John Harrington (Stephen Forsyth) es un hombre atractivo y seductor que es propietario de una exitosa casa de modas que se dedica a diseƱar vestidos de novias, la cual fue fundada por su madre quien fue asesinada cuando Ć©l era pequeƱo. Debido a que la compaƱƭa enfrentĆ³ una serie de deudas en el pasado, John se vio obligado a contraer matrimonio con Mildred (Laura Betti), una viuda millonaria que cubre sus cuantiosos gastos. Mildred por su parte, es una mujer atormentada y sin sentido del humor, que aprovecha cualquier oportunidad que se presente para humillar a su esposo. Lo que ella no sabe que es John ha asesinado a cinco mujeres reciĆ©n casadas, tres de las cuales estĆ”n enterradas en el invernadero de su mansiĆ³n. La verdad es que Harrington continĆŗa asesinando mujeres con la esperanza que esa clase de actos violentos, le permitan descifrar los crĆ­pticos recuerdos que posee con respecto al asesinato de su madre. Cuando las sospechas empiezan a recaer sobre su persona, Harrington no solo deberĆ” lidiar con su desastrosa vida matrimonial, sino que tambiĆ©n se verĆ” obligado a soportar al sagaz inspector Russell (JesĆŗs Puente), quien no puede evitar sospechar del errĆ”tico comportamiento del perturbado empresario de la moda.

El director Mario Bava es recordado como uno de los pioneros del cine de horror italiano y como el creador del subgĆ©nero conocido como giallo, el cual inaugurĆ³ con la cinta “La ragazza che sapeva troppo” (1963), y cuya popularidad estallĆ³ durante la dĆ©cada del setenta. Pese a su innegable capacidad como director, durante su carrera tuvo tanto Ć©xitos como fracasos, y en ese sentido “Il rosso segno della follia” (1970) pareciera caer justo en medio. Tras su frustrante experiencia laboral junto al productor Dino De Laurentiis durante el rodaje de “Danger: Diabolik” (1968), Bava comenzĆ³ a buscar un proyecto mĆ”s pequeƱo que le otorgara la oportunidad de disfrutar de una mayor libertad creativa. Fue asĆ­ como se involucrĆ³ en la producciĆ³n italo-espaƱola “Il rosso segno della follia”, cuyo guion en su mayor parte estuvo a cargo de Santiago Moncada y que serĆ­a rodada en la villa del dictador espaƱol Francisco Franco ubicada en Barcelona, se aleja de las convenciones habituales del giallo para explorar nuevos territorios tanto a nivel estĆ©tico como argumental. Si bien el guion original no incluĆ­a al personaje de Mildred Harrington, tras la insistencia de la actriz Laura Betti quien expresĆ³ abiertamente su deseo de trabajar con Bava, el director reescribiĆ³ la historia para que ella pudiese interpretar un rol protagĆ³nico. De esta forma naciĆ³ Mildred, cuyo conflicto con el protagonista en gran medida reflejaba el complejo escenario que atravesaba en aquel entonces el matrimonio del director en la vida real.

A diferencia de lo que sucede en la gran mayorĆ­a de las producciones encasilladas dentro del subgĆ©nero del giallo, en “Il rosso segno della follia” la identidad del asesino es inmediatamente revelada, ya que es el mismo Harrington quien explica que se esconde tras su psicosis homicida y cuĆ”l es su modus operandi. “Mi nombre es John Harrington. Tengo 30 aƱos. Soy paranoico. Paranoico. Que palabra tan encantadora, tan civilizada, llena de posibilidades. La verdad es que estoy completamente loco. Darme cuenta de eso me molestĆ³ al principio, pero ahora me divierte. Me divierte bastante. Nadie sospecha que soy un demente. Un peligroso asesino. Ni Mildred, mi esposa. Ni mis empleados de la casa de moda. Ni menos mis clientes.” Una vez que la verdadera naturaleza del protagonista queda completamente expuesta, Bava utiliza narraciones en off, numerosos flashbacks, acercamientos excesivos, cĆ”maras subjetivas y una paleta de colores visualmente atractiva, para retratar la trastornada psiquis de Harrington, cuya enfermiza cercanĆ­a con la muerte queda expuesta a travĆ©s de frases como “la vida es un ridĆ­culo accidente biolĆ³gico.


Aun cuando el matrimonio de Harrington es claramente una farsa, Mildred se niega a divorciarse solo con el afĆ”n de molestar a su aburrido marido. “Seguiremos casados hasta que la muerte nos separe,” insiste ella sin saber que John terminarĆ” tomando sus dichos de forma literal. Dentro de la dinĆ”mica disfuncional que domina su relaciĆ³n de pareja, no contenta con invitar a John a una sesiĆ³n de espiritismo cuya finalidad es contactar a su ex esposo fallecido quien segĆŗn ella si lograba complacerla, Mildred constantemente le recuerda a su actual marido que no es lo suficientemente hombre para ella, sugiriendo que John es impotente. La disfunciĆ³n sexual que afecta al protagonista explica el motivo por el cual Ć©l frecuentemente visita un cuarto secreto repleto de maniquĆ­es enfundados con vestidos de novia, ademĆ”s de la habitaciĆ³n donde dormĆ­a cuando era pequeƱo. Ambas locaciones son utilizadas por Harrington para refugiarse de la angustia que le provoca la relaciĆ³n con su esposa y el asesinato de su madre, con quien mantenĆ­a una relaciĆ³n de naturaleza mĆ”s bien edĆ­pica. Con esto en mente, resulta mĆ”s comprensible el hecho que Ć©l bese y baile con los maniquĆ­es presentes en el cuarto secreto de su mansiĆ³n, ya que sus traumas y frustraciones solo le permiten sentir afecto por objetos completamente inanimados, los cuales son incapaces de producirle cualquier tipo de daƱo.

Curiosamente, uno de los aspectos mĆ”s controversiales de “Il rosso segno della follia” es su marcado discurso sexista. “Una mujer solo debe vivir hasta su noche de bodas. Amar una vez y luego morir,” comenta Harrington en uno de los pasajes del film, demostrando su particular pensamiento acerca de las mujeres. Por otro lado, la historia estĆ” plagada de estereotipos femeninos, muchos de los cuales son abiertamente ofensivos. Por ejemplo, se menciona que las mujeres estĆ”n obsesionadas con el matrimonio, adoran el lujo y la opulencia, son promiscuas, hablan demasiado, y que su Ćŗnico objetivo es satisfacer las necesidades del hombre. Con respecto a esto Ćŗltimo, Harrington asegura que “todo hombre necesita a una mujer por distintas razones… (Usualmente) para descubrir algo sobre ellos mismos.” Para el protagonista las mujeres son meros objetos que pueden ser desechados, o calcinados en su caso, ya que Ć©l se deshace de los cadĆ”veres de sus vĆ­ctimas con la ayuda de un incinerador. IrĆ³nicamente para Harrington, su mujer, quien eventualmente pasa a ser una de sus vĆ­ctimas, regresa durante la segunda mitad de la cinta como un espectro con el Ćŗnico objetivo de llevarlo a cometer un error que permita que la policĆ­a finalmente lo capture.


Si la relaciĆ³n entre John y Mildred era interesante cuando ella estaba viva, resulta ser aĆŗn mĆ”s interesante cuando ella regresa transformada en un fantasma. En lo que demuestra ser una vuelta de tuerca al clichĆ© habitual, Mildred es vista mĆ”s seguido por otros que por el mismo Harrington. A diferencia del resto de sus vĆ­ctimas, ella se rehĆŗsa a desaparecer; todos pueden verla a su lado, incluso cuando Ć©l es incapaz de hacerlo. Con el Ć”nimo de desafiar al fantasma de su fallecida esposa, cuyas cenizas estĆ”n guardadas en una bolsa de cuero que lleva consigo, Harrington decide ir a un local nocturno en busca de diversiĆ³n. Cuando intenta acercarse a una de las bailarinas del lugar, ella de inmediato le seƱala que ya tiene a una mujer acompaƱƔndolo. “Ella no va a molestarnos,” responde. “Mi esposa verĆ” algo que jamĆ”s olvidarĆ”. Ni siquiera en el infierno.” Su supuesto atrevimiento provoca que la bailarina lo golpeĆ©, y que posteriormente sea expulsado del lugar. Curiosamente, lo mĆ”s aterrador de la forma espectral de Mildred resulta ser el rostro de satisfacciĆ³n que exhibe cada vez que logra perturbar al protagonista. A travĆ©s de la inclusiĆ³n del elemento sobrenatural en la cinta, Bava no solo juega con la ambigĆ¼edad de la situaciĆ³n, incentivando al espectador a preguntarse si el fantasma de Mildred es real o simplemente es producto de la deteriorada mente del protagonista, sino que ademĆ”s busca dejar en claro el mensaje final de la pelĆ­cula: da igual cuantas novias asesine Harrington, su propia esposa jamĆ”s lo va a dejar. Igualmente interesante resulta ser una subtrama que involucra a una mujer llamada Helen Wood (Dagmar Lassander), quien es una codiciosa modelo que busca seducir al protagonista para quedarse con su dinero, sin imaginar que en el proceso estĆ” poniendo en riesgo su vida.

En cuanto a las actuaciones, Stephen Forsyth, quien jamĆ”s se caracterizĆ³ por su gran capacidad interpretativa, en esta oportunidad realiza un estupendo trabajo personificando a un hombre egĆ³latra, materialista, algo afeminado, y con una insaciable sed de sangre, cuya fragmentada psiquis no le permite vivir en paz y que en muchos sentidos servirĆ­a como prototipo del protagonista de la cinta “American Psycho” (2000). Laura Betti por su parte, interpreta de gran manera a la sarcĆ”stica y venenosa mujer de Harrington, aportando con dosis de humor negro a la mezcla. Por otro lado, a la llamativa direcciĆ³n de arte de JesĆŗs MarĆ­a Herrero, se suma la atmosfĆ©rica banda sonora del compositor Sante Maria Romitelli, y la maravillosa direcciĆ³n de fotografĆ­a de Mario Bava, quien se preocupa de trazar paralelos entre los escenarios en los que se desenvuelve el protagonista con las actividades que este realiza en ellos. Si bien hay algunos problemas con la narrativa, la cual por momentos resulta ser sobre explicativa o demasiado simplista, “Il rosso segno della follia” posee un encanto especial debido a la curiosa mezcla de elementos tanto visuales como narrativos que realiza el director, muchos de los cuales parecen estar influenciados por cintas como “Psycho” (1960), “Peeping Tom” (1960), y en especial “Ensayo de un Crimen” (1955) del director Luis BuƱuel, la cual tambiĆ©n estĆ” protagonizada por un hombre distinguido llamado Archibaldo de la Cruz, que debido a un trauma que sufriĆ³ durante su niƱez, presenta algunas disfunciones sexuales que busca solucionar cometiendo un crimen perfecto; sin embargo, cada mujer que planea asesinar termina falleciendo a manos de terceros. El protagonista de dicho film incluso alberga un incinerador y mĆŗltiples maniquĆ­es en su hogar, por lo que aunque no se puede acusar a Mario Bava de plagio, las similitudes estĆ”n completamente a la vista.

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