Tras el
inusitado éxito de “Murder on the Orient Express” (1974), era cuestión de
tiempo para que los productores Richard B. Goodwin y John Brabourne intentaran
repetir la fórmula que utilizaron en su primera adaptación de la obra de Agatha
Christie, la cual básicamente consistía en reunir a un elenco repleto de
estrellas y situarlo en un escenario confinado y exótico. Con esto en mente, la
dupla de productores escogió la novela “Death on the Nile”, cuya adaptación estaría
a cargo del escritor Anthony Shaffer. Aunque inicialmente se le ofreció el rol
de Hércules Poirot a Albert Finney, quien ya lo había interpretado en “Murder
on the Orient Express”, el actor se negó a participar en el proyecto. El motivo
de su decisión era bastante simple; había sido tal la incomodidad que le había
provocado el maquillaje durante el rodaje del film anterior debido al excesivo
calor que hacía en el set de filmación, que cuando se percató que las
condiciones laborales serían similares o incluso peores, optó por rechazar el
rol. Por este motivo el papel recayó en la figura de Peter Ustinov, quien personificaría a Poirot en cinco oportunidades
más. La cinta sería rodada durante siete semanas en distintas locaciones de
Egipto, y las sesiones de maquillaje comenzarían a las 4:00 A.M. de cada día,
para así evitar que el rodaje se extendiera hasta el mediodía cuando las
temperaturas podían alcanzar los 54º Celsius.
En “Death on the Nile” (1978), Linnet
Ridgeway (Lois
Chiles) es una rica y egocéntrica heredera que tras tener una aventura con
Simon Doyle (Simon MacCorkindale), el novio de su ingenua amiga Jacqueline De
Bellefort (Mía
Farrow), termina contrayendo matrimonio con él. Con su flamante nuevo
marido, Linnet decide pasar su luna de miel a bordo del crucero S.S. Karnak, el
cual realiza una soñada travesía por el Nilo. Sin embargo, lo que inicialmente
pretendía ser un viaje de placer, termina convirtiéndose en una pesadilla
cuando Linnet aparece muerta en su camarote. Afortunadamente, entre los pasajeros
del crucero se encuentra el famoso detective belga Hércules Poirot (Peter
Ustinov), y su buen amigo el Coronel Race (David Niven), quienes harán todo lo
posible por descubrir quién asesinó a la muchacha, aun cuando esto no resulte
ser una tarea sencilla ya que aparentemente todos los tripulantes de la
embarcación tenían algún motivo para acabar con la vida de la despreciable
millonaria.
La
elección de Ustinov para interpretar a Poirot alteró en gran medida la dinámica
narrativa existente en “Murder on the Orient Express”, ya que el actor le
otorgó otra dimensión al personaje que provocó que él se convirtiera en el
centro de atención de la historia, en vez de los múltiples sospechosos que debe
confrontar para dar con el asesino. Es a raíz de esto que cuando aparece por
primera vez en el film, se presenta como una figura omnisciente y poderosa, que
a su vez exhibe un particular instinto paternal con el personaje interpretado
por Mia Farrow, a quien le advierte que no debe permitir que el mal se aloje en
su corazón a menos que decida convertirlo en su hogar. Esto dista bastante del Poirot
de Albert Finney, quien no mostraba ningún interés por crear lazos con quienes
lo rodeaban, sino que solo ansiaba sacar las conclusiones necesarias para
resolver el caso que tenía entre manos. Aun cuando el Poirot de Ustinov es más
cercano, esto no significa que cuando está ejerciendo su rol de detective no
exhiba un comportamiento que roza en el sadismo. Durante la segunda mitad de la
película, Poirot utiliza un método de interrogación que consiste básicamente en
señalar como cada uno de los sospechosos pudo haber cometido el crimen. En vez
de adaptar su discurso a las necesidades de la situación, Poirot trata a cada
uno de los sospechosos como si fuesen culpables, lo que provoca que uno de
ellos le responda, “Creo que usted es horrible. Pretende ser tan agradable y
considerado y todo lo que quiere hacer es atraparnos.”
Dentro de la
galería de sospechosos de “Death on the Nile”, además de la ya mencionada
Jacqueline De Bellefort se encuentra la estrafalaria y alcohólica escritora
Salome Otterbourne (Angela Lansbury), quien fue demandada por Linnet por las
semejanzas que presentaba uno de sus personajes con la vida de la joven
millonaria, y su tímida hija Rosalie (Oliva Hussey), quien desea proteger a su
madre de la ruina financiera; la excéntrica millonaria Marie Van Schuyler
(Bette Davis), quien debido a su cleptomanía demuestra un gran interés por el
collar de perlas de Linnet, y su cínica enfermera la señorita Bowers (Maggie
Smith), quien culpa a la familia de la joven de arruinar a su padre y
sentenciarla a una vida de servidumbre; el inescrupuloso abogado Andrew
Pennington (George Kennedy), quien desea a toda costa encubrir el hecho que ha
estado robándose parte de la fortuna de Linnet; la mucama francesa Louise
Bourget (Jane Birkin), quien le guarda rencor a su empleadora debido a que le
negó la dote que le había prometido; un deslenguado comunista llamado James
Fergurson (Jon Finch), quien no puede evitar mostrar cierto resentimiento por
la fortuna y el estilo de vida de Linnet; y Ludwig Bessner (Jack Warden), un
médico suizo cuyos métodos poco ortodoxos son conocidos por Linnet, quien ha
amenazado con exponerlo ante la opinión pública.
Al momento de
desarrollar el guion, lo primero que hizo Anthony Shaffer fue despojar a la
adaptación de ciertos conceptos de naturaleza política esbozados por Christie,
como por ejemplo los tintes colonialistas presentes en la novela original, los
cuales justificaban la existencia del Imperio Británico, algo que para fines de
la década del setenta resultaba ser una idea totalmente controversial. Al mismo
tiempo, el guionista optó por retratar de manera más amable al personaje
comunista interpretado por Jon Finch, quien en la novela era descrito como un
hombre plagado de defectos y vicios. En segundo lugar, Shaffer eliminó algunos
personajes como el italiano Richetti, la señora Allerton y su hijo Tim, y la
sobrina de la señora Van Schuyler, Cornelia Robson, con el fin de comprimir el
relato al reducir la cantidad de interrogatorios efectuados por Poirot. Por
último, Shaffer intentó dotar de una mayor profundidad a una historia que él
consideraba insustancial, introduciendo el tema de las diferencias de clases,
el cual queda explicitado mediante la inclusión de un puñado de personajes que
se dedican a criticar el estilo de vida y la actitud de aquellos que pertenecen
a la clase más acomodada de la sociedad, y el tema de las relaciones de
dominación, que puede apreciarse en la dinámica que mantienen algunas de las duplas
que interactúan entre sí a lo largo del film, como por ejemplo Marie Van
Schuyler y la señorita Bowers, y en la forma en que Linnet Ridgeway se
relaciona prácticamente con todos los que la rodean.
En el campo de las
actuaciones, la totalidad del elenco realiza un magnífico trabajo, destacándose
Angela Lansbury, cuyo personaje aporta con algunos toques de comedia a la historia;
la interacción entre Maggie Smith y Bette Davis, quien básicamente interpreta a
un personaje que funciona como una parodia de sí misma; y David Niven, quien ostenta
un gran manejo del lenguaje corporal, en especial en aquellos momentos en los
que no puede evitar sentirse silenciosamente hastiado con la actitud rimbombante de Poirot,
o cuando su elocuente amigo hace gala de su conocido intelecto. Peter Ustinov
por su parte, realiza un gran trabajo personificando a Poirot, razón por la
cual su interpretación fue ampliamente
alabada por la crítica, aun cuando la hija de Agatha Christie, Rosalind Hicks,
cuando vio por primera vez el film declaró “ese no es Poirot”, en alusión a la
interpretación de Ustinov, desestimando por completo la labor del veterano
actor. La labor del elenco es aún más loable considerando las difíciles condiciones
laborales que tuvieron que enfrentar, lo que provocó algunos roces entre los
protagonistas. Al agobiante clima se sumaba el hecho que para filmar las
escenas a bordo del Karnak, los actores debían tomar un pequeño bote a motor
todos los días, el cual los transportaba del hotel ubicado en Asuán hasta al
barco y del Karnak al hotel. Para colmo, la embarcación era demasiado pequeña
como para permitir que todos los artistas tuvieran su propio camerino. Esto
provocó una fuerte discusión entre Olivia
Hussey y Bette Davis,
cuando esta última cansada de escuchar un disco musical que Hussey colocaba todas las mañanas,
terminó increpando a su colega. Es sabido que tras ese incidente, las actrices
no volvieron a dirigirse la palabra hasta el fin del rodaje.
Uno de los puntos
altos de “Death on the Nile” es
la hermosa fotografía de Jack Cardiff, quien aprovecha a cabalidad los magníficos parajes
donde se desarrolla la historia, entre los que se encuentran la isla de Éfeso,
la Pirámide de Guiza, la fastuosa fachada del Valle de los Reyes, y el Templo
de Abu Simbel. Igualmente importante resulta ser la atmosférica banda sonora
del compositor Nino Rota, la cual no solo ayuda a resaltar lo exótico de los
escenarios, sino que además aumenta los niveles de tensión de determinados
momentos de la cinta. También resulta necesario destacar el diseño de vestuario
de Anthony Powell, quien obtuvo un Oscar por su trabajo en este film. Si bien “Death
on the Nile” resultó ser un éxito de taquilla, no logró igualar lo recaudado
por “Murder on the Orient Express”. Aun cuando John Guillermin es un director
más que competente, capaz de manejar de buena manera a elencos complejos e
imprimirle un dinámico ritmo narrativo a cintas de metrajes prolongados, en
esta oportunidad no puede evitar que la revelación final no resulte del todo
satisfactoria. Por otro lado, la gran cantidad de coincidencias que se
requieren para que la trama funcione, juegan en contra de la credibilidad de la
misma. Pese a estos detalles, “Death
on the Nile” ha soportado de buena manera el test del tiempo, y se mantiene
como uno de los buenos exponentes de las adaptaciones cinematográficas de la
obra de Agatha Christie, y de aquella tendencia que se popularizó en la década
del setenta que consistía en reunir a elencos repletos de estrellas, lo que no
siempre era sinónimo de éxito.
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