Tras el
éxito conseguido por el film “Horror of Dracula” (1958), el cual salvó a los Estudios
Universal de la bancarrota, los ejecutivos de la productora británica Hammer
Films pensaron que sería buena idea realizar una secuela. A principios de 1959,
el productor Anthony Hinds le pidió al guionista Jimmy Sangster que
desarrollara el guion de la supuesta secuela, cuyo título tentativo era “Disciple
of Dracula”. El villano de la historia escrita por Sangster era el Barón
Meinster, un vampiro que se dedicaba a aterrorizar a un grupo de señoritas
pertenecientes a una academia victoriana, en especial a dos estudiantes
llamadas Margaret y Pauline. Durante el clímax de dicha historia, el héroe
Latour invocaba al espíritu del Conde Drácula con el objetivo que el mítico
vampiro le pusiera fin a las siniestras actividades de su discípulo renegado. En
el verano de ese mismo año, los ejecutivos de la Hammer decidieron desarrollar
un nuevo proyecto para que pudiese ser protagonizado por Christopher Lee, el cual
se titularía “Dracula and the Damned”. Poco tiempo después, Hinds le pidió a
Peter Bryan que reescribiera el guion de Sangster, con la condición que
removiera por completo la figura de Drácula y que insertara al Van Helsing de
Peter Cushing como el verdadero héroe del relato. Bryan, quien trabajaba
mayormente como operador de cámara para el Estudio, en ese entonces estaba
batallando contra el cáncer de garganta y vio con entusiasmo la tarea que le
habían encomendado. Eventualmente el guionista Edward Percy sería llamado a
realizarle algunos cambios al guion de Bryan a petición de Peter Cushing, quien
entre otras cosas no estaba de acuerdo con que Van Helsing recurriera a fuerzas demoníacas para derrotar al Baron Meinster. Mientras se intervenía el guion de
lo que terminaría siendo “The Brides of Dracula” (1960), el proyecto titulado “Dracula and the Damned”
finalmente fue desechado cuando Christopher Lee se negó a interpretar nuevamente
a Drácula, por el temor a ser encasillado en dicho rol.
“The Brides of Dracula” se desarrolla en
Transilvania poco tiempo después de la muerte de Drácula. A dicho lugar se
dirige una joven profesora de escuela llamada Marianne Danielle (Yvonne
Monlaur) para integrarse a su nuevo trabajo en una afamada escuela victoriana
para señoritas. Debido a una serie de infortunados accidentes, Marianne termina
pasando la noche en el castillo de la Baronesa Meinster (Martita Hunt). Esa
misma noche, la joven se entera que la Baronesa mantiene a su hijo (David Peel)
prisionero en una de las habitaciones del castillo, tras lo cual decide
liberarlo bajo la presunción que su anfitriona ha perdido el juicio. Lo que
ella no sabe, es que el Barón Meinster es en realidad un vampiro sediento de
sangre cuyo maestro es el mismísimo Conde Drácula. Horrorizada y confundida con
las consecuencias provocadas por la liberación del Barón Meinster, Marianne
huye despavorida hacia el bosque que rodea al castillo donde termina perdiendo
el conocimiento. A la mañana siguiente es rescatada nada menos que por el
Doctor Van Helsing (Peter Cushing), quien se muestra muy interesado en la
historia de la muchacha. Cuando Van Helsing comprueba la verdadera naturaleza
del Barón, se ve obligado a tomar una serie de medidas desesperadas para evitar
que la maldad del vampiro se propague, lo que eventualmente provoca que el buen
Doctor se vea enfrentado cara a cara con el malvado Barón en un duelo a muerte
al interior de un viejo molino en ruinas.
Uno de los puntos más altos de “The Brides of
Dracula” es sin lugar a dudas el guion escrito en conjunto por Peter Bryan,
Edward Percy, Jimmy Sangster, y Anthony Hinds, cuyo trabajo no fue acreditado.
Entre otras cosas, el manoseado guion es capaz de continuar con la historia de
Drácula sin la necesidad de contar con el infame Conde. Además de esto, los
involucrados en el guion introducen una serie conceptos creativos que juegan
con los cánones básicos de la mitología del vampirismo, como por ejemplo la
particular y dolorosa cura para las mordidas de vampiro que emplea Van Helsing,
y la manera en como este último intenta eliminar al Barón Meinster durante su
enfrentamiento final. La premisa del film por su parte, repasa el tema de los
secretos familiares y los juegos de poder ejercidos entre los miembros de los
sectores más acomodados de la sociedad, lo que le añade una capa de complejidad
a una historia de tintes marcadamente siniestros. Lo que es aún más
interesante, es el sutil comentario social que desliza el film y que tiene relación
con el concepto de como en base a oscuros secretos, aquellos que están en una
situación de poder en ocasiones intentan controlar a un grupo de personas que
están acostumbrados a vivir sumidas en el miedo, lo que les impide luchar por derechos
que son básicos para su sobrevivencia.
El comentario social existente en “The Brides
of Dracula” no se detiene solo en eso, sino que además hace alusión a la
supuesta importancia del poder adquisitivo y al estatus dentro de una sociedad,
lo que puede ser evidenciado en las pretensiones exhibidas por la Baronesa
Meinster cuando asegura que el vino de su casa “es el hermano gemelo del mejor
vino de la bodega del Emperador”. Lo mismo pasa con las intenciones del Barón
Meinster de contraer matrimonio con la heroína, lo que a todas luces asoma como
un matrimonio por conveniencia, así como también con los aparentes requisitos para
convertirse en un vampiro, los cuales esconden una cierta cuota de arribismo que
apunta al vampirismo como una metáfora para determinados vicios de la sociedad.
Algo que también merece ser analizado es como la historia familiar de los
Meinster traza paralelos entre el vampirismo y la drogadicción. Tanto la
Baronesa como su criada Greta (Freda Jackson), hacen alusión a que hubo una
época en la cual al interior del castillo reinó la paz y la felicidad, lo que
se destruyó por completo cuando eventualmente el Barón infestó a su círculo más
cercano con su “adicción”. Al mismo tiempo, se insinúa que la Baronesa y su
hijo mantienen una relación de carácter incestuoso, que entre otras cosas sirve
para ilustrar la decadencia en la que caían algunos miembros de la aristocracia
tras sumergirse en diversos excesos facilitados por su dinero y poder.
En la escuela a la que llega a trabajar,
Marianne se hace amiga de Gina (Andree Melly), una atractiva muchacha que no
tarda en caer bajo el dominio del Barón Meinster. Poco después que Marianne acepta
la propuesta matrimonial de Meinster, lo que desata la envidia de Gina, el
vampiro aparece en el cuarto de esta última y drena por completo su sangre. Este
suceso dará pie al tópico del lesbianismo en “The Brides of Dracula”, tema que
en aquel entonces solo se podía tocar de forma sutil debido a la constante
vigilancia de los organismos de censura. Tras ser asesinada por el Barón, la
virginal Gina regresa a la vida y va en búsqueda de Marianne entonando, “Pon
tus brazos alrededor mío, por favor. Quiero besarte, Marianne.” Por otro lado,
otros personajes secundarios como el Doctor Tobler (Miles Malleson), quien solo
cree en aquello que es tangible lo que lo lleva a desestimar las supersticiones
propias de un grupo de campesinos ignorantes, y el Padre Stepnik (Fred
Johnson), quien está convencido que algo naturaleza demoníaca está amenazando a
los habitantes del pueblo, son introducidos en la historia para tratar de forma
breve y superficial temas como la dicotomía entre la ciencia y la religión. En
medio de esta lucha filosófica se encuentra Van Helsing, quien se encarga de
unificar ambas corrientes. Él es un científico, pero también es un hombre bien
versado en metafísica, en lo religioso y en lo sobrenatural. Esto provoca que
su vasto conocimiento sea su más grande aliado, el cual utiliza para
desarrollar artefactos y estrategias cuyo objetivo no solo consiste en derrotar
a los vampiros, sino que además buscan salvar el alma de sus víctimas.
Peter Cushing
interpreta de forma impecable a un Van Helsing que básicamente es el epítome de
la nobleza, un verdadero representante del orden y la justicia. Una vez que el
personaje de Cushing detecta la presencia del mal a su alrededor, rápidamente
se embarca en una cruzada para acabar con el Barón Meinster y su séquito de
vampiresas, sin importarle demasiado las consecuencias personales que puede
tener su arriesgada empresa. David Peel por su parte, interpreta de forma
convincente a un villano que exhibe una interesante dualidad; por momentos se
muestra encantador, vulnerable y algo amanerado, mientras que en otras
ocasiones se convierte en un ser perverso, sádico y sin ningún atisbo de
remordimiento, alzándose como una fuerza manipuladora y terrible que debe ser
respetada y temida. A diferencia del Drácula de Christopher Lee quien
usualmente tomaba aquello que deseaba mediante el uso de la fuerza, Meinster
utiliza su encanto e inteligencia para manipular a quienes lo rodean,
especialmente a Marianne quien no puede evitar caer en la trampa que le pone un
villano que representa una amenaza tanto humana como sobrenatural. En cuanto al
resto del elenco, pese a que Yvonne Monlaur se destaca más por su belleza que
por sus cualidades interpretativas, sostiene de forma correcta el peso
dramático que el director Terence Fisher pone sobre sus hombros; Martita Hunt
exuda un aire de siniestra nobleza antes de que su personaje ceda al peso de su
perturbada consciencia, y Freda Jackson se destaca interpretando a una mujer
que resulta ser tan divertida como escalofriante y que termina siendo tan
llamativa como el villano principal del film.
En cuanto al
aspecto técnico del film, se destaca la espléndida dirección de fotografía de
Jack Asher, el atractivo diseño de producción de Bernard Robinson, la banda
sonora con toques románticos del compositor de Malcolm Williamson, y por
supuesto la precisa dirección de Terence Fisher, quien gracias a su manejo de
los tiempos y la ambientación permite que algunos de los agujeros que presenta
el guion producto de sus múltiples reescrituras pasen prácticamente
desapercibidos. “The Brides of Dracula” resultó ser todo un éxito de taquilla,
consolidando la relación comercial entre la Hammer y los Estudios Universal.
Fue tal la importancia del film en su momento, que incluso se comenta que la
cinta de Fisher fue la que motivó al cineasta español Jesús Franco a
aventurarse dentro del género del horror con la película “Gritos en la Noche /
The Awful Dr. Orloff” (1962). En su libro acerca de la historia de los Estudios
Hammer publicado en 1996, el autor Denis Meikle aseguraba que “The Brides of
Dracula” era “el punto alto del cine de horror de la Hammer”, señalando que el
film “al igual que los buenos cuentos de hadas, pese a estar enraizado en un
tipo de realidad, algunos de sus elementos permanecen en la mente del
espectador mucho tiempo después como si se tratara de un sueño.” Muchos de los
elementos presentes en los borradores desarrollados por Jimmy Sangster y Peter
Bryan para esta película eventualmente serían utilizados en “The Kiss of the
Vampire” (1963), cinta que pretendía exprimir aún más la mitología del
vampirismo sin la necesidad de pagarle un centavo a Christopher Lee o Peter
Cushing.
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