente convertirlo en algo fantástico o
surrealista, todo lo cual eventualmente pondría en práctica a la hora de desarrollar
su primer gran éxito como director, la cinta de horror “Halloween” (1978).
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