“X: The Man With the X-Ray
Eyes” (1963) es considerada como una de las piezas conceptuales más originales que
fueron producidas en Norteamérica durante la década del sesenta, época durante
la cual se estaba experimentando una locura por la psicodelia, tanto en el cine
como en las calles. La primera película de género que tocó el tema del uso de alucinógenos
sería “The Tingler” (1959), del director William Castle, la cual presentaba a
un científico interpretado por Vincent Price que se inyectaba LSD con el
objetivo de auto inducirse miedo. Dicho film sentaría las bases de algunas
obras producidas con posterioridad por la American International Pictures, en
las cuales se exploraba el uso de drogas farmacéuticas y la eterna búsqueda del
autoconocimiento, como es el caso de “The Trip” (1967) y “Psych-Out” (1968),
cuyos directores fueron Roger Corman y Richard Rush respectivamente. Si bien “X:
The Man With the X-Ray Eyes” no habla específicamente del uso de LSD, su guion
está claramente relacionado a la controversia que en aquel entonces estaba
causando el uso recreacional de ciertas drogas. De hecho el mismo Corman, quien
aseguró que la idea que dio vida al guion de Robert Dillon y Ray Russell fue
suya, en una ocasión declaró que mientras estaba desarrollando el concepto del
film, pensó en la posibilidad que el protagonista fuese un músico de jazz con
un grave problema de drogadicción, antes de decantarse por la figura de un
científico con una pulsión incontrolable por expandir el limitado rango de
visión del ser humano.
El protagonista del film es
el Dr. James Xavier (Ray Milland), un renombrado científico obsesionado con incrementar el
campo y la profundidad de visión del ser humano, con el fin de resolver ciertos
problemas médicos con un mayor grado de eficiencia. Pese a las advertencias de
su colega, el Dr. Sam Brant (Harold J. Stone), Xavier termina embarcándose en
el desarrollo de un suero óptico que él piensa que puede ayudarlo a lograr su
objetivo, el cual primero experimenta en monos con resultados dispares; si bien
los animales aparentemente lograron expandir su espectro visual, fallecieron
por el miedo que les causó su incapacidad para procesar lo que estaban viendo.
Tras darse cuenta que sus experimentos con animales no van a otorgarle
información valiosa, y angustiado por la presión de quienes financian su
investigación, Xavier decide utilizar el suero en sí mismo pese a los peligros
que dicha práctica supone. Si bien en un principio los efectos son positivos
pese a ser temporales, cuando descubre que el efecto es acumulativo, Xavier se
obsesiona con averiguar cuál es el límite de su nueva habilidad, lo que
eventualmente complica su vida a niveles insospechados.
La obsesión del protagonista
es representada de manera vívida por Corman a través de una serie de escenas
filmadas en primera persona, que también cumplen con graficar el proceso
evolutivo de la visión de Xavier. “The Man With the X-Ray Eyes” es una película
inquietante, poética, que corteja con temas universales como los alcances de la
religión y la ciencia, y que además explora en clave de metáfora los tormentos
de un adicto, todo por partes iguales. Como Stephen King bien describe en su
libro “Danza Macabra”, se puede identificar una fuerte influencia de H. P.
Lovecraft en el guion del film, ya que este contiene un horror que es tan abstracto
como visceral. En un principio, Xavier parece divertirse con su nueva
habilidad, la cual le permite ver a través de las paredes y la ropa de quienes
lo rodean. Poco tiempo después, el científico utiliza su nuevo espectro visual
para realizar complejas tareas médicas sin la ayuda de los artefactos diseñados
para descubrir la existencia de una determinada patología al interior del
cuerpo humano. Eventualmente, lo que comenzó como un experimento poseedor de un
espíritu altruista, se convierte en un callejón sin salida que provoca que
Xavier tenga problemas en su trabajo, con sus amigos, y finalmente con la ley. Y
es que cuando el protagonista ve como la realidad se difumina literalmente ante
sus ojos, aquello que en algún momento identificó como una bendición,
rápidamente se torna en la fuente de su perdición.
Ray Milland realiza un gran
trabajo interpretando al arrogante pero bienintencionado Dr. James Xavier,
quien no puede evitar convertirse en víctima de sus propias obsesiones.
Igualmente interesante resulta ser la participación de Don Rickles, quien
personifica a un hombre que intenta explotar económicamente la habilidad del
protagonista, primero obligándolo a desenvolverse como un fenómeno de feria,
para luego incentivarlo a trabajar como una suerte de falso curandero. Diana
Van der Vlis por su parte, interpreta de forma correcta a la agradable y leal
Dra. Diane Fairfax, que se alza como el interés amoroso de Xavier, y como la
única persona en la que él puede confiar. En lo que respecta al aspecto técnico
del film, a la efectiva banda sonora de Les Baxter, se le suma la modesta pero
atractiva dirección de arte de Daniel Haller, y el interesantísimo trabajo de
fotografía de Floyd Cosby. Los efectos visuales utilizados en el film, eventualmente
se volverían habituales en gran parte de las cintas psicodélicas que el mismo
Corman ayudaría a popularizar durante un breve periodo de tiempo a fines de la
década del sesenta. Entre otras cosas, en “The Man With the X-Ray Eyes” es
posible ver filtros de colores, explosiones de tinta, disoluciones de imágenes,
así como también una ilustración ocular
que es tan cursi como espeluznante, que sugiere que Xavier puede ver el
contorno de sus propios ojos. La visión aumentada del protagonista se asemeja
bastante a una fantasía surrealista o a un mal viaje de ácido, y es sin duda
uno de los elementos más interesantes de la producción.
Con el paso de los años, algunos críticos han
llegado a señalar que “The Man With the X-Ray Eyes” bien podría ser
considerada como una precursora de la cinta “Scanners” (1981) del director
David Cronenberg, en la cual existe un grupo de personas que experimentan un
trastorno de las sinapsis cerebrales, que provocan que sus cerebros se
conviertan en un órgano sensorial tan poderoso que pueden escuchar los
pensamientos de quienes los rodean. Tal y como sucede con James Xavier, la
mayoría de las personas que poseen esta particular habilidad, no pueden evitar
volverse locos al no ser capaces de sobrellevar las implicancias de su
percepción sensorial ampliada. La verdad es que con un presupuesto de tan solo 300.000 dólares,
Roger Corman realizó el que quizás es su film más ambicioso. Los minutos
finales de “The Man With the X-Ray Eyes”, donde se
intersecan religión, ciencia y filosofía, le proporcionan a la historia un
final inteligente e impactante, que captura a la perfección tanto el encanto
como los peligros del exceso de conocimiento, tema cuyo análisis se arrastra
desde tiempos bíblicos. Como dato curioso, Stephen King en su libro “Danza
Macabra”, aseguraba que el final original de “The Man With the X-Ray Eyes” presentaba
al Dr. Xavier gritando desconsolado “¡Aún puedo ver!”, luego de haberse
arrancado los ojos. Si bien Roger Corman ha declarado en varias ocasiones que
esto es falso, en una entrevista afirmó lo siguiente: “Stephen King vio la
película y escribió un final diferente, y cuando lo leí pensé, ´Su final es
mejor que el mío´.”
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