“The Name of the Rose” (1986) transcurre en el año 1327 y sus protagonistas son el monje franciscano William de Baskerville (Sean Connery) y su novicio, el joven Adso (Christian Slater), quienes se dirigen a una Abadía Benedictina ubicada en el norte de Italia. Ellos forman parte de una delegación de monjes franciscanos, los cuales van a participar en un debate con un grupo de monjes benedictinos que se ha generado debido a ciertas diferencias espirituales. A su llegada, se encuentran con la sorpresa de que un joven traductor ha muerto en extrañas circunstancias. Cuando el abad a cargo del monasterio le pide a William que investigue la causa del curioso deceso, este y su discípulo se embarcarán en una carrera contra el tiempo que buscará evitar que aparezcan nuevos cadáveres.

Cuando el director Jean-Jacques Annaud se encontraba promocionando el film “Quest for fire” (1981), leyó un artículo en el periódico francés Le Monde acerca de una novela titulada “El Nombre de la Rosa” del escritor Umberto Eco, la cual estaba a punto de ser publicada en Francia. Al realizador le fascinó tanto dicha obra, en especial debido a que la acción se desarrollaba al interior de una iglesia medieval, que se apresuró a comprar sus derechos con el fin de realizar una adaptación cinematográfica antes de que alcanza el estatus de bestseller a nivel internacional. Consciente que la adaptación de una novela de más de 500 páginas no sería tarea sencilla, Annaud contrató a un grupo de guionistas entre los que se encontraban Andrew Birkin, Gerard Brach, Howard Franklin y Alain Godard, quienes se pusieron como objetivo elaborar un guion inteligente que además fuera poseedor de un innegable atractivo comercial. Fue así como Annaud le dedicó cuatro años de su vida a la preparación del proyecto, tiempo en el cual recorrió Europa y los Estados Unidos en busca de un elenco multiétnico que entre sus filas presentara rostros distintivos e interesantes.

En un principio Annaud se mostró reacio a la idea de contratar a Sean Connery para el papel de William de Baskerville, en gran medida debido a que no podía evitar relacionar al actor con su personaje más famoso, el espía británico James Bond. Sin embargo, al verse imposibilitado de encontrar a otro actor para el papel, el director le ofreció a Connery una audición tras la cual el escocés obtuvo el rol protagónico. Lamentablemente para las pretensiones de Annaud y Connery, ni Umberto Eco ni los ejecutivos de los estudios Columbia estaban de acuerdo con la contratación del actor, por lo que el proyecto quedó sin financiamiento. Esto se debía al hecho que durante la primera mitad de la década del ochenta, el veterano interprete participó en varios fracasos de taquilla, alcanzando el punto más bajo de su carrera. A raíz de esto, Annaud se vio en la obligación de recaudar fondos provenientes de inversionistas privados, quienes en conjunto le entregaron al director la suma de 16 millones de dólares, monto que le permitiría llevar a cabo el proceso de producción sin mayores inconvenientes. El elenco sería completado por un novel Christian Slater, y por la actriz de origen chileno Valentina Vargas, quien interpretaría a una muchacha muda que seduce al joven discípulo de Baskerville.


Básicamente “The Name of the Rose” es una historia de detectives, en la que la dupla protagónica funcionan como una suerte de Sherlock Holmes y John Watson de la Edad Media. De hecho, es debido a su fama como investigador que el Abad del monasterio (Michael Lonsdale) le pide a William de Baskerville que indague la verdad que se esconde tras los asesinatos que han estado ocurriendo en el lugar, los cuales se han atribuido a la existencia de una presencia demoníaca entre los religiosos. Para Baskerville, un monje atípico cuyas acciones suelen estar guiadas por la razón más que por la fe, lo que le ha traído problemas con la jerarquía de la Iglesia en el pasado, el responsable de los crímenes tiene un origen más terrenal. Para su mala fortuna, antes de lograr indagar a fondo el asunto, llega al monasterio Bernardo Gui (F. Murray Abraham), el Gran Inquisidor designado por el Papa para rastrear y exterminar a los herejes. Será él quien designa a una herborista (Elya Baskin), un jorobado (Ron Perlman) y una campesina (Valentina Vargas), como los sirvientes del Diablo responsables de los crímenes. Es así como con el fin de evitar la ejecución de gente inocente, el Hermano William y Adso se verán obligados a adentrarse en la gigantesca biblioteca del monasterio, para poder encontrar la llave del misterio que esconden los asesinatos.

Bajo la superficie, el film además de contener una serie de referencias históricas, religiosas, filosóficas y sociales que para el espectador menos instruido en esta clase de temas pueden resultar más difíciles de apreciar a simple vista, también es un retrato de la decadencia social y espiritual de la época, donde incluso existían diferencias ideológicas en el mismo seno de la Iglesia católica, las cuales provocaron que sus miembros cometieran una serie de atrocidades durante la Edad Media. Annaud retrata a la Iglesia como juez, jurado y verdugo de todas aquellas personas que no cumplían con las pautas morales establecidas por las cúpulas eclesiásticas, sin importar si estas eran civiles o individuos pertenecientes a algunas de las distintas congregaciones religiosas. En aquella época, el libre pensamiento era tomado como una herejía cuyo castigo solía ser la hoguera. Al mismo tiempo, las mujeres y la sexualidad eran consideradas como verdaderos instrumentos del Diablo, lo que explicaría el gran número de mujeres que fueron enjuiciadas como brujas durante la inquisición. Esta ideología autoritaria está fielmente representada por el accionar de Bernardo Gui, cuya interacción con William de Baskerville no hace más que encarnar la eterna lucha entre la religión y la ciencia, y entre la razón y la fe ciega, que en esta oportunidad presenta un claro vencedor durante el clímax del film.


El film tiene la ventaja de contar con la participación de un elenco que realiza un estupendo trabajo. Desde Sean Connery quien como de costumbre, utiliza su innegable carisma a su favor a la hora de interpretar un monje inconformista en constante búsqueda de sabiduría, hasta Christian Slater, quien alejado de los tics presentes en sus más recientes actuaciones, personifica de forma convincente a un inocente y angustiado novicio que intenta adoptar la vida monacal, mientras descubre los misterios y paradojas del sexo, la obediencia, la razón, la autoridad, la violencia y el mal. Dentro de elenco secundario, se destaca Ron Perlman, quien interpreta a un jorobado llamado Salvatore, cuyos balbuceos incoherentes le entregan a William de Baskerville un par de pistas importantes. En cuanto al aspecto técnico de  “The Name of the Rose”, el diseño de producción de Dante Ferretti se alza como uno de los puntos altos de la cinta. El monasterio donde transcurre la historia es un universo en sí mismo, repleto de rincones oscuros y tenebrosos, y forma parte importante del desarrollo de la trama. Cabe mencionar que el interior del monasterio tuvo que ser construido específicamente para el rodaje del film, ya que Annaud no pudo encontrar una locación que cumpliera con sus expectativas. En lo que respecta al trabajo de fotografía de Tonino Delli Colli, si bien es responsable en gran medida de la atmósfera malsana y siniestra que domina al relato, hay escenas tan oscuras que resulta difícil saber que está sucediendo.

“The Name of the Rose” es una novela bastante particular, ya que resulta difícil categorizarla y requiere una gran cantidad de atención si se quieren identificar las numerosas referencias y misterios que encierra. Si bien esto atentaba contra la ejecución de una adaptación cinematográfica exitosa, Jean-Jacques Annaud logra plasmar de la manera más fiel posible el espíritu del libro, al mismo tiempo que se las arregla para crear una atmósfera espeluznante y visceral que aumenta el impacto de la historia. Parte thriller de misterio, parte discurso filosófico, y parte lección de historia, “The Name of the Rose” quizás no resulta ser una obra tan singular como la novela de Umberto Eco, pero de todas formas se eleva como una película fascinante por méritos propios.

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