Dos
años después del estreno de la polémica comedia romántica “The Moon Is Blue”
(1953), el director Otto Preminger nuevamente se vería enfrentado a los
censores con el film “The Man With the
Golden Arm” (1955), el cual estaba basado
en la controversial novela del mismo nombre del escritor Nelson Algren. Antes
de que siquiera estuviera en los planes de Preminger adaptar la novela de
Algren, el actor John Garfield compró sus derechos con la intención de protagonizar
su versión cinematográfica. Sin embargo, la producción no se llevó a cabo
debido a que los organismos censores de la época no estaban dispuestos a
aprobar la realización de un film que se centrara en el uso y el tráfico de
drogas. Cuando Garfield falleció en 1952, Preminger adquirió los derechos de la
novela, pese a que no estar demasiado convencido con el proyecto. Para el
director, la historia de Algren se presentaba como una oportunidad para
doblarles la mano a los censores, lo que evidentemente le generó una serie de
problemas durante el proceso de producción de la cinta. Tras una serie de
discusiones con Algren, quien había viajado a Hollywood exclusivamente para
trabajar en el guion, Preminger contrató al guionista Walter Newman, junto a
quien cambió una gran cantidad de detalles de la historia original. Tan pronto como el director
tuvo el guion en sus manos, se lo envió a los agentes de Frank Sinatra y Marlon Brando,
obteniendo una rápida respuesta por parte de Sinatra, quien estaba listo para firmar el contrato que lo
ligaría a la producción.
El protagonista, Frankie Machine (Frank Sinatra), regresa a casa tras
estar seis meses en prisión, ansioso de empezar una nueva vida y dejar atrás su
pasado marcado por una fuerte adicción a la heroína y la imposibilidad de
encontrar una fuente de ingresos legal. En su humilde hogar lo espera Zosh
(Eleanor Parker), su esposa quien hace algunos años quedó parapléjica después
de sufrir un accidente automovilístico, y que ahora debido al costoso
tratamiento que necesita, vive a duras penas confinada en su silla de ruedas. El
ex convicto, quien ahora desea convertirse en músico de jazz, también se
encontrará con una serie de personas que influirán directamente en sus planes; su
antigua amante, Molly (Kim Novak), quien pese a estar involucrada
sentimentalmente con otro hombre aun siente algo por Frankie; Schwiefka (Robert Strauss),
uno de los criminales que viven en su barrio, quien lo obliga a ocupar su
“brazo dorado” para favorecerlo en las partidas ilegales de póquer que él
organiza; el detective Bednar (Emil Meyer), un hombre que considera que los
drogadictos no se merecen la simpatía de nadie; su único amigo Sparrow (Arnold
Stang); y Louie (Darren McGavin), el narcotraficante del barrio con quien Frankie
tiene un largo historial de dependencia.
Independiente de las buenas intenciones iniciales
del protagonista, las cuales repite constantemente como un mantra con la
esperanza que eso le sirva para no recaer en sus viejos hábitos, cada vez que se
ve sometido a una situación de estrés siente la necesidad de consumir drogas. En
ese sentido, Preminger se preocupa de que el espectador empatice con Frankie al
establecer que son las personas quienes lo rodean los grandes responsables de
su eventual recaída. Por ejemplo, Louis siempre se las arregla para aparecer en
los momentos de debilidad de Frankie, ya que es el principal interesado en
recuperar a uno de sus clientes más leales. Algo similar sucede con Schwiefka,
quien necesita que el protagonista vuelva a trabajar como repartidor en su
negocio de apuestas ilegales. El problema es que para que Frankie pueda mejorar
su vida, debe mantenerse alejado lo más posible ambos personajes. Por lo tanto,
todos sus problemas están conectados; él no puede escapar de las drogas mientras
esté trabajando como repartidor de cartas y no puede desempeñarse como músico
mientras esté consumiendo drogas. Con el fin de utilizar a Frankie, Louis y Schwifka
generan una relación de dependencia de manera que él no tenga más alternativa
que someterse a sus designios, que es algo bastante similar a lo que hace
Zosh, quien presiona a su marido para que consiga dinero sin importarle
demasiado su bienestar.
Zosh
es un personaje fascinante por méritos propios. Ella se muestra especialmente
obsesionada con el accidente automovilístico que supuestamente la confinó a una
silla de ruedas por el resto de su vida, el cual es revelado a través de un
flashback; era Frankie quien conducía bajo los efectos del alcohol al momento
del accidente, por lo que motivado por la culpa, decidió contraer matrimonio
con Zosh mientras ella aún se encontraba internada en el hospital. Desde ese
momento en adelante, Zosh utiliza su discapacidad para mantener a su esposo a
su lado, lo que es reafirmado por el propio protagonista cuando este le comenta
a Molly que sería incapaz de abandonar a su esposa en el estado en el que se
encuentra, aun cuando no la ama y la responsabiliza de hacerlo sentir
miserable, lo que en gran medida influye en su necesidad de utilizar drogas
para así evadir su triste realidad. Lo que es aún peor, es que eventualmente se
revela que Zosh es capaz de caminar por sus propios medios, revelando los
alcances de su obsesión con su marido. Mientras que Frankie es adicto a la heroína,
Zosh es adicta a la simpatía y la atención del resto, por lo que al igual que
su marido, está dispuesta a hacer cualquier cosa con tal de obtener lo que
tanto ansía.
Molly
por su parte, es una mujer trabajadora que intenta aferrarse al poco de
dignidad que le queda sin demasiado éxito. Lamentablemente, Molly parece ser propensa
a relacionarse con hombres que la utilizan y abusan de ella. Pese a eso, es la
única persona que está dispuesta a hacer cualquier cosa por el protagonista,
exhibiendo un real deseo de que este cumpla sus sueños y logre superar su
adicción. En gran medida, la relación que se establece entre ambos es retratada
como una fuente de redención, que pese a estar fracturada por la presencia de
Zosh y por sus propias falencias, podría permitirles en un futuro acceder a un
destino mucho más esperanzador del que parecen estar llamados a cumplir. Si
bien Sparrow también expresa un real cariño por su viejo amigo, su carácter feble
provoca que solo se limite a seguir a Frankie, siendo incapaz de ayudarlo
cuando este se ve enfrentado a un momento de debilidad. Por otro lado, la banda
sonora compuesta por Elmer Bernstein resulta ser tan importante como el resto
de los personajes, lo que explica que haya recibido una nominación al Oscar. Las piezas musicales de corte jazzístico se complementan de
manera perfecta con la trama, ya sea recordándole al espectador lo nervioso que
se pone el protagonista cada vez que se ve enfrentado a una situación difícil,
o su frustración y desesperación cuando se da cuenta que necesita consumir
drogas para resistir la vorágine en la que se ha convertido su propia
existencia.
Las
actuaciones en general son estupendas. Frank Sinatra, cuya carrera
cinematográfica fue a lo menos irregular, brilla en este film como el frágil
Frankie Machine, rol para el cual no solo tuvo que aprender a tocar la batería,
sino que también tuvo que acostumbrarse a ensayar sus escenas tras la
insistencia de Preminger. A raíz de su participación en la cinta, Sinatra
obtendría una merecida nominación al Oscar al mejor actor. En cuanto al aspecto
técnico de la producción, resulta destacable el trabajo de fotografía de Sam
Leavitt, y la dirección de arte de Joseph C. Wright y Darrell Silvera, quienes
obtendrían una nominación al Oscar por la construcción de los distintos sets en
los que transcurre la historia, los cuales logran retratar la miseria en la que
se desenvuelven los diferentes personajes que interactúan a lo largo de la
cinta, de la cual posiblemente no serán capaces de escapar. En relación a esto
último, existe una escena que sirve para recalcar esta idea; en dicha escena,
Frankie está paseando con Molly por una de las calles de la ciudad. En un
determinado momento, deciden detenerse frente a una tienda que tiene en
exhibición una elaborada escena al interior de una cocina, en la que una alegre
ama de casa está lavando platos mientras su marido está leyendo cómodamente el
periódico. Si bien la representación exhibida por la tienda es absurdamente
falsa, Frankie y Molly no pueden evitar fantasear con la idea de que ellos
están en el lugar de la feliz pareja de plástico, cosa que probablemente jamás
sucederá.
Los
críticos de “The Man With the Golden Arm” por lo general suelen citar la
simplificación del tema de la drogadicción que realiza Preminger mediante la
inclusión de un final “poco realista”, que propone que el protagonista ha
logrado librarse de su adicción solo mediante su fuerza de voluntad. Teniendo
esto en mente, es imposible no realizar algún tipo de comparación con la novela
de Algren. En el relato original, Frankie asesina a su proveedor de drogas,
Louie, y eventualmente se suicida mientras que Molly termina convirtiéndose en
prostituta. El destino de Frankie es mucho menos desolador en la adaptación de
Preminger, la cual sigue una línea narrativa mucho más apegada a los estatutos
hollywoodenses, lo que no impide que presente una suerte de final abierto que
amenaza con destruir el posible futuro esperanzador del protagonista. “The Man
With the Golden Arm” fue una de las primera producciones en retratar de manera explícita
el uso de drogas, junto con tocar una serie de otros temas tabú como el aborto
y la prostitución. Gracias a la meticulosa dirección de Otto Preminger, el film
continúa siendo un melodrama poderoso, cuyo mensaje central lamentablemente
sigue reflejando a millones de personas que a diario están atrapadas bajo el
implacable yugo de la drogas.
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