En el año 1951, mientras el productor George Pal se encontraba en los Estudios Paramount trabajando en su segundo largometraje de ciencia ficción, “When Worlds Collide” (1951), empezó a buscar otra historia de ciencia ficción que pudiese llevar a la pantalla grande. Fue así como encontró en los archivos del Estudio una serie de guiones que por diversos motivos no fueron producidos, los cuales estaban basados en la novela de H. G. Wells, “The War of the Worlds”. La novela más famosa del escritor británico fue publicada por primera vez en 1898, y relataba la invasión a la Tierra de un grupo de extraterrestres provenientes del planeta Marte. La primera persona que identificó el potencial cinematográfico del relato de Wells fue el reconocido director Cecil B. DeMille, quien poco después del estreno de “The Ten Commandments” (1923), incentivó a los ejecutivos de la Paramount a comprar los derechos de la novela a perpetuidad en 1925. Sin embargo, el guion que eventualmente escribió Roy Pomeroy no sería producido. En 1930, se le ofreció la adaptación de la novela al cineasta ruso Sergei M. Eisenstein, quien pese a que se desarrolló un nuevo guion, terminó rechazando el proyecto. Finalmente, en 1938 se estrenó una versión de “The War of the Worlds” en los Estados Unidos, la cual generó todo un revuelo mediático. El único detalle, es que no se trataría de un largometraje sino que fue una obra radiofónica concebida por Orson Welles y escrita por Howard Koch, que consistía en una serie de boletines de noticias que detallaban una invasión alienígena cuyo desembarco ocurría en Grover´s Mill, Nueva Jersey. Pese al éxito que tuvo la obra radial, los ejecutivos de la Paramount no se sentían cómodos con la idea de producir una película que describiera una violenta guerra entre un grupo de extraterrestres y la totalidad de la humanidad, menos cuando en Europa se estaba desarrollando un conflicto bélico real.

En 1952 George Pal dejó de lado todos los guiones que encontró en los archivos de los Estudios Paramount, y contrató al guionista Barre Lyndon para que adaptara el relato de Wells. Lamentablemente para Pal, los ejecutivos del Estudio inicialmente tuvieron una serie de reparos con el guion de Lyndon. Tras revisarlo, Don Hartman, vicepresidente de producción de la Paramount en aquel entonces, tiró el guion a la basura desatando la ira del habitualmente tranquilo Pal, quien súbitamente sujetó al ejecutivo por las solapas para luego insultarlo en duros términos. Afortunadamente el productor estaba siendo respaldado no solo por Cecil B. DeMille, sino que también por el jefe del Estudio, Y. Frank Freeman, quien finalmente autorizó a Pal a iniciar el proceso de producción del film. Mientras se encontraban en medio del proceso del desarrollo de la historia, Pal contrató al director Byron Haskin debido a su experiencia en el área de los efectos especiales. Con respecto a su trabajo en la cinta, Haskin aseguró lo siguiente en el libro “The Films of George Pal”, del escritor Gail Morgan Hickman: “George y Frank Freeman Jr., el productor asociado, Barre Lyndon, el escritor, y yo nos sentábamos y discutíamos sobre el asunto. Y luego Barre se encargaba de juntar todo. Barre era un escritor muy pragmático. Nosotros salíamos con cosas muy alocadas, y Barre las usaba como el núcleo de algo bueno. Él realmente conocía su teatro. Sus escenas funcionaban muy bien. Fue muy desafiante tratar de trasladar la historia a un escenario moderno.”

En "The War of the Worlds" (1953), una noche tranquila lo que parece ser un meteorito cae cerca de un pequeño pueblo norteamericano cercano a la ciudad de Los Ángeles. Motivados por su curiosidad, varios pobladores se dirigen a la zona del impacto, quedando asombrados al ver la magnitud de la estructura cilíndrica que yace en el lugar. Entre los curiosos se encuentra el Dr. Clayton Forrester (Gene Barry), un físico de renombre mundial que coincidentemente estaba de vacaciones en el lugar. En el sitio del impacto conoce a Sylvia van Buren (Ann Robinson) y a su tío, el pastor Matthew Collins (Lewis Martin), quienes lo invitan a quedarse con ellos. Más tarde esa noche, del interior de la estructura emergen unos extraños artefactos que comienzan a destruir todo a su paso. Pronto, Forrester y compañía se enteraran que la amenaza que enfrentan está presente en todos los puntos del planeta, y que cuyo poder destructivo parece ser completamente imbatible. ¿Podrán los habitantes de la Tierra detener a los invasores o esto es el principio del fin para la humanidad?


En muchos sentidos, “The War of the Worlds” como muchas cintas de ciencia ficción producidas durante la década del cincuenta, intentó representar el temor reinante en una sociedad norteamericana que tras salir victoriosa de la Segunda Guerra Mundial, vio surgir una amenaza que ni siquiera la hasta entonces omnipotente bomba atómica parecía poder frenar. La paranoia que generó la amenaza comunista durante la Guerra Fría, provocó que aparecieran hombres como el Senador Joseph McCarthy, quien lideró una caza de brujas que eventualmente se volvería en su contra. En su afán por responder a las políticas comunicacionales y a la lógica que se estableció durante la Guerra Fría, el guion de Lyndon elimina cualquier mención a las naciones que componían el bloque soviético, sugiriendo sutilmente que los marcianos posiblemente tenían algún tipo de relación amistosa con los impíos y belicosos comunistas. Además de la amenaza comunista, “The War of the Worlds” hace mención a los peligros que los avances tecnológicos traen consigo, lo que queda explicitado en la declaración que un reportero realiza en un determinado momento de la película: “En la Primera Guerra Mundial, y por primera vez en la historia del hombre, se unieron naciones para pelear con otras naciones utilizando las armas arcaicas de aquellos días. La Segunda Guerra Mundial involucró a todos los continentes del globo, y el hombre se volcó a la ciencia para desarrollar nuevos artefactos bélicos, los cuales alcanzaron niveles insospechados en su capacidad de destrucción.  Y ahora, la lucha contra las armas terribles de la súper-ciencia, que amenazan a la humanidad y a cada criatura de la Tierra se ha titulado la Guerra de los Mundos.”

A diferencia de la novela de Wells, donde el escritor describe al único representante de la Iglesia que aparece en la historia como un hombre cobarde y detestable, el cual estaba llamado a ser repudiado tanto por el resto de los personajes como por el mismo lector, la película de Haskin no solo realiza un retrato bastante más favorable del representante del cristianismo, el pastor Collins, sino que además lo convierte en un verdadero héroe que fallece como todo un mártir. A su vez, se enfatiza la idea que la religión católica es el recurso más efectivo al que puede recurrir una sociedad que se encuentra al borde del abismo. Es por esto que no resulta extraño que los últimos sobrevivientes acudan a las iglesias en busca de un Dios que parece haberlos olvidado. Cuando Clayton Forrester finalmente decide unirse al resto de los sobrevivientes en este acto de redención masiva, la solución a sus problemas literalmente cae del cielo. Estando la humanidad al borde de la destrucción, los invasores súbitamente comienzan a morir, dando pie a una de las últimas citas del film que refuerza la idea de la importancia del poder divino; “Las criaturas más pequeñas que Dios en su sabiduría ha puesto sobre la Tierra han salvado a la humanidad de la extinción.”


Más allá de los subtextos que esconde el guion de “The War of the Worlds”, el verdadero foco de interés resulta ser su apartado técnico, cuyo desarrollo tomó aproximadamente dos años. El director de arte Albert Nozaki sería el responsable de los diseños iniciales de los marcianos y sus increíbles máquinas de guerra, que a diferencia de la novela donde los vehículos marcianos son descritos como trípodes andantes, en el film su forma se asemeja bastante a la de una mantarraya. Dichos diseños posteriormente serían refinados por el encargado de los efectos especiales de la cinta, Gordon Jennings (ganador de un Oscar póstumo por su trabajo en esta producción), quien además de construir estructuras de cobre de 42 pulgadas poseedoras de un cuello móvil para representar a las máquinas marcianas, utilizaría diversos trucos de fotografía, domos de vidrio, y un proceso similar al utilizado en las películas de animación, para graficar el poder destructivo de los invasores. En cuanto a los propios marcianos, su verdadera apariencia puede ser vista brevemente durante la tensa escena en la que uno de los cilindros se estrella cerca de una granja abandonada donde Forrester y Sylvia se encuentran refugiados. El traje extraterrestre que estaba provisto de un enorme ojo de tres colores, largos brazos con dedos que terminaban en ventosas, y venas pulsantes por doquier, fue construido por Charles Gemora, un artista de maquillaje veterano que trabajaba en los Estudios Paramount desde 1932. Aunque no resulta evidente en la película, el traje marciano fue confeccionado a la rápida con goma látex, alambre y tuberías, por lo que a duras penas se mantuvo unido durante el rodaje de la escena antes mencionada.

Las actuaciones del elenco son en general correctas, y ayudan a otorgarle un mayor grado de credibilidad a una historia absolutamente fantástica, la cual es dirigida de manera encomiable por Byron Haskin. El gran mérito del director es que supo superar la escasez de presupuesto y algunas deficiencias que presenta el guion, las cuales con el paso de los años se han hecho más evidentes, mediante el espléndido manejo que exhibe durante las escenas de acción y el tacto con el que desarrolla aquellos momentos en los que la ansiedad y el terror a lo desconocido se imponen al espectáculo que supone la destrucción masiva llevada a cabo por los invasores. “The War of the Worlds” es uno de los grandes clásicos del cine de ciencia ficción gracias a que mezcla de forma dinámica escenas de acción con momentos de suspenso y reflexión, todo esto en el marco de una historia clara y concisa adornada por llamativos efectos especiales. Según declararía George Pal, gran parte del éxito del film se debió a dos decisiones creativas que se tomaron en las primeras etapas de pre-producción de la cinta en conjunto con Haskin. “Primero, Byron y yo decidimos que nunca mostraríamos el punto de vista de los marcianos, pese a las súplicas de los ejecutivos que continuamente nos exigían que filmáramos como ellos nos veían… Segundo, para agregarle realismo, facilitar la logística y simplificar los efectos, dejamos a Los Ángeles al Oeste y a los marcianos en el Este. De esta forma, todos los movimientos entre el ejército y los invasores eran del Este al Oeste. Esto permitió que una historia complicada fuera más fácil de entender visualmente hablando.”

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